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José Bautista de los Azulejos: ¿Héroe o villano?

Hubo una época en la que Josée Bautista era bastante agradable. Mientras estuvo en Kansas City hace muchos veranos, era joven y cortés y solía saludar a los "Right Field Rowdies", un grupo de aficionados a ultranza que iban a todos los juegos a pesar de que los Royals no eran tan buenos.

A uno de los miembros de los Rowdies, Sabrina Gray, le gustaba tanto Bautista que en los momentos de aburrimiento que vienen cuando tu equipo pierde dos tercios de sus juegos, bromeaba que se cambiaría el nombre a Sabrina Bautista.

"Me gustaba el anillo", dice con cariño sobre aquella época en el 2004. "Siempre fue agradable cuando jugaba para nosotros".

En algún momento en aquellas tribunas del campo derecho, se canceló la boda. Bautista estaba jugando para los Azulejos de Toronto en otoño pasado en el ardiente juego 1 de la Serie de Campeonato de la Liga Americana en Kansas City. Tras asegurar el out final de la quinta entrada, fingió lanzar la pelota a las tribunas, después volvió a colocarla en su guante y salió trotando del campo de juego.

Gray está convencida de que lo vio sonreír burlonamente cuando se dirigía al dogout.

"¿Por qué querrías hacerle eso a un aficionado?" se pregunta. "¿Por qué querrías hacerle eso a un niño? De la noche a la mañana, se portó como un patán con todos nosotros.

"Con malas palabras, es simple y sencillamente un imbécil. Esa es la percepción que todos nosotros tuvimos de él aquel día en ese gran escenario".

Bautista y los Azulejos están de vuelta en la postemporada nuevamente. Ellos aseguraron un puesto de comodín el día final de la temporada y se medirán a los Orioles de Baltimore en Toronto. Prepárense para sentirse ofendidos.

Bautista lanza el bate al aire, se detiene a admirar sus jonrones mucho más tiempo del nanosegundo permitido en las normas no escritas del béisbol y discute por bolas y strikes como un comprador obsesivo hurgando entre fruta mallugada.

"No voy a estafar al tipo", dijo el recientemente retirado árbitro de la MLB, Tim Wilke. "En ocasiones lleva las emociones a flor de piel. Probablemente tiene una personalidad agresiva. Trata a los árbitros y a los equipos contrarios de la misma manera".

Quizá sea el hombre más odiado del béisbol, y suscita tales sentimientos viscerales que, en mayo, el jugador del cuadro de Texas, Rougned Odor, lo golpeó violentamente en la mandíbula por un lanzamiento de bate al aire que sucedió siete meses atrás. Bautista, para decepción de sus detractores, se mantuvo de pie.

Bautista incluso tuvo el descaro, durante el entrenamiento de primavera, de anunciar que tenía una cifra en mente para su nuevo contrato y que no estaba dispuesto a ceder en el precio -- según los informes, $150 millones, aunque Bautista lo ha negado.

"No puedo decir que sea un tipo muy querido en la liga", dijo el manager de los Azulejos, John Gibbons. "Ahora, cuando es tu compañero de equipo, es totalmente distinto.

"Es una persona muy orgullosa. Si piensa que lo están perjudicando, se defiende solo y defiende a sus compañeros de equipo".

A Bautista le debe encantar ser ser villano, ¿correcto? Canadá es conocido como un país muy agradable y Bautista aporta algo de intensidad. Digamos que sabe cómo enardecer los ánimos de sus compañeros de equipo. El lanzamiento de bate que tanto enfureció a Odor y a los Vigilantes de Texas llevó a los Azulejos - en realidad a todo Canadá - al frenesí en octubre del año pasado.

El segunda base de Toronto, Ryan Goins, todavía siente escalofríos cuando lo recuerda: juego 5, el ganador se lo lleva todo, empatados a 3. Las frustraciones de una franquicia que no había visto los playoffs en veintidós años estaban a punto de hervir. Después de que los Vigilantes anotaron una polémica carrera y llovieron botellas de cerveza desde las gradas, y la séptima entrada había alcanzado los 40 minutos, Bautista se paró en el plato con dos corredores en base y dos outs. Bateó un cuadrangular con la cuenta de 1 bola y 1 strike, profundo al jardín izquierdo y las cámaras se sacudieron. El estadio estuvo cerca de estallar.

Goins dice que "perdió el conocimiento" mientras recorría las bases. Por su parte, Bautista permaneció impávido, pero estaba tan encendido que cuando llegó al dogout golpeó su casco de bateo dos veces.

"Deberían construir una estatua para conmemorar ese momento", dijo el columnista del diario Toronto Star, Bruce Arthur. "Hasta el día de hoy, apuesto que si le preguntáramos a la gente dónde se encontraba cuando esto sucedió, podrían decirlo con exactitud. En parte es rebeldía pura. Los Azulejos, durante 22 años, fueron todo menos rebeldía.

"José Bautista es de cierta manera la antítesis. Se hizo bueno, se hizo grandioso. Tomó una bola rápida de 90 mph (145 kph) y la mandó a la luna".

