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¿Por qué un Salón de la Fama unánime es ideal para el béisbol?

Mariano Rivera, primer pelotero elegido de forma unánime* al Salón de la Fama, cuenta con la calidad suficiente para hacerse merecedor de tal distinción.

Igual habría sido el caso de Ken Griffey Jr., o Randy Johnson, o Joe Morgan, o Carl Hubbell.

La selección unánime de Rivera nos indica mucho con respecto a los cambios en el electorado, que fuera depurado, hace pocos años, para retirar del proceso a redactores que ya no están laborando. Ahora es mucho más transparente y se puede decir que mejor sujeto a evaluación, que las votaciones del pasado, gracias a los cambios hechos dentro de la Asociación de Escritores de Béisbol de Estados Unidos (BBWAA, por sus siglas en inglés), las campañas en Twitter y el proyecto encabezado por Ryan Thibodaux de rastreo de boletas de votación. También nos dice mucho sobre la grandeza de Rivera. Sin embargo, Mariano es un gran lanzador, sin lugar a duda. No hay mucho que pensar. Realmente no existe ningún argumento válido en contra de su exaltación al Salón de la Fama; obviamente, este artículo gira en torno a un hombre que acaba de ser elegido de forma unánime al Salón de la Fama.

Lo más importante, son dos temas ahora implícitos, gracias a esta nueva barrera rota, en el proceso de selección del Salón de la Fama a partir de hoy. La selección unánime de Rivera ha hecho mejor al Salón de la Fama, en dos aspectos y claro que Rivera es tan bueno como cualquiera para convertirse en estandarte de ellos.


Lo primero: Finalmente, hemos borrado del mapa la idea de que un pelotero, de cierta forma, debe ser perfecto para merecerse el mayor honor del béisbol.

Desde 1936 hasta nuestros días, al menos un puñado de periodistas han encontrado algo mal en cada pelotero que ha pisado un terreno de Grandes Ligas: No era lo suficientemente amable con los reporteros, o no jugaba a la defensiva lo suficientemente bien, o quizás jugó en la era equivocada o (probablemente, en algunos casos) el color de su piel no era el apropiado. En mayor medida, parece que después de cierto punto cada defecto de un pelotero que no fue del mismo nivel que Babe Ruth (elegido, aunque no de manera unánime, en la selección inaugural) o Willie Mays (quien casi obtuvo el 95 por ciento de los casos cuatro décadas después). Desde ese punto, era suficiente para que un periodista pudiera argumentar que un pelotero no podía merecerse de manera alguna la unanimidad, debido a que, en algún aspecto, era peor que Ruth y Mays.

Esa idea siempre ha sido antipática: un poder de veto mezquino que una pequeña minoría de los votantes ha decidido ejercer; aunque también atenta contra uno de los temas principales que siempre ha rodeado al béisbol: Es un deporte que depende del fracaso. Fallas en siete de 10 ocasiones y llegarás al Salón de la Fama, o así dicen. Aunque en este caso, los porteros de Cooperstown han decidido que, de hecho, los fracasos eran causa de prohibición. Sin importar la calidad que demostraste, tenías que ser perfecto o de lo contrario, no mereces el reconocimiento que estos vetantes decidieron negarte.

Mariano Rivera no cuenta con los argumentos más impecables para hacerse merecedor de un puesto en el Salón de la Fama. Es sumamente firme, como es obvio; sin embargo, si un votante quería decir “no”, había objeciones que claramente se podían hacer:

Rivera era relevista, lo cual casi siempre es código para decir “abridor frustrado”. Rivera sumó una efectividad cercana a las 6 carreras limpias como pitcher abridor. Fueron apenas 10 aperturas y era todo un novato, cierto, pero se trataba de un novato “mayor” algo peculiar porque no había sido cotizado como gran prospecto del pitcheo como abridor. (De hecho, nunca formó parte de una lista de 100 mejores prospectos, por lo cual se podría decir que Rivera es el pelotero más grande en ser subestimado en la era de los rankings de prospectos). No hay nada malo con ser frustrado en algo: la mayoría de los bateadores fueron campocortos frustrados en algún momento; aunque ciertamente, de 500 votantes, uno o dos pudieron haber esgrimido este argumento en contra de Rivera, diciendo que los relevistas son meramente suplentes glorificados.

