BUENOS AIRES -- Los Juegos Olímpicos de París 1924 fueron deportivamente brillantes.
Para tener una visión general, basta mencionar la hazaña del atleta Paavo Nurmi, el finlandés volador; la actuación del nadador Johnny Weissmuller, el futuro Tarzán de las películas; los triunfos de Uruguay en fútbol y de la Argentina en polo hasta la historia de los atletas ingleses Abrahams y Scholz, que el cine inmortalizó en el film Carrozas de Fuego, o la aparición de Lacoste, Borotra, Cochet y Brugnon, los cuatro mosqueteros del tenis francés.
A la vez, marcaron la formidable eclosión del olimpismo después de la Primera Guerra Mundial. Catorce ciudades anunciaron sus pretensión de organizarlos. De 29 se elevaron a 44 los países, entre ellos los debuts de México, la Argentina y Uruguay, y el número de participantes creció de 2626 a 3092 atletas.
NACE LA VILLA OLÍMPICA
Gracias a la cesión de un terreno por parte del Racing Club de France, se construyó el estadio en Colombes, con el inconveniente de estar alejado de la ciudad. Sus tribunas eran incómodas y su arquitectura sin valor estético.
El distrito Puertas de Lilas fue el sitio elegido para realizar la obra de la piscina de 50 metros. Los deportes de sala se efectuaron en el Palacio de los Deportes y el ciclismo en el Velódromo Municipal, reformado para esa oportunidad.
La gran novedad la constituyó la Ciudad Olímpica, aunque más adecuado habría sido denominarla Pueblo Olímpico. Era una serie de poco cómodas casitas de madera (según algunas versiones eran casillas), ubicadas en los alrededores del estadio, que al menos solucionaron el problema del alojamiento de los atletas, permitiéndoles convivir juntos durante los Juegos. Así nació la monumental Villa Olímpica de la actualidad.
EL FENÓMENO PAAVO NURMI
Como atleta Paovo Nurmi se anticipó a su tiempo. Se entrenó con un esmero y una intensidad nunca vistos antes. Con el cronómetro en su mano derecha, controló la cantidad y la calidad de la resistencia, llevando sus entrenamientos a los niveles que ninguno de sus contemporáneos podría igualar. Un cronómetro que le permitió a la vez regular los esfuerzos en plena carrera.
El resultado fue que, aparte de sus nueve victorias olímpicas, estableció 25 récords del mundo desde los 1500 hasta 20.000 metros en una trayectoria de 12 años en el más alto nivel del atletismo mundial.
Nurmi había ganado tres medallas de oro en 1920, pero su actuación en París alcanzó tal dimensión que los Juegos adquirieron la denominación histórica de la "Olimpiada de Nurmi", al participar en siete pruebas en seis días consecutivos para quedarse con cinco medallas de oro.
El 8 de julio intervino en la semifinal de 5000 metros y al día siguiente en la de 1500. El 10, ganó las medallas de oro en 1500 y, apenas 75 minutos después, la de 5000, ambas con récords olímpicos y a menos de un segundo de sus propias marcas mundiales.
El 11 de julio corrió la semifinal de 3000 metros por equipos. El 12, venció en los 10.000 metros a campo traviesa, superando por más de un minuto y medio a su compatriota Ville Ritola, otra de las glorias del atletismo, que en esos Juegos ganó los 10.000 metros, con récord mundial, y el 13, consiguió su cuarto oro en 3000 por equipos, en 3m536, un segundo más que su propio récord mundial. La quinta fue porque los 10.000 metros a campo traviesa individuales sirvieron para otorgar los puntos a la prueba por equipos que se adjudicó Finlandia.
Los dirigentes finlandeses no lo dejaron correr los 10.000 metros de pista por considerar que el esfuerzo iba a ser excesivo. Nurmi no los perdonó. Tres semanas después en Helsinki, repitió las dos finales con excelentes tiempos. Al día siguiente, corrió los 10.000 metros y bajó el récord mundial de Ritola de 30m 23s 2 a 30m 06s 2, marca que se mantuvo vigente por 13 años.
Nurmi era un introvertido, que sólo comía pescado seco y pan negro. Parecía un hombre triste, sumergido en el telecontrol, interesado solamente en lo suyo y descontento siempre con sus logros en la pista. Su deseo era ir en forma constante detrás de algo permanente y no comprendió claramente la visión que los récords algún día son superados.
