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Barcelona 92, una inauguración para la leyenda

Una bandera olímpica gigante cubre el terreno de juego durante la ceremonia de inauguración de los XXV Juegos Olímpicos en Barcelona. Getty Images

La capacidad de sorpresa y seducción de una ceremonia de inauguración es la puerta hacia la historia. Luego quedarán para los libros los records, las estrellas, las decepciones y los fracasos, pero la presentación, siempre, se mantendrá en el recuerdo. La organización de Barcelona 92 tuvo eso muy presente… Y bordó una jornada para la leyenda.

Todo comenzó un 17 de octubre de 1986 en Lausana, a mediodía. “A la ville de… Barcelona” la frase, entrecortada y alargada por Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, provocó una explosión en las calles de la capital catalana.

Los Juegos Olímpicos iban a ser en Barcelona. Por fin, al tercer intento, el sueño iba a ser realidad. Y con él, con los Juegos, la oportunidad de dar un salto adelante y convertir una ciudad que buscaba la modernidad en un faro luminoso.

Barcelona forma parte por derecho propio de esa leyenda de los Juegos Olímpicos por muchos motivos. El Dream Team y Vitaly Scherbo; Nelson Mandela, Sudáfrica y Carl Lewis… Y una ceremonia de inauguración redondeada por el lanzamiento de una flecha para encender el pebetero.

INOLVIDABLE

Con el paso del tiempo sigue ahí en el recuerdo y provocando una sonrisa melancólica. Juan Antonio San Epifanio, uno de los deportistas más legendarios de España, jugador de baloncesto, fue el último relevista, cruzó el césped entre sus colegas deportistas hasta llegar donde le esperaba Antonio Rebollo, arquero paralímpico que prendió una flecha con el fuego y la lanzó hacia el pebetero.

A quien estuvo aquella noche en el Estadio Olímpico, quien tuvo la fortuna de ser uno de esas 65,000 personas, le es imposible, absolutamente, olvidar aquel instante. Fueron tres, quizá cuatro, segundos en que la algarabía dio paso a un silencio absoluto, esperando a ver qué ocurría…

Hasta que la flecha, tras cruzar el cielo por encima del estadio, llegó al pebetero, estalló la luz del fuego y el júbilo fue absoluto. Se calcula que 3 mil 500 millones de personas siguieron por televisión desde todo el mundo aquella ceremonia en la que hubo cerca de 3 mil periodistas acreditados y 12 mil deportistas desfilaron por la pista y el césped del viejo estadio.

Aquella flecha encendió el pebetero olímpico exactamente a las 22:40 horas de una calurosa jornada que había comenzado casi 3 horas antes al grito, sorprendente, de ¡Hola! Mientras los figurantes que llenaban el el césped formaban diversas figuras.

Temiéndose que pudieran existir problemas provocados por exigencias independentistas, las medidas de seguridad fueron muy evidentes y todo se desarrolló sin incidentes. De hecho, se convirtió en una fiesta en cuanto hasta el palco presidencial llegaron sendas banderas de Cataluña, España y Barcelona y los Reyes de España las recibieron instantes antes de que Montserrat Caballé y Josep Carreras cantasen en directo.

PARA SIEMPRE

Plácido Domingo, La Fura dels Baus, Cristina Hoyos, Alfredo Kraus… Las actuaciones se fueron sucediendo hasta que a las 21.00 horas comenzó el desfile de las 172 delegaciones participantes, comenzando por Grecia, claro, y provocándose la primera ovación sentida de la noche a la aparición de la delegación de Sudáfrica, que regresaba al evento después de tres décadas.

El discurso emotivo del alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, el de Juan Antonio Samaranch y el Rey Juan Carlos I fueron el preludio a distintos actos hasta que Herminio Menéndez, medallista español en 1976 y 1980, llegó al estadio con la antorcha cuyo fuego pasó a Epi… Y de él a Rebollo. Y de ahí a la eternidad.

Pasadas las 23.00 horas, después de 186 minutos inolvidables que se coronaron con los sones del Himno a la Alegría, se dio por concluida la ceremonia de inauguración de unos Juegos que cambiaron la fisonomía de Barcelona para siempre, convirtiéndola en una ciudad moderna y mejor comunicada interior y exteriormente.

Una ciudad que se abrió como no había imaginado al mar con la construcción del nuevo barrio olímpico y la renovación de otros dos cercanos, la construcción de pabellones deportivos y el nacimiento de un espíritu deportivo que provoca que siempre se entienda que existió en España un antes y un después de aquellos Juegos Olímpicos.

Todo comenzó un 17 de octubre de 1986 en Lausana, a mediodía. “A la ville de… Barcelona”.