LOS ÁNGELES -- Hay alarmas imposibles de desdeñar. Llegan por Twitter, por WhatsApp, por mensaje de texto. Llegan, siempre llegan. Ocurrió este miércoles. “¡Ahí está tu pecho frío!”, increpaba esta alerta.

Ese reclamo tiene casi 12 años de vigencia. A veces se queda calladito, agazapado, escondido. En 2009, a través de Raza Deportiva de ESPNDeportes le aposté una bandeja paisa a Óscar Restrepo, compañero de fórmula y decano del periodismo en Colombia. “Messi no va a ganar nada con la selección de Argentina, por pecho frío”, le espeté.

Desde entonces, los correligionarios de la secta mesiánica, se agolpan en mis buzones cuando el portentoso argentino inmortaliza sus fascinantes diabluras. La firma al calce de cada reclamo, es la misma: “¡Ahí está tu pecho frío!”. Desventuradamente, para ellos, para Messi, y para el futbol mismo, sigo ganando la apuesta y no creo que el pronóstico caduque en Catar 2022.

Pero este miércoles, la alerta tintineó. “¡Ahí está tu pecho frío!”. Había visto sólo el primer tiempo del Barcelona frente al Elche, antes de atender otras tareas. Los Ilicitanos y los culés habían tenido al menos tres oportunidades de escandalizar el marcador en esa primera mitad, que mantenía esa vocecita sepulcral del 0-0.

Pero, la persistencia de esa alarma perniciosa, me obligó a rescatar el segundo tiempo para entender el 3-0 del Barcelona, no totalmente justiciero, pero sí irrefutable. Cuando ronronea ese “¡Ahí está tu pecho frío!”, es necesaria la revisión en detalle.

Algo fue evidente. Messi ha vuelto a sonreír. Brevemente, pero lo ha hecho de nuevo. Quiere creer que no está solo. Que desde el abandono masivo de los colosos del talento (Xavi e Iniesta) y el músculo (Puyol y Mascherano), aún encuentra socios. Cierto, era el Elche, el sublimado Elche, dispuesto a faltarle al respeto a un equipo de leyenda con una leyenda en el equipo.

En los tres goles ante el Elche, aparecen los genes de lo intempestivo, de lo sobrenatural, de la capacidad enorme para inventar fantasías con la solidaridad obesa del balón. Lionel Messi transforma la inofensiva pelota en una partitura estética de malabarismos letales. Y la deposita en la red, o en el ardid perfecto para que otro compañero la firme.


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Por eso, insisto en esa sensación híbrida de placer y desesperanza en los aficionados argentinos. Han levantado tantas copas en la nación azulgrana, pero aún siguen sedientos de un cáliz, de ese cáliz que aguardan de quien hoy es el mejor futbolista del mundo, especialmente cuando el mejor jugador del mundo –que no es lo mismo-, Cristiano Ronaldo, ya levantó, entre algodones, una Copa Europea de Naciones.

El 1-0 al Elche es una vieja semblanza con otros protagonistas. Messi recibe en el último tercio. Salen tres a acosarle. Hay en ellos ese temor, esa cautela, por no ser el patiño de otra genialidad. Mientras ellos dudan, él devasta. Entrega a Braithwaite quien pisa y arrastra el balón a la llegada de Leo, y él, ganando milímetros en la barrida, supera al defensa.

Y otro más. De Jong irrumpe desde media cancha. Entre velocidad y amagues, pisa el área por izquierda. En el corazón de ella, aparece Messi. El pase es exacto. Leo confronta en el área, entre seis rivales: el arquero y cinco escoltas. Pespuntea con fineza, con finura, con precisión. Pespuntea en el área como costurera de Versace. Llega ante el cristo indeciso, rendido, vencido, de Édgar Badia y levanta el balón lo suficiente, lo necesario, lo letalmente preciso. 2-0.

Cierra la cuenta con comodidad. Barcelona ya se permite lujos, porque el Elche está más preocupado por dignificar el epitafio que por protagonizar la hazaña. De Jong, de nuevo, por el centro. Por derecha saluda a Messi. Dispone de tiempo y espacio. El balón flota con su mensaje facineroso. Encuentra la calva de Braithwaite, quien baja y cede al centro del área, donde asalta Jordi Alba con una tijera a ras del suelo. 3-0.

No se malinterprete. Este Barcelona no deslumbra. Sólo que Messi lo alumbra. Y él se vio cómodo. Sonrió, esa particularidad que había perdido desde el segundo semestre de 2020. Y se vio confortable. Y no se sintió solo. Y vio que todavía puede cosechar felicidad, en el que pensó que sería el páramo de todas sus tristezas.

Encontró socios para ponerle moño a cada anotación. No fueron goles con la resequedad roñosa de la estadística, fueron embelesados con esas delicadezas y exquisiteces de jugar al futbol con el preciosismo del talento.

Ojo: fue un episodio aislado. Para regocijarse con esos tres momentos. Pero el Barcelona, Messi y sus secuaces, no parecen capacitados ni para una hazaña en la vuelta ante el PSG en la Champions, y acaso, sólo, tal vez, para seguir peleando la Liga, a la espera de traspiés de los equipos de Madrid.

Lo generoso habrá sido eso. Messi no se sintió solo al querer hacer futbol. No se sintió tan abandonado. Y recuperó un momento de felicidad. Dejó de parecer hastiado, incómodo, inadaptado.

