Carrasco entrega la victoria al Atlético sobre el Bayern Múnich

MADRID (Paola Núñez, ESPN Digital) -- Yannick Carrasco se lució con un golazo para dar la victoria al Atlético de Madrid por 1-0 sobre el Bayern Munich en la segunda jornada de la Champions League. Tres puntos que valen oro, pues dejan al cuadro rojiblanco como líder en solitario del grupo D con seis unidades.

El Atlético de Madrid volvió a ser ese equipo que más cómodo se siente cuando no tiene el balón y que en tres movimientos puede dar un golpe de muerte. El que más incomoda y entorpece a los rivales cuanto más grandes y poderosos. La aplanadora en que Pep Guardiola, primero, y Carlo Ancelotti, después, han convertido al Bayern Munich fue apenas un juguete en manos de los chicos de Diego Simeone.

El 'Cholo' empezó ganando la batalla mental a la que había sido retado en la víspera por Ancelotti. "Se fatiga más ahora que cuando jugaba", señaló el italiano, que volvía al Calderón dos años después al mando de un conjunto alemán. Tanto él, como sus jugadores, quisieron jugar con esa fama rojiblanca de un equipo que vive con los nervios a flor de piel.

Yannick Carrasco marcó su primer gol de la temporada.
Yannick Carrasco marcó su primer gol de la temporada.
AP

Pero resultó que el Atlético también sabe ser calculador y jugar con frialdad. Y bien. Tan medido tenía todo el argentino, que no se cortó al confirmar la presencia de Frenando Torres de inicio. Antepuso su experiencia y los nervios de acero a la vena goleadora de Kevin Gameiro. Más o menos lo que buscaba en el equipo entero -- incluido un jovencísimo pero curtido Saúl.

Con esa sangre fría el conjunto local se le atragantó al Bayern en todos los aspectos del juego. Cedió el balón desde el inicio, pero eso no significó que lo dejaran jugar. Xabi Alonso y Franck Ribéry daban aire y mantenían al equipo bávaro al mando, pero servía de poco, pues rara vez llegaba el balón a los pies de Müller. Alaba podía internarse por banda tanto como Juanfran se lo quiso permitir, que no lograba sacar un solo centro. Robert Lewandowski, sólo contra el mundo, apenas veía el balón cuando atinaba a bajar a intentar el robo -- y no es un centro delantero precisamente productivo en recuperación.

El Atlético funcionaba casi como un reloj. Griezmann corría sin parar por todo el campo ayudando a estorbar, robar, o lo que se ofreciera, mientras Fernando Torres cargaba con la responsabilidad en ataque acompañado por dos flechas en banda, Filipe Luis y Yannick Carrasco. En la media, Gabi y Koke como válvula de seguridad.

Tenían poco el balón, pero de cada robo surgía una ocasión de peligro. Amenazaba el Niño, que falló tres clarísimas en los primeros minutos, Koke o Filipe. Y sobre todo Yannick, que cada que tomaba el balón soltaba un cañonazo que hacía sudar a Manuel Neuer y toda su línea defensiva.

Hasta que llegó el momento en que no supieron frenar al belga. Bastó una contra, un balón filtrado al milímetro desde la media por Antoine Griezmann con el que Carrasco emprendió la carrera llevándose a tres hasta la media luna, desde donde lanzó el disparo con Neuer ya batido.

Estalló el Calderón, que ya llevaba más de media hora en un grito ensordecedor, pues en el área técnica, Simeone se fatigaba dando instrucciones a diestra y siniestra, cuando no levantaba los brazos exigiendo apoyo a la grada. Pasional, como siempre.

El Bayern se congeló durante un buen rato y no supo cómo revertir la situación. Con cada minuto que pasaba, las perspectivas de los alemanes se volvían cada vez más oscuras.

Carlo Ancelotti se guardó en la caseta y no volvió a salir. En la cancha, afloraban los nervios de sus hombres. Apretaron para probar a Oblak, pero fuera de forzarlo a lucirse con un paradón, ni Müller ni Lewandowski lograron sacar más allá de un par de disparos desviados. Aumentaron los errores tontos en zonas inconvenientes, incluido un penal de Arturo Vidal sobre Filipe Luis que Griezmann tuvo a bien fallar. No era el día del francés, que ya había estrellado un balón en el poste.

Pero no importó. No sólo de Griezmann vive el Atlético, como tampoco vive de pura emoción.