En Ámsterdam 1928 sumó otra medalla de oro y dos de plata. No lo dejaron participar en la maratón en Los Angeles 1932 porque había rumores que indicaban que recibía dinero para correr.
Los notables récords de Nurmi no resistieron al tiempo como él pretendía. En cambio, una estatua perpetúa, en la entrada del Estadio Olímpico de Helsinki, a quien fue considerado el mejor atleta del medio siglo XX y para muchos el mejor de todos los tiempos.
JOHNNY WEISMULLER, EL TARZÁN DE LA NATACIÓN
El nadador Peter Jonas Weissmuller se constituyó en la otra sensación de los Juegos. Había sido un niño poliomielítico que se formó sobre la base de enormes sacrificios en las aguas del lago Michigan y lo perfeccionó Bachrach, el más famoso entrenador de esa época.
Impresionaba por su estatura y el musculoso físico. Nadaba con el cuerpo arqueado y su cabeza, hombros y pecho, empujaban el agua. Su cabeza se movía libremente de lado a lado, inhalando y exhalando a ambos costados, mientras que entre ciclo y ciclo de sus potentes brazadas los pies daban seis patadas.
En 1912, a los 17 años, fue el primero en superar la barrera del minuto en los 100 metros libre, con 58s6. En París, con 59s, venció al hawaiano Duque Kahamanoku. A esa medalla de oro, sumó la de 400 metros y la de la posta 4 por 100 metros. Además obtuvo la de bronce en waterpolo.
Ámsterdam 1928 fue escenario de sus triunfos en 100 metros y en la posta 4x100. Posteriormente se transformó en el "Tarzán" cinematográfico y rodó más de 32 películas.
LA PROEZA DEL FÚTBOL URUGUAYO
El fútbol estaba en plena expansión. Participaron 24 equipos, pero existían pocas o ninguna referencia del fútbol uruguayo. "Qué pena muchachos que les toque jugar con nosotros! ¡Vinieron de tan lejos!", les expresó un jugador yugoslavo, mientras los futbolistas uruguayos observan su entrenamiento. Pobre, había puesto en ebullición la sangre charrúa y en el partido inaugural se ligaron una hermosa goleada: 7-0.
Tampoco sabía el yugoslavo que ese seleccionado representaba la mitad del fútbol de su país, dividido en dos entidades. La Asociación encaró la gran aventura. La Federación proclamó: "No se debe arriesgar el prestigio del país yendo a hacer papelones".
Los contrariados compatriotas no se podían imaginar que ese seleccionado, tras su triunfo ante Yugoslavia, iba a vencer a Estados Unidos por 3-0, a Francia por 5-1, a Holanda por 2- y a Suiza por 3-0 para obtener la medalla de oro, con 20 goles a favor y sólo dos en contra.
El back José Nasazzi, "El Terrible", "El Mariscal" o simplemente "El Capitán", Héctor Scarone, Pedro Petrone, José Andrade, Pedro Cea, Santos Urdinarain, Andrés Mazali, Angel Romano, Alfredo Ghierra, Pedro Arispe y José Vidal, fueron los héroes de la proeza que hizo conocer al fútbol sudamericano en el mundo.
CARROZAS DE FUEGO
Los Juegos de París se vieron reflejados en la parte del atletismo en una película llamada "Carrozas de Fuego", ganadora del Oscar en 1981. A pesar de ser presentada como una historia real, la película contiene algunos datos distorsionados.
Los británicos Harold Abrahams, ganador de los 100 metros, y Eric Liddell, vencedor de los 400 metros, nunca compitieron entre ellos por un lugar en los 100 metros, como muestra la película.
Liddell, un devoto misionero cristiano, sabía varios meses antes que la final de esa prueba se llevaría a cabo un domingo. Por motivos religiosos decidió, con mucha anticipación, no tomar parte en ella y dedicar su entrenamiento exclusivamente a los 400 metros.
LA DESPEDIDA DE COUBERTIN
París, su amado París, fue el sitio elegido por Pierre de Fredy, barón de Coubertin, para dejar la conducción del Comité Olímpico Internacional después de 25 años de estar al frente de ella.
Como últimos legados dejó el lema olímpico, "Citius, Altius, Fortius" (más rápido, más alto, más fuerte), introdujo el ritual de levantar las banderas del COI, del país anfitrión y del de la próxima sede en la ceremonia de clausura y la creación de los Juegos Olímpicos de Invierno.
