Luchando por Araya
La disciplina del MMA es violenta e implacable. Michelle Waterson, en lugar de proteger a su pequeña hija de los percances de su brutal carrera, la lleva por cada paso en el camino.
Esta nota es presentada por ESPN. LOS CUERPOS EMPEZARON a caer a las 6 de la mañana. Los irlandeses, con el eco de su acento cantarín rebotando por los cavernosos muros del club nocturno Hakkasan del MGM Grand de Las Vegas, se agolpaban en el casino, quizás ignorando el hecho de que el sol comenzaba a salir. Otros, con la característica bandera verde, blanca y naranja de su país cubriendo sus hombros, deambulaban por las máquinas tragamonedas, gritándole a sus novias y con la fetidez del olor a cerveza derramada. Durante el transcurso del día, diamantes, vestidos elegantes y acentos rusos estaban presentes en cada ascensor. Era una mezcla embriagante de riqueza, alcohol y violencia inminente. Rumores de posibles riñas circulaban en las horas previas a la gran pelea del mes de octubre. Esa fue la razón por la cual la seguridad del local había asignado un guardaespaldas, completo con el uniforme estándar de la UFC de cabeza rapada y larga barba, que siguiera los pasos de la niña de 7 años con trenzas castañas mientras ella llegaba a su asiento dentro del T-Mobile Arena. Fácilmente era la espectadora más joven y pequeña del lugar. Pero sabía más con respecto a técnicas de estrangulación por la espalda y golpes que cualquiera de los aspirantes a peleadores que le rodeaban en las tribunas. Porque Araya Gómez jamás se ha perdido una de las peleas de su madre. Ni una. Si su madre hubiera seguido el típico manual de las Artes Marciales Mixtas, Araya nunca habría estado presente. No formaba parte de los planes. Ella y su familia han desafiado estereotipos, permitiendo que Araya se convierta en la fuerza más poderosa detrás de una de las peleadoras más exitosas de la UFC: una púgil que se aprestaba a ingresar al Octágono y dar inicio a la noche más importante en la historia de la UFC. POCAS SEMANAS ANTES, en su residencia de Albuquerque, Nuevo México, Araya salta para salir del auto de su abuela, abandona su morral en la cocina y corre por el jardín hacia la cochera. Su familia ha estado en esta nueva casa por pocos meses y aún encontramos cajas de cartón apiñadas frente a las paredes del comedor. Sin embargo, sus padres no compraron esta casa por la piscina, la cocina o la habitación principal. La adquirieron por la gigantesca cochera con la que cuenta.
Mientras Araya sigue corriendo, pasando la sauna y las bolsas de boxeo, su madre desata una serie de golpes dirigidos a su padre antes de enganchar una de sus piernas a su alrededor, arrojándolo al piso y dándole unos cuantos codazos a su cabeza. Apenas Araya se muestra enterada de la situación. Por el contrario, busca el cordón gigantesco que cuelga del techo, haciendo que su cuerpo gire de un lado al otro con él hasta que sus padres se agotan con la práctica. Josh Gómez se quita el casco, protector y guantes de boxeo con la palabra "Karate" inscrita en uno y "Hottie" en el otro, mientras se ríe. "Creo que podemos denominarlo 'terapia de parejas'". Michelle Waterson, aún tomando fuertes bocanadas de aire, le pregunta a Araya: "¿Cómo estuvo la escuela?" Araya le dice que todo estuvo muy bien mientras vuela por los aires con su cordón. Este es el cuarto entrenamiento del día para Waterson. Ella y Gómez comenzaron la mañana con una larga carrera cuya dificultad se incrementó gracias a la elevación de 5,900 pies de su barrio, para luego pasar dos horas haciendo sparring en la Academia de Artes Marciales Mixtas Jackson Wink antes de iniciar un entrenamiento especializado con el entrenador de jiu-jitsu de Waterson, en esta cochera. No obstante, el entrenamiento con Gómez, de 34 años, fue crítico. Las compañeras de entrenamiento de Waterson "saben qué duele y qué no, y eso en ocasiones no le ayuda, porque éstas tratan de mantenerse alejadas", afirma. "Luego, a veces ocurre con los hombres que, cuando Michelle comienza a golpearles de verdad, el ego sale a