Humo de Jémez manifiesta promesa, pero suma nueva caída ahora ante América

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(Carlos Barrón / ESPN) MÉXICO -- Luego de 12 partidos con sólo dos triunfos, la afición de Cruz Azul sigue preguntándose si lo que tiene en los ojos es humo.

Eso que no los deja ver es algo que les ha vendido Paco Jemez, un técnico de lengua bífida, de verso retorcido como serpiente y muy mal humor.

Que el Cruz Azul pierda contra el América es algo normal y hasta repetitivo, que Oribe Peralta les vuelva a anotar ya tampoco es novedoso, el ariete del América acumula cinco partidos haciéndole daño a Jesús Corona.

Que en la era de Jémez su equipo vuelva a ver que el carácter se les escurre por las pantorrillas, tristemente parece también una cosa prevista.

Demasiada pesadumbre para un equipo como Cruz Azul morir con una flecha en el culo. Dijo Jemez en una de sus tantas entrevistas de bienvenida, “prefiero una en el pecho que una en el culo. En el pecho será porque fuiste a buscar al contrario, en el culo porque se los has dado”... algo así pasó en el Azteca.

A estas alturas es más que evidente que el proyecto Jemez cuajará hasta el semestre próximo. Por lo que respecta a este, la afición de Cruz Azul puede anotar en su bitácora el sexto torneo consecutivo sin calificar. Lo que no tiene calificativo es la desvergüenza de muchos en este equipo.

El humo de Paco Jémez es espeso e hipnótico. Manifiesta una agradable promesa de juego acompañado de malos resultados. A los alfileres con que amarró algunos partidos con pretextos se les fue acabando la fuerza. Ya no tiene argumentos después de lo acontecido en el Clásico joven donde su equipo no pudo con otro inmerso en una crisis.

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Las Águilas, mancomunadas para defender y sin querer hacer nada con el balón, fueron capaces gracias al cinismo celeste de mostrarse superiores y con ínfulas de gigante.

El gobierno del partido siempre fue de un América precavido sí, pero al menos con más intención y carácter.

En la Máquina vino el desengaño para algunos aficionados. A los que no les ha entrado el humo en los ojos, pudieron ver la realidad de Martín Rodríguez o de Ángel Mena, inéditos toda la noche, lo deprimente de Martin Cauteruccio o lo simplista de Enzo Rocco y Gato Silva.

Deberá comprender Jemez que vencer a las inferiores del Querétaro en la Copa no le puede servir para la Liga. Resulta extraño que un técnico de ‘su curriculum’ diluya ese cuento de repetir una alineación arriesgada sólo por haber vencido a mitad de semana.

El América marchaba con el freno de mano y así, en un balón detenido desde un tiro de esquina, Oribe Peralta la mandó mal fondo.

El único motor del partido a partir de ese momento era el motivo. El América por sacar oxígeno con un triunfo y Cruz Azul con el empeño de autodestrucción.

Uno se resguardó a consciencia, el otro, se dedicó a matarse a sí mismo. Motivos de un mismo partido.

De regreso del descanso, al América se le vio más reconfortado, seguros de que enfrente no tenían piernas ni gallardía. El Azul siguió en el cuarto oscuro, si dar noticias de su funcionamiento.

Enzo Roco disputa el balón durante el Clásico Joven.
Enzo Roco disputa el balón durante el Clásico Joven.
Imago 7

Luego expulsaron a Roco porque se lo mereció tras trabar a Silvio Romero y por esa grieta en donde por desesperación Jemez acomodó a Silva, su contención, pasó Oribe Peralta con la tranquilidad de quien va de la cocina a la sala en pantuflas.

El delantero, letal particularmente contra Cruz Azul, les volvió a anotar. Hubo más sorpresas de Jémez. A un rato de quedarse sin un hombre, con dos goles de desventaja, sacó a sus delanteros, miró a la tribuna en donde dejó a Joao Rojas y puso a Peñalba para que la hiciera de delantero con pura suerte.

El español tiene un caos en su cabeza. El América venció de nuevo, como comúnmente sucede contra el Cruz Azul, a pesar de que con el sistema de La Volpe le ha dado la espalda al futbol.

De cualquier forma, ya se sabe que el equipo cementero es siempre su tabla de salvación. La Máquina por lo pronto, muestra retrocesos cada semana pero hasta ahora, hay mucho humo en los ojos, tanto de la afición como de la directiva cementera.