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El surgimiento del jugador 360º

Getty Images

Las especies han evolucionado en el nuevo mundo NBA. Ya no alcanza con tener una mira milimétrica, con dribblear el balón como un chicle, con asistir a un compañero con un pase preciso a velocidad crucero. Hoy todo tiene que ser rápido, feroz, agresivo, intenso. En ese cambio de paradigma, el ADN del base armador ya no responde a los parámetros del orden y la mesura. La ralentización se ha extinguido y ha dado lugar a atletas capaces de hacer un poco de todo, en noches consecutivas, con demostraciones atléticas incomprensibles. El laboratorio de los entrenadores ha desarrollado una fórmula extasiante e inequívoca para esta clase de cerebros de videoclip, volviendo, por momentos, a la locura que gobernó en los años 90 del uno para todos y todos para uno.

La historia tiene, en sus entrañas, a quien fue el mejor estratega de todos los tiempos, Magic Johnson, como un ejemplo acabado de ritmo y precisión con luz verde en cada uno de los ataques. El Showtime de aquellos Lakers eternos no volvió a recrearse jamás; Johnson era, en ese hábitat de fantasía, un fenómeno natural con escasa intervención de la mano del hombre. Así había nacido y así evolucionó en escala ascendente. Fue, en aquel entonces, descubrir con traje de explorador las cascadas del Niágara: estaban ahí para disfrutarlas, para contemplarlas, para descansar el ojo en lo maravilloso, inexplicable e irremediable.

La NBA ha ganado en artificialidad en función de mejorar lo existente. El desarrollo físico del deporte mundial despertó hace pocos años la locura extravagante: caballos de carrera desbocados por llegar a la meta de cualquier forma y a cualquier precio. No importaba el cómo sino el qué: chocarse lo que había delante podía formar parte de la receta para convertir puntos como sea. Sin embargo, hoy en día, ya no alcanza con arribar antes sino que se piensa en arribar mejor. Los súper atletas han dado un paso atrás respecto a lo que eran para convertirse en jugadores 360º, capaces de hacer un poco de todo. Y hacerlo con criterio.

El concepto de base tradicional mutó para darle lugar al portabalón multiposición: un híbrido capaz de jugar en múltiples puestos, que aprovecha ventajas en cada pick directo, que puede hacerse grande o chico según las circunstancias y que a su capacidad desmedida por anotar le ha sumado ojos en la nuca como espejos retrovisores para asistir a compañeros en posición ventajosa.

En el básquetbol moderno, fue LeBron James quien inició este camino de transformación y pasó de anotador compulsivo a cerebro creador. Resulta absurdo escucharlo a James pedir por un armador para su equipo. Si fuese Dan Gilbert, le preguntaría si está buscando trabajo en otro lado: ¿no percibe que él desde hace años es el armador supremo de todo lo que ocurre en Cleveland?

Veamos un poco más lo que ocurre en la Liga para comprender el fenómeno. James Harden, candidato a MVP por el crecimiento notable en el rubro asistidor (no hablaré de su defensa, está claro), ha emergido con esta lógica bajo las órdenes de Mike D'Antoni. Su tasa de uso (se trata de un porcentaje estimado de jugadas del equipo apoyadas en un jugador cuando está en la cancha) es ridícula (35-5), pero lo importante es lo que está haciendo con el balón sus manos. Ha dejado de ser un escolta para transformarse en un portabalón y de frente al aro, o de espaldas en el poste, anota, crea juego para el resto y lo disfruta. 28.8 puntos, 11.6 asistencias y 8.2 rebotes por aparición, en un equipo con récord ganador como Houston Rockets, dicen mucho.

Russell Westbrook es otro caso ejemplar. Aún conserva algo de la lógica obtusa de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, pero la balanza del equilibrio ha empezado a pesar cada vez más. Si bien la tasa de uso es la más importante de toda la Liga (42.5), Westbrook es el responsable de que Oklahoma City Thunder sea un equipo decente en la NBA. Sin este hombre, directivos, jugadores y fanáticos estarían pidiendo limosna y tachando días en el calendario rumbo a la Lotería de Draft. Westbrook y Harden comparten dos cosas, una positiva, que es lógicamente una eficiencia alta (PER) y una negativa, que es la propensión a perder balones. Está claro que quien más arriesga más pierde, pero no por eso es un dato para obviar. Atentos a Westbrook: 30.8 puntos, 10.4 asistencias y 10.6 rebotes. Está a sólo un triple-doble de despachar a Larry Bird como el quinto con más cantidad en la historia. Estos números tienen tantas probabilidades de repetirse en el futuro como los de la Lotería navideña. Es absurdo y escalofriante saber que alguna vez Westbrook, Harden y Kevin Durant compartieron equipo.

Y el tercer caso emblemático para citar es el del 'Greek Freak' Giannis Antetokounmpo: 23.7 puntos, 5.4 asistencias y 8.8 rebotes por juego. La lógica es la misma: la transformación de un alero espigado, de brazos tan largos como los que adquiere Reed Richards en los cuatro fantásticos, en un portabalón creativo. Todos estos talentos tienen, además, otro eje común: su capacidad rebotera para ganar en el costado defensivo y correr hacia el aro contrario sin necesidad de esperar por nadie. De 0 a 100 kilómetros por hora en escasos segundos. Por supuesto, el comité de mecánicos está trabajando aún en colocar freno de mano en estos vehículos de alta gama. Los indicios, a priori, son prometedores.

Los jugadores 360º son escasos, pero cada vez habrá más, porque a la naturaleza del jugador se le ha aplicado la artificialidad lógica del entrenador que conduce, enseña y promueve una forma de jugar al básquetbol. Hay una búsqueda constante hacia este nuevo rol. Existen otra clase de armadores anotadores multifunción, como pueden ser Isaiah Thomas de Boston Celtics, John Wall de Washington Wizards y Stephen Curry de Golden State Warriors, pero al no contar con la capacidad rebotera adecuada, por estatura y concepción del básquetbol, son híbridos explosivos sobrenaturales, capaces de jugar 1-2, pero sin la adecuación 360º como ocurre con los casos de LeBron, Harden, Westbrook y Antetokounmpo.

El básquetbol es un deporte en constante evolución y las reglas han acompañado este crecimiento. Los nuevos atletas vuelven a cambiar el mapa del juego y a redefinirlo. ¿Existe un paso más que continúe lo que estamos percibiendo? Esta pregunta, que se repite de vez en cuando en la historia, siempre tuvo un sí como respuesta.

Sigamos, por lo pronto, disfrutando noche a noche de lo sorprendente, maravilloso e inexplicable.