LOS ÁNGELES -- No es definitivo. Porque en las cabecitas exquisitamente atolondradas de los futbolistas, nada es definitivo. Pero, ya pueden ir borrando a Uriel Antuna y a Alexis Vega de las listas de alerta del 911 y del reparto de protagonistas del Día de Muertos, futbolísticamente hablando, del próximo 2 de noviembre.
Al Alexis Vega que codiciaba José Saturnino Cardozo en Toluca, y al Uriel Antuna que llevó al Manchester City a reclutarlo, parece que finalmente se les evaporaron del cacumen, de las neuronas, los residuos del enajenante vodka, y parece (1) que quieren (2) tener intenciones (3) de finalmente (4) redimirse, y dedicarse a hacer lo que mejor saben: jugar futbol.
Nótense los cuatro números con sus respectivos paréntesis. Remarcan cuatro hipótesis, cuatro posibilidades, cuatro dudas, cuatro esperanzas, cuatro inconsistencias, cuatro retos. Por algunos de los 90 minutos que asomaron ante Necaxa, nadie debe meter las manos al fuego por ellos. Pero se han granjeado el beneficio de la duda.
¿Entenderán ahora Antuna y Vega la diferencia entre vivir en la delicia de la victoria y el protagonismo de las portadas, antes que en el delirio del ridículo y la fantochería de sus redes sociales?
Por ociosidad y morbo, en diferentes entrevistas, les he pedido a diferentes jugadores que me comparen, el sabor de un gol y una victoria, con el sabor del alcohol y caricias de alquiler. Todos, excepto uno -y tal vez el único sincero-, se han sublevado a favor del gol y de la victoria.
Ese único que salió diferente, me contestó: “¿Tú qué crees güey?”. Cuauhtémoc Blanco se dio la media vuelta, concluyó la entrevista, y le preguntó a su achichincle alcahuete en California, durante un amistoso del América: “¿Ya están las viejas en la camioneta?”. Ni cómo esperar más de este grandísimo futbolista, pero prófugo del ábaco, para quien siete más cuatro son diez.
Volvamos a Chivas, y disparemos la pregunta que debe estar revoloteándole a Usted por sus entendederas. ¿Y el Chicote Calderón para cuándo? ¿Y para cuándo La Chofis #LeLeleChuPanchita López, ausente por molestias similares a las de una buena resaca, una buena comilona o una maldita bacteria que no fue esterilizada por el alcohol? Tal vez el paciente misionero Víctor Manuel Vucetich pueda redimirlos.
Ganó Chivas. 2-1 a Necaxa. Raúl Gudiño fue solidario con Toño Rodríguez, es decir metió la pata en el gol de Rayos. Mellizos de la traición y del suicidio. Saque cuentas, sin los errores de los arqueros en este torneo, el Guadalajara sería líder de la clasificación general con 22 puntos.
¡Ah, pero recuerden que #ElPelagatos2.0, mejor conocido en los arrabales del futbol como José Luis Higuera, en sus extraños arrimones fariseos con Grupo Pachuca, les devolvió a Rodolfo Cota, hoy figura de León!
Goles de Uriel Antuna y de Alexis Vega. El 2-1 cayó cuando el árbitro tenía ya la ocarina próxima a la reseca trompita, y llenaba los bofes de aire para graznar el final del juego: a los 93 minutos con 59 segundos. ¿Error del arquero Fassi? Sin duda, pero Vega se atrevió y el balón retozó pegadito al poste, con más ímpetu que potencia.
¿Está listo Chivas para el Clásico Nacional? Deberá mejorar mucho. Especialmente siendo consistente. Hoy tiene un estratega de 90 minutos. Vucetich es un ajedrecista consumado. Si las cosas no funcionan es porque el futbolista no entiende o no sabe o no puede o no quiere.
Ojo: reformó su media cancha, relevó a pilares defensivos, alteró el parado y las funciones de sus jugadores, hizo cinco cambios, mejoró la posesión del balón, y se acordó de presionar por los extremos. Se tardó, es cierto, y reaccionó más por ese temor a que mal Rayo del Necaxa lo partiera.
Hubo momentos de incertidumbre. Al minuto 40, echan con roja directa al necaxista Juan Delgado, al intentar cercenarle un tobillo y la carrera profesional al Chicote Calderón, quien dejaría su bisoño oficio como bailarín de música norteña, porque la carrera de futbolista hace ya tiempo la abandonó. Pero Chivas no encendía.
Trabado el juego, permitía hurgar en otros detalles ajenos a la zona de la pelota. Por ejemplo, en tres ocasiones, Uriel Antuna repliega, recibe la pelota, la entrega y se queda parado, contemplando, en lugar de continuar la jugada, como posible receptor o como distractor. Lo mismo ocurrió con el Conejito Brizuela, quien incluso insiste en querer penetrar por el centro cuando en esa zona necesita genios para jugar a un solo toque profundo. Y de eso, sólo JJ Macías sabe.