relucir y se ponen muy agresivos. Eso no le ayuda. Por eso, lo que intento hacer es imitar a su próxima rival y dejar que ella me golpee". "Josh se ofreció como mi muñeco para boxear", dice Waterson entre risas, luego de finalmente recobrar la respiración. "Se coloca su casco y me deja hacer lo mío. Realmente me da confianza porque Josh es un hombre fornido de 190 libras y tiene con qué hacerme frente". Waterson se acaba de enterar que se enfrentará a Felice Herrig en la pelea que inaugurará el programa que cuenta como protagonistas del combate estelar a Conor McGregor y Khabib Nurmagomedov. La pelea escenificada en 2018 se convertiría en el evento de mayor recaudación en el sistema pague-por-ver en la historia de la UFC. "Esta pelea entre Khabib y Conor es tan importante", afirma Dana White, presidente de la UFC. "Gente de la talla de Michelle tendrán mayor exposición esta noche que lo que podrán conseguir durante la totalidad de su carrera". Nunca, Waterson y Gómez habían tenido tanto en juego. Sin embargo, por el día de hoy, su empleo como una de las principales peleadoras del peso mínimo de la UFC ha terminado. Waterson, de 33 años, necesita acudir a cumplir con su otro trabajo, el que ella nunca esperó que contribuyera a elevar su carrera en la forma que lo ha hecho. Aún cubierta en sudor y respirando a bocanadas, Waterson se dirige a Araya: "Es hora de hacer la tarea". WATERSON Y GÓMEZ se conocieron en un restaurante Hooters en 2008. O algo así. Los padres de Gómez habían conducido desde El Paso, Texas, para visitarle en su base de la Fuerza Aérea en Albuquerque y querían presenciar en vivo el partido de los Dallas Cowboys. Estaban sentados en una mesa ubicada debajo de un afiche a tamaño completo de Waterson vistiendo el característico uniforme de la cadena de restaurantes. Si bien nunca había conocido a Waterson, Gómez le dijo a su madre: "Ella será mi esposa, mamá". Toda la familia comenzó a reír a carcajadas, aunque rápidamente cesaron cuando Waterson surgió de la nada para tomar sus órdenes. Gómez estaba demasiado nervioso y era sumamente tímido, al punto de no decir palabra alguna. Poco sabia él que Waterson nunca se había sentido completamente cómoda con su aspecto físico. "Creo que era un patito feo cuando crecí", dice entre su característica risa, agregando que siempre se sentía "similar a un niño asiático de 10 años". Desde temprano, ella decidió que, si no haría amigos gracias a su aspecto, "iba a hacer amigos porque hago cosas interesantes, como artes marciales en actos culturales y shows de talento". Waterson abandonó la universidad para perseguir una carrera a tiempo completo en las artes marciales, a pesar de su promedio académico de 3.8 en el primer año de estudios. "Mi vida eran las artes marciales y yo necesitaba que mi universidad fueran las artes marciales". Entrenaba durante el día, servía mesas en las noches e hizo algunos trabajos como modelo para poder costear sus gastos. Cuando firmó como modelo para un sitio web de bikinis, el dueño del portal informático le informó que bautizaba con apodos a todas sus modelos. Recuerda haberle dicho que ella practicaba artes marciales. "Te llamaremos Karate Hottie (Bombón del Karate)", le respondió. "Es muy contagioso". "Claro", le dijo Waterson. "Hagámoslo así". En 2007, ella trabajó como chica cargando los carteles en el cuadrilátero para una pelea de artes marciales mixtas en su localidad, pero rápidamente se sintió distraída por lo que ocurría dentro de la jaula. Le dijo al promotor del combate: "Oye, tengo experiencia en artes marciales. Me encantaría pelear. Creo que sería divertido". El promotor la miró y terminó riéndose, respondiéndole con un "claro que sí" en tono sarcástico. Donald Cerrone, quien eventualmente sumaria más triunfos que cualquier otro peleador en la historia de la UFC, no pudo evitar escucharle y le siguió. "Si eres seria con respecto a entrenar, mete tu trasero en el gimnasio", le aconsejó. Luego de hacerse profesional en 2007, Waterson se mudó a Albuquerque para entrenar en Jackson Wink, en el cual se