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Porque eso no se impone. Eso se gana.
Más allá de los propios Jeter o Trout, hay factores que influyen en esa imagen que nos deja el número dos de los Yankees que de momento conspiran en contra del jugador de los Angelinos. No es lo mismo jugar para los Yankees bajo los refulgentes reflectores de la Gran Manzana, que para el segundo equipo de Los Ángeles. Porque, gústele a quien le guste y pésele a quien le pese, el equipo de Los Ángeles son los Dodgers.Es algo así como los Mets, que son "el otro equipo" de Nueva York.
Además, desde su primera campaña completa, en 1996, cuando Jeter se llevó el premio de Novato del Año en la Liga Americana, mostró un liderazgo inusual para un chico de apenas 21 años y una capacidad para engrandecerse en los momentos más cruciales, entiéndase la postemporada, cuando los hombres se separan de los niños.
Jeter fue clave en los cinco títulos que los Yankees obtuvieron en los últimos 20 años y me atrevo a asegurar que sin él en las paradas cortas habría sido difícil, sino imposible, semejantes logros.
Sí, ya sé, él no lo hizo todo solo. Fue el esfuerzo conjunto de Bernie Williams, Jorge Posada, Andy Pettitte, Mariano Rivera, Orlando 'El Duue' Hernández, David Wells, Tino Martínez, Roger Clemens y Paul O'Neill, entre otros pilares de aquella dinastía.
Pero todos ellos tuvieron a Jeter como su Capitán, como el hombre al que todos miraban cuando la candela se ponía brava, del que todos esperaban la acción salvadora.El respeto que ha ido forjándose desde el principio el pelotero de Nueva York es algo que no se impone de un golpe, sino algo que se cultiva día a día.
No va a ser un decreto de Bud Selig el que coloque a Trout como relevo natural de uno de los más grandes peloteros de la historia, que nos deja una carrera con visos de leyenda.
Es muy probable que de seguir su carrera a este ritmo, Mike Trout termine junto a Jeter en el Salón de la Fama de Cooperstown, pero todo eso está por verse.
Todavía no sabemos cómo responderá el jugador de Los Ángeles ante la presión de unos playoffs, pues jamás ha visto un pitcheo en postemporadas. Lo lógico es que brille tal como lo hace día a día en campañas regulares, pero en el béisbol no existe lógica y si no, pregúntenle a Alex Rodríguez, en su momento considerado el mejor pelotero del mundo entre abril y septiembre, pero uno de los peores a partir de octubre.
El relevo de Jeter, en cuanto a imagen, a carisma, a respeto, saldrá en algún momento de manera natural, sin imposiciones, de la misma forma en que aquel flaquito con cara de niño se apareció un día y nos deslumbró desde el campocorto del Yankee Stadium.
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Juego de Estrellas 2014. Último Clásico de Verano para Derek Jeter, el 'Capitán', el 'Capitán Clutch', el casi seguro miembro del Salón de la Fama en Cooperstown dentro de cinco años. Sabíamos que recibiría un reconocimiento, muchos aplausos, fotos, palmadas, etc., etc. Pero la realidad superó por mucho la expectativa.
Poco importó el resultado del partido, que a la postre fue una victoria para la Liga Americana con marcador de 5-3 sobre su similar de la Liga Nacional, lo que le daría la oportunidad, de entrar los Yankees a la postemporada, de comenzar la Serie Mundial en casa (aunque como diría Enrique Rojas, eso está igual de difícil que esperar que Camerún llegase a la final de la recién concluída Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014.
Jeter fue el centro de atención desde el inicio. Desde el domingo en el Juego de Futuras Estrellas, pasando por el Festival de Jonrones del lunes hasta el partido de luminarias del martes, todos querían una foto con él, un choque de manos con él, una palmada con él, un choque de puños con él. El punto era llevarse un recuerdo para la posteridad con una leyenda viviente.
Muchos dirán que hubo mejores torpederos que él, con mayor alcance, con más bateo. Pero el instinto del juego de Jeter es casi sobrehumano. Y su apetito por brillar en los grandes escenarios así lo ha demostrado en sus 20 años de carrera.
Recordamos que desde sus inicios con los Yankees en 1995, dejó establecido su liderato, lo que le valió ser electo Novato del Año de la Liga Americana en 1996, y formó parte de esa dinastía Yankee que logró cuatro campeonatos en cinco años. Fuimos muchos los que quedamos prendados de ese equipo, por la forma tan fácil como hacían ver las cosas, en especial ese equipo del 1998, que fue casi imbatible, y en el que Jeter fue electo a su primer Juego de Estrellas, y terminó tercero en la votación del Más Valioso.
