Una noche mágica de boxeo

Habían pasado 15 años desde que Juan Carlos "Tito" Lectoure había decidido bajarle la persiana de su casa al boxeo, pero en la noche del sábado el Luna Park volvió a vivir esas mágicas veladas

BUENOS AIRES - Cuando se sueña durante tantos años con algo, muy difícilmente su concreción esté realmente a la altura de lo que habíamos imaginado. Sólo en los cuentos de hadas, dirán algunos.

Por eso, la vuelta del boxeo al Luna Park quizás fue eso, sólo un cuento de hadas con guantes de ocho onzas. Habían pasado 15 años desde que Juan Carlos "Tito" Lectoure había decidido bajarle la persiana de su casa al boxeo.

Es cierto, dos años más tarde "Locomotora" Castro (¿quién, si no él?) había sido capaz de reabrirlo. Pero en aquel entonces, también se trató se un cuento. Uno muy parecido al de la "Cenicienta". Porque cuando se terminó aquella pelea con el "Puma" Arroyo, el reloj marcó las doce y el Luna se volvió a cerrar.

Pero un día apareció el "Príncipe" Esteban (Livera, sobrino y heredero de "Tito") y dijo las palabras mágicas: "ábrete Luna, que vuelve el boxeo". El llamado no pudo haber sido más oportuno. Porque el Luna y el boxeo fueron siempre como Perón y Evita, como Diego y la Claudia, como Tania y Discépolo.

Siempre juntos, por más que intenten separarlos. Y cuando ellos se abrazan, Buenos Aires sonríe. Y vaya si le hacía falta una sonrisa a esta Buenos Aires, que por estos días camina por la vida como una distinguida dama a la que no le queda más remedio que zurcirse las medias, tan lejos de aquella opulencia, de aquella clase y encanto con los que seducía a propios y extraños.

Pero una noche, el reloj marcó la medianoche y aquella dama volvió a ser lo que era. Aunque sea, por un rato, ¿vio? Corrientes, Bouchard, Madero y Lavalle desbordadas por el público. Los más nostalgiosos hasta se animaron a sacar el "funyi" de algún cajón polvoriento. Se calzaron el saco y la corbata, dispuestos a revivir aquellas noches inolvidables de Prada vs. Gatica y tantas otras. Pero no eran los únicos. Los más pibes se dieron, por fin, el gustazo de vivir en carne propia lo que sus padres y abuelos les habían contado durante tantos años.

Así, despacito, se juntaron casi 15 mil personas. Mientras tanto, "Tito" espiaba cauteloso desde las dos pantallas de video instaladas en el estadio. Lo acompañaron Osvaldo Caffarelli y Horacio García Blanco, que esta vez relataron desde el cielo. Los boxeadores pasan y se deslumbran. Casi no pueden controlar las piernas de la emoción. Para colmo, un pibe de nueve años llamado Ezequiel arranca con "La Cumparsita", himno porteño si los hay, y los lagrimones se piantan desde la popular hasta el ring side. Aparecen los famosos.

Los de siempre: Antonio Carrizo, Pipo Mancera, Antonio Rattín. Y desde las pantallas, José Froilán González, Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Cacho Fontana, Mariano Mores. El único que falta es Carlitos (Gardel, ¿quién va a ser, si no?). Aunque también están los infaltables "figurones". Esos que no tienen idea de cómo se calza un guante, pero siempre están en primera fila. Daniel Scioli y Mauricio Macri integran la lista de los más silbados de la noche, encabezada por Bernardo Neustadt. Pero eso es sólo un pequeño mal recuerdo ante semejante fiesta.

Jorge Morales, uno de los históricos anunciadores del Luna, viste su clásico smoking y deja en claro que su voz tiene cuerda para rato, más allá de alguna "ñaña" traicionera. Quién mejor que él para contar lo que viene. De a uno, comienzan a desfilar hacia el ring los campeones mundiales argentinos. Nicolino Locche se lleva la mayor ovación.

De cerca lo siguen Horacio Accavallo, Gustavo Ballas y Juan "Látigo" Coggi. Pero los aplausos siguen bajando para todos: Sergio Víctor Palma, Santos Laciar, Pedro Décima, Jorge Castro, Marcelo Domínguez, Miguel Angel Castellini, Carlos Salazar, Néstor Giovannini, Raúl Balbi, Jorge Barrios, Darío Matteoni.

Faltan Hugo Pastor Corro y Julio César Vázquez, pero ellos también tuvieron su reconocimiento. Pascual Pérez, Carlos Monzón y Víctor Galíndez se nos fueron, pero cuando los nombraron la ovación fue tan grande que seguro se escuchó allá arriba. Pablito Chacón mira de reojo.

Claro, no debe ser facil estar en un ring con tantos monstruos a su alrededor. Todos reciben una medalla alusiva al 70° aniversario del Palacio de los Deportes, entregadas por Livera, Osvaldo Bisbal (presidente de la Federación Argentina de Box), Francisco Valcárcel (titular de la Organización Mundial de Boxeo) y Gilberto Jesús Mendoza (coordinador de la Asociación Mundial de Boxeo).

También hay lugar para Alfredo Prada, Horacio Saldaño (si habrá metido gente en el Luna, ¿no?), Abel Cachazú. Por ahí anda Carlos Cañete, también. Y, de repente... "Olé, olé, olé, olé, Ringo, Ringo". El inolvidable Oscar Natalio Bonavena tiene su lugar privilegiado en la noche. ¿Cómo nos íbamos a olvidar de vós, querido Ringo? Don "Tito" sigue pispeando desde las pantallas. Y todos siguen homenajeándolo. Luis Landriscina lo evoca con la calidad inconfundible de su relato. Pero también se hace un lugarcito para recordar al gran doctor René Favaloro, hijo adoptivo y prócer de Buenos Aires, también, que justo un día más tarde cumpliría años.

Llega el plato fuerte. Y Omar Narváez trae debajo de la bata el broche de oro para una noche inolvidable. El Luna acaba de consagrar un nuevo campeón mundial argentino. "Tito" le guiña un ojo desde arriba y de pronto el reloj marca la medianoche. Entonces, es hora de volver a casa, porque el carruaje pronto se transformará nuevamente en calabaza. Aunque, en realidad, nos quedamos con la esperanza de que el reloj se atrase toda la vida, para seguir viviendo eternamente el cuento del boxeo y el Luna.

SEBASTIÁN CONTURSI es redactor especial de ESPNdeportes.com.

 ENVÍALO | MÁS ENVIADOS

El regreso del Luna Park
Narváez, un campeón con el manual bajo el brazo
domingo, 14 de julio