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Raúl Lozano: "En Polonia me pedían más autógrafos que al entrenador del seleccionado de fútbol"

Raúl Lozano fue el primer técnico extranjero en dirigir un seleccionado de un deporte colectivo en Polonia Prensa Federación Polaca

Hay un artículo en la web de la Federación Polaca de vóleibol que permite sumergirnos en la época. “Al llegar a la final del Mundial 2006, reinaba una auténtica euforia en el equipo y en todo el país. Después de años de sequía, nuestros jugadores de vóleibol conseguían una medalla en un evento prestigioso”. Era la segunda final mundialista en toda la historia. A pesar de la derrota con Brasil en el partido decisivo, la selección dirigida por el argentino Raúl Lozano fue recibida por una multitud de aficionados: parecían campeones, aunque no lo eran. Se acuñó, entonces, un lema: “Hoy plata, mañana oro”. Fue profético.

“La plata que dio al vóleibol polaco una época dorada”, dice, en un juego de palabras, un artículo en el sitio web del canal deportivo Polsat Sport. Allí recuerda que, al volver a Varsovia, Lozano comenzó su discurso con una ironía: “Hoy me siento un hombre alto, rubio y de ojos azules”. De acuerdo a la crónica, los vítores y cánticos no tuvieron fin en esa noche y algunas canciones se escucharon a lo largo y ancho de toda la capital polaca.

Para los polacos, Lozano transformó todo. Venían de años de vacas flacas y se reencontraron con la gloria del pasado. Muchos artículos remarcan que sin aquella plata no hubieran aparecido los oros: primero, el del Europeo 2009 y luego, el de la Liga Mundial 2012. Pero sobre todo, la luz dorada de los Mundiales: los polacos fueron campeones en 2014 y 2018 y subcampeones en 2022. Hoy lideran cómodamente el ranking mundial de la FIVB y aspiran a subirse a un podio olímpico que se les viene negando hace tiempo.

Lozano, el primer técnico extranjero en dirigir un seleccionado de un deporte colectivo en Polonia, tuvo épocas en las que fue más reconocido que el entrenador de la selección de fútbol de aquel país. Sintió una presión enorme, pero terminó dejando un legado innegable y recibió la Orden Polonia Restituta, una de las máximas condecoraciones que otorga el gobierno de aquel país.

El entrenador argentino dialogó con ESPN y narró su experiencia en Polonia, como así también las vivencias en las otras cuatro selecciones nacionales que dirigió en su notable carrera.

–¿Cómo se dio su llegada a la conducción de la selección polaca?
–Me habían rescindido el contrato en la Lube Macerata estando primeros en la Liga de Italia. Era una situación incómoda. Mi agente me comentó que había un concurso en Polonia. “Presentate”, me dijo. Miré el ranking y Polonia estaba 17° o 19°. Pero mi agente insistió: “Acá en Italia tenés la temporada perdida. Empezá en Polonia y, si no va bien, podés volver a Italia”, me planteó. “Bueno, ¿qué hay que presentar?”, le respondí. Al currículum había que agregarle un programa estructurando y analizando el seleccionado y su proyección, con una pregunta muy concreta: “¿Qué haría usted con este equipo?”.

–Y se presentó al concurso y sugirió qué hacer con el equipo.
–Sí. Éramos 38 técnicos y quedamos tres. Los otros eran Zoran Gajic, un serbio que había sido campeón olímpico en Sydney 2000 (actualmente es Ministro de Juventud y Deportes de su país), y Boris Kolcins, un ruso que había entrenado en Italia y yo conocía de ahí. Nos pidieron que fuéramos a Varsovia a charlar con los dirigentes. Y me lo propusieron a mí, porque el análisis que presenté era mucho más detallado. ¡Me había pasado una semana viendo videos! Cuando fui a firmar, ahí sí que sentí la presión de los técnicos de fútbol.

–Usted contó en varias entrevistas que los dirigentes le repitieron que en Polonia el vóley tiene la misma importancia que el fútbol y que los ídolos del vóley de los años setenta son tan famosos como Lato y Boniek, dos de los grandes cracks futboleros.
–Los polacos son muy apasionados y juegan bien, pero en el fútbol sus últimas grandes actuaciones fueron en los años setenta y principios de los ochenta. Fueron terceros en los Mundiales de 1974 y 1982. En el vóley fue distinto. Polonia, que estaba bajo la órbita de la Unión Soviética, ganó el Mundial 1974 y el oro olímpico 1976, y en los dos casos derrotó en la final a la URSS. Por eso el vóley tiene mucho peso en la historia del deporte polaco. Cuando bajé del avión para firmar el contrato no lo podía creer: ¡había 300 periodistas esperándome!