Pareció, por primera vez, desde el día infausto del tétrico burofax, que ya no necesita refugiarse en el pasado, para resistir el presente y para no atemorizarse del futuro. Pero, no sentirse solo, no significa que puede sentirse pleno. Eso nunca. Eso, ya, jamás.

Mientras tanto, seguirán llegando esas alertas cada vez más infrecuentes, cada vez más aisladas, pero igual hay que atenderlas, como desde 2009. “¡Ahí está tu pecho frío!”.

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Todo lo que se diga si este partido depende el futuro de Messi, está equivocado. Lionel tiene su futuro asegurado de por vida

Señoras y señores… Regresa la Champions League con los octavos de final, y uno de los partidos más atractivos será, indudablemente, entre el Barcelona y el París Saint Germain.

Dos equipos involucrados en rencillas por la famosa contratación de Neymar y el estilo de manejarse tanto del PSG como del Barcelona.

El París pertenece a un jeque de Catar que utiliza el presupuesto de la nación para mantener al equipo e intentar ganar la Champions League, para así convertirlo en un equipo grande, para ese objetivo, han hecho todos los esfuerzos posibles de reestructurar el plantel, porque la Liga de Francia es de risa para ellos.

Con sus reestructuras, consiguieron llegar a la final la pasada edición de la Champions, sin embargo, la perdieron ante el Bayern Múnich por un gol de Kingsley Coman.

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Getty ImagesMessi marcó un doblete en la goleada ante el Alavéz, previo al partido de Chmpions League.

Pero bueno… Para este partido hay que recordar que el Barcelona le ha afectado al PSG porque juega muy bien, ya sea porque cambia su estilo de juego o porque Messi se supera. Hoy no tienen a Luis Suárez, ahora goleador del Atlético de Madrid, pero está Lionel en muy buen nivel, Dembélé que ha recuperado su mejor forma, y tienen también a Antoine Griezmann, en fin, los blaugranas tienen un equipo atractivo para pelar en este encuentro.

No es fácil ganar en el campo del Barcelona, hay que recordar también aquella remontada del famoso 4-0 en París que acabó en un 6-1 a favor de los culés en el partido de vuelta que se jugó en el Camp Nou, así eliminaron al equipo de Unai Emery, hoy técnico del Villarreal.

Todo lo que se diga si este partido depende el futuro de Messi, está equivocado. Lionel tiene su futuro asegurado de por vida, en el Barcelona o fuera del Barcelona. Con lo que ha ganado futbolísticamente hablando y los resultados que ha dado en la cancha, es más que suficiente para asegurar el futuro de por vida.

Seguramente Messi saldrá mañana a dar un gran partido y el París Saint-Germain irá también irá a dar pelea, no jugará Neymar quiene está lastimado, lamentablemente, por el próximo mes, será una pena no verlo jugar en el equipo en donde demostró su valía, en el Barcelona cuando el equipo ganaba los tripletes y sumaba títulos.

Pero bueno, así son las cosas. Será un duelo atractivo con el Barcelona que ha mejorado mucho y con el París que es uno de los líderes de la Liga Francesa, siempre, porque ahí no hay competencia, esa solo la encuentra en la Champions League y mañana se topará con un rival que le va a complicar la vida.

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Lo que gana Messi se lo merece, se lo ha ganado en la cancha, lo ha sudado y ha ganado más de 24 títulos con el Barcelona.

Señoras y señores… Como se acercan las elecciones para la nueva junta directiva del Barcelona es indudable que la gente de Bartomeu que quedó rezagada empieza a filtrar noticias que lastiman a los jugadores y el club.

¿Con qué afán lo hacen? Con el afán de extorsionar la imagen de Lionel Messi y del Barcelona, porque finalmente fue Josep María Bartomeu quien firmó esos contratos, pero alguien lo hace con el fin de molestar al club catalán e insistir que ya no es un club importante, porque lo sigue siendo, y de lastimar a un jugador que lo ha dado todo por el equipo blaugrana.

Si el Barcelona le ha dado eso a Messi es porque Lionel le ha pagado al club catalán con 650 goles, ayer anotó uno formidable ante el Athletic de Bilbao, más de 225 asistencias y más de 750 partidos.

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Getty ImagesMessi ha ganado 511 millones en los últimos cuatro años

Esas cifras deberían indicar el por qué el Barcelona le paga por cuatro años, no por uno, una cantidad exagerada más un monto por una cláusula de fidelidad al club, FIDELIDAD, que es muy diferente a una cláusula de rescisión.

¿Qué es la fidelidad? Que por supuesto Messi no tiene que estar contando lo que gane a otro jugador para que le suban el sueldo, tiene que ser fiel al club hasta donde pueda. La cláusula de rescisión es otra cosa, esa es contractual, y el día que quiera irse del Barcelona, se puede ir. No hay más.

La filtración se dio en mal momento porque están cerca de ser las elecciones para nuevo presidente del club, cuando el Barcelona está lejos del primer lugar que tiene el Atlético de Madrid en LaLiga y además empatado a puntos con el Real Madrid, cuando Messi tiene unas cifras imponentes.

¿Qué gana mucho Messi? Sí, pero también hay jugadores de la NBA, NFL, boxeadores, Cristiano Ronaldo seguramente tienen un sueldo muy parecido.