Sus jonrones, los altísimos, son casi como una tarjeta de felicitación con la imagen del dedo medio enviada a todas aquellas personas que dudaron de él a lo largo de su vida.

Hace el papel de un hombre que juega enojado, posiblemente porque se vio obligado a jugar con cinco equipos en un solo año, o tal vez a causa de un entrenador de la infancia en la República Dominicana que no lo eligió para un equipo que viajó a México a mediados de la década de los 90, uno de esos viajes que parecen tan importantes cuando tienes 13 o 14 años.

En aquel entonces, Bautista era pequeño y delgado, con orejas prominentes. De acuerdo con una historia sobre él en Yahoo del 2011, los niños le decían el Ratón.

ESPN le pidió a la psicóloga deportiva, Tracy Shaw, que analizara el lenguaje corporal de Bautista en aquel icónico juego de la Serie Divisional de la Liga Americana.

"No creo que haya estado enojado", dice Shaw, quien ha trabajado con jugadores de la NFL y atletas olímpicos.

"Él es lo que llamaríamos un macho alfa, alguien que tiene mucha confianza en sí mismo".

Así que Bautista disfruta interpretar el papel del chico malo, ¿correcto? El odio, en los deportes, es una forma de adulación. "La gente no abuchea a los don nadies", dice Goins.

La respuesta no vendrá de Bautista. Su equipo de publicistas dice que no concederá una entrevista para este reportaje.

Ha sido una larga temporada desde el incidente con Odor, y Bautista dejó de aparecer en los titulares. Se lesionó el dedo del pie en junio, después de estrellarse contra la pared del jardín derecho tratando de cazar un elevado; poco después de su regreso, se le atoró el taco en el césped en un lanzamiento y se lesionó la rodilla. Los periodos de inactividad han afectado su ritmo. Su promedio de bateo ronda alrededor del .235.

En un día a mediados de septiembre, se encontraba recostado sobre una colchoneta de yoga sobre la monótona alfombra del camerino de visitantes de Anaheim.

Los más jóvenes a su alrededor bromeaban, y Bautista estiraba los dedos del pie y la espalda, su rostro barbudo pasaba del techo al juego en la televisión entre los Yankees y los Medias Rojas.

A Bautista le encanta estirarse. También lo hace en los jardines durante los juegos. En unas cuantas semanas cumplirá 36 años y es consciente de su lucha contra el tiempo. Se estira, se obsesiona, contrata un chef entre temporadas para que le cocine comidas saludables. Gibbons dice que es probablemente el jugador más disciplinado que jamás haya tenido.

La canción "For Free" de DJ Khaled y Drake se escucha en el club y Bautista entona uno de los versos.


I go on and on. [Sigo y sigo].

Can't understand how I last so long. [No puedo comprender cómo he durado tanto tiempo].

I must have the superpowers. [Debo tener súper poderes].


Bautista es muy inteligente y regresó a la universidad a terminar su licenciatura varios años después de iniciada su carrera como beisbolista. Es incansable, se puede encontrar viendo juegos de la liga de invierno en la temporada baja. Es tan intenso que su entrenador de liga menor en Lynchburg, Virginia, Dave Clark, con frecuencia debía decirle que se calmara.

En el 2003, después de un juego en la carretera en Wilmington, Bautista se ponchó y le dio un puñetazo a lo que pensaba que era un bote de basura de plástico por la frustración. El bote era de metal y Bautista se fracturó un hueso de la mano.

"Conversé con él después del juego y esa fue la primera vez que lo veía llorar", dice Clark, ahora entrenador de los Tigres de Detroit. "Odiaba la forma en que había dejado al equipo corto de activos al hacer algo no muy inteligente.

"Se preocupa. Quería ganar, hacía cualquier cosa por ganar y llevaba un peso muy grande sobre sus hombros, día tras día".

Bautista hizo su debut en las Grandes Ligas con Baltimore el 4 de abril de 2004, pero estuvo ahí solo dos meses. Tampa, Kansas City y Nueva York lo buscaron y se deshicieron de él, y Bautista terminó en Pittsburgh al final del año.

Cinco equipos en una sola temporada: un récord de Grandes Ligas.

"Mucha gente pensó que era gracioso", dice John Perrotto, escritor de béisbol durante muchos años que cubrió a los Piratas durante la época en que Bautista jugó ahí. "No creo que le haya causado ninguna gracia".

Bautista confiaba en sí mismo cuando nadie más lo hizo. A finales del 2008, antes de que nadie supiera quién era José Bautista y los Azulejos no tenían ni la más mínima idea de lo que podía hacer, el club le ofreció un contrato de dos años como jugador utility. Bautista lo rechazó. La directiva de los Azulejos, que incluía al entonces asistente del gerente general, Alex Anthopoulos, no podía creerlo, porque Bautista todavía no había hecho gran cosa.

El razonamiento de Bautista era simple. Pensaba que era mejor que un jugador utility.

"Eso es lo más asombroso de José", dijo Anthopoulos. "Incluso cuando no había triunfado, tenía una firme confianza en sí mismo".