–¡Era toda una celebridad!
–Era la primera vez que un entrenador extranjero dirigía una selección polaca de un deporte colectivo. Y era un contrato alto para lo que era Polonia en ese momento. No tenían buenas autopistas ni trenes. ¡Lo que cambió después, en 10 o 15 años, es algo que no vi en ningún lado! Fantástico. Durante la presentación, en un anfiteatro de un hotel, sentí un parangón con un entrenador de fútbol. Solo en Polonia ocurre eso.

–¿Vivió situaciones impensadas por esa popularidad?
–Polonia contrató al neerlandés Leo Beenhakker como seleccionador de fútbol. Había dirigido el Real Madrid y hablaba muy bien en español. Era muy simpático y comenzamos a juntarnos una vez por semana en algún restaurante u hotel de Varsovia. Y cuando almorzábamos aparecían veinte personas a pedir autógrafos. ¡Pero me los pedían a mí! Yo les explicaba que la “figurita difícil” era él, pero los fans seguían como si nada. ¡Era el mundo del revés! Es como que hoy Marcelo Méndez y Lionel Scaloni estén tomando una cerveza en Buenos Aires y entren diez personas a pedirle una firma a Méndez y ni se acerquen a Scaloni.

–En el Mundial 2006 sorprendieron a todos con el subtítulo. ¿Qué recuerda de aquello?
–Ese equipo jugó muy, muy bien. Llegamos al Mundial y empezamos a ganar. Un 3-0. Otro 3-0. Siete partidos seguidos 3-0. Después, 3-2 contra Rusia y otro 3-0, contra Serbia. En semifinales le ganamos a Bulgaria 3-1 y nos cruzamos con Brasil en la final. Fue el Brasil más fuerte de todo el ciclo de Bernardo Rezende como entrenador. Por eso no vivimos la derrota como algo dramático. Nos enfrentamos a un equipo extraordinario. Eran mejores. Jugando a la perfección hubiéramos perdido 1-3. Fue 0-3 en la final.

–¿Qué impacto causó ese equipo en el público?
–Cuando volvimos a Polonia parecíamos la selección de Messi volviendo de Qatar. Por supuesto, en escalas totalmente distintas. En Argentina hubo seis millones de personas. En Polonia había veinte mil personas en el aeropuerto y muchos miles con banderas en todo el recorrido. Inclusive bajo la lluvia, había unas 12 mil personas en una plaza en la que nos homenajearon. Ese recibimiento, por ser segundos y no campeones, fue algo único.

–De hecho, ese año el presidente polaco le entregó la Orden Polonia Restituta, una distinción por logros sobresalientes en educación, ciencia, deporte, cultura o arte, por ejemplo.
–Sí, la tengo en casa, en City Bell, en las afueras de La Plata. Es una de las distinciones más altas que pueda entregar el gobierno polaco. Valoraron muchísimo lo que hicimos en ese Mundial.

–Ya que hablamos de distinciones, también es Ciudadano Ilustre de La Plata. ¿Qué significado tiene eso para usted?
–Fue un momento especial, porque estaba con mi familia y muchos amigos. Cuando te dan distinciones en tu país, en tu ciudad, es muy distinto: estás rodeado de tus afectos. Lo de La Plata fue muy especial.

–Y así como recibió esa distinción en su ciudad, ¿no hubo chances de que dirigiera la Selección Argentina?
–Sí. Después de firmar el contrato en Polonia delante de 300 periodistas, volví a Argentina a descansar en verano y me llamó Alejandro Bolgeri, el entonces presidente de la FeVA. Me dijo que iban a hacer un concurso, pero que querían que el técnico del seleccionado fuese yo. Le dije que hacía muy poco había firmado con Polonia. Si hubiera sabido antes, no firmaba. Pero no podía romper un compromiso de esa envergadura, con semejante repercusión en Polonia. Esa fue la única vez que me ofrecieron la Selección Argentina masculina. Lo lamenté mucho.

–¿Es una cuenta pendiente, un deseo no cumplido? ¿Cómo lo toma?
–Para cualquier entrenador, dirigir el seleccionado de su país es un punto muy alto. Muchas veces me tocó jugar contra Argentina y el momento de escuchar el Himno es muy bravo. No es simpático escuchar el Himno cuando estás del otro lado de la red y tenés que enfrentar a tu país. En su momento, Mario Goijman, presidente de la FAV, me preguntó si quería dirigir la Selección Argentina femenina. Pero yo estaba enfocado en equipos masculinos de Italia, haciendo buenas campañas, y sentí que no era el momento. Ya pasó el tiempo. No se dio. Ya está.

