Agustín Calleri sigue paso a paso

No todos los jugadores que llegan a los primeros planos en el circuito profesional se destacaron como juveniles. El argentino es un buen ejemplo de los que se destaparon ya de grandes

SOY CORDOBÉS
Agustín Calleri sigue creciendo en el circuito
(Fotobaires.com)
BUENOS AIRES -- No hay una regla escrita que diga que para llegar a los primeros planos en el circuito profesional se debió haber sido un muy buen juvenil. Hubo -–y seguirá habiendo casos-- de quienes fueron campeones mundiales Sub 18 y luego desaparecieron del concierto internacional. Y también son muchos los que, sin sobresalir como amateurs, se destaparon de mayorcitos y fueron figuras. En este último grupo figura Agustín Calleri.

A los 26 años, él está viviendo un gran momento. Con altibajos, fue construyendo una carrera que hoy transita por la mejor etapa, ya que acumula triunfos importantes, llega a finales de ATP y escala en el ranking. Igualmente, el Gordo, como le dicen los otros argentinos, ya tiene una figura más apta para la alta competencia y una jerarquía que está resultando insalvable para muchos rivales.

De a poco, Calleri se va consolidando, más allá de que no siempre encuentre respuestas anímicas a una propuesta de juego muy arriesgada y desprovista de especulaciones. Aunque la derrota en la final de Estoril fue un golpe duro para él, sacó un saldo positivo.

Más allá del aprendizaje que le dará su bajón mental, llegó al primer torneo de la tradicional gira europea de polvo de ladrillo siendo el Nº 37 del mundo y ahora quedó en el umbral de los top 30. Entre sus compatriotas, pasó de ser el 7° para convertirse en 5°.

UN PASADO SACRIFICADO
Cuando tenía 19 años, no se imaginó que siete temporadas más tarde sería un protagonista de peso en varias paradas grandes. Por entonces, Agustín, en pleno anonimato para el público de tenis, le dijo a su papá que iba a colgar la raqueta. Don Juan, en su Río Cuarto natal (en la provincia de Córdoba), le contestó que entonces debía ayudarlo en su negocio de venta de vinos y whiskies.

El pibe empezó a levantarse muy temprano y a cargar con pesados cajones para hacer el reparto diario. Así, vio que la vida era otra cosa sin una raqueta en la mano. En sólo tres meses decidió volver a entrenarse y darle duro a la pelotita.

Aquella experiencia le dejó la lección de entender que no todo es sencillo y que para llegar a algo uno debe esforzarse muchísimo, miles de veces recluido en el silencio y el sacrificio. Así fue como retomó los entrenamientos y su hambre de gloria volvió a ser cada vez mayor.

Lentamente se fue abriendo paso, primero en los circuitos satélites y los futures (los torneos rentados más chicos), hasta que se dio el gusto de participar en algunos challengers, todavía lejos de las luces de los torneos de ATP.

Aunque las comparaciones varias veces sean odiosas, vale la pena recordar que a los 21 años, la edad que hoy tiene otro cordobés, David Nalbandian (ya logró dos títulos oficiales y fue 9º en el ranking mundial), Calleri todavía no había jugado ni un challenger. Sus andanzas fueron creciendo y en 1998 obtuvo dos campeonatos de esa categoría. Hasta que al año siguiente, hace ahora cuatro, recién disputó el primer Grand Slam.

En aquel Roland Garros del '99 le mostró al mundo que se trataba de un proyecto interesante. Si bien estaba por cumplir 23 y tenía poco roce con rivales fuertes, empezó a ganar en confianza con la potencia de su juego como llave. Pero en el 2000 dijo presente con estocadas propias de un hombre con afán de convertirse en una firme realidad: llegó a la tercera rueda en los Abiertos de Francia y Estados Unidos, gracias a victorias y actuaciones para envidiar.

Primero fue el turno de vencer al español Félix Mantilla y al eslovaco Dominik Hrbaty en París. Después debutó en la Copa Davis en la derrota en Canadá y sobre canchas duras, ante las ausencias de quienes por entonces eran los cuatro mejores argentinos, con una tarea envidiable. Enseguida llegó un bombazo: le ganó al ruso Marat Safin y alcanzó las semifinales de Kitzbühel.

Y luego apareció la caída en el US Open frente al mismísimo Pete Sampras, cuando el estadounidense debió esforzarse muchísimo para sacárselo del camino. Así, en apenas tres meses, Calleri ya había pasado a ser un tipo peligroso para la mayoría. Su gran servicio asomaba como un arma contundente y su arsenal de tiros desde el fondo intimidaban cada vez más.

UN ESTILO MUY ARRIESGADO
Desde entonces, alternó muy buenos torneos con algunos regulares y otros para el olvido. Es que él juega siempre igual: le pega muy duro a la pelota, le encanta dominar el punto tomando riesgos muchas veces excesivos y no controla el pulso. Eso significa que no tiene un plan B que lo pueda sacar de apuros en situaciones comprometidas, siendo más cauteloso y buscando ciertos errores del rival sin la obligación que se autoimpone de ser una máquina de tirar bombazos.