Un momento que selló mi fanatismo por él fue el 31 de octubre de 2001, cuando al filo de la medianoche, cuando por primera vez se jugaba un partido de Serie Mundial en noviembre, que conectó un dramático cuadrangular para darle la victoria a los Yankees sobre los Diamondbacks de Arizona, batazo que le ganó el mote del 'Sr Noviembre'.
Fuimos muchos los que celebramos con él cuando tras nueve años de espera, los Yankees volvieron a la cima del béisbol al destronar a los Filis de Filadelfia en el Clásico de Otoño, y ahí estaba, alzando sus brazos en el medio del cuadro interior, como lo había hecho otras cuatro veces, para celebrar un campeonato más de Nueva York, la franquicia más ganadora en todo el béisbol.
Y fuimos muchísimos más los que celebramos cuando, en otra muestra de su aptitud por los grandes escenarios, llegó a la cifra de los 3,000 hits, el primer Yankee de la historia en lograr dicha marca, el 9 de julio de 2011, de una forma que solo los grandes pueden hacerlo, con un cuadrangular que hizo estremecer los cimientos del nuevo Yankee Stadium.
Fuimos muchos los que casi lloramos al verlo tirado en el suelo, como un mortal más, cuando se lastimó el tobillo en la Serie de Campeonato de la Liga Americana del 2012 ante los Tigres de Detroit, lo que llevó a perderse esa postemporada, y gran parte de la campaña siguiente, lo que hizo que muchos pensáramos que iba camino al retiro.
Pero como solo los grandes pueden hacerlo, no se fue por la puerta trasera. Él se retiró del deporte, el deporte no lo retiró a él.
¿Quieren más pruebas de su grandeza? Basta con mencionarles sus números en postemporada: promedio de .308, 20 cuadrangulares, 61 remolcadas. Casi nada. Y ha llegado a 16 playoffs en sus 20 años, algo de lo que muy pocos pueden presumir.
Su despedida de los Juegos de Estrellas fue igual que su carrera, a lo grande. Fue presentado por los altoparlantes del estadio con la voz del fenecido Bob Sheppard, la misma grabación que todavía se usa en el Yankee Stadium. Fue el primer bate de la alineación de la Liga Americana, confeccionada por el mánager de su archirrival Medias Rojas de Boston John Farrell, y aprovechó bien la oportunidad. Se fue de 2-2, con dos dobles y anotó una carrera. Su promedio en Juegos de Estrellas quedó en .481, con 13 hits en 26 oportunidades al bate, lo que le coloca quinto en la historia en ese renglón.
Pero lo más emocionante fue cuando le tocó salir del encuentro. Al abrir la cuarta entrada, el cubano Alexei Ramírez esperó a que él se colocara en su posición de torpedero, para ir a reemplazarlo a la defensiva. Esto permitió que los 41,058 fanáticos que colmaron el Target Field se rindieran a sus pies, al ritmo de la canción 'New York, New York' de Frank Sinatra, con una sonora ovación que duró más de cinco minutos. Jeter saludó a cada uno de sus compañeros en el dugout, y tuvo que volver a salir a agradecer al público por las muestras de cariño. Parecía que estábamos en el Yankee Stadium y no en el Medioeste de la nación estadounidense. Así de grande es el respeto que se le tiene a Jeter en todo el béisbol.
Sin lugar a dudas, se va uno de los grandes del deporte. Como me decía un colega, y parafraseando las palabras del inmortal Lou Gherig: "Me siento afortunado de poder decir que pude ver toda la carrera de Derek Jeter en Grandes Ligas. No todos los días se puede decir que viste a un inmortal del deporte".
No quiero que llegue octubre. Digo, quiero y no quiero. Por una parte, me encanta el béisbol de postemporada. Es ahí donde se separan los hombres de los niños, y donde coronamos a un justo campeón luego de una larga y agotadora temporada. Pero por otro lado, siento tristeza de solo pensar que ya no veremos más al Número 2 en el uniforme a rayas. Que ya los 'Bleacher Creatures' del jardín derecho del Yankee Stadium no corearán más su nombre al comenzar los partidos, ni lo veremos a él devolver el saludo con su gorra. Por eso, que la temporada no se acabe nunca.
Claro, sé que mi deseo no se cumplirá. Pero me queda el consuelo de las memorias vividas.
Ya tengo algo que contarles a mis hijos y a mis nietos. Que vi debutar, desarrollarse, jugar, crecer y brillar a una verdadera estrella del diamante.
Soy fanático de Derek Jeter, ¿por qué negarlo?
