Bajo la lluvia y el granizo, el "Vasco" Aguirre salió de su banca para con gritos corregir las posiciones de sus pupilos sobre el Estadio Azteca ante el América, aun cuando el cuerpo arbitral lo conminó a quedarse en su lugar.

Una sonrisa afloró en el estratega, cuando Cesáreo Victorino hizo el gol del empate a uno en el encuentro de vuelta para el uno a uno y el 3-1 definitivo para ir a la final la próxima semana.

"Fue una noche larga y tormentosa", dijo durante la conferencia al término del partido, a la que asistió con una bermuda, pues la ropa mojada ya la había dejado en el vestidor.

Victorino se presentó radiante, aunque sin exageraciones, y comentó que no tenía ningún sentimiento especial por haber eliminado al equipo donde floreció como jugador.

Habló de que el orden y el equilibrio emocional llevó a sus jugadores alcanzar la final, principalmente por haber recibido un gol tempranero, al minuto cuatro, de Braulio Luna.

Observó dos encuentros cerrado y muy peleador, y la única diferencia fue que Tuzos fue certero al momento preciso para alcanzar el triunfo.

Con relación a la anterior final y la que va disputar ahora, apuntó que en la del Torneo de Invierno 99, cuando Pachuca venció a Cruz Azul, estaba más enfocado durante la campaña regular en evitar el descenso que llegar a la corona. "Ahora estoy más concentrado".

Consideró a Cesáreo Victorino como "el conductor del equipo", al tiempo que añadió "pero que no me oiga, porque luego se la cree". Enseguida, recordó que "fue un chavo que cosecha lo que sembró hace unos tres años: su entrega y profesionalismo".

A su vez, el mediocampista cumplió con el ritual: "dedico este gol a mi padre (el del empate en el partido), porque me enseñó a ser futbolista".