Espanyol venció a Celta con un gol de Sergio García sobre el final

BARCELONA -- A tres minutos de consumarse la decepción, cuando la mediocridad del juego se plasmaba en el resultado, apareció Sergio García, eterno luchador e inasequible al desaliento, para rescatar al Espanyol con un gol milagroso, salvador y excepcional. A falta de juego y de merecimientos, el capitán volvió a salvar la cara al equipo blanquiazul.

El Celta de Luis Enrique se marchó de vacío y deprimido. Puso el fútbol, poco, que se vio en Cornellá y aunque apenas si puso a prueba a Kiko Casilla mostró mejores argumentos que el grupo de Javier Aguirre, quien siguió por última vez el partido desde la tribuna cediendo el mando del banquillo a Alfredo Tena.

Plano y sin ideas, el Espanyol apenas si dio señales futbolísticas frente a un rival más ordenado y con mayor gusto en la conducción del balón. Aguirre colocó juntos en la punta de ataque a Sergio García y Jhon Córdoba, pero la falta de combinación en el centro del campo convirtió a ambos en luchadores solitarios, condenados a la nada cuando no buscaban por si mismos un lucimiento imposible.

Enfrente, el Celta evidenció los problemas que le mantienen en la zona de peligro, pero, a la vez, mostró una personalidad que le permite contemplar el futuro con esperanza.

En clave blanquiazul se diría que las dudas se multiplican. El equipo de Aguirre mantiene la intensidad y el empuje, pero apenas si ofrece nada más. Huérfano de un jugador que ordene el juego, su fútbol acaba siendo un correcalles sin pausa ninguna, con transiciones vertiginosas pero carentes de sentido.

En ese escenario se daría por buena la presencia de Córdoba, delantero con imponente planta física, peleón y atrevido, que ofrece una buena ayuda a Sergio García... Y sin embargo, sin explicación lógica, en el descanso el colombiano se quedó en el vestuario para que entrase Alex Fernández, se supone en la búsqueda de ese control que nunca existió.

El equipo vigués, por el contrario, sí mostró. A través de la calidad de Rafinha, el juego de toque que Luis Enrique ha importado del Barcelona y el gusto por no perder la razón en el campo, el Celta mostró mejores maneras que un Espanyol decadente y en el que apenas su capitán delante y Héctor Moreno detrás escaparon de la mediocridad.

Con el partido entrando en el lógico desenlace de la nada, el Espanyol volvió a encontrar la fortuna. Tres días después de que ante el Alcorcón lograse una clasificación agónica, sumó tres puntos que se adivinan trascendentales para olvidarse de sufrimientos.

Llegó un balón picado al borde del área y lo peleó Sergio García para aprovechar un mal rebote en Cabral. El capitán blanquiazul nunca perdió de vista el balón, lo miró, lo fijó, lo mimó… Y lo convirtió en un obús ante el que nada pudo hacer Yoel.

Dos disparos a puerta, un gol y la victoria. De fútbol, si acaso, ya se hablará otro día porque este sábado, en Cornellá, hubo muy poco. Y quien lo puso, el Celta, acabó derrotado.