Dos años más tarde, bateó 54 jonrones, la mayor cantidad desde Alex Rodríguez en el 2007. Aun así, Bautista no era cosa segura.
Pero los Azulejos decidieron arriesgarse y le ofrecieron un contrato de cinco años y $65 millones. Anthopoulos tenía 33 años en ese momento y sabía que era la clase de decisión que podía hundir una carrera.

Durante días, la gente del béisbol le llamaba y preguntaba, "¿Has perdido la cabeza?" En las pocas horas que tenía para él solo, quizá Anthopoulos se preguntaba lo mismo. Bautista y Anthopoulos se reunieron en el entrenamiento de primavera de 2011 para completar el acuerdo, y Anthopoulos estaba estresado. "Cielos, cinco años", le dijo a Bautista, posiblemente incluso dejando salir un "uf".

Bautista estaba desconcertado.

"¿Qué es lo que te preocupa?" le preguntó a Anthopoulos. "¿Has visto este cuerpo? Todo resultará bien. Seguiré jugando hasta mis 40.

"No tienes nada de qué preocuparte".

La gente que juega con Bautista asegura que conocerlo es quererlo.

"Considero que José es una de esas personas que si estás en una trinchera, te gustaría tenerlo cuidándote la espalda", dijo el exmanager de los Azulejos, Cito Gaston. "Porque siempre está a tu lado".

Quizá una de las personas que mejor conoce a Bautista es un tipo llamado Fernando Isa. Crecieron juntos en la República Dominicana y luego se volvieron a encontrar en el equipo de béisbol de Chipola College en Florida.

Hubo una brecha de comunicación entre ellos durante algunos años, porque Bautista se mantuvo fuera de vista después de que no fue convocado a un equipo que viajó a México cuando eran niños.

"Se molestó tanto que se retiró de la liga", dijo Isa. "En ese momento, en realidad no le di mucha importancia. Mucha gente no fue escogida para formar parte de ese equipo. Luego, hablando con él, me di cuenta de que le había hecho daño y lo había marcado para siempre.

"No sé si ese fue el motivo por el que se convirtió en quien es hoy, pero considero que es uno de los muchos pequeños factores que lo motivan a trabajar más duro que los demás".

Tanto Isa como Bautista se beneficiaron de la generosidad de Don Odermann, un empresario que ayudó a muchos peloteros latinoamericanos a ir a la universidad. Cuando Odermann se deterioró a causa de la enfermedad de Alzheimer, Bautista continuó su labor. El Bautista Family Education Fund, sin fines de lucro, apoya actualmente a 37 jóvenes atletas para que asistan a la universidad. Isa ayuda con la fundación.

Bautista es adorado en Canadá. A principios de este año, cuando era obvio que él y los Azulejos estaban muy distantes en lo que a cifras del contrato se refiere, un joven de Ontario amenazó por Twitter que dañaría la estatua del difunto Ted Rogers, antiguo dueño del equipo. Una vez que se corrió la voz de que la policía lo había interrogado, Bautista le envió al muchacho unos guantes de bateo usados en un juego y una gorra.

El joven, que utiliza el nombre @TorontoHooligan y pidió no ser identificado, escribió en un mensaje a ESPN que la ciudad estaría "destrozada de verlo partir".


En aquella serie de septiembre contra los Anaheim Angels, Gibbons se sentó en su oficina vestido con una camiseta cortada y mascando chicle Nicorette, reflexionando sobre el futuro. Su equipo está al borde del cambio. El toletero superestrella Edwin Encarnación tiene un año de contrato y, tanto él como Bautista, podrían marcharse la próxima temporada.

Gibbons se preguntaba durante el entrenamiento de primavera, si la incertidumbre sería un problema esta temporada. No lo ha sido, aunque Gibbons sabe que sería difícil para los fanáticos ver a Bautista portando otro uniforme.

"Sería un equipo completamente distinto", dijo Gibbons.

Esa misma tarde, Bautista había caminado por casualidad por el pasillo cercano a la oficina de Gibbons. Un reportero de Canadian TV le preguntó si sus jeans azul claro combinaban con la chaqueta de su traje. Bautista, a quien le apasiona comprar ropa nueva, presentó recientemente una chaqueta de edición limitada de Canada Goose X Jose Bautista, a un precio de $995.

Bautista miró el atuendo del sujeto de la TV.

"Algo está mal", le dijo. "Necesitas más contraste".

En las últimas semanas de la temporada, Bautista volvió a ser él mismo. Bateó un jonrón que empató el juego contra los Mariners y trotó de espaldas mientras lo admiraba. Conectó otros dos cuadrangulares en una serie contra los Yankees.

Bautista recibió a un grupo de reporteros al término de uno de los juegos. Algo que no había hecho mucho este año. Le preguntaron si estaba de regreso y él no estuvo de acuerdo ni en desacuerdo. Es una actitud típica de Bautista, un recordatorio de sus mejores días, cuando era el más grande héroe de Canadá y el villano favorito de todos los demás.