¿Qué son unas cifras infladas en medio de una crisis económica? Puede ser, ¿qué representan una carga pesada para el Barcelona? También es un sueldo muy alto, por eso el club dejó ir a Luis Suárez, que tenía un salario menor, pero que también recargaba mucho en la nómina… Y bueno, el uruguayo a resultado un buen ariete para el Atlético de Madrid, así son las cosas en el futbol.

Lo que gana Messi se lo merece, se lo ha ganado en la cancha, lo ha sudado y ha ganado más de 24 títulos con el Barcelona.

Messi es Messi, y seguirá siendo Messi.

El que se espante con esa cantidad, que juegue como Messi.

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Barcelona, Lionel Messi

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Hay que hablar del Athletic de Bbilbao, un equipo duro, seco, vasco, que jugó muy bien y ganó su tercera Supercopa de España

Señoras y señores… Me parece que lo primero que hay que decir es que el Athletic de Bilbao fue un equipo bizarro, no solamente eliminó al Real Madrid, sino también derrotó en la final de la Supercopa de España al FC Barcelona, jugando de la misma forma, once guerreros vascos partiéndose el alma todo el partido.

Los jugadores del Bilbao nunca bajaron los brazos, ni ante el Real Madrid, ni con el Barcelona cuando estuvieron en dos ocasiones abajo en el marcador.

Faltaban dos minutos de juego y los catalanes iban ganando 2-1, con una falta absurda de Lenglet fuera del área, nadie se habla, nadie grita, ejecuta muy bien el Bilbao y remata Asier Villalibre para cerrar el empate a nada de terminar el juego.

Empezando el tiempo extra, Iñaki Williams, quien seguramente será llamado muy pronto a la Selección Española, hace un gol magistral. Una gran carrera, frena y ancla a los dos defensas que lo marcaban y mete la pelota al ángulo. Con esto, el Barcelona ya estaba derrotado, ya no se levantó.

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Getty ImagesMessi fue expulsado por primera vez con el Barcelona ante el Athletic de Bilbao

A pesar de que Antoine Griezmann había hecho dos goles muy buenos, el Barcelona no se pudo levantar.

La conexión Messi-Alba, estuvo constantemente cortada por el cuadro de Marcelino García Toral, DT del Bilbao, que demostró una dureza en su marcaje y una dureza lineal en toda la base del equipo vasco. Suficiente para derrotar al Barcelona y llevarse la tercera Supercopa de España al palmarés del equipo.

La expulsión de Messi fue producto de la frustración, no porque Lionel se quiera ir o se vaya del Barcelona.

Messi está frustrado porque ve que el Barcelona no tiene equipo, no logra levantarse, y se acerca la Champions League.. Además, las elecciones para presidente del club se pospusieron hasta el 24 de enero, por lo tanto, no llegarán nuevos refuerzos al equipo culé hasta la siguiente ventana de transferencias.

Esa es su frustración. primera vez que lo expulsan en más de 700 partidos en España, ¡primera vez! Había sido expulsado un par de veces con la Selección Argentina, pero nunca en España. Pero bueno… Messi, que en un partido de futbol de 20 o 25 faltas, cometió una por quererse quitar a un jugador del Bilbao con una cachetada y se tuvo que ir del partido.

Eso es todo, en lugar de pensar que Messi está viendo hacia París o algún otro equipo, hay que hablar del Athletic de Bilbao,. un equipo duro, seco, vasco, que jugó muy bien, un equipo que no está en champions y está tranquilo, además de que tiene un excelente entrenador, Marcelino García toral, que acaba de tomar hace tres o cuatro partidos.

Hay que recordar también que el Bilbao, junto al Barcelona. y el Real Madrid, son los únicos equipos que nunca han bajado a la segunda división de España desde que se formó la liga.

De ahí las características de este equipo vasco.

Honor a quien honor merece.

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LOS ÁNGELES - Barcelona apelará la expulsión de Lionel Messi. Que ni se moleste. El video demuestra que hay una agresión flagrante, inconfundible. Debe ser sancionado.

Ojo: no cabe ninguna de las tres agravantes. No hay premeditación, ni alevosía, ni ventaja por parte de Messi. Pero, la agresión existe, por definición misma. Y como tal, merecía la expulsión y merece la sanción.

No fue un manotazo a traición, queda claro. Fue un empujón a dos manos. Como para quitarse de encima un estorbo. Fue como una escena típica en una tienda estadounidense durante un Viernes Negro, peleando con otro fodongo o fodonga, por un par de calcetines blancos para el más insoportable de los cuñados.

Ni premeditación, ni alevosía, ni ventaja. ¿Cómo ventaja? Si a uno le apodan La Pulga y al otro El Búfalo. ¿Cómo ventaja? Si Villalibre dobla en todo a Messi. Lo dobla en peso, en estatura, y hasta en el número de la camiseta: uno es el “10” y el otro el “20”.

¿Premeditación? En la acción, Messi embestía como un búfalo enano de laboratorio, buscando seguir la jugada. No razona, ni organiza, ni fragua el empujón sobre Villalibre, sólo quería vía libre para continuar el ataque. No hagamos un lío en torno a Leo. Lo suyo no es un elevado I.Q. No es Goethe, Einstein, Da Vinci, Newton, Hawking, o este bloguero (¡ajá!). Lo suyo es la perfección del instinto, del impulso, de la intuición.