han formado leyendas de la talla de Jon Jones y Holly Holm, quien fuera una de las primeras personas que conoció Waterson tras su llegada. "Entró aquí, era muy humilde, una fuerte trabajadora, hacía sparring con cualquiera y sin quejarse", dice Holm. "Le puedes enseñar técnicas a una peleadora, pero no puedes enseñar realmente a una persona con técnica a tener fuego y corazón. Ella cuenta con ese fuego interno". Sin embargo, el dinero no precisamente fluía a borbotones, al punto que Waterson dormía en el ático del Jackson Wink y trabajaba en un Hooters a fin de poder pagar su entrenamiento. "En ese entonces, me encontraba en un lugar sumamente oscuro", recuerda Waterson. "Estaba por mi cuenta. Tenía dificultades y me golpeaban a diario". Fue en ese entonces cuando, finalmente, el Sargento Joshua Gómez finalmente tuvo valor para hablarle. Se la encontraba en bares y fiestas luego de esa noche en Hooters cuando se vieron, producto del azar. "Recuerdo que finalmente le dije: 'Oye, no te conozco, no me incumbe, pero ¿cómo te hiciste todos esos moretones?'". Le respondió que entrenaba en Jackson Wink. Eventualmente éste le dijo que se trataba del boxeador amateur de los pesos medios ubicado en el número 5 del ranking de su categoría en Estados Unidos. "Llegaba a casa y él estaría viendo videos", afirma Waterson de sus primeros días saliendo juntos. "Le encantaba estar en el gimnasio. Le encantaba ver a otros pelear. Disfrutaba hablando sobre peleas". Gómez dejó las Fuerzas Armadas y se hizo boxeador profesional mientras ayudaba a Waterson en sus entrenamientos con miras a sus propios combates profesionales. Ella había hecho el salto en 2007, pero las damas no tuvieron oportunidad de pelear en la UFC hasta 2012. Por ello, ella seguía participando en promociones de bajo nivel y poca remuneración, buscando así hacerse de un nombre. En 2010, ambos se preparaban para la próxima pelea de Waterson cuando ella sintió que algo no andaba bien. Le dijo a Gómez: "Creo que podría estar embarazada". Luego, se hizo la prueba de embarazo. Decía "SÍ". EL MÉDICO DE WATERSON informó a la pareja que ésta se encontraba con tres meses de embarazo. En dicho periodo, ella había hecho muchas cosas que se recomienda evitar a las mujeres encintas, incluyendo levantar pesas con cargas fuertes, recibir golpes, hacer dietas e incluso servir de doble de acción para Natalie Portman en la primera película de Thor, trabajo durante el cual el cuerpo de Waterson voló por los aires a toda velocidad usando una grúa. A pesar de todo, el bebé se encontraba en perfecto estado. Sin embargo, Waterson confrontaba dificultades, tanto mental como físicamente. "Veía como mis compañeras crecían y mejoraban, sobresalían y ganaban peleas y todo lo que podía pensar era que me estaba quedando atrás". No podía entrenar, fue diagnosticada con diabetes gestacional y poco después se enteraría de que su tiroides había reventado, lo cual significaba que debía tomar medicamentos por el resto de su vida, a fin de mantener un peso saludable. Waterson se preguntaba si su carrera en las peleas había terminado. No conocía casos de mujeres que hubieran vuelto a pelear luego de dar a luz. "Existe este estigma inmenso con respecto a las chicas que quedan embarazadas mientras se dedican a las peleas", afirma. "Piensan: 'Oh, no tenían suficiente seriedad con respecto a su carrera como peleadoras al punto que quedaron embarazadas'. Creo que tenía miedo de que se me juzgara de esa forma". Sin embargo, cuando Araya Sage Gómez llegó al mundo el 18 de marzo de 2011, le dio a Waterson algo que ella no sabía estaba ausente de su vida: una razón para pelear. Gómez decidió, contra la voluntad de Waterson, que él necesitaba abandonar su carrera como boxeador profesional a favor de la remuneración más estable que le ofrecía una carrera como planificador financiero. Pensó que Waterson tenía mejores probabilidades de llegar lejos en las peleas. Waterson dice que ese sacrificio, combinado con su necesidad instintiva de proveer a su hija, le dieron una motivación que jamás había