El chico que sigue pegando estirones

Guillermo Coria ya no es un chiquito con hambre de gloria, sino un grande que de pequeño sólo tiene su cuerpo. Tiene toda la pinta de contar con un techo alto y por eso se lo ve con mayor proyección que a los colegas de la camada previa. Se trata de un crack en potencia. Y sus rivales lo respetan cada vez más

SIGUE HACIENDO MAGIA
Guillermo Coria le ganó un gran partido a Carlos Moyá en semifinales
(Reuters)
BUENOS AIRES -- Le sobra paño. Hace un tiempo ya, cuando apareció siendo un juvenil exitoso, demostró que era una firme promesa. Y rápidamente se fue convirtiendo en una realidad tan tangible y contundente que no sólo causa admiración porque deleita con su tenis exquisito y su mano privilegiada, sino que también impone mucho respeto por su actitud y su postura frente a rivales consagrados y con varias batallas encima.

Guillermo Coria (otra vez un Willy en los primeros planos) es, indudablemente, el mejor argentino del año. Diminuto físicamente, compensa esa debilidad con atributos aún más naturales y, además, propios de una figura: mentalidad ganadora, talento, intuición, inteligencia y mucho timming. Así, el jugador más chiquito entre los 40 mejores del mundo –el Mago mide 1,75 metro y pesa 65 kilos--, continúa cada vez más afianzado y convencido en lo suyo.

De hecho, a su toque, su habilidad y su velocidad de desplazamientos para estar siempre encima de la pelota, le agrega una chapa de aguerrido y atrevido que es la envidia de más de uno. Por eso, haber llegado a la final de Montecarlo, uno de los tres torneos más importantes en canchas lentas, de categoría Masters Series, le permitió avanzar diez puestos en el ranking y ubicarse 16º. Esto significa que ahora los dos primeros de Argentina son de la estupenda camada del '82.

A los 21 años recién cumplidos, Coria acaba de pasar a Gastón Gaudio y a Guillermo Cañas en el listado y sólo tiene adelante a David Nalbandian, quien le lleva sólo 12 días. Esto evidencia, quizás antes de los que muchos se imaginaron, que esta generación tiene cuerda para conseguir objetivos aún mayores y que es superior a las anteriores. Con la edad de Coria y Nalbandian, los demás todavía no habían dado un salto de calidad tan imponente y hay quienes ni siquiera lo lograron hoy, a los 24 ó 25.

Haber trepado a la final de Montecarlo pasó a ser su mejor actuación en el circuito profesional, al margen de que en Viña del Mar, en el 2001, obtuvo su único título de ATP y que ese mismo año había sido semifinalista en Mónaco.

Un breve repaso por el rico historial de ese campeonato muestra que allí únicamente festejaron dos compatriotas: Guillermo Vilas en 1976 y en 1982 y Alberto Mancini, en 1989.

Precisamente, Mancini es el entrenador de Coria desde comienzos de esta temporada, lo que le permitió al pibe conseguir un equilibrio mayor. Aprendió, gracias al orden impuesto por el ex top-ten, a ser más sólido y a mantenerse firme aún cuando no todo le sale como quiere. Su aporte fue tan valioso que en estos cuatro meses Willy suma un récord de 18 victorias y 7 derrotas, incluidas la final de Buenos Aires, los cuartos de Auckland y los octavos de los anteriores tres grandes certámenes, como el Abierto de Australia, Indian Wells y Miami.

Es más: excepto una caída ante Sargsian, perdió contra rivales superpoderosos como Kuerten, Agassi, Moyá, Hewitt, Costa y Ferrero. Y con cuatro de ellos cayó en tres sets. Otro dato elocuente es que viene de derrotar a nombres del calibre de Moyá, Corretja, Nalbandian, Blake y Gaudio.

¿Algo más? Sí, con la finalísima de Montecarlo acaba de concretar una hazaña en un gran torneo sólo comparada, entre los argentinos en actividad, por la final de Nalbandian en Wimbledon y el título de Cañas en Toronto, ambos el año pasado.

EL PORVENIR ASEGURADO
Hay pocos casos –sobran los dedos de una mano-- en los que se puede hablar de que alguien tiene un futuro estupendo. Siendo tan chico, Coria suma triunfos de primera, como el de las semifinales de Montecarlo sobre el español Carlos Moyá, su verdugo en la definición de Buenos Aires, apenas dos meses antes.

Este último choque dejó en claro que mejoró demasiado en tan escaso tiempo ya que de arrebatarle un set al ex Nº 1 y campeón de Roland Garros pasó a mostrarle que tiene juego y mentalidad para inclusive eliminarlo.

Si bien en la final contra Juan Carlos Ferrero no desplegó todo su potencial porque el español fue una máquina, Coria tuvo dos partidos que le quedarán grabados en este histórico Montecarlo. En cuartos barrió literalmente de la cancha a su compatriota Juan Chela y luego dijo que había jugado su mejor encuentro en el circuito.

Pero la semifinal fue aún superior: se le plantó convencido a Moyá y, lo más valioso y efectivo, fue que jamás se quebró emocionalmente. Esa combinación de resistencias, la física y la mental, es la que le abre el mayor de los créditos.

Por eso, si bien los libros dirán que fue finalista en Mónaco, él y su coach saben que este puede ser un punto de inflexión en su trayectoria. Qué mejor momento y contexto para que el mundo abra aún más los ojos y vea que Coria ya no es un chiquito con hambre de gloria, sino un grande que de pequeño sólo tiene su cuerpo.

La victoria sobre Moyá significó muchísimo más que el mero recuento estadístico, porque a los grandes hay que ganarles con agallas y siempre cuesta un plus hacerlo cuando se trata de las ruedas decisivas.