David Ramos/Getty Images

¿Alevosía? La Pulga sólo ve el balón. Hay más lealtad a la pelota, a la jugada, a la ansiedad por el empate; reacciona más por la salvación del Barcelona, que por hacer daño. No hay deslealtad ni traición, hay obsesión. Alevosía es perfidia. Lo de Lionel es desesperación. Un león batiéndose ante los épicos Leones de San Mamés, ante las fieras ajedrecistas de Marcelino García Toral.

Messi es tan inocente de los cargos, como culpable del hecho. Por eso, que caiga sobre él todo el peso de la ley… y de la ternura. Pero, que sobreviva, implacablemente, el peso del reglamento. La acción es el epítome de la impotencia. El epitafio del Barcelona ya ensangrentaba el marcador, y agregaba holanes de luto a la temporada azulgrana.

Tras el empellón, Messi no le dejó otra opción al árbitro Gil Manzano, quien no quiso hacer el gil (tonto), y buscó el manzano de la discordia en el VAR, para amparar la roja contra el argentino.

Barcelona apelará la roja. Acreditará todo eso: que no hubo dolo, que no hubo ni premeditación, ni alevosía ni ventaja, y que más que intentar dañar, solamente quiso desplazar vertiginosamente semejante obstáculo, ante su ansiedad por aparecer en zona de definición en el ataque catalán.

La comisión disciplinaria del futbol español es como la de cualquier otra parte del mundo: juzga con los colores y por los intereses. ¿Lo indultará o lo castigará? Dependerá del humor de los involucrados, entramados y entrampados por la pandémica encerrona en la que también ellos viven.

Messi es un afortunado. Esa poderosa intuición, ese instinto de supervivencia, ese olfato exquisito para detectar a los carniceros y sus guadañas, lo han mantenido a salvo de lesiones graves. Su instinto arácnido rebasa al personaje de Stan Lee.

A Maradona lo cercenó un taxidermista, Andoni Goikoetxea, y mire Usted del Athletic de Bilbao. Le dejó una morcilla donde había un tobillo. A Pelé lo enviaron a casa en los Mundiales de Chile y de Inglaterra. “Me dejaron la pierna tiesa, creí que no volvería a jugar”, revelaría O’Rei.

Cada uno de ellos tomaba venganza a su manera, hartos de que los terroristas de la cancha trataran de amputarles y sin anestesia.

En el Mundial España ’82, Italia lanzó sus mastines sobre Maradona. Ridiculizando su apellido, Gentile quería desgarrarle a Diego algo más que la camiseta, de la que conserva jirones como trofeo. Impunidad absoluta. Al siguiente juego, al todo o nada ante Brasil, frustrado, colérico, impotente, El Pelusa metió salvaje plancha a Batista y cargó con la roja. De cualquier manera, ya todo estaba perdido para los albiceleste ante la filarmónica brasileña.

Pelé tenía lo suyo. ¿Cabía la crueldad? Se recuerda el codazo y la fractura de nariz al argentino Mesiano en la Copa de las Naciones en 1964. “Mi mayor arrepentimiento”, explicaría después O’Rei a El Gráfico.

Sin embargo, su amigo, representante, y alguna vez compañero, Ney Blanco de Oliveira, revelaba la forma en que Pelé recurría a medidas extremas. Si lo golpeaba un mismo tipo varias veces, O’Rei le advertía. Había un segundo aviso, casi una amenaza. A la tercera, caería la guillotina. Pelé dejaba que se alargara el balón. Cuando el carnicero se lanzaba sobre el brasileño, éste dejaba caer con toda su colosal fuerza la plancha. Fractura de tibia y peroné. En la selva, la ley la imponía el rey, O’Rei.

“Nosotros le advertíamos al contrario, cuando sabíamos lo que podía ocurrir. Le decíamos ‘no lo golpees, no te le acerques, déjalo en paz’, pero algunos se sintieron muy machos, y pagaron las consecuencias”, recordaba Ney Blanco, ex jugador de Santos, de la selección de Brasil, y en México, de América, Toluca, y en especial de su amado Atlas.

Getty Images

Pero, Messi, con ese portento físico e intuitivo, no sólo olisquea a las bestias que lo quieren cazar, sino que incluso las desafía, las ceba, las azuza… y se burla de ellas. Ha sobrevivido venturosamente en un futbol en el que las perfecciones atléticas hacen más peligrosos los contactos.

Ha habido dos cazadores furtivos, despiadados, a los que siempre se les ha escapado Lionel: Sergio Ramos y Pepe. En especial al primero, con un repertorio que envidiaría el más depravado y desalmado peleador de UFC, y que en su más despiadada exhibición dejó a Mohamed Salah inhabilitado, física y mentalmente, para el Mundial de Rusia.

Messi, sin embargo, más allá de otros zafarranchos y moretones en los adversarios, más allá de insultos desaforados contra rivales o contra la tribuna madridista, no ha aprendido a vengarse, porque su instinto de conservación le ha permitido ser elusivo a los intentos de asesinato en su contra.

Por eso, insisto, en esta recreación casi cómica de La Pulga contra El Búfalo, no caben los agravantes, pero sí cabe la sanción que genere esta tarjeta roja contra el argentino, y estará totalmente merecida. Y por eso, insisto, que se le juzgue con todo el peso de la ley… y de la ternura.

