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León guía a Xolos a su propio infierno

LOS ÁNGELES -- Los Xoloitzcuintles, según la Mitología Azteca, guiaban a las almas de los muertos condenadas al infierno. Y eran sepultados con ellos.

Los Xolos, los futboleros, los de Tijuana, fueron sus propios lazarillos del caos, los pastores de su propia desgracia. 3-0 ante León en Guanajuato, donde la fertilidad de José Alfredo aseguraba que "la vida no vale nada".

Los Xolos de Miguel Herrera acompañaron a su propia alma a la fosa común de la Liguilla, donde abundan cadáveres de los líderes generales sacrificados por los octavos en la tabla.

Cierto el 3-0 puede no ser un epitafio aún. Ni un veredicto absoluto. Restan 90 minutos. La historia tiene aún 90 páginas en blanco. El futbol a veces invita a la perversa intriga de Hitchcock.

Pero, también es cierto, la versión de León terminó el primer capítulo babeando de ferocidad y voracidad. Está cebado con la sangre negra de Xolos y la sangre mágica de la gloria.

Y, también es cierto, la peor versión de Tijuana terminó siendo un cadáver danzante de su propia rumba de fatalismo. Superado física, futbolística y espiritualmente, el equipo de Miguel Herrera terminó con rictus de resignación.

Javier Torrente mantiene a la Fiera con rabia. Imbatido, despiadado, implacable. Recuperando la memoria de sus mejores tiempos con Gustavo Matosas, pero con la artesanía de su nuevo entrenador, León deleita, excepto, claro, a los once rivales que eventualmente son citados al sacrificio.

Con un trabajo colectivo de recuperación, con un sentimiento gregario de lucha, con un Elías Hernández consistente en ser el jugador que marca los ritmos y la profundidad del equipo, el León es una sociedad para el crimen.

Por Xolos, el pecado ocurre en su línea defensiva. Tiene ese olor acre de la traición. Futbolistas petrificados, de miedo o de azoro, pero además, con espíritus inertes ante el vendaval. Su quietud muscular y mental hizo parecer más un vendaval a los leoneses.

Las cuentas no cuadran. Son obscenas. Convertido en uno de los dos mejores equipos en defensa del torneo, de repente, Xolos recibe casi una cuarta parte de los 13 goles que concedió en 17 jornadas.

Tijuana, y eso debe sorprender, encolerizar y preocupar a Miguel Herrera, tuvo ayer estatuas de sal en su área. Será trabajo del Piojo discernir si fue pánico al desafío escénico o fue desafío al pánico escénico.

Por lo pronto, lo de Torrente (#MeSigueTapandoElHocicoElExChoferDeBielsa) y su camisa-túnica-hábito-cábala-amuleto sigue reportando números que rozan la perfección.

El argentino llega a la Liguilla con una productividad del 73 por ciento y en su primera presentación en la emboscada que representa este torneo corto, salva el primer escollo, aparentemente, y ante un veterano en esa jungla, como El Piojo.

Por supuesto: el 3-0 está escrito con la tinta trágica de la sentencia de muerte. Insisto, más aún, porque el León ha encontrado un camino de consistencia y de mejoría: cada partido se perfecciona como equipo. Y, por el contrario, Tijuana vivió el ocaso de su torneo, reflejo, sin duda, como suele ocurrir, de los riesgos entrampados y facinerosos del aburguesamiento de clasificarse con mucha anticipación.

Miguel Herrera deberá estremecer aún las conciencias timoratas de sus jugadores. Hasta hombres como Guido Rodríguez, uno de los puntales de Tijuana en el torneo, perdió los mano a mano y terminó desubicándose desde el primer gol.

¿Dayro Moreno? De nuevo el colombiano dejó en claro porqué su talento lo coloca tan cerca del futbol europeo, y porqué la modorra en su cabecita, lo tiene anclado en el futbol mexicano.

Por lo pronto, los Xolos obedecen el ceremonial, ese ritual fúnebre de su propia mitología: el camino del infierno, ya tiene el olor a incienso de sus propias huellas.