Sobrevive Atlético a semana negra

Atlético de Madrid sobrevivió a una semana negra como suele: por voluntad de Jan Oblak y Antoine Griezmann. Los rojiblancos vencieron por 2-0 al Celta de Vigo en el encuentro que marcaba su regreso al Wanda Metropolitano tras perder la Liga en Barcelona.

Nada había salido conforme al plan. Sus aspiraciones quedaron enterradas en el Camp Nou junto con la temporada de Diego Costa, que se llevó una sanción de ocho partidos sin jugar. Y desde entonces perdieron a dos elementos más, estos por lesión, Savic y Godín. Para cuando llegó el momento del juego, Simeone solo tenía a 14 jugadores del primer equipo disponibles.

"Somos pocos y no es fácil competir y ganar, ganar y volver a ganar", afirmaba el técnico después de golear por 3-0 al Alavés en diciembre. En parte lamento y en parte orgullo. Entonces, como hoy, Simeone había tenido que improvisar debido a numerosas bajas por lesión. Y entonces salió a flote de la misma forma. De la mano de Oblak y con el pie de Griezmann.

Oblak completó su enésima actuación para enmarcar; su partido liguero número 22 sin encajar un solo tanto. La primera media hora fue dura. La joven pareja de centrales, Montoro y Moya, que ni defensa es, trabajó con bastante dignidad, pero les costó encontrar la manera de frenar a un rival con mucha hambre.

El Celta tenía prisa por adelantarse; llegó con solo dos puntos de ventaja sobre el descenso y necesitaba sacar un resultado positivo del Wanda. Se encomendó a la velocidad de Maxi Gómez y el ímpetu de Boudebouz. No es que tuvieran grandes oportunidades, pero daban la sensación de hacer mucho con muy poco pues llegaron a colarse hasta el corazón del área rojiblanca con relativa facilidad. Pero ahí estaban las manos salvadoras del esloveno. Voló dos veces para impedir que los gallegos se salieran con la suya, devolviendo algo de tranquilidad a los suyos, pues una cosa es haber despertado del sueño liguero y otra muy distinta dejarse arrastrar por la corriente.

Al Atlético no le va la depresión, no le gusta lamerse las heridas más de la cuenta y mucho menos sentirse vulnerable. Así que apretó, con lo "poco" que tenía en su arsenal, que por otro lado es bastante siempre y cuando Griezmann se encuentre en la cancha.

Ayudó Montero, que poco a poco fue ganando en seguridad y se llevó un par de ovaciones después de secar a Maxi Gómez un par de ocasiones. Limpio y seguro, casi con la autoridad de un veterano.

También Vitolo. El canario tiende a quedarse un paso atrás al momento de hacer la diferencia, pero en cambio provoca una falta cada que merodea la portería contraria. En una de tantas, justo en el borde del área, llegó el tanto que abrió el marcador.

El cobro de la falta corrió a cuenta de Antoine Griezmann. Y fue un golazo. Un tiro perfectamente medido y con una gran potencia. Rubén Blanco ni siquiera la vio entrar.

Hasta ese momento, Cabral y Araujo habían hecho un digno trabajo ante el '7' rojiblanco. El gol desmoronó la moral del Celta, empezando por los centrales.

Intentaron reaccionar en la segunda parte, y durante un buen rato tuvieron el control del partido aunque sin poner en grandes apuros a Oblak. Pero entonces Diego Simeone envió a Álvaro Morata a la cancha y todo cambió.

Otra vez fue Griezmann la pieza clave, aunque el que lució fue el español. Cada vez se entienden mejor los delanteros rojiblancos, y más cuando el viento sopla a favor. Cuando más apretaba el cuadro gallego, un robo en la media se convirtió en una jugada sublime al contraataque del francés, que aguantó el balón hasta que vio abierto a su compañero, y a punto de entrar en el área. Morata llegó ya con balón controlado y después de quitarse a Cabral, regateó a Blanco para marcar a puerta vacía.

Antoine Griezmann bien pudo repetir la dosis poco después, pero la suerte quiso evitarle la humillación al arquero rival.

Griezmann, que dedicó e tanto a su hijo recién nacido, salió de la cancha ovacionado poco antes de que el árbitro pitara el final.