experimentado. "Luego de haber dado a luz a Araya, sentía que, si quería mantenerme en las peleas, tenía que convertirse en algo financieramente beneficioso para mi familia", afirma. "No podía seguir haciéndolo como hobby". Ella seguía amamantando a su hija cuando reingresó a la jaula para su primer combate, 10 meses después de haber alumbrado a Araya. "Dolió muchísimo al inicio, cuando me golpeó en el pecho", indica. "Creo que se me había olvidado cómo se sentía ser golpeada". Después de imponerse en ese combate, Waterson se incorporó al Invicta Fighting Championships en su versión femenina y luego venció a Jessica Penne, campeona del peso mínimo en las 105 libras, a pesar de tener probabilidades 10-1 en su contra. "Sabía en la profundidad de mi corazón que podía ganarle", indica, "porque además de haber entrenado más que nunca, también estaba cuidando a mi pequeña". Waterson se convirtió en la peleadora número 1 del peso mínimo a nivel mundial con ese triunfo, título que defendió en 2014 noqueando a Yasuko Tamada. Sin embargo, mientras ella seguía destacándose y Araya se hacía mayor, pronto Waterson pondría a prueba la decisión que tomó y Gómez permitió que Araya presenciara todos los combates de su madre. LA CAMA DE ARAYA en su casa de Alburquerque está cubierta por más de una docena de animales de peluche y ella ha bautizado a todos y cada uno de ellos. Ha colocado cuidadosamente a las Hello Kitty, el hombre de nieve, el tigre y el cachorrito a su alrededor mientras ella se apresta a recordar aquella vez que la sangre corría bajo la nariz de su madre cuando Rose Namajunas le aplicó una estrangulación en 2017. Araya acababa de cumplir 6 años cuando Waterson perdió ese combate. Sin embargo, mientras que un adulto podría sentirse afectado al ver cómo la sangre caía sobre la alfombra, realmente no molestó tanto a Araya, no tanto como el gigantesco ojo morado que su madre sufrió cuando Araya tenía 3 años. "Me pongo triste", dice Araya. "Especialmente, cuando le ponen el ojo morado y cosas así". La niña se refiere a la pelea por el título de los pesos mínimos en la cual Waterson cayó ante Herica Tiburcio en 2014. En la sala de espera, luego de la derrota de Waterson, Araya lloraba mientras su madre la abrazaba fuertemente. "Oye, amor", le decía Waterson. "Estoy bien". En el video, que se puede ver en el documental Fight Girl, el ojo de Waterson está cerrado por el moretón y la mitad de su rostro está afectada. Pero Waterson le dice a Araya calmadamente: "Mami tiene que volver a trabajar en las cosas en las cuales no trabajé bien, para así mejorar". Waterson afirma que es precisamente en esos momentos que ella le explica a Araya: "Este es el empleo de mami y este es el compromiso que hice. Sé en lo que me estoy metiendo cuando entro allí". Ha habido ocasiones en las cuales, según ella recuerda, "cuando le he dicho que a Mami le duele algo y que apesta perder. Y eso me entristece, me enfurece y que está bien tener esas sensaciones". "Ella forma parte de mi trayecto", expresa Waterson con respecto a la decisión que tomó de permitir que Araya vea todas sus peleas. "Siempre he creído que uno aprende muchísimo más a través de las acciones de alguien y sólo puedo decirle hasta cierto límite. Preferiría que ella lo experimentara. Es su trayecto, tanto como lo es mío". Luego, Waterson responde a la pregunta sobre cómo ella planea criar a su hija, rodeada por un deporte que ha sido criticado por convertir a las mujeres en objetos. "La estoy criando de la única forma que sé: teniendo confianza en quién ella es. Y lo hago mediante el ejemplo". Reconoce que ella es criticada por su apodo y su pasado. "Si la gente va a sintonizar porque mi apodo de combate es 'Karate Hottie' o porque solía trabajar en Hooters, pues que así sea", afirma. "Sólo necesito que tus ojos me miren y una vez que veas que soy una verdadera practicante de las artes marciales, entonces cambiaré tu mente con respecto a la forma en la cual me percibes". Luego, Waterson suelta su adictiva risa y pregunta: "¿Quién no quiere ser una mamá