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Ichiro: .319/.361/.414
Jeter tuvo más poder -- 178 jonrones contra 111 -- y se embasó con un poco de más frecuencia, pero Ichiro consiguió el doble de bases robadas, 472 to 240. Del 2001 al 2003, Jeter creó 1,252 carreras, de acuerdo con Baseball-Reference.com, o 6.0 por cada 27 outs. Durante esos años, Ichiro creó 1,357 carreras, o 5.9 por cada 27 outs. La ventaja de Jeter en ofensiva es menor. Sin embargo, la ventaja de Ichiro en defensive es bien amplia. Pienso que incluso el más ferviente fanático de los Yankees -- esos que quieren tomar las estadísticas defensivas y lanzarlas al fondo del Rio Hudson -- tendrían que admitir a regañadientes que Ichiro jugó un mejor jardín derecho que lo que Jeter jugó en el campocorto. Por supuesto, las estadísticas favorecen abrumadoramente a Ichiro: De nuevo, utilizando los números de Baseball-Reference, a Ichiro se le acreditan 106 carreras salvadas por encima del promedio desde los 27 a los 39 años comparado con menos-182 para Jeter. Ichiro está catalogado como el 18º fildeador más valioso desde 1901 en las edades de 27 a 39 años; Jeter está catalogado como el peor. Para ser justos, las dos mejores temporadas de Jeter por la vía del WAR llegaron en 1999 (8.0) y 1998 (7.5), cuando tenía 25 y 24 años, respectivamente. Las mejores temporadas de Ichiro fueron 2004 (9.1) y 2001 (7.7). Sin embargo, de nuevo debemos mencionar que Ichiro era una superestrella en Japón a los 20 años. El punto es, aun si no estamos de acuerdo con la exactitud de los números: Ichiro ha sido un tremendo jugador, igual de bueno en el terreno que lo que ha sido Jeter. Pienso que perdemos de vista eso ya que él ha ido en declive en años recientes (no batea .300 desde 2010), y aunque Jeter estuvo allá afuera virtualmente cada mes de octubre, Ichiro estuvo con muchos equipos malos en Seattle. Por supuesto, eso nos lleva a la diferencia más grande entre ambos: Jeter tiene cinco anillos de Serie Mundial (aunque solo uno desde que cumplió 27 años), mientras Ichiro no tiene ninguno; incluso ni siquiera ha jugado en una Serie Mundial. En última instancia, supongo que es poco práctico para muchos el aislar los números de Jeter del legado de Jeter, el hecho que él vistió el uniforme a rayas durante una gran dinastía de los Yankees. Él tuvo la buena suerte de haber sido seleccionado por los Yankees, y aunque muchos podrían argumentar que ellos no podrían haber ganado todos esos campeonatos sin Jeter, ¿acaso los habrían ganado sin Mariano Rivera or Bernie Williams o Andy Pettitte o Paul O'Neill o Jorge Posada o Orlando Hernández o David Cone? Un jugador no "gana" campeonatos. Lo que más me impresiona sobre Jeter, en especial al final de su carrera, es lo que escribió el otro día Joe Posnanski sobre Bruce Springsteen, al seguir haciendo conciertos a sus 64 años:
Él era un hombre comprometido. He escrito muchas veces sobre cómo me sorprende la dedicación de Bruce Springsteen en el momento. Noche tras noche tras noche tras noche, por cerca de 40 años, él toca la canción Born to Run, y la canta con el mismo fuego que cuando era joven. En ocasiones me pregunto: ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo puede ser que no se canse de cantar esa canción? ¿O cómo es posible que cambie en algo la forma de cantarla?¿Acaso eso no describe a Jeter? Para los fanáticos más jóvenes de los Yankees, él ha estado aquí desde que comenzaron a ver béisbol, siempre jugándolo de la misma forma que su primer día en las mayores. Quizás nunca podamos tener ese mismo sentimiento de parte de Ichiro, aunque si hubiesen estado en Seattle en 2001, en esa mágica temporada, sabrían la gran emoción que él le daba a los fanáticos juego tras juego. Yo me sospecho que si Ichiro hubiese jugado para mejores equipos, lo estaríamos viendo de otra manera ahora mismo. Por supuesto, Ichiro no ha anunciado su retiro. Quizás quiere llegar a los 3,000 hits en los Estados Unidos, pero con 2,755 en su historial y relegado a un rol de reservista, eso luce más improbable con cada día que pasa. Quizás no se retire con la misma fanfarria de Jeter, pero cuando lo haga yo lo voy a extrañar.
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El Capitán no ha sido ni la sombra del estelar jugador que dentro de cinco años estará entrando en el Salón de la Fama de Cooperstown.
Hasta el viernes, Jeter tenía un anémico promedio de .122, con sólo cinco hits en 41 turnos, un doblete como único extrabase y nueve ponches recibidos.
