Bale da la cara por el Real Madrid, que llega a su tercera final consecutiva

(Paola Núñez | ESPN Digital) -- Gareth Bale marcó un hat-trick, el primero de la campaña, para sellar el pase del Real Madrid a su tercera final consecutiva en el Mundial de Clubes gracias a la victoria por 3-1 sobre el Kashima Antlers japonés.

El galés dejó añejar los poderes que le adjudicaron casi de la noche a la mañana para hacerlos valer en el momento en que más se le necesitaba.

Cuando al Madrid no le quedaba otro remedio que sobrevivir casi por instinto. Cuando estaba a punto de agotar su escasa reserva de juego y paciencia ante una inmensa presión. Cuando parecía que al mínimo tropiezo caería en un abismo, apareció el galés para devolverle la vida y el futbol.

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Media hora de una película vista demasiadas veces en los últimos días. El Madrid que se atascó en Huesca después de un gol tempranero de Bale y el que apenas se pudo salvar ante el Rayo Vallecano, ese Madrid de apariencia limitada y gris, batallaba para mantener a raya a un rival mucho más limitado pero que compensaba sus carencias con orden y las ganas de vencer que a los merengues se le ven cada vez menos.

Un disparo. Y otro. Todos del conjunto japonés, que si no se puso por delante fue solo porque le falta un definidor de elite y en cambio tenía demasiado Courtois enfrente. Madrid quería poner seriedad. Orden. Aguantar en bloque. Pero perdía la chispa y las ideas hasta que de pronto Karim se inventaba una oportunidad de la nada o Bale llegaba a toda velocidad. Una película vista tantas veces que para la defensa de Kashima cortar los centros era casi un movimiento mecánico.

Madrid se desesperaba. Se replegaba y volvía a salir a la caza pero cada vez con menos certeza y más temor, pues atrás, en su área, Abe no dejaba de amenazar. Hasta que Modric puso la dosis mágica y Bale - a ese que tanto se acusa de carecer de dotes tácticas - hizo todo lo demás. El croata empezó una jugada que el galés culminó con maestría después de fabricarse una pared con Marcelo - que, aún bajo de forma, sabe responder en ataque con el instinto de los grandes y devolvió de primera hacia donde aparecería el galés en el área para fusilar al arquero rival con un disparo cruzado.

Era lo único que necesitaba el conjunto merengue para recuperar la seguridad en sí mismo y salir a rematar. Conforme Madrid recuperaba su imagen de gigante, Kashima se iba disminuyendo. Ahí comenzaron los errores en defensa hasta ponerle el segundo en bandeja al galés. Al poco de iniciado el segundo tiempo, Bale duplicó la ventaja merengue sacando a relucir, de nuevo, la experiencia colándose entre un defensa y el portero para marcar a puerta vacía. Esto después de avivarse haciéndose con el balón en un inocente pase retrasado japonés.

Dos minutos después, Bale completó su faena personal aprovechando un pase certero más de Marcelo. Con ello firmó la victoria antes de que se cumpliera una hora de juego.

Y ahí acabó su contribución. Cinco minutos después, Solari se guardó al delantero estrella - hoy en toda regla - para dar juego a Asensio. Y un poco de descanso al tobillo que más ha preocupado al Madrid en los últimos días después de que el galés se perdiera el último partido por un golpe.

Ya con la ventaja, Madrid se relajó. Buscaba, aunque sin ahínco, como para entretenerse. El problema es que con la calma vuelve la exagerada confianza de sus defensas, una de sus grandes debilidades, permitiendo que el Kashima descontara en un tiro de esquina. Intervino el VAR, pero tuvo que darlo por bueno pues Marcelo, permanentemente mal parado cuando de defender se trata, habilitaba a Shouma Doi. No importó gran cosa, más allá de salvar el honor japonés. Solari, como el resto de sus hombres, podían darlo por bueno y respirar. La mitad del trabajo está hecho y ahora solo tienen que preocuparse por evitar el fracaso en la lucha por el título. Suerte para Solari es que hay pocos jugadores en el Madrid con más incidencia en las finales que Gareth Bale. Y llega en vena.