atractiva?" LA COMBINACIÓN DE esa actitud y el estilo de combate de Waterson eventualmente llamó la atención de Dana White. "No hubo que pensarlo en el caso de Waterson", expresó con respecto a su decisión de contratarla en 2015. "Ella es una peleadora muy completa. Su golpe, patada, sumisiones, ella lo tiene todo. Y siempre busco por ese factor 'extra' en un peleador. Si tienes ese extra, ese factor de carisma, no hace daño. Y ella lo tiene a borbotones". De los 585 peleadores que conforman la UFC, aproximadamente 90 son mujeres. Apenas otras cinco madres han llegado al Top 10, de acuerdo con la UFC: las peso gallo Cat Zingano, Sara McMann, Marion Reneau y Yana Kunitskaya, y la peso mosca Alexis Davis. Waterson es la única competidora dentro de la división más ligera, la división de los pesos mínimos de 115 libras, que llega al Top 10. "Ser peleadora hace que formes parte de un deporte completamente egoísta. Ser madre es un acto completamente generoso", explica Waterson. "No puedes simplemente llegar a casa después de un duro día de entrenamientos y olvidarlo. La pelea sigue presente. Y luego Araya tiene tareas que hacer y en esos momentos no puedo ser esa ruda peleadora. Tengo que ser esta madre alentadora que ella necesita". Holm se maravilla por la forma en la cual Waterson es capaz de hacerlo, especialmente durante intensas sesiones de campo de entrenamiento previas a una pelea importante. "Sé cuánto esfuerzo se requiere, la disciplina que se necesita", afirma. "Sé cuántas cosas tengo que alejar de mi vida a fin de tener un campo de entrenamiento óptimo. No sé si podría hacerlo si tuviera un hijo." Araya sabe que la vida cambia cuando comienza el campo de entrenamiento. "Tengo que entrenar", le dice su madre. "Ella dice eso", explica Araya. "'Tengo que trabajar duro'. Ella dice eso también. 'No puedo perder tiempo'. 'Tengo que concentrarme en lo que estoy haciendo'. ¡Cosas así!". Waterson indica que existen días en los cuales, simplemente, es incapaz de levantarse del sofá después de una fuerte sesión de entrenamiento; por ello, su madre frecuentemente volará para visitarla durante un mes y ayudarla a cocinar, limpiar y colaborar con Gómez en el cuidado de Araya. Esto causa que Gómez se haga filosófico: "Ser capaz de poner el ego a un lado cuando es necesario por parte de tu familia, tu esposa, tu hija, es sumamente necesario, ¿cierto? Me han pintado las uñas, me han puesto pintura de labios, me han hecho toda clase de locuras. Sin embargo, ser hombre causa que uno haga cosas que se pensarían son débiles cuando no lo son. De hecho, es más difícil". ES EL DÍA DEL EVENTO UFC 229 y Waterson y Gómez están preocupados por la seguridad de Araya. Gómez ha escuchado rumores durante semanas con respecto a que ciertas rencillas entre irlandeses y rusos podrían terminar colándose a las tribunas durante la pelea entre McGregor y Khabib. Siendo su colaborador de entrenamientos, Gómez estará al lado de Waterson en las horas previas al combate. La madre y hermana de Waterson estarán cuidando a Araya; no obstante, Gómez también se preocupa por su seguridad. Ahora que se encuentran en Las Vegas y ya pueden sentir la tensión vibrando por los casinos, están pensando que, por primera vez, quizás no permitan que Araya se siente en la tribuna. Cuando el jefe de seguridad de la UFC se enteró de sus preocupaciones, le indica a Gómez que un miembro de su equipo de seguridad puede hacerle sombra a Araya hasta que ella pueda reunirse con sus padres una vez culminada la pelea de Waterson. Cuando se dan cuenta que Araya está escuchando su conversación en plena arena, ambos hombres empiezan a utilizar el lenguaje en código conocido por todos los padres mientras hacen planes con respecto a qué hacer con ella si su madre queda tan lesionada que requeriría ir al hospital. Nunca dicen específicamente las palabras "lesionada" u "hospital; por ello, Araya no está consciente de la discusión que transcurre a su lado, literalmente. Pero todos los adultos, súbitamente, entienden la gravedad de lo que puede ocurrir esa noche.
