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De la torta ahogada al surrealismo

GUADALAJARA -- Es la misma historia, pero esta vez es diferente. México recibe nuevamente unos Juegos Panamericanos pero esta vez lleva la fiesta continental a otras latitudes, al estado cuna del Tequila y los mariachis.

Por tercera ocasión llega la justa continental a territorio azteca, con nuevos sabores, con nuevos colores, pero con la misma esperanza de triunfo, y de ofrecer la mejor justa pese a las críticas y el escepticismo de algunos.

Y si de sabores y aromas se habla Guadalajara ofrece platillos típicos que cualquier mexicano anhela encontrarse y que los visitantes de otros países descubren y en algunas ocasiones pagan el precio.

Cuando anuncias que estarás en Guadalajara la sugerencia obligada es: "come una torta ahogada". Pero es un platillo que amerita una explicación y un buen antiácido para superar el ardor estomacal después de atacar un pan relleno de carne de puerco frita pero.... el pero viene después cuando remojas ese pan en una salsa de chile de árbol, y se convierte en una bomba que un buen amigo de Guadalajara recurren a cubrir sus labios con sal para cauterizarlos y no sentir el ardor. Claro, después pagará las consecuencias.

Después de esa experiencia gastro-sadomasoquista quedan otras pendientes, como los "chilaquiles más picosos del mundo", pero esos los dejaré para "Man vs Food" y me quedaré con las tortas ahogadas... pero sin mojar en salsa, aunque esto me gane las molestas miradas de los locales.

Lo que sí es de agradecer es el interés de los gobiernos municipales, estatales, federales, continentales y todos los que haga falta mencionar por su interés en la seguridad.

Aunque como ocurre usualmente, mientras más seguridad, más fallas encuentras y aún sin proponerlo y sin querer pasarse de listo.

Ingresar a la Expo Guadalajara en donde se ubica toda la operación de los medios de comunicación lleva un proceso de pasar por detectores de metal, sacar de la bolsa hasta el último centavo, mostrar la acreditación, cotejar la foto.

Sin embargo y sin buscarlo comprobé que se puede pasar lo que sea sin problema, pues me dirigía a la salida cuando vi que un compañero venía cargando una enorme caja con libros, para aligerar su carga le dije que me la pasara por arriba de una barrera que está justo a la derecha de todos los policías. Me la entregó y me regresé hacia las oficinas, sin percatarme que justo a un lado de la policía había metido una enorme caja que podía contener cualquier cosa y nadie volteó a ver qué contenía.

Por la noche al regresar al hotel lo que menos esperas es una ardua revisión de la Policía Federal, que te pide vaciar nuevamente tus bolsillos, quitarte hasta las protesis metálicas, si las tuvieras, para que no suene el arco de metal.

La verdad... se agradece que exijan tanto y que se busque la seguridad en este país tan golpeado por la delincuencia organizada.

Sin embargo, lo surrealista es que puedes entregarles una back pack que pesa casi 10 kilos y la pasan por un lado del arco sin siquiera abrirla. Y todavía peor, que mientras a tí te semidesnudan, y te quitan hasta la acreditación de los Juegos porque suena el metal del portagafete, a un lado pase sin problemas una persona mal encarada con chamarra de piel hasta las rodillas y ni siquiera las buenas noches les dice a los cuatro policías federales que seguramente lo piensan invisible porque los únicos sospechosos somos los que estamos hospedados.