Todos los caminos conducen a lo mismo: comprender que esta tarea de Coria fue superlativa por donde se la mire. No es nada fácil, más allá de los progresos constantes de sus colegas semana tras semana, encontrar a un argentino tan duro en el aspecto psicológico para aguantar primero y vencer finalmente a Moyá.

Esa fortaleza es la que lo llevó, en sus cinco triunfos en Mónaco, a cometer muy pocos errores no forzados, lo que pareció estar ante la imagen de un Hewitt o un Agassi en sus mejores días. Y no se trata de ninguna exageración, sino de la lectura de la nueva realidad.

Cualquiera podrá decir que contra Ferrero fue otra historia, perfecto. Pero quitarse del camino a Moyá con escasas equivocaciones, cuando tener del otro lado de la red a un tipo tan potente y ganador siempre lleva al que va de punto a ser forzado al límite, resultó insospechado.

Es más: en varios pasajes pareció ser Coria el candidato, el bueno de la película, el de los lujosos pergaminos. Eso resalta a las claras que, de aquí en más, para superarlo los adversarios deberán jugar mejor, porque Coria no bajará la guardia.

LA PASTA DE CAMPEÓN
Por eso mismo, porque Coria tiene toda la pinta de contar con un techo alto, es que se lo ve con mayor proyección que a los colegas de la camada previa.

Tenerlo a él y a Nalbandian peleando a cara de perro contra los mejores es un lujo. Pero impacta aún más cuando se trata de los grandes campeonatos, ya que el clima, el escenario y la atención de todos (jugadores, prensa y público) es diferente. En el tenis es así: los buenos de verdad aparecen en las paradas más exigentes, donde los impactos provocan un ruido mucho mayor.

Saber manejar la presión es un factor determinante en cualquier deporte y, en especial, en éste. Cuantos ejemplos se ven permanentemente de jugadores que están arriba en un partido y no logran ponerle el moño. Y si el que está enfrente es un experimentado top-ten, todo se hace más cuesta arriba: porque el que busca el batacazo suele dudar más de la cuenta y el "grande" es consciente de que para que le ganen deben rendir a la perfección ya que él no cederá.

A Coria, su carisma y su actitud combativa lo hacen especial. Es un pibe al que no le molesta el ambiente. Por el contrario, goza con los partidos chivo, como pasó en Buenos Aires, cuando eliminó en dos días seguidos a Nalbandian y a Gaudio.

Hubo tensión, mucha pica y la gente dividida, pero nada lo inmutó para continuar con su libreto, de cambiar los ritmos y los efectos. Sobre todo, Willy les aclaró que tiene mucho oficio, más allá de que todavía le falta mucho camino por recorrer.

Su fórmula es abrirse paso como sea: gana rindiendo bien y también cuando el panorama es muy complicado. Esa es la diferencia que saca y vale oro. Tiene pasta de campeón y es capaz de enfriar un partido con discusiones innecesarias con el juez de silla, por ejemplo, con el fin de enloquecer al rival cortándole una racha positiva.

Todo eso lo agiganta, lo pone en la vereda de los "viejos zorros", como aquellos que cargan con miles de batallas sobre sus espaldas y ya pasaron la barrera de los 30 años.

Ese aspecto puede ser clave de cara a la Copa Davis, donde para tener éxito no hace falta sólo jugar lindo y prolijo. Coria había sido designado por el capitán Gustavo Luza para debutar contra Rusia, pero por las molestas ampollas que tenía en los pies, optó por dejarle el lugar a uno que estuviera más entero. Finalmente, fue Mariano Zabaleta el reemplazante de Chela en la histórica paliza por 5 a 0.

Si bien no es lo mismo derrotar a los mejores especialistas en polvo de ladrillo en partidos al mejor de tres sets que en choques de largo aliento, ahora Willy volvió a postularse como gran candidato a integrar el cuarteto que enfrentará a España, en septiembre y de visitante, en busca de la segunda final para Argentina. Es un pibe con enormes condiciones para ser tanto singlista como doblista.

Es cierto que todavía no debutó en la Davis y en general la presentación suele ser distinta a cualquier otro partido, pero Coria tiene esa estirpe ganadora que otorga confianza. Aún faltan cinco meses y pueden surgir muchos cambios, aunque indudablemente su nombre ya está muy instalado en la cabeza del técnico.

Su crecimiento puede ser aún más importante y abrirle la puerta a la titularidad en un single o bien darse el gusto de integrar el cuarteto ideal. Todo hace presumir que, si sigue jugando así, incluso puede llegar a España siendo el Nº 1 de Argentina e inclusive en condición de top-ten.

Tiene mucho para sumar y para aprender, con la ventaja de que su tenis está cada vez más firme y compacto. Coria continúa en pleno proceso de maduración y en Montecarlo dejó una huella difícil de olvidar. Se trata de un crack en potencia. Y sus rivales lo respetan cada vez más. Como corresponde.

GUSTAVO GOITÍA es periodista especializado en tenis desde 1989. Se desempeñó como redactor en el diario La Nación, la revista VIVA de Clarín y el diario deportivo Olé, todos de Buenos Aires, y además fue comentarista en el canal TyC Sports. Actualmente es redactor del diario Clarín y columnista de ESPNdeportes.com.

 ENVÍALO | MÁS ENVIADOS

Masters Series
Masters Series
Coria: "Ahora quiero jugar la Davis contra España"
Masters Series
Juan Carlos Ferrero: "Les tapé la boca a muchos"
Masters Series
Ferrero retuvo el título al vencer en la final a Coria
Masters Series
Guillermo Coria en la final ante Juan Carlos Ferrero
Masters Series
Coria jugará la semifinal con Moyá en Montecarlo
domingo, 20 de abril