El pedagogo sabía que había cumplido su misión y a los 62 años era el momento de entregar la posta. Ante los 1000 periodistas que cubrieron la información de los Juegos expresó: "En el mundo moderno, lleno de poderosas posibilidades, que amenazan al mismo tiempo poderosas decadencias, el Olimpismo debe ser el vehículo capaz de mantener el equilibrio a través de sus cultores. El porvenir depende de ellos". Una vez más, su visión no se equivocaba.
EL DEBUT ARGENTINO, CON SEIS MEDALLAS
Presidida por el Dr. Ricardo Aldao, la Argentina hizo su debut olímpico con una delegación de 93 deportistas, representantes de atletismo, boxeo, ciclismo, esgrima, tenis, natación, pesas, polo, remo, tiro y vela.
Cosecharon seis medallas. Una de oro, tres de plata y dos de bronce. La primera presea argentina en su historial olímpico, la obtuvo el atleta Luis Brunetto, el 12 de julio de 1924, en el estadio Colombes. Brunetto encabezaba el salto triple, con 15m420, récord olímpico y el grupo de argentinos ya empezaba a paladear su triunfo. Pero, en el último intento, el australiano Nick Winters saltó 15m525, nuevo récord del mundo, desplazando al rosarino de 23 años al segundo lugar.
El mismo día, pocas horas después, en Garches-Saint Cloud, el polo conquistaba la medalla de oro, inaugurando los logros de ese metal en el cuadro olímpico de nuestro país.
El torneo se jugó por puntos. El cuarteto compuesto por Arturo J. Kenny (5 de handicap), Juan D. Nelson (7), Enrique Padilla (6) y Juan B. Miles (7) venció a Francia por 15-2, a España por 16-1, a Estados Unidos por 6-5 y a Inglaterra por 9-5.
Indudablemente el partido clave era frente a los Estados Unidos. El día del encuentro en Garches-Saint Cloud, Juan D. Nelson se levantó temprano y se dirigió a la Basílica de Notre Dame para rogar por el conjunto argentino.
Allí también estaba el norteamericano Thomas Hitchcock Jr. Al verlo, Nelson le comentó: "Cada uno rogó por su equipo. Es evidente que, celestialmente, estamos empatados".
Parecía que iba a ser así nomás. Argentina empezó el último chuckker en desventaja. Igualó cerca del final, pero sobre la hora, justamente Nelson, anotó el gol de la victoria, como si sus ruegos hubieran tenido mayor valor que los de su adversario.
Tras la conquista, Los Cuatro Grandes del Sur, como pasarían a llamarse los jugadores argentinos, le enviaron un telegrama al presidente de la Asociación Argentina de Polo con una copla criolla: "Para vencer un peligro / o cruzar cualquier abismo / más que el fierro y que la lanza, / suele servir la confianza / del hombre en sí mismo".
El boxeo produjo dos de plata y dos de bronce. El peso welter Héctor Méndez perdió la final frente al belga Jean Delarge y el peso liviano Alfredo Copello ante danés Hans Nielsen. En las semifinales, son eliminados el pesado Alfredo Porcio y el pluma Pedro Quartucci, quienes obtienen las medallas de bronce. Luego, Quartucci sería un importante actor teatral y cinematográfico de su país.
Merecen destacarse también el levantador de pesas Carlos Bergara, quinto en la categoría semipesado y el nadador Alberto Zorrilla, semifinalista de 100 metros libre, quien sorprendería cuatro años más tarde en Ámsterdam.
Una tarjeta de presentación que permitió encarar con optimismo el futuro del deporte argentino en los Juegos Olímpicos.
Por primera vez se utilizó un logo para los Juegos.
Irlanda participó por primera vez como equipo independiente.
El programa oficial contó con apenas 17 deportes: atletismo, boxeo, ciclismo, equitación, esgrima, fútbol, gimnasia, halterofilia, lucha, natación, pentatlón moderno, polo, remo, rugby, tenis, tiro y vela.
También hubo cinco deportes de exhibición: pelota vasca, bastón de combate, canotaje canadiense y kayak, savate (tipo de arte marcial con pies y manos nacido en Francia) y vóleibol.
Eduardo Alperín fue columnista de ESPN.com por 16 años. Falleció el pasado 25 de abril.