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El que rió último, rió mejor

Por SEBASTIÁN CONTURSI

MIAMI (ESPNdeportes.com, enviado especial) - La historia cambió en un segundo. Cuando ese tremendo gancho de derecha de Acelino Freitas llegó como un refusilo a la sien de Jorge Barrios, todo acabó. Una vez más, se había impuesto la ley del más fuerte.

Las horas han transcurrido - muy lentamente para unos, velozmente para otros - y la tensión nerviosa no quiere alejarse de nuestros cuerpos, tan ajenos a los golpes que acabamos de ver sobre el cuadrilátero del Miami Arena, pero tan cercanos al deslumbramiento producido por uno de esos combates que dejan huella en el recuerdo.

Es que el brasileño Freitas y el argentino Barrios protagonizaron lo que para muchos fue "la pelea del año".

El duelo de hinchadas en las tribunas había comenzado bien temprano y su intensidad ya hacía presagiar una lucha titánica. Al ritmo de samba se excitaban los brasileños, que triplicaban en número a sus adversarios. Pero, de repente, apareció en una de las gradas el bombo del popular personaje "Tula" y el grupo de argentinos se hizo ir más fuerte que nunca. Para ellos, era como si estuviera por disputarse la final del Mundial entre Argentina y Brasil.

Por fin, "La Hiena" subió al ring. Envuelto en la bandera de Tigre (club del que es fanático en su país), dejó de lado cualquier tipo de inhibiciones propias de quien debuta en la Meca del boxeo y en seguida se adueñó de la situación.

Minutos más tarde sonó la primera campana y ya no hubo más tiempo para fríos análisis.

Porque Freitas (34-0, 31 KOs) no perdonó alguna desatención inicial de Barrios (40-2-1, 29 KOs) y de entrada sorprendió con una sólida derecha que conmovió a su rival e hizo pensar en un rápido desenlace.

Pero lejos de intimidar al argentino, el golpe sirvió meterlo rápidamente en la realidad de la pelea.

Ya en la segunda vuelta Barrios se ordenó y logró encontrar la distancia adecuada para mantener fuera del alcance del brasileño.

Sin embargo, como se sabe, cuando Freitas pega, hace daño. Otra derecha en el tercer asalto abrió un profundo corte en la ceja izquierda de Barrios.

Y esa herida sería determinante. Porque durante lo siguientes siete asaltos la sangre fluyó casi a borbotones del rostro de Barrios, impidiéndole tener una buena visión y poniendo permanentemente en riesgo la continuidad del combate.

A esa altura, las intenciones defensivas y los movimientos estilistas habían quedado sepultados definitivamente.

Barrios realizaba buenos desplazamientos, pero esto suponía un impedimento a la hora de conectar sus propios golpes.

Mientras tanto, Freitas esperaba pacientemente. Y aunque no atacaba con asiduidad, cada vez que sacaba una mano, hacía temblar al estadio.

Pero como suele suceder en los mejores combates, el dominio de la situación cambiaba de lado en cuestión de minutos.

Barrios se fue afianzando y comenzó a llevarse por delante a su rival a fuerza de embates, desordenados pero vigorosos. En el fragor de la lucha, ambos daban y recibían. Y aunque en ese cambio golpe por golpe el argentino resistió estoicamente varias manos de nocaut, daba la sensación que Freitas se sentía incómodo.

Al final de la sexta vuelta, el árbitro llamó al médico e hizo revisar a Barrios, quien ya lucía en su rostro otro corte sobre el lado derecho y una herida en su oreja izquierda. La intención era detener el combate, pero ante la insistencia del propio Barrios (su rostro era una máscara de sangre a esa altura) y de su esquina, le permitieron continuar.

La historia volvió a cambiar radicalmente en el octavo, cuando una izquierda recta - casi un jab - de Barrios tomó mal parado al brasileño y lo mandó a la lona.

Freitas se recuperó inmediatamente, pero Barrios siguió presionando, desprolijo pero avasallante.

Pero todavía estaba por llegar el momento culminante.

En el decimoprimer asalto una poderosa derecha larga de Barrios volvió a tumbar a Freitas, que esta vez sí, se levantó conmovido. Parecía que "La Hiena" estaba a un paso de llevarse los títulos mundiales de los superplumas (de la AMB y la OMB).

Pero el árbitro estadounidense Jorge Alonso se interpuso entre el argentino y la gloria. Porque tras la cuenta de ocho, Freitas escupió deliberadamente el protector bucal y el tercer hombre sobre el ring permitió que gozara de 11 segundos adicionales para su recuperación.

Barrios intentó presionar, pero Freitas ya se había repuesto del golpe.

Y allí llegó el momento clave del combate. Porque enceguecido por la situación, el argentino se empeñó en buscar el nocaut, en lugar de regular y llevarse el round por dos puntos. Pero lo traicionó su instinto ganador, y en el intento fue alcanzando por un tremendo cruzado de derecha, que lo derribó como a un castillo de arena, justo sobre el tañido de la campana.

Quedará para la discusión si el golpe fue lanzado justo sobre el tañido de la campana o si, como muchos aseguran (incluido el apoderado de Barrios, Mario Arano), fue uno o dos segundos después.

Lo cierto es que ese golpe terminó literalmente con Barrios, que subió todavía conmovido al último asalto.

Y allí, se sabe, ante esa situación Freitas no perdona. Y no perdonó, nomás. Llegaron dos nuevas derechas, y con ellas la segunda caída del argentino, que pese a todo se levantó como un verdadero guerrero.

A continuación, Barrios volvió a irse a la lona en una acción un tanto confusa. Y allí su destino quedó sellado, porque el árbitro - con buen tino - ya no le permitió seguir.

Una vez finalizado el combate, y todavía sobre el cuadrilátero, Freitas y Barrios se fundieron en un abrazo, mientras eran llevados en andas por sus respectivos colaboradores.

La guerra había terminado y era hora de irse a casa. Uno, con el pecho henchido por haber defendido exitosamente los dos cinturones.

El otro, sin títulos mundiales, es cierto. Pero con el orgullo de haberse consagrado aún en la derrota, que pareció minúscula ante tamaña muestra de coraje.