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La tapatía

GUADALAJARA -- Hace más de dos años que soñé con cubrir los Juegos Panamericanos de Guadalajara de 2011. No sólo porque en el continente es la competencia más importante después de unos juegos olímpicos, sino porque, además, Guadalajara es mi ciudad natal. Soy tapatía.

Así que finalmente fui designada y estoy en Guadalajara cubriendo los Panamericanos y funcionando como GPS provisional en nuestro coche rentado, aunque reconozco que hay muchas rutas que no he podido recordar. También vine con la intención de recorrer los lugares donde comía de más joven, para presumirles los verdaderos tacos al vapor (entre otras delicias) a mis compañeros chilangos que le levantan altares a las tortas de tamal, pero en dos días ha habido tanto trabajo que no hemos podido salir por la ciudad. Así que, por el momento, me he conformado con ser la envidia de mis hermanas y con recorrer con nostalgia el centro de prensa de los Panamericanos, ubicado en Expo Guadalajara, donde pasé muchos buenos momentos en las Ferias del Libro de cada primer semana de diciembre.

Mi ciudad sigue siendo bonita, con el acento cantadito de su gente, con aguaceros torrenciales un día y solecito la mañana siguiente. Con sus banquetas hechas ríos por las lluvias de tres días por un huracán que casi pospone la inauguración. Con sus mujeres tan guapas que mis compañeros están vueltos locos de la emoción. Con su catedral encendida por las noches, su Minerva a donde los chivafans celebran, su glorieta de Niños Héroes donde hace mucho que los rojinegros no pueden llegar a festejar. Pero ahora Guadalajara está repleta de letreros Panamericanos, de tráfico de locos, de quejas sobre las instalaciones que terminaron mal y tarde, de atletas y periodistas y de elementos de seguridad en retenes y más retenes hasta en las puertas de los hoteles.

Pero me encanta volver a Guadalajara aunque me gusten las tortas sólo "a medio ahogar", es decir, sin picante, aunque haya perdido un poco el acento entre tapatío (de la ciudad) alteño (de los Altos de Jalisco, donde viví más de 10 años) y chilango (del Distrito Federal, donde vivo ahora), aunque me hayan quitado la cafetería donde platicaba con mis amigas en el centro, aunque ya no recuerde las calles para ir de un lado a otro. Aunque no tenga tiempo de salir a comprar los muñecos de peluche de las mascotas de los juegos que me encargaron mis parientes.
Es una Guadalajara nueva y a la vez llena de recuerdos y de deporte. Pero lo mejor de todo es que es mi ciudad. Y la de los Panamericanos, claro.

Bienvenidos.