Por ende, allí está Araya, gritando hasta más no poder en la tribuna, cuando su madre ingresa a la arena. Sin embargo, la mujer que sale del túnel es prácticamente toda una extraña. Ya no están presentes la risa adictiva y la sonrisa contagiosa. Ya no está presente aquella mujer que le instruyó cepillarse los dientes y limpiar su habitación. Esta mujer es feroz, con una mirada fría y que le declara al mundo que está lista para demoler a cualquiera que se atreva a meterse en su camino. Y a Araya le encanta cada minuto de lo que ve.
El recuento de lo que ocurrió después hecho por Araya es escalofriantemente preciso. "Una vez iniciada la pelea, mi mami lanzó unos golpes y luego la tumbó por un rato y allí se detuvo el asalto", afirma Araya. "Luego, fueron al segundo round y la tumbó de inmediato. Pero después, hubo unos pequeños problemas, pero logró volver y lanzar otros golpes. Luego la volvió a tumbar, volvió a subir, ding, ding, ding. Y luego en el tercer round la tumbó primero y ella pasó todo el tiempo en el suelo. Después, ding, ding, ding ¡ella ganó!". Cuando Joe Rogan comienza a entrevistar a su madre dentro del Octágono justo después de la pelea, Araya se queda tranquila de manera inusual. Con su mirada fija hacia su madre, Araya escucha mientras una emotiva Waterson le cuenta al mundo algo en lo que ella ha estado pensando, pero jamás había dicho en público: "Quiero ser la primera campeona de la UFC que también es madre". "Eso me hizo especial", dijo Araya poco después, con una sonrisa inmensa en su rostro. Luego, los miembros del equipo de seguridad llevan a la niña de 7 años tras bastidores antes de que, finalmente, se produjera dentro de la arena la gigantesca riña que se estaba cocinando entre los equipos de McGregor y Khabib. Mientras otras peleas posteriores terminan originándose sobre las aceras en el exterior de la arena, Araya sigue felizmente inconsciente de la violencia a su alrededor, comiendo helado dentro de la sala de espera mientras celebra la victoria de su madre. ACTUALMENTE, WATERSON está clasificada como número 9 en la división de los pesos paja. Sabe que le quedan un par de años buenos y su objetivo de convertirse en la primera campeona madre es difícil de alcanzar. Su próxima pelea será el 30 de marzo contra la ex retadora por el título Karolina Kowalkiewicz. White afirma que Waterson debe ganar su pelea contra Kowalkiewicz y otras más si desea optar por el título.
¿Qué piensa Araya? Pues bien, ella quiere tener una carrera como gimnasta. No obstante, está tomándole gusto a la UFC: ella dice que su madre creció para ser peleadora "y creo que sería bonito poder finalmente sentir cómo es eso de verdad". Su madre afirma que Araya puede ser lo que ella desee. "Quiero que tenga confianza en sí misma. Quiero que tenga valor en situaciones de temor. Quiero que sea feliz". En el caso de Waterson, ella afirma que Araya le ha convertido en la mejor versión de sí misma que puede asumir. "Me encanta el hecho de que he transformado mi cuerpo en una máquina asesina", afirma Waterson. "De que así puedo proteger a mi hija. Que la puedo formar. Que puedo ser todas esas cosas".