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Tanto Cristiano como Messi están hechos para superar récords, porque los récords tarde o temprano van cayendo

Señoras y señores… Los récords se hicieron para superarlos.

Hay récords legendarios como el del austro-checo Josef Bican de hace 55 años como el mayor anotador en la historia, pero algún día tendrá que ser superado, y será Cristiano Ronaldo el primero que pase esa histórica marca.

Pelé estuvo cerca pero se quedó a un par de goles, Cristiano Ronaldo ya superó a Pelé y superará a Bican en un par de jornadas. Son goles totales, con clubes y con Selección Nacional, es global.

Cristiano Ronaldo es un jugador típicamente goleador que a sus 35 años se mantiene físicamente en perfecto estado,es lo que más ha cuidado el portugués, su estado físico, y eso le permite ser un competidor de élite. Seguramente vendrá a la baja con el tiempo, en un par de años, pero mientras intentará implantar récords por todos lados.

Es el máximo goleador de la Selección de Portugal con 102 dianas, máximo goleador del Real Madrid con 450 y ahora está haciendo tantos en la Liga Italiana.

Juventus, Cristiano Ronaldo
EFECristiano Ronaldo, ante Udinese, siguió marcando para acechar marcas de Pelé

Por su parte, Messi, quien ha sido el eterno rival de Cristiano Ronaldo, alcanzó 500 partidos portando la camiseta de un solo club. Esta también es una marca impresionante, no cualquiera, y menos en esta época globalizada del futbol donde los jugadores se cambian la camiseta cada año, un futbolista aguante y logre llegar a esa cifra de partidos con un solo equipo, y Messi la tiene.

No es el jugador con más partidos en el Barcelona, los es Xavi Hernández con 530 encuentros jugados con la camiseta blaugrana. Pero Messi también acaba de superar a Pelé como el jugador con más goles en un solo club, es decir, tanto Cristiano como Lionel están hechos para superar récords,porque los récords están para superarlos, y tarde o temprano van cayendo.

Pelé fue un fenómeno, Messi es un fenómeno y Cristiano Ronaldo también lo es. Algunos con más calidad, otros con más talento, otros con más potencia física, pero sn jugadores completos de los pies a la cabeza.

Pronto dejarán un vacío enorme estos jugadores en el futbol internacional, porque están en la etapa final de su vida futbolística. Cristiano tiene 35 años, Messi tiene 33. El Mundial de Qatar será el cierre de ambos y después seguramente jugarán en equipos de menor nivel como en la MLS para finalmente retirarse.

Han sido jugadores exquisitos y espectaculares. Mantuvieron durante más de 20 años el futbol de Europa en evolución, son un gran homenaje a los grandes jugadores.

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Real Madrid, justo ganador del Clásico ante un Barcelona sin creatividad

LOS ÁNGELES -- Zinedine Zidane entró al Clásico por la puerta del caos. Ronald Koeman sale del Clásico por la puerta con destino al caos. Barcelona 1-3 Real Madrid, aunque en la trinchera azulgrana le llamen “Real VARdrid”.

Koeman apostó por el cunero: Pedri y Fati, como acólitos de un sacristán oteando el retiro de la parroquia: Lionel Messi. Un doloroso bautizo de fuego para ambos con la catedral del Clásico en llamas. La audacia, la temeridad, tuvieron, sin embargo, un precio elevado.

Un partido a la altura, no de sus antecesores ni de sus antecedentes, sino de esa irregularidad manifiesta del presente de ambos equipos. Sin embargo, emotividad hubo, y la enmarcan un par de atajadas, especialmente la de Courtois a disparo de Messi.

Tras el bochorno ante el Cádiz y el Shakhtar, hubo orden en la Casa Blanca. Pero, mientras los párvulos del Barcelona son una apuesta, Zidane apagó la hoguera en leña verde a la que querían arrojarlo, con esa virtud que es la experiencia, en las tres anotaciones.

0-1, Piqué se le obsequia a Karim Benzema, quien como billarista anónimo, filtra el balón y coloca frente al gol a Valverde, quien le pega con la codicia habitual y una clase desconocida.

1-2, y revolotea esa relación incestuosa del Madrid con el VAR, que la vuelven más morbosa la teatralidad de Sergio Ramos y el bobalicón de Lenglet jalando la camiseta. Ramos cobra el balón titubeando, pero titubeó más Neto al ir por el balón.

1-3, luego de que Luka Modric se veía más nervioso en ese ritual fascinante antes de ponerse las espinilleras que al consumar el gol. Besa en los cuatro puntos cardinales las imágenes de su familia y de Jesucristo impresos en sus escudos de fibra de carbono, antes de ajustárselos y entrar a la cancha. Y el gol lo hace con la majestuosidad del Balón de Oro 2018. Recoge la pelota, tira la pared, acude al centro, amaga, recorta, y embelesa golpeando con la parte externa de su pie derecho.

Los viejos lobos del Real Madrid, rescataron a su entrenador en llamas. Ganar un Clásico, de visitante y con un marcador, aunque mentirosón, como el 1-3, devuelve la calma a un equipo que aún tardará en tomar su mejor forma.

