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Con victoria, Chivas se alista para el América

Mexsport

LOS ÁNGELES -- Atlas llegó demasiado tarde al Clásico. Chivas se fue demasiado temprano del Clásico. 2-1, Guadalajara se adueña del Estadio Jalisco, feudo de las torpezas que definen la ineptitud de César Ramos como árbitro.

De tan incomprensibles, dos etapas que se preñan de lo absurdo. Primero, un Guadalajara devastador en el manejo de 45 minutos, fascinantemente abrumador, mientras Atlas resistía con el estoicismo resignado y sumiso de un costal de boxeo.

Para el complemento, la alcurnia rojinegra debió estremecer a los timoratos rojinegros. Y Atlas tuvo capacidad de reacción. Cierto: Chivas apagó el turbo y se dedicó, equivocadamente, nuevamente, a creerse capaz de administrar su ventaja de 2-0.

Y claro, la estulticia maloliente del arbitraje mexicano, corrompiendo la cancha. Primero, César Ramos le regala un penalti al Guadalajara, que convierte Zaldívar pulcramente. Después, el nuevo emisario del desastre, hediondo a Decio, anula un gol legítimo a Pizarro.

Para colmo del Atlas, Ustari se unge con la vileza de un Judas. Regala de manera torpe el balón para el segundo, que firma Orbelín. Atlas, así, se iba al descanso, con los cirios iluminando la pestilente sentencia de muerte del marcador.

Más allá de que el Profe Cruz estudió para un examen equivocado, fue más grave la incapacidad para reaccionar sobre la marcha. Y Chivas deleitó: el manejo de pelota, de los espacios, de los relevos, de la profundidad, del atrevimiento, del desborde por sorpresa, terminaron por hacer ese 2-0 de la primera mitad, como un saldo mezquino, poquitero, para su dominio.

Pero, Matías Almeyda, reiterativo, se equivoca en los cambios. Saca a la Chofis López para que Michael Pérez se sume como tapón. El Profe Cruz se lo agradece. Había enviado a Barraza y a Clifford, y Guadalajara, desorientado empieza dramáticamente a reaccionar por impulsos, por rezongos, reparando.

Y cuando El Pelado ingresa a Pulido por un Brizuela de más eficientes recorridos, Atlas entonces asume el control, aunque, más con rabia, desesperación y esfuerzo, que con una idea genuina de ataque, especialmente al perder a Alustiza al medio tiempo.
Con la alquimia de los entrenadores, fallida, de nuevo, por Almeyda, y emergente, de nuevo, por el Profe Cruz, el encuentro pierde toda la vistosidad de la primera mitad, aunque aún bulle por la responsabilidad de ambos equipos.

Cuando a los 84 minutos aparecía Barragán con un cabezazo para el 2-1, parecía que el desenlace tendría ese saborcito del impredecible fatalismo que existe en el ADN del Atlas.

En su remate, Barragán le responde a su víctima Jair Pereyra, porque está lejos de la, incluso, devaluada, manoseada, selección mexicana. El rojinegro anticipa, supera, desplaza y somete de un cabezazo a Cota.

Pero, no habría sorpresa. Navarro, incluso, confirma que su mediocridad se mide por su temperamento, y en una acción absurda, se hace expulsar en tiempo de reposición.

Queda pues, este Clásico Tapatío en deuda. Más allá de las perversidades de César Ramos, es evidente que Atlas llegó demasiado tarde al Clásico, y Chivas se fue demasiado pronto del Clásico.

Por lo pronto, el Guadalajara despierta colgado con engrudo como tercero de la Tabla General, peor con una victoria, y un presunto aprendizaje, de cara a otro Clásico, el manufacturado, ante las Águilas del América.