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Daniel de Malas Andreu 7y

El deporte cubano, orgullo y arma de Fidel Castro

Ha muerto Fidel Castro, nos lo ha contado su hermano Raúl, el actual presidente de Cuba, y a todos nos ha parecido mentira, pues de una manera u otra Fidel parecía eterno, entre el mito y la realidad de un hombre que supo cómo trascender. Castro, sin embargo, tenía una relación muy intrínseca y ambivalente con el deporte cubano.

La leyenda de Castro, el deportista, se tejió de varias maneras, llegó a decirse que un scout de Grandes Ligas pudo haber cambiado el curso de la historia, al interesarse por aquel lanzador derecho del oriente del país.

El miembro del Salón de la Fama, Monte Irvin, por su parte, dijo que se enfrentó a Fidel “quien era un pitcher de práctica” a finales de la década del 40 y no le vio “nada”.

Pero la realidad es otra, Castro, el estratega, consiguió levantar el deporte en la isla a niveles nunca antes soñados, mientras simultáneamente eliminaba el profesionalismo, alejando a Cuba de los escenarios del boxeo rentado y las Grandes Ligas, donde era dueña y señora en Latinoamérica.

Fidel se convirtió de una vez y por todas en el héroe de los que decidieron quedarse en el territorio nacional y el villano de los que se vieron obligados a abandonar su cultura, su familia y su patria, con tal de seguir sus sueños como profesionales.

El expresidente cubano se enorgullecía de Teófilo Stevenson, Omar Linares, Javier Sotomayor y Ana Fidelia Quirot, mientras llamaba traidores a Rene Arocha, Orlando “El Duque” Hernandez y José Ariel Contreras.

Castro tuvo en el deporte el escenario ideal para demostrar sus triunfos contra el capitalismo en aquella “Guerra Fría” que para él nunca terminó, para vivir su fábula del David venciendo a Goliat y para anotarse una de las pocas categorías donde triunfó en su dictadura de 5 décadas.

Cuba ganó medallas de todos los colores, en olimpiadas, mundiales, panamericanos y cuanto evento internacional se efectuara, muchas de ellas dedicadas a su persona, pero a un precio muy alto, pues como le gustaba decir “con la revolución todo, sin la revolución nada” y mientras su prensa aplaudía los logros amateurs, grandes como Orestes Miñoso, Luis Tiant y Tany Pérez eran largamente olvidados.

Hoy podemos afirmar que la era de Fidel Castro ha terminado. ¿Qué pasará con el deporte cubano? ¿Logrará unificarse? Nos toca ser optimistas y convertir quimeras en realidades.

Fidel Castro ha muerto y esperemos que con él muchas injusticias sufridas por los cubanos, no es tiempo de celebrar ni de lamentarse, sino de pasar la página y volver a soñar, con el día donde todos los nacidos en la mayor de las Antillas podamos aplaudir a nuestros atletas, los de aquí y los de allá, compartiendo equipo. Un único equipo, una única bandera y una sola causa, la de la patria.

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