Con el Barcelona es la apuesta tan necesaria como urgente. Metamorfosis precipitada. Queda la duda sobre si la reprimenda pública de Koeman, dejando en el aislamiento a Griezmann, no fue exagerada. La cuota ha sido elevada: perdió uno de los dos juegos que no debe perder en La Liga.

Sin embargo, osado y esperanzador, el entregarle las bayonetas a Pedri y a Fati, y cuando llegue el momento, este 1-3, será una delicia del anecdotario. A ellos se agrega Sergiño Dest, quien ratifica su solidez y su aporte.

El acercamiento de Coutinho y Pedri deberá prosperar, y no es fácil convertirse en la liebre del galgódromo, como lo hizo Ansu Fati, irrespetuoso con los años de Ramos y compañía. Messi, empeñoso, pero ya los regates cortos, y esas embestidas que derribaban murallas, se quedan en esa milésima de segundo tardía del último toque.

Donde le duele al Barcelona es en la palabra no cumplida por Koeman. Había descartado a Piqué y a Busquets, pero reculó. En este Clásico, ambos le firmaron la renuncia. Piqué llegó tarde e indeciso, entregado, a coberturas. Pero, también fue culpa de Busquets, porque Valverde se dedicó todo el partido a recomendarle las ventajas de buscar su futuro en la sección “asilo de ancianos” en el directorio telefónico.

Y claro, Koeman debe explicaciones. Dieciocho minutos después del penalti de Sergio Ramos, y el 1-2, decidió voltear a la banca. Hace cambios masivos ¡hasta el minuto 82!, buscando soluciones en quienes sólo han representado problemas: Griezmann, Dembelé y Trincao. Estertores sobre la plancha de autopsia. Y a un Jordi Alba que reclamaba silla de ruedas, lo releva con Braithwaite. A los cuatro los subió al patíbulo.

La victoria retoca las circunstancias de la víspera.

Así, Zidane vuelve a hacer de las suyas. Embalsamado como estaba por los dramas ante Cádiz y Shakhtar, saludaba, temporalmente tal vez, desde el pent-house de La Liga.

Koeman sufre por los consumados boquetes entre Piqué y Busquets, pero bajo la urgencia de que sus ungidos, Dest, Pedri y Fati, maduren antes de que los bajen del árbol.

Lo único intocable ha sido el VAR. Vive entre las sospechas en La Liga. Aunque, el jalón sobre Ramos tiene como prueba testimonial un metro y media de tela de magnífica calidad estirándose. Y en el impacto sobre Messi en el área, Casemiro miró y pespunteó perfectamente al balón antes que al jugador.

Ley de vida: todo cambia, para que todo permanezca igual.

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LOS ÁNGELES -- Lionel Messi regresó este lunes a la anatomía perfecta de su felicidad: la cancha. Sació su nostalgia con el perfecto bufón que es el balón.

Y este lunes se plegó a la rutina marcial del entrenamiento. Se vistió de soldado raso, porque la capitanía le abruma: ha preferido siempre ser el primero en desembarcar en las playas de Normandía en el Día D de cada fin de semana con el Barcelona (lo de Argentina es para otro consultorio).

Pero, sobre todo, este lunes, El Principito ha empezado a abandonar la rosa, su rosa. Dicen, sus cercanos, que Lionel Messi lee más libros en mandarín que en español. Es decir, cero. Pero, sin duda, encontraría la obra de Saint-Exupery tan fascinantemente, gemela a su historia de abandono a Cataluña.

“El tiempo que pasaste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”, escribe Saint-Exupery en el diálogo entre El Principito y el zorro. Pero, un día, tras encuentros y desencuentros, el personaje abandona la flor. De hecho, con el desamparo, la condena a marchitarse.

Y Messi ha claudicado. Ha llegado la hora de regar por última vez la rosa catalana. Una jornada de diez meses y un purgatorio cada siete días en la cancha. Después, vendrá el desamparo. Marchitarse o no, está en los genes y la grandeza del Barcelona.

Dicho está que esta ruptura se envenena de violencia sentimental en la que la víctima principal no participa: el Barcelona, como equipo, como club, como institución. Messi se envenenó de Bartomeu y Bartomeu se inoculó con el mismo Messi.


Escucha el Blog de Rafa

Y se equivoca Leo, porque su repudio ha sido distorsionado. Su conflicto es contra ese personaje reptiliano, cuyo apellido no menciona, y que estigmatiza desde su justificable y hosco encono como “el presidente que nunca me dio bola”.

Y Leo se equivoca, porque Josep María Bartomeu ni está por encima del Barcelona ni es todo el Barcelona. “El presidente que nunca me dio bola” es, apenas, una pústula cancerosa en los trastornos financieros, deportivos, organizativos y morales del club. Su Majestad se lió a golpes con su lacayo.

Ahí, Messi se confunde, y por ahuyentar el perro hizo temblar al castillo. Yerra, al ceñir sus desprecios en un tipo que engendra lo que no es el barcelonismo. Bartomeu se ha convertido en el perfecto traidor, es el Brutus, el Judas, el López de Santa-Anna de la historia reciente del Barcelona.

Y así, el argentino perdió dos batallas. Sólo él puede explicar si fue por no saber pelearlas o por no querer pelearlas, y no me refiero al conflicto legal sobre la cláusula de separación en su contrato, sino al enfrentar a un rival hecho añicos por la opinión pública.