Con ese planteo tan frontal y directo, él es sincero y sin vueltas, como ocurre también afuera de la cancha, donde es muy querido por sus colegas. Al jugarse al límite constantemente, corre con el peligro de que, en cuanto empieza a perder precisión, su cabeza viaja tanto que le impide poner la pausa y retomar el rumbo positivo. Por eso, cuando las cosas le salen bien, es durísimo para cualquiera, al punto de que sigue sumando victorias de primera categoría.

Sin dudas, su talón de Aquiles continúa siendo su mentalidad. Al margen de que su estilo sea agresivo y potente a más no poder, se suele derrumbar cuando el panorama se le complica. Si bien él mismo dijo hace unos días que su nuevo entrenador, Mariano Monachesi, lo ayudó a mejorar técnicamente porque se sentía estancado, ambos son conscientes de que el aspecto en el que deben hacer más hincapié es el mental.

De hecho, luego de haber conseguido cuatro buenos triunfos en Estoril sin ceder ni un set, dilapidó una chance inmejorable en la final contra el ruso Nikolay Davydenko para haber conseguido su segundo título y, además, en apenas un mes y medio.

Dueño de una derecha invertida estupenda y un cada vez mejor revés paralelo, Calleri contó con una oportunidad clave: 4-3 y 30-0 con su saque en el primer set. Agrandado y seguro de sí mismo, daba escaso margen para que más de uno se hubiera imaginado que iba a venirse a pique, sobre todo después de lo que representó para él haber ganado en Acapulco, también en polvo de ladrillo, su primer título.

"Ese torneo me dio experiencia para manejar situaciones complicadas", había dicho antes de la definición en Portugal. Lamentablemente, aquella semana en México no fue suficiente para su confianza y su manera de llevar adelante diferentes momentos. Por eso costó creer la pálida imagen posterior, cuando se le escapó de las manos el primer parcial y jamás se recuperó en el segundo.

Pese a que Davydenko también venía de obtener este año su primer certamen de ATP (Adelaida), no había mejorado tanto. Inclusive, venía de perder sus dos singles por la Copa Davis en Argentina, contra David Nalbandian y Gastón Gaudio, en sets corridos.

Era un adversario accesible para una final de este tipo. Y Calleri se equivocó porque no buscó una alternativa a su esquema de lanzar martillazos, cuando justo enfrente tuvo a un combativo contragolpeador, que se siente muy cómodo cuando le juegan fuerte y a la altura de la cintura. Al argentino le faltó lo que precisamente le sobra al ruso: paciencia. De ahí que no haya festejado el candidato.

UN FUTURO AUSPICIOSO
Por eso, si bien Calleri había dado un vuelco que parecía muy fuerte en su trayectoria, volvió a padecer la falta de seguridad. Es cierto que no le ocurrió lo mismo que hace un año y dos meses, cuando desaprovechó la gran oportunidad de aplastar al chileno Nicolás Massú en la final de Buenos Aires, pero al menos lo vivido en Estoril reabrió las dudas de muchos. Sería una pena que su cabeza se detenga nuevamente y no salga adelante con autoridad, como pasó en Acapulco.

Si bien no existe lógica, uno piensa que el Gordo va a recuperarse rápidamente, apoyado también en el sustento de Monachesi como coach. Ahora es tiempo de ponerle el pecho a las balas, olvidarse lo antes posible y seguir mejorando como tenista. Este es un deporte donde el que duda, pierde.

Por eso debe aprender de este nuevo traspié y hacerse más fuerte ante la adversidad. De hecho, viene rindiendo muy bien, al punto de que en esta temporada se jacta de haber derrotado a cinco de los más destacados latinos (Gaudio, Zabaleta, Ríos, Lapentti y González) y además al inglés Tim Henman.

Calleri, que acaba de ingresar en el club de los que superaron la barrera del milón de dólares en ganancias oficiales, cuenta con potencial para ser cada vez mejor jugador. Y puede ser una pieza valiosa en la Copa Davis, justamente en un presente histórico de Argentina, con vistas al difícil compromiso de septiembre en España, por las semifinales.

Porque si bien es lógico que Nalbandian y Gaudio son más sólidos y parejos que él en los singles, Agustín se presenta como una alternativa a evaluar a la hora de armar el dobles. Ya respondió bárbaro en otras ocasiones y su servicio es clave. Por eso mismo, tiene chances de ser el cuarto hombre de la formación.

Ahora sólo es superado en el ranking por Nalbandian, Gaudio y los Guillermos, Cañas y Coria. Sin dudas, si Calleri mantiene una buena regularidad será siempre un hombre a tener en cuenta. Dependerá de sus vaivenes. Pura y exclusivamente, la cuestión pasará por ahí. Por eso, necesita entender que no todo pasa por pegarle con alma y vida. Debe calmarse y encontrar respuestas cuando surgen inconvenientes.

GUSTAVO GOITÍA es periodista especializado en tenis desde 1989. Se desempeñó como redactor en el diario La Nación, la revista VIVA de Clarín y el diario deportivo Olé, todos de Buenos Aires, y además fue comentarista en el canal TyC Sports. Actualmente es redactor del diario Clarín y columnista de ESPNdeportes.com.

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domingo, 13 de abril