REFLEXIONES DE UNA VUELTA AL MUNDO

–Hace unos años, en otra charla, usted me dijo que el salto que logró Julio Velasco con la selección de Irán era quizás más grande que el que consiguió con Italia. Bajo esa perspectiva, ¿cuáles son sus grandes logros en selecciones?
–Con España logramos clasificar para unos Juegos Olímpicos, algo que no pudieron repetir después. Participaron de Barcelona 1992, por ser locales, y nosotros conseguimos la plaza para Sydney 2000. En mi primera etapa en España ellos tenían un jugador muy bueno que estaba en la A2 de Italia: Rafa Pascual. Aun así, quedamos a dos sets de clasificarnos para los Juegos de Atlanta 1996. Cuatro años más tarde logramos la clasificación a Sydney, con Rafa entre los mejores jugadores de la A1 y otros españoles en A1 y A2 de Italia. En la Copa del Mundo 1999 terminamos igualados en el quinto puesto con Brasil, después de ganarles a EEUU y Rusia y perder con Italia 2-3. El rendimiento de ese equipo español de 1999 y 2000 fue ideal, con Rafa Pascual, Quique de la Fuente, Miguel Falasca, Juan José Salvador y un equipo muy fuerte.

–¿Y Polonia? ¿Qué lugar ocupa el trabajo en Polonia?
–El ciclo en Polonia fue extraordinario. En 2005 estábamos 16° o 17° en el ranking, y en dos o tres años llegamos a estar cuartos, después del subcampeonato en el Mundial y Ligas Mundiales en semifinales. Fue un equipo que empezó a hacer historia. En el Mundial 2010 no les fue bien, pero en 2014 fueron campeones del Mundial. Y repitieron en 2018. De los campeones de 2014, muchos habían ido conmigo a los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Era un grupo joven, con mucho potencial, que siguió desarrollándose y llegó a lo más alto.

–Con qué se queda de su paso por Alemania?
–Salimos campeones de la Liga Europea (clasificatoria para la Liga Mundial) y octavos en el Mundial 2010. Era un equipo bueno, que habíamos renovado muchísimo con mi asistente, Juan Manuel Serramalera. Les faltaba “un golpe de horno”, porque era un grupo de jóvenes que necesitaban experiencia y desarrollo. Hicimos un buen Mundial y una buena Liga Mundial, en la que fuimos novenos en 2010. Pero no pude hacer la clasificación para Londres 2012, porque tuve un problema en la elección de jugadores. Yo quería llevar al equipo joven al Clasificatorio y la federación tuvo miedo.

–En Irán siguió el legado de Julio Velasco.
–Julio hizo un gran trabajo previo, generando un cambio enorme en el equipo nacional: en técnica, táctica, mentalidad. Cuando él se fue para dirigir la Selección Argentina, los iraníes contrataron a un entrenador serbio, pero no les convenció y buscaron en mí la continuidad del trabajo del ciclo Velasco. Además, tuve como asistente a Juan Cichello, que había trabajado con Julio. Logramos la primera clasificación de Irán para los Juegos Olímpicos, en Río 2016. Era un equipo fuerte, que jugaba muy bien. Faltaban algunas cosas que los dirigentes no supieron ver. Los jugadores ganaban mucho en la liga local y no querían salir a mejores competencias. Lo hicieron recién después de los Juegos de Río.

–¿Qué sabor le dejó su experiencia en China?
–Los dirigentes hicieron una mala evaluación, porque no querían debilitar la liga local. Para la selección, eso era perjudicial. En la liga local hay apenas dos equipos fuertes. Así, se perjudicaba la selección y el modelo. Si un jugador sale, evoluciona, crece y se transforma en uno de los mejores, como fue Rafa Pascual en España, cuando juega para la selección se convierte en un modelo del vóley de su país. Y produce réplicas. Y jugadores que lo siguen, lo ven y quieren imitar o empezar a jugar al vóley.

–El ejemplo suena interesante.
–¡Por supuesto! Ese jugador estrella es como LeBron James ahora o como lo era Michael Jordan en su momento en la NBA. Eso se reproduce muchísimo. Pasan a ser modelos a seguir. A veces se dice que “la selección es el motor del movimiento”. Y es muy real. Los jugadores de un seleccionado son el modelo para los jóvenes de ese deporte en su país. Es importante, entonces, que los mejores de cada país puedan salir a competir en las mejores ligas. Algunas federaciones nacionales no pudieron ver esa necesidad. Y lo terminaron pagando.