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La noche perfecta...

LAS VEGAS, Nevada -- La noche perfecta, la que ha soñando contra la almohada una y otra vez. La noche que jamás ha llegado, la que ha boxeado en imaginación, en ilusión, la que llega de vez en cuando, sin buscarla, sin aferrarse. La noche que buscan todos y que solo a uno cuantos elegidos les llega: la noche perfecta.

"Es lo que buscamos. Así es, no hay otra fórmula para salir vencedor. Hay que hacer una pelea perfecta", dice el entrenador de Juan Manuel Márquez Ignacio Beristain, por cuya esquina han pasado más de 20 campeones mundiales.

Márquez ha escuchado una y otra vez todas las recetas que existen para vencer a Manny Pacquiao. Al final sabe que todas son validas, pero que ninguna podrá convertirse en realidad si no se esmera y se concentra en que cada uno de sus movimientos sobre el cuadrilátero estén plenamente concientizados y analizados. Debe caminar el ring mejor que nunca, debe quitarse los golpes mejor que en noches anteriores, debe contraatacar, debe buscar el gancho, el jab, el upercaut, debe correr con inteligencia, cerrar los atajos del ring y ponerle corazón. Si lo hace, quizá tenga una oportunidad, quizá no tenga ninguna.

Ganarle a Pacquiao es una historia que debe escribirse con leras de sangre. Ganarle a Pacquiao es tanto como atentar contra la inercia misma del deporte. Ganarle a Pacquiao es tocar el cielo con los puños. Ganarle a Pacquiao es algo que pocos o nadie pueden presumir.

"No es imposible, pero al mismo tiempo es poco posible", sintetiza el cuatro veces campeón mundial Erik Morales, el único boxeador mexicano que logro vencer a Pacquiao. "Márquez debe hacer una pelea excelsa".

El boxeo es un deporte de tamaños. Para eso existen las divisiones, las diferencias en la pegada, en la velocidad radican una simple ley de la física: a mayor peso, mayor potencia, pero a mayor peso, también menos velocidad. Pacquiao ha vuelto a ser inteligente debajo del ring. Llevo el combate hasta las 144 libras, siguiendo con una regla clara de boxear con la velocidad que solo él puede establecer en esa clase de pesos. La única ocasión en que Márquez subió más allá de las 135 libras ofreció su peor exhibición ante Floyd Mayweather. El peso no supone ser la única ventaja que el filipino tendrá este sábado en el ring del MGM. También estará su gran explosividad, su poder de puños y el hecho de que un zurdo siempre es un boxeador más complicado.

Márquez necesita de una noche perfecta, esa noche que se pierde en el espejismo de la luces, de los grandes hoteles, las marquesinas, las fuentes iluminadas, en el sonido de las maquinas tragamonedas, de la ruleta, la barajas y los dados. La noche perfecta, la que sueña usted, la que sueño yo la que sueña un boxeador.