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Tigres no puede irse...

El béisbol fue finalmente alcanzado por un "tsunami" que amenaza con transformarlo de forma irreversible. La primera "víctima" ha sido uno de sus clubes de mayor tradición, arraigo y gloria. Una parte de la razón asiste cada uno de los dos bandos en conflicto: los llamados "tradicionalistas" que protegen el surgimiento y desarrollo del pelotero mexicano y los "pro-extranjeros" que parecen más avocados a los negocios, a los intereses y a lo que la Constitución mexicana dicta y protege. Lo único lamentable es que todo este escándalo termine costándole la existencia de un club tan legendario, querido y ganador como Tigres...

LOS ANGELES, CA.- El béisbol mexicano fue alcanzado, finalmente, por el mismo fenómeno que agobió y terminó apoderándose del futbol: la extranjerización de la Liga. La única diferencia es que la Liga Mexicana de Béisbol presenta ya, lamentablemente, una "víctima" visible y poderosa de los acontecimientos: El tradicional club Tigres.

Los cimientos del béisbol veraniego, en su momento la Liga más seria e importante con la que contaba la industria deportiva profesional mexicana, se han cimbrado. Tigres emitió anoche un boletín donde anunciaba su decisión de separarse de la Liga Mexicana. Se espera que en las siguientes horas haya una manifestación por parte de la asamblea.

El tema se ha radicalizado. Casi la mitad de los equipos que integran a la Liga Mexicana han logrado que no exista una reglamentación sobre los peloteros mexico-estadounidenses, a quienes la Constitución Mexicana asiste como mexicanos por nacimiento. Clubes tradicionales, fundadores de la Liga, como Tigres, Diablos Rojos del México y Sultanes de Monterrey han ondeado la bandera de que la Liga debe ser un desarrollador de talentos mexicanos y que las nuevas reglas, de ninguna manera, fomentan el surgimiento y el valor de los jugadores nativos.

La misma situación presionó al futbol mexicano en las últimas temporadas, con la diferencia de que el futbol no se surte en demasía de elementos mexico-estadounidenses -lo cual crea un vacío en la regla- pero equivale de alguna manera a los futbolistas naturalizados que se han incrementado de forma abrumadora en la Liga MX. Las leyes mexicanas no establecen "mexicanos de primera o de segunda categoría". Los mexicanos nacidos en México, los mexico-estadounidenses y los naturalizados son vistos y deben ser tratados de la misma forma ante la autoridad y ante una condición laboral.

La polémica está encendida en el béisbol mexicano. Está claro que ante las disposiciones de equipos como Tijuana, Puebla, Yucatán, Veracruz, Aguascalientes, Torreón y Monclova el pelotero mexicano tendrá cada vez menos oportunidad de nacer y de desarrollarse. Está claro, también, que si algunos clubes -los de la corriente tradicional- deciden jugar con sus propias políticas, estarán es una evidente desventaja deportiva que pronto les provocará carencias económicas. Y está claro que nadie está por encima de la ley y que si ley dice que todos los mexicanos somos iguales, así debe ocurrir en las reglamentaciones laborales de una Liga.

Ante ello, lo que queda es un consenso, una negociación que pueda conducirles a un equilibrio. A tratar de convencer a los clubes que apoyan la extranjerización que el daño al pelotero mexicano será profundo e irreversible y a crear conciencia, de algún modo, a los clubes de tradición de que los tiempos de globalización nos han alcanzado y que el mundo de hoy es diferente al que vivieron los fundadores y grandes forjadores de la Liga.

Lo único lamentable y penoso es que ya exista una "víctima" y que esa "víctima" sea un club de tanto arraigo, tradición y gloria como son los Tigres. No puedo imaginarme una Liga Mexicana sin la presencia de Tigres. Creo que todas las partes involucradas deben reconsiderar. Pido, respetuosamente, la atención del ingeniero Carlos Peralta, el propietario y presidente de los Tigres, a que haga un esfuerzo más por negociar y llegar a una conciliación. Don Carlos debe hacerlo: primero por el béisbol que tanto quiere, segundo por el apellido que representa (su padre, Don Alejo, gran e histórico forjador del béisbol mexicano, siempre lo está viendo desde el cielo) y tercero, por los cientos y miles de aficionados, generaciones enteras que han sido "tocados" y "trastocados" por una pasión llamada Tigres. Tigres no puede irse.

@Faitelson_ESPN