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George López: La Fernandomanía y el momento en que me convertí en fanático de los Dodgers

El comediante George López (der.) siempre ha sido un gran fanático del 'creador' de la Fernandomanía, el zurdo de los Dodgers Fernando Valenzuela. Jon SooHoo/Los Angeles Dodgers,LLC 2016

Yo no sé exactamente cuándo mi padre, un trabajador de la construcción, se enamoró del béisbol. Trabajó tan duro, que nunca se me ocurrió que no habría suficiente tiempo para nada más que descansar para prepararse para el siguiente día. Pero todavía puedo verlo escuchar los partidos recostado. No sé cuándo se convirtió en fanático de los Dodgers de Los Angeles, pero yo sí puedo recordar cuando yo me convertí en fan.

Fue en el verano de 1967. Mis amigos y yo solíamos jugar al béisbol al frente de la casa de Russell Walker. Él y yo vivíamos en cul-de-sacs. No fue hasta mucho tiempo después que me di cuenta que cul-de-sac era solo una palabra elegante en francés para una calle sin salida.

Cuando veía el auto Pontiac gris de cuatro puertas de mi abuelo (con una cubierta en vinil negro) venir por la calle, eso usualmente significaba que yo estaba metido en problemas porque me había pasado de mi hora límite de estar en la calle. Pero ese no era el caso hoy. Las luces de la calle no se habían encendido todavía. Todos nos habíamos hecho a un lado para dejar que pasara el auto. Mientras conducía, el cristal del lado del conductor comenzó a bajar, el olor de los cigarillos Pall Mall Reds emanando desde adentro del auto, me miró y me dijo, "súbete".

Conducimos por la autopista Interestatal 5, y traté de descifrar hacia dónde nos dirigíamos. Mi primera pista fue ver la salida llamada Stadium Way. Estábamos a una milla y media de la Elysian Park Avenue.

Nunca olvidaré haber visto por primera vez el Dodger Stadium. Poco sabía en ese momento que ir a los partidos de los Dodgers se convertiría en una tradición en mi familia.

Para el final de la temporada 1980, el impacto de Fernando Valenzuela había atrapado a todo el mundo con la guardia baja. Haber lanzado casi 18 entradas de relevo en blanco fue algo loco, y la reacción de todos los fanáticos de los Dodgers era como nada que yo hubiese escuchado antes.

Pero esperen, Valenzuela: Es de nosotros. Este chico luce como nosotros. Él podía lanzar, podía batear, y cuando corría, parecía como que a duras penas podía llegar a la primera base - igual que nosotros.

Esa gran movida de mirar al cielo antes de cada lanzamiento le añadió un gran pedazo a su identidad. "¿Quién no mira al plato cuando está lanzando?", se podía escuchar preguntarse a otras personas.

Mi abuela decía, "Él le está pidiendo a Dios que le ayude a lanzar un strike, ¿ huh, George?" A lo que yó respondía, "Sí, abuela".

Comenzar la temporada con marca de 8-0 atrapó a la ciudad por sorpresa. Era casi imposible conseguir un boleto. Pero ¿la noche en que Valenzuela solito venció a los Gigantes de San Francisco al remolcar una carrera y maniatarlos? Yo estuve allí, sentado bien arriba en entrada general.

Esa también fue la noche en que una fanática vestida con una camiseta de Valenzuela se metió al terreno, atrapó a Fernando por sorpresa, le plantó un beso y luego levantó sus brazos al aire. Y todos nosotros también levantamos nuestros brazos y lanzamos nuestros puños al aire. Era imposible no contagiarse con Valenzuela.

Él parecía ser el tema favorito en cada conversación. Las cosas se volvieron tan locas que la gente comenzó a creer que él tenía 40 años en vez de 20. No era posible que un chico de 20 años fuera tan bueno. Además, había nacido en México y no tenía un certificado de nacimiento. Eso fue graciosísimo.

Mi abuela trabajaba turnos de noche en ese momento. En una mañana, yo me levanté y vi una camiseta de Fernando Valenzuela, una gorra y un botón en el mostrador. No podía entender de dónde habían salido. Cuando le pregunté a mi abuela, ella me dijo, "Oh, había alguien vendiéndolos en el trabajo".

Esperen, ¿había alguien vendiendo artículos de Fernando Valenzuela en una fábrica en Van Nuys, California?

Así de alocada fue la Fernandomania.

Las conferencias de prensa antes de un partido no eran comunes. Pero Valenzuela comenzó a tenerlas y a respaldarlas con una victoria. No puedo recordar un momento antes de eso o desde ese entonces en que yo me haya perdido un partido ya sea por televisión, por radio o en persona.

Valenzuela electrificó a los fanáticos de los Dodgers tanto con su talento como con su alegría. El patear una pelota de béisbol en el jardín izquierdo como si fuera una pelota de fútbol era algo por lo que los fanáticos solían llegar temprano al estadio para verlo.

El manager Tommy Lasorda llegaría a utilizarlo como bateador emergente. No había nada que Valenzuela no pudiera hacer.

Fernando nos hizo creer que no importa de dónde venimos o como luciéramos, el talento era lo que importaba. Él hizo esto con hechos, no con palabras; él no se siente cómodo con los elogios, razón por la cual encontré una forma de hacerlo. Yo nunca olvidaré lo que aprendí de Valenzuela, y eso me ha ayudado a convertirme en otro ejemplo de "prueba viviente".

Yo he asistido con regularidad al Dodger Stadium en los años desde la Fernandomania. Cada vez que voy, recuerdo a mi abuelo y mi abuela y cuánto nos divertíamos al vitorear y gritar cada vez que Valenzuela hacía algo grandioso.

Mis asientos ahora son mucho mejores que el boleto de 75 centavos que comprábamos para las gradas del jardín izquierdo, pero nada es mejor que mirar desde mis asientos detrás del plato e imaginarlos a ambos allá afuera.

Desde hace algunos años me he hecho amigo de Fernando. Cuando ambos nos encontramos en el terreno, siempre nos saludamos. Él es un gran tipo, y siempre encuentro un lugar para decirle lo mucho que él ha significado para mí a lo largo de los años.

Y entonces la conversación se mueve a lo mucho que ambos amamos el golf.