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Confesiones de un mentiroso crónico

Alex Rodriguez se pondrá a disposición de una sala llena de periodistas en algún momento en los próximos días, en lo que será la primera sesión de toma y daca con los medios de comunicación desde que se acordó su suspensión de un año.

Sin embargo, lo que realmente se dará allí y lo que se tomará no está claro. Después de acabarse, los periodistas pueden decir que hicieron las preguntas que ellos esperan hacer y Rodríguez será capaz de decir que respondió a las preguntas que se le hicieron. Este es un procedimiento operativo estándar cuando una figura pública regresa de la suspensión o un escándalo.

Pero muchas de las preguntas a Rodríguez llevarán poco o ningún significado, porque mucho de lo que dice --casi todo, de hecho-- no se cree. La razón es que todos estábamos aquí antes, en 2009, en su primer confesionario post escándalo.

En aquel entonces, existía la posibilidad de que sus disculpas llevaron algo de peso. Sus explicaciones sobre su uso de esteroides fueron recogidas aparte, sí, pero al menos se construyeron en la credibilidad que no habían sido aun plenamente despilfarradas.

Ahora, sin embargo, es difícil imaginar qué razón Rodríguez pudo reunir que proporcionaría algún contexto palpable para sus montañas de engaño desde aquella conferencia de 2009.

Tal vez él dirá que reinició el camino PED debido a la presión que sentía por hacerlo bien y justificar su sueldo, ya que su rendimiento comenzó a declinar. Tal vez buscaba una manera de lidiar con molestas lesiones.

Bueno, miles de otros jugadores de béisbol se sienten presionados por las altas expectativas, por sanar heridas o hacer frente a la rutina de la temporada y no rompen las reglas para hacerlo.

Tal vez su explicación para su combatividad en 2013 es que su estrategia de negar, negar, negar estaba enraizada en la ira por la investigación sin precedente de las Grandes Ligas por el caso Biogenesis y porque estaba siendo injustamente atacado por su prominencia.

Pero eso sería una excusa. ¿Se engaña? Sin lugar a dudas.

Quizás Rodríguez hablará, una vez más, de crecer sin un padre y cómo esa ausencia le dañó.

No hay duda de que es una circunstancia difícil, pero Rodríguez ha tenido tantas oportunidades diarias para reiniciar desde entonces, para hacer las cosas bien. Crecer sin una mamá o un papá no te destina a ser un mentiroso en la adultez como Rodríguez hizo a lo largo del verano de 2013.

Rodríguez podría tratar de decirnos cuán frenético fue en el verano de 2013 para protegerse, proteger a su familia de la verdad. Pero eso no sería suficiente para explicar por qué optó por utilizar el personal médico de los Yankees como pantalla o por qué culpar a otros en lugar de asumir la responsabilidad. El engaño es una cosa; dañar a los demás en la protección del engaño es algo muy diferente y separa a un Lance Armstrong de un Andy Pettitte.

Rodríguez intentará explicar cómo hizo muchas apariciones en nombre de la Fundación Taylor Hooton, creada por los padres de un joven que se suicidó después de meses de abuso de esteroides. Rodríguez habló a grupos de niños acerca de los peligros de la utilización de PED y al mismo tiempo reforzó su imagen a través de su asociación con una madre y un padre en duelo --pero al mismo tiempo, él estaba usando PED.

Las palabras de Rodríguez, cualesquiera que sean, están obligadas a parecer vacías porque las hemos escuchado antes de esta última ronda de hacer trampa. Aunque Rodríguez decidió dejar que su juego en el campo hablara por él en este momento, tampoco hay ninguna posibilidad real de ser rescatado de esta manera. Si juega bien en 2015, el año en que cumple 40 años, habrá muchas suposiciones de que él está engañando. ¿Y por qué no habría escepticismo, dado su historial?

Algunos de los ex compañeros de Rodríguez dicen en privado que fueron golpeados por dos elementos contradictorios de su personalidad. Por un lado, se preocupaba profundamente por la forma en que se percibe --demasiado profundamente, pensaron-- y, por otro lado, tenía un don para decir o hacer las cosas mal.

Tal vez ha llegado la hora de Rodríguez para dejar de preocuparse por la forma en que se ve y acabe de terminar la campaña. Se acabó; ha perdido en el tribunal de la opinión pública en un deslizamiento de tierra, y nada de lo que dice en una conferencia de prensa y nada de lo que hace en un campo de béisbol puede cambiar eso. En los próximos días, sus mejores posibilidades de éxito --para hacer lo correcto-- son lejos de los focos que ansía.