1.- Sin querer, al desertar, Messi engrandeció la ya contrahecha, empequeñecida y mermada imagen de Bartomeu, producto de líos fiscales, inversiones fallidas, investigaciones sobre desvío de recursos, fracasos deportivos y otras lindezas.

Era el momento de decir: “Él o yo”. Pero Messi le dio más importancia al tipo agazapado que al esplendor histórico de la institución.

2.- Su mensaje había sido embadurnado maliciosamente de mezquindad. Por querer herir solamente al paria de Barcelona, Leo se equivocó de estrategia y terminó hiriendo a los genuinos del Barcelona, en especial, a una afición que le arrulló, paciente y devotamente, durante 20 años, desde la cuna hasta el clímax.

Y en la manipulación de sus palabras e intenciones, por elegir el recato, permitió a Bartomeu germinar el recelo, la desconfianza, la preocupación, el sentimiento de abandono, de desdén, de relegamiento y ninguneo entre el cuerpo técnico, la afición, jugadores y uno que otro directivo, que los hay, de buenas intenciones.

Afortunadamente para el club y sus seguidores, y para sus advenedizas lacras, y ¿desafortunadamente? para Leo, estos diez meses, este purgatorio semanal, obligan a Messi a ser el mejor Messi de la historia. A ser Leónidas sin sus 300 espartanos.

Porque el argentino seguramente querrá que lo recuerden tanto por su último año como por el primero. La lealtad es la obsesión más enaltecedora de la nobleza, del agradecimiento.

Sí, El Principito deberá cuidar su rosa antes de desampararla. Porque el tiempo que en estos diez meses le dedique la hará tan o más importante que durante los 20 (o 19 al menos) maravillosos años anteriores.

Y tal vez, al tiempo, si alguna vez alguien le roba una tarde de videoconsola a Messi jugando al FIFA 20, y le hace llegar una copia de El Principito de Saint-Exupery, encontrará este fragmento: “Debí haber juzgado mi rosa por sus actos (Barcelona) y no por sus palabras (Bartomeu). Me perfumaba y me iluminaba (…) Perfumaba mi planeta”.

Pero, hoy, es tiempo de que El Principito empiece a marchitar su rosa.

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La novela alcanzó tintes dramáticos y al final penosos por la falta de grandeza de ambas partes. Si algo no hay en el FC Barcelona es armonía.

La patética novela entre el Barcelona y Lionel Messi no ha terminado. Messi continúa porque no le ha quedado de otra, contra su propia voluntad, dejando al descubierto la falta de armonía que existe en ese polvorín llamado FC Barcelona. Aquí solo algunas de las consecuencias de lo que se vivió en las últimas tres semanas.

Messi abiertamente le declaró la guerra al presidente del club. Le dijo a Josep María Bartomeu, en claro castellano, que es un mentiroso. Le reprochó que no tuviera un proyecto definido y que tapaba huecos haciendo malabares.

Lionel Messi, Josep María Bartomeu
Getty ImagesMessi declaró abiertamente contra el presidente Josep María Bartomeu

¡Messi tiene toda la razón! Bartomeu lleva cinco directores deportivos durante su gestión y tres entrenadores distintos en un año, no hay proyecto; y dentro de esos poco productivos "malabares" podemos incluir los 385 millones de euros que se gastó en Coutinho, Griezmann y Dembelé.

Con esos "malabares" tendrá que convivir al menos una temporada más un Messi que de por sí parece no tener aprobación unánime en el vestidor del que es capitán. En los momentos más tensos jamás escuché o leí alguna declaración de Gerard Piqué (tipo muy vocal que suele expresarse sin que se lo pidan), tampoco de Sergi Busquets o de Jordi Alba. El que sí habló tras su partida del Barcelona al Sevilla fue Ivan Rakitic que dijo: “no sé si Arturo Vidal jugó más por ser amigo de Messi”.

Hablando de los amigos de Messi, se puede ir despidiendo de Luis Suárez y de Vidal.

Por cierto, Ronald Koeman, que ha sido actor de reparto en todo este desorden, apenas a su llegada el 19 de agosto dijo: "Solo quiero trabajar con gente que quiera estar aquí; si no quieren, y no les gusta, que vayan al club y digan que no están contentos". ¡Plop! Messi dijo abiertamente que quería irse. Tendría que estar loco Koeman para cerrarle la puerta a Messi, eso no va a ocurrir, pero al holandés le cae un primer boomerang también a su territorio.

Por si fuera poco, la manera tan sencilla en que quedó desactivada la bomba de su posible partida, demuestra el poco sustento que tenía el deseo de Messi desde el punto de vista legal. Bartomeu tenía todos los hilos en la parte contractual. Pocos equipos en el mundo podrían costear la operación Messi, ninguno de ellos estuvo dispuesto a hacerlo con un consecuente problema en tribunales en un año como este. Da la impresión de que se tiró al vacío sin red de protección. Frágil, muy frágil.

Jorge Valdano escribió este domingo en El País: “Solo hay algo peor que la marcha de Messi, y es que Messi se quede en estas condiciones”. Suscribo al 100%. La novela alcanzó tintes dramáticos y al final penosos por la falta de grandeza con que se manejaron ambas partes. Y lo peor es que no ha terminado. Si algo no hay en el FC Barcelona es armonía.