Rivera jugó en la era de los esteroides. ¡Muchos años en dicha época! Existen algunos votantes que han dicho que jamás marcarían en sus boletas nombres de peloteros que hicieron vida en las Mayores en dicha era, porque no pueden tener certeza alguna de quienes jugaron sin utilizar dichas sustancias prohibidas.

Su WAR fue realmente bajo para el típico miembro del Salón de la Fama. No es un argumento muy bueno, por muchas razones inherentes a la estrategia y gestión de recursos (y su WAR era absurdo para un relevista); sin embargo, su WAR fue menor al de Jim Edmonds, quien fuera eliminado de la boleta de votación tras apenas un año.

Fue el más grande pitcher en jamás actuar en la postemporada (su legado ha construido alrededor de esa idea); a pesar de ello, fue el responsable de uno de los blown saves más destructivos de la historia, tolerado a los Diamondbacks en 2001. Técnicamente hablando, concedió el tercer hit más importante de la historia del béisbol, de acuerdo con la métrica de probabilidades agregadas de ganar el campeonato. También es un argumento terrible, pero ciertamente han existido argumentos terribles con respecto a peloteros ya exaltados al Salón de la Fama esgrimidos con el fin de evitar que se sientan demasiado bien con respecto a ellos mismos.

No era Babe Ruth.

Tampoco era Willie Mays. Mays no fue exaltado de forma unánime.

Ciertamente, no fue el pelotero perfecto. A pesar de ello, su carrera sí fue perfecta, en su propia forma asombrosa, admirable y digna de contar a los nietos, al igual que fue la de Ken Griffey Jr. y la de Randy Johnson, y la de Joe Morgan, y la de Carl Hubbell. Finalmente, los votantes dijeron que esta forma de perfección (una clase de perfección imperfecta) basta para ellos y evitaron que se restringiera honor alguno a Rivera.

Lo segundo: Finalmente, hemos acabado (o al menos, nos encontramos en el proceso de acabar) las distinciones jerárquicas entre miembros del Salón de la Fama.

El gran historiador John Thorn me dijo en una ocasión, en una conversación que sostuvimos sobre el tema del WAR, que el objetivo del béisbol no es determinar si Dwight Evans o Harry Hooper era mejor. “El menor común denominador actual de los artículos estadísticos es la fijación de comparar al pelotero A con el pelotero B, lo cual, a mi criterio, no sólo es inútil, sino que ayuda a opacar el tema más importante inherente dentro del béisbol”.

Lo mismo ocurrió cuando este concepto de “miembro del Salón de la Fama elegido unánimemente” opacó la historia más importante dentro de Cooperstown. No existen empates perfectos en su naturaleza, por ello, algunos jugadores fueron claramente mejores que otros. Sin embargo, el objetivo de exaltar a un miembro del Salón de la Fama no es para nada informarle de manera inmediata que es peor que Babe Ruth. Es decirle que es mejor que casi todos los demás hombres que han intentado jugar a la pelota en Grandes Ligas.

En lo personal también soy culpable de utilizar términos como “círculo interno” y probablemente, todos establecemos diferencias entre exaltados en su primera boleta de votación y los elegidos en su décima oportunidad, o entre un pelotero elegido por los periodistas y otro exaltado por el comité de veteranos. Quizás estos sean pecados por nuestra propia culpa. Sin embargo, crear todo un umbral por encima de Babe Ruth (el cual no será reconocido jamás por jugador alguno que haya quedado “a poco” de igualar semejante carrera) es algo absurdo. Existen suficientes sitios en este mundo que clasifican cosas, por ello, no se necesita que Cooperstown haga algo similar. Cooperstown existe porque no hay suficientes lugares en el mundo que celebren la existencia de jugadores de béisbol de generaciones pasadas.

Y entonces, Mariano Rivera rompió ese umbral. Es el pelotero perfecto para hacerlo: Sin duda o ambigüedad alguna, es absolutamente merecedor del honor y nadie va a confundir a Mariano Rivera con el pelotero más grande de la historia del Béisbol de las Grandes Ligas. Nadie va a confundir este maravilloso logro con algo que puede ser obtenido por cualquiera. Hoy, estamos armando un alboroto porque Rivera fue el primer unánime; mañana, podemos quitarle a este logro la etiqueta de fetiche.

El Salón de la Fama se convirtió en un lugar mejor esta semana. Ahora, cuenta con otros cuatro increíbles peloteros, dueños de cuatro biografías fantásticas. Más que ello: ahora, su exaltación tiene mucho mejor sentido que antes.