El Barcelona cierra el año con el liderato asegurado

BARCELONA (Jordi Blanco | Corresponsal) -- El Barcelona se marchará de vacaciones como líder, a no ser que el Real Madrid sea capaz de aplastar por seis goles de diferencia al Athletic, después de imponerse (4-1) al Alavés en una despedida de año que pasó de la calma al agobio, de ahí a la aparición de Messi para evitar sustos, y a la goleada, puesta en escena por el VAR que apreció una mano que le obsequió con un penalti que transformó Luis Suárez.

El Barça goleó en un partido extraño, en una nueva demostración de que teniéndolo todo para machacar a un contrincante de rodillas es capaz de perder la compostura y entrar en pánico. Y en ese pánico, escuchándose hasta silbidos del público, entra en escena Messi. Y Messi lo soluciona. Nada nuevo.

Getty Images

La tarde que comenzó con un acrobático remate de Arturo Vidal, anulado por fuera de juego, siguió con un gol también anulado por offside (justísimo) a Messi y continuó con el cañonazo de Griezmann para abrir el marcador antes de llegarse al cuarto de hora de partido, desembocó en un duelo que no pareció tener más historia que adivinar las intenciones de Valverde con su alineación, inédita, y juntando en el centro del campo a dos futbolistas, Aleñá y Arturo Vidal, cuya permanencia en el club está en el alero.

El entrenador azulgrana se ahorró sustos dejando en el banquillo a Lenglet, apercibido de sanción y sustituido en el centro de la zaga por Umtiti, que, seguro, agradeció la inocencia del ataque alavesista, que no aprovechó su falta de reflejos y rapidez al correr hacia atrás.

Lo más destacado, con todo, fue comprobar cómo al recuperado Busquets acompañaron en el medio Aleñá y Arturo Vidal, completando el canterano una más que positiva actuación como hiciera en Milán y mostrando un excelente tono el chileno, peleón, acompañante y goleador, con un zambombazo al borde del descanso que despertó el tedio que se había apoderado del Camp Nou y, de paso, dio por sentenciada la victoria azulgrana. Lo pareció al menos.

En puertas de las vacaciones y con las maletas preparadas, los jugadores del Barça entendieron tan necesario lavar su imagen del Clásico como ganar sin más esfuerzo del necesario, atendiendo a la poca batalla que presentaba el rival y al que sin un esfuerzo aparente derrumbó con los dos goles del primer tiempo...

NERVIOS

Y comenzó de igual manera la segunda mitad. Con ataque ordenado y tranquilo del Barça, con gol anulado a Griezmann y la sensación de encaminarse el choque hacia un tercer gol... Que de pronto desembocó en un escenario totalmente distinto.

Se rebeló contra su destino el Alavés y encontró premio en un centro de Rubén Duarte que pilló descolocado a Umtiti, en tierra de nadie y que permitió el cabezazo franco y ajustado de Pere Pons. 2-1 y, sin tiempo, nervios en el Camp Nou, asombrado el público con el atrevimiento de un rival al que cerró la puerta Ter Stegen primero y que no encontró puerta después, en un remate de Duarte que salió fuera por muy poco y convirtió lo que se adivinaba una plácida despedida de año en un partido de difícil resolución.

Entró en pánico el Barça, incapaz de imponer su superioridad, y se creyó capaz de la gesta el Alavés... Hasta que Messi tomó el balón, corrió en diagonal con su habitual magnificencia y soltó un obús desde la corona del área que sorprendió a Pacheco, encendió la euforia de la hinchada y derrumbó la fe del equipo vitoriano.

Sin tiempo a afrontar ese nuevo escenario el Alavés, un centro de Vidal lo remató Suárez de cabeza, rechazando sin querer con el brazo Martin Aguirregabiria en un penalt tan inocente como claro y que el propio uruguayo se encargó de transformar en el 4-1 que cerraba el año.

Goleó el Barça para cerrar con buen sabor de boca el año, aparcar el mal regusto del Clásico y confiar en un 2020 con mejores sensaciones.