Es cierto que la pretemporada no debe tomarse a pie juntillas como medidor exacto de lo que veremos en la campaña, pero esas cifras no dejan de preocupar.
Uno que tuvo una primavera para el olvido y una vez que arrancó la temporada recuperó su magia fue el zurdo Clayton Kershaw, de los Dodgers de Los Angeles.
Kershaw trabajó 14.2 innings en cuatro aperturas de la Liga del Cactus y fue vapuleado con 15 carreras limpias, para una efectividad de 9.20 y récord de tres derrotas sin victoria.
Sin embargo, se subió a la lomita contra los Diamondbacks de Arizona en el juego que oficialmente dejó inaugurada la temporada 2014 por allá, en la lejana Australia, con el mismo ímpetu que le ha dado dos premios Cy Young de la Liga Nacional.
En 6.2 episodios oficiales permitió una limpia y cinco imparables, con siete ponches, para conseguir su primer triunfo del año.
Mucho esperan los Dodgers de Puig, quizás el pelotero más seguido por los medios el pasado año por su explosiva manera de jugar al béisbol.
Al igual que Derek Jeter, el cubano apenas ligó cinco imparables en 41 oportunidades (.122) y abanicó cinco veces.
Pero a diferencia de Kershaw, el inicio de la temporada fue una extensión de las miserias primaverales, al irse en blanco en cinco turnos, con tres ponches recibidos ante los pitchers de Arizona.
Céspedes ha recortado su swing en busca de mayor contacto, pero al parecer, los cambios recomendados por el cuerpo de entrenadores de Oakland han sido para mal.
En 46 turnos, el jugador mejor pagado de los Atléticos ha disparado seis hits (.130) y se ha tomado 11 chocolates.
Sus únicos extrabases son dos dobletes y dada su frecuencia de ponches, es obvio que el swing más corto no ha producido mejor contacto y además le ha restado fuerza al poderoso toletero, cuyos jonrones han desaparecido.
Choo, quien será el primer bate en la potente tanda de Texas, lleva de 46-7 (.152), con 11 abanicados y promedio de embasamiento de .231, mediocre en extremo para quien debe ser la punta de lanza en el ataque.
La esperanza de sus respectivos equipos es que las cosas cambien radicalmente cuando ya entren en acción todos los equipos a partir del 31 de marzo.
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Díaz, de 23 años, es finalmente elegible para ser contratado como agente libre, luego de que las Grandes Ligas lo castigaran por falsear su edad en julio pasado.
A diferencia de otros casos en que peloteros se quitan edad para tener posibilidades de mejores ofertas, el cubano se añadió un año más, para poder firmar como agente internacional sin restricciones.
De esa manera podría recibir una oferta ilimitada, algo imposible para menores de 23, cuyo tope es de 2.9 millones de dólares, según el más reciente convenio laboral entre las Grandes Ligas y de Sindicato de Peloteros.
Jugador del equipo Villa Clara en los torneos nacionales cubanos, Díaz ha despertado gran interés en al menos una decena de equipos y ya sostuvo una práctica privada ante los evaluadores de los Azulejos de Toronto.
Los Yankees de Nueva York, necesitados de un campocorto a futuro, también han mostrado intenciones en el cubano, quien este jueves estuvo en el George Steinbrenner Field de Tampa, sede de los entrenamientos primaverales del equipo.
Además, figuran entre los aspirantes a hacerse de sus servicios los Gigantes de San Francisco, los Marineros de Seattle y Filis de Filadelfia, este último abocado a un cambio de mando en la posición que aún pertenece al veterano Jimmy Rollins.
Incluso se menciona a los Bravos de Atlanta, aunque este conjunto acaba de amarrar al estelar Andrelton Simmons para las próximas siete campañas.
Sin embargo, según reportes de prensa, quienes estarían más avanzados en la cacería de Díaz serían los Cardenales de San Luis, que ya habrían esbozado una oferta concreta para llevárselo.
El villaclareño, con 6.1 pies de estatura y 185 libras de peso, es señalado como un defensor fino de su posición y un bateador de contacto, con poder ocasional.
Díaz se sumaría a la corriente cubana de campocortos que integran ya Alexei Ramírez (Medias Blancas de Chicago ), Yunel Escobar (Rays de Tampa Bay), Adeiny Hechavarria (Marlins de Miami), José Iglesias (Tigres de Detroit) y Erisbel Arruebarruena, quien según rumores sin confirmar, habría alcanzado un acuerdo con los Dodgers de Los Angeles por un tiempo y una cantidad sin definirse.
Además está Alexander Guerrero, también de los Dodgers, cuya posición original es el SS, pero que fue contