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A River se lo ve demasiado apurado

BUENOS AIRES -- Cuando los objetivos van quedando cortos no hay otra posibilidad que ampliar, obligatoriamente, los que se vienen.

Si en la pauta previa que efectúa todo cuerpo técnico figura como prioridad el ganar de local, ante una contingencia se deben recuperar esos puntos no cosechados en los enfrentamientos de visitante. Por supuesto que esto podrá ocurrir hasta que haya margen de maniobra, porque después, cuando las fechas avanzan, lograr triunfos se vuelven inexorables y llega un punto en el cual las segundas posibilidades se agotan.

A River le está comenzando a suceder algo así, porque al no haber podido vencer a Tigres en el estadio Monumental (y perdido en la altura de Oruro), ahora quedó sujeto a traerse una victoria de alguna de las dos excursiones que le quedan por el exterior, sea Perú, la primera en el calendario, o México, la segunda.

A la hora de los merecimientos sí hay que refrendar al idea que expuso Marcelo Gallardo después del partido, de que River se quedó demasiado corto en relación a lo que buscó, pero, a la vez, hay que tener claro que no se puede vivir de merecimientos y que estas competiciones con objetivos cortos y renovables demandan de una permanente efectividad. La cual no está teniendo. Y obliga a minimizar la cantidad de errores, algo que tampoco ha podido conseguir. Con un agravante: tanto en la altura de Oruro como en su casa, cada equivocación se tradujo en anotaciones rivales y por este motivo es que hoy está, calculadora en mano, sacando cuentas de cuántos puntos deberá sumar para poder atravesar la fase de grupos.

En lo futbolístico sí exhibió una mejoría. Principalmente en el segundo tiempo. Más allá de que el pésimo estado del campo de juego no les permitía ser demasiado finos, esa conjunción de intentar jugar y desear ir hacia delante, les posibilitó maniatar a un oponente que se salió de su libreto habitual de jugar abierto y que se cerró muy bien atrás (más aún cuando se puso en ventaja). Una faceta impensada pero que le reportó buenos dividendos a Tigres.

A River se lo ve demasiado apurado, ansioso. Desde el comienzo del partido y con el marcador cero a cero, se chocaba con su propio vértigo. El cual era innecesario, porque no le permite pensar ni ser claro. Lo obnubila. No hace más que restarle ideas.

¿Por qué juega así? Porque las obligaciones hoy caminan por encima de su autoestima. Ante la posibilidad de no poder, suple su inconsistencia con tesón, y la verdad es que hay momentos en los que es más saludable tener la cabeza despejada y correr menos.

Este River que en otro tiempo había encontrado la fórmula del fútbol vistoso y efectivo, hoy la perdió. Y se maneja por impulsos. Está claro que jugar bien no es lo mismo que correr mucho y entregarse. Tiene material para buscar por otros caminos, para transitar esos senderos estéticamente más agradables y, fundamentalmente, que llevan a epílogos más efectivos. Pero tendrá que bajar un cambio y darse cuenta de que sin tanto nervio también se puede.

Seguir los consejos de aquellos manuales que lo llevaron a recuperar el éxito hace muy poco tiempo atrás, durante todo el año pasado.