Ninguna victoria redime una fractura

ARLINGTON (Rafael Ramos/Enviado) -- México mejoró, cierto, en ese primer tiempo. El marcador es anestésico, cierto: 3-1. Pero lo futbolístico es un saldo irrelevante ante la tragedia de Luis Montes, la lesión de Segundo Castillo, y la desilusión e incertidumbre que asola a Rafa Márquez.

Los tres habían sido guerreros hambrientos de Mundial. Los tres repercutían en la cancha con sus selecciones y hoy son damnificados del infortunio.

Montes con fractura de tibia y peroné y Segundo Castillo con lesión de ligamentos, en una misma jugada, acción de fuerza, pelota de por medio. El destino se convierte en el chacal más cruento. Y Rafa Márquez, al momento, esperando un milagro en el veredicto médico, al final un diagnóstico de vida y muerte para sus pretensiones mundialistas.

Y la fractura de Montes y la rodilla deforme de Castillo, trastocaron un juego de pocas luces y mucha intensidad y dureza. A partir de ese momento, al reanudarse al minuto 41 de tiempo corrido, la guerra y los guerreros se fueron a la tregua.

Luis Montes había puesto adelante a México apenas al minuto 33. Dejó su firma para que su posterior salida dimensionara aún más la nostalgia por su talento. La prendió de zurda, con la rabia, con la colocación y la firmeza de siempre. El gol, el 1-0, certificaba el ligero dominio de México sobre Ecuador.

Marco Fabián haría el 2-0. Disparo cruzado de derecha, tras un rebase corto, para sentenciar distancias.

SIN REPAROS...

Arrancaron con hambre, sin temores. Como si las tragedias y los dramas se escribieron en las páginas ajenas, y no en las actas propias.

El árbitro John Pitti, de Panamá, no encontró conciliación. Marcaba roces y perdonaba faltas. En esa confusión de mensajes erróneos, el jugador elegía la dureza y la rudeza.

Con ligero dominio de México, pero con cierta cautela, por la velocidad suicida de los ecuatorianos y su capacidad de gol, el encuentro fue de dominios alternos a equilibrio, con pasajes en que se anularon, y apenas inquietaban a los arqueros, y acaso los momentos más angustiantes para el Tri, fue cuando en los tiros libres Miguel Herrera ordenaba la misma formación contra el América, con dos guardianes en los postes.

Montero, Reyes, Méndez y Rojas, pujaban y empujaban y exigían a una casi milagrosa defensa mexicana, mientras que en respuesta, a pesar de su inconsistencia, Giovani y Herrera encontraban con Montes caminos que les facilitaba los movimientos de Carlos Peña, sobre quien, evidentemente, había una custodia especial, incluso sin pelota cercana.

En esa contienda, generosa a veces, burda en otras, el juego se acercó a la definición de Montes, al 33, y después al escalofriante choque entre el Chapoy Segundo Castillo.

La desolación fue general, y prácticamente en estado catatónico los dos equipos se iban al descanso.

REENCONTRARSE...

La segunda parte llegó con cambios. Con Carlos Salcido ocupando el lugar de Márquez, por la lesión, mientras que los dos equipos trataban de restablecerse del drama del primer tiempo, que seguramente requirió de un intenso discurso de sus entrenadores en el vestidor.

Para fortuna de México, encontró el 2-0 en un zapatazo impresionante de Marco Fabián, que le agrega un caracol en la embestida, para advertir que puede, si quiere, porque ahora debe más que nunca, convertirse en nueva opción para el Tri.

El 3-0 lo arrimaría Giovani dos Santos tras una zacapela en el área. Su disparo rebota en el poste y luego en el pecho del arquero ecuatoriano. El 3-1 lo consiguen los sudamericanos aprovechando esa curiosa y obsesiva y tozuda y terca decisión de Herrera de defenderse en los tiros libres, pagando la cuota Héctor Moreno al disparo inteligente de Enner Valencia.