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LOS ÁNGELES -- Josep María Bartomeu y Jorge Messi tuvieron su primer round, ése, el de estudio, el de espionaje. Olvidaron, claro, a la principal réferi: la buena voluntad.

Hablan de 90 minutos de sondeo, de escarceo, de jabs inocentones. La duración de la cita, es un mal augurio. Si es breve es contundente: humo blanco, en este caso, humo azulgrana. Habrían firmado la paz, pero, es evidente, eligieron la guerra.

Al extenderse por 90 minutos, se revela que cada uno, Bartomeu y Messi, montaron su trinchera a 180 grados de distancia en el espectro de la intolerancia, de la tozudez.

Versiones abundan, pero coinciden en dos puntos pendularmente opuestos. Una granítica fortaleza ajada por el 8-2, la del Barcelona, que quiere retener a un jugador que desde el sismo del 8-2 se hartó de vivir en un páramo sin gloria, después de habituarse al paraíso que parecía inagotable, ése, el de los desfiles victoriosos.

Hablan de cordialidad en la charla. Ha sido, entonces, una confrontación más al estilo genuino del Arte de Fistiana, que caer en la atrabancada vulgaridad de la UFC. Esta barbarie, tal vez aparezca en el último asalto de esta larga contienda, cuando los colmillos desgarren a los finos modales de este miércoles.

El primer tête à tête, este primer mano a mano, significó una recolección de datos por ambos bandos, más allá de las posturas recalcitrantes de ambas partes.

Ojo: tanto Bartomeu como el Clan Messi, ya saben hasta dónde pueden proponer, hasta dónde pueden negociar, y hasta dónde, cuándo y cómo deben amenazar, porque este ritmo, esta atmósfera candorosamente tierna de San Valentín va a romperse estrepitosamente en alguna zacapela.

Después de escucharse mutua y generosamente este miércoles, Bartomeu y su escudero Josep Bordas llevarán su versión a sus inquietos y casi histéricos allegados, mientras el Clan Messi expondrá, al eje de todo el conflicto, a Lionel, lo que quiere el Barcelona y, por supuesto, entre Jorge y Rodrigo Messi, y el abogado Jorge Pecourt, tratarán de elucubrar dónde morder en la siguiente reunión, que algunos concitan para este jueves y otros para el viernes.

Sin embargo, el escenario ya lo conocemos. La decisión final sale de Jorge Messi y como referencia de ello, hay una declaración puntual hecha por él mismo a la revista alemana Kicker, en 2013, y que rescata el sitio The Athletic.

“(Leo) siempre ha seguido mis indicaciones como entrenador. Aún hoy (en 2013) se comporta de la misma manera. Él nunca me ha dicho ‘ya tengo 25 años, soy un adulto y el mejor jugador del mundo’. El otro día le mencioné algunos detalles después del juego contra el Real Madrid. Soy el mismo con él hoy como padre que cuando fui su entrenador en el Grandoli (el equipo que fue la cuna de Lionel)”, reveló.

Insoslayable la habilidad de Jorge Messi para jugar al pressing en terrenos contractuales.

1.- Cuando Newell’s Old Boys dudó sobre Lionel, tomó a su hijo y apareció en Barcelona.

2.- Cuando Barcelona dudó en firmarlo, filtró negociaciones con River Plate.

3.- Cuando el club culé dudó sobre su contrato de 150 mil dólares al año para un mocoso, Jorge Messi habló con Jorge Valdano para llevarlo al Real Madrid.

4.- Cuando, empezaron a negociar contratos millonarios y había reticencia entre los catalanes, abrió la puerta a la oferta del Inter de Milán.

5.- En 2013 y 2017, cuando las cifras y las cláusulas no cuadraban, Jorge Messi se sentó a negociar con Manchester City, y después lo dejó vestido y alborotado.

Sí, el padre de Lionel conoce todas las argucias, los atajos y los puntos neurálgicos para someter al Barcelona desde hace 20 años. El gato volverá a jugar con el ratoncito en turno en el salón oval del club blaugrana.

Bartomeu no lo sabe, o si lo sabe, no puede contrarrestarlo, porque está ante el más audaz y pícaro tahúr, al negociar las habilidades exuberantes de su hijo en la cancha. Antes que él, mejores negociantes cayeron en la ratonera. Y sí, nuevamente el queso oloroso es el Manchester City.

Como sea, el tiempo corre. Y lo hace a favor de Messi y en contra del equipo de futbol. Lionel y sus 33 años se meten a la cancha, y desencadenan la bestia ansiosa de cancha, ya sea con el Barcelona o con cualquiera otro, aunque, de ser la Liga Premier, sí va a necesitar, a pesar de sus precauciones incluso, perder al menos un par de kilos, según el obsesivo rigor de los preparadores físicos.

Y lo más curioso, es la forma en que han sido relegados a segundo plano, el equipo, el proyecto de Ronald Koeman, los planes para fortalecerlo, y el mismo protagonismo del resto de los jugadores. Hoy, todos ellos, que deberían ser los protagonistas, porque saldrán a la cancha ante el Elche, son simplones actores de reparto. Todos atienden al perro por su pedigrí, pero se olvidan de las pulgas.

Por lo pronto, móntese de paciencia. A esta telenovela del #MessiGate le sobran capítulos suficientes como para seguirse solazando el Día del Juicio Final, por la tardecita.

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