Todo lo contrario de Alexis Vega. Había una consistente vocación ofensiva. Iba por más. Iba por todo. Marcaba una jugada y se asociaba con ella, cuando otros se libraban de la pelota y de la responsabilidad. Ese es trabajo de semana, mental y futbolístico. Tiempo, pues.
Por lo pronto, a Chivas le urge una contratación: un entrenador de arqueros. Toño Rodríguez llevó a su padrino (Óscar Ressano) a que lo trabajara directamente. Debe haber gente más capacitada. ¿Zully Ledesma? ¿Conejo Pérez?
Al final, con la agónica victoria, y 24 horas más de reposo, Chivas tiene una semana sin neblina y sin nubarrones por delante, para enfrentar al América en el Estadio Azteca. Y con esa ilusión alentadora de los que pasan de ser #ChillaHermanos a #ChivaHermanos, para ver a estos Alexis Vega y Uriel Antuna, cuando “parece (1) que quieren (2) tener intenciones (3) de finalmente (4) redimirse”.
Por lo pronto, sáquenlos de las listas de alerta del 911 y del reparto de protagonistas del Día de Muertos, porque dan visos de estar vivitos y... goleando.
LOS ÁNGELES -- Con un soberbio gol, Alexis Vega puso en ridículo a Oribe Peralta, a quienes lo contrataron y a la obtusa necedad de Tomás Boy por defender al ex americanista.
Al 62’, Alexis Vega se generó el perfil e hizo ebullición su hambre de gol. El obús fue una línea fantasmal de 30 metros, desde su botín hasta acurrucarse en la red. ¿Camilo Vargas? Sólo fue un ornamento cuando agregó el ballet chusco de su estirada inútil. Chivas 1-0 Atlas.
Sin merecer calzarle las pantuflas de la emotividad y el drama a otras versiones de esta Guerra Civil Tapatía, pero la batalla de este sábado por la noche, mantuvo la intensidad y pasó de la frigidez a la fiebre, incluyendo la expulsión de Segura al minuto 80.
Tratando de maquillar la evidente urgencia de puntos y la preocupación por no perder, el partido se demoró en la transición de la cautela al compromiso, con el Guadalajara y su dinámica imponiendo el manejo del balón.
Más allá de la caricaturesca versión de arbitraje que ofrece César R. Palazuelos, los momentos punzantes fueron de Chivas, a pesar de titubeos previos al gol por parte de Brizuela y del mismo Vega.
Ciertamente, cuando Chivas pretende jugar a velocidad, sufre porque Alan Pulido sigue siendo un impertinente transeúnte, vestido de futbolista. Y el equipo pierde ritmo y continuidad.
Parecía que Pulido había llegado a la cancha del Estadio Akron de alguno de esos brunch con marca registrada de Miguel Layún: lento, descastado, apático, indigno, pues, de una jornada épica como suelen ser los Clásicos Tapatíos.
Pero el gol de Alexis Vega, y en general su rendimiento destacable en la cancha, terminó por advertirle a Tomás Boy que debe empaquetar de inmediato a Oribe Peralta y debe enviarlo, sin devolución, a donde encaje mejor, al museo de Coapa o de Torreón.
La victoria le permite a Chivas agregarse a la segunda legión de aspirantes a Liguilla, y separarse ligeramente de la chusma que lloriquea en el sótano de la Tabla de Posiciones. Está aún, sin embargo, en esa línea crítica donde ha vivido este torneo: con las manos vacías.
A destacarse, el compromiso de los jugadores de Chivas, mucho más uniforme que el del Atlas, y que en esta ocasión, por necesidad, o porque al final ya entendió de que se trata, Tomás Boy fue haciendo los ajustes necesarios, según los momentos del partido, como no enloquecer, víctima del escenario, cuando Segura se marcha con la roja y deja con diez al Atlas.
Saldo favorable para Chivas, al final de esta victoria en la Guerra Civil Tapatía.
1.- Queda claro que su futuro depende del presente de Alexis Vega y no del copretérito que pasea en silla de ruedas a Oribe Peralta.
2.- El equipo se cuelga una sonrisa de orgullo, en un Clásico, a mitad del torneo, y al final da muestras que de mantenerse ese compromiso en la cancha, evadirá el descenso, más allá de ese seguro de vida llamado Veracruz.
3.- Y su técnico Tomás Boy ha encontrado su mejor equipo posible y el sentido común para determinar los cambios. Aún necesita atreverse a enviar a la banca a Alan Pulido, pero parece mucho pedir.
¿Atlas? A un equipo que ha visto corrompido su ADN de Clásico contra Chivas, le puede pasar esto… jugarlo descuidadamente como un partido cualquiera.
Tomás Boy tiene una frase recurrente: “A chillidos de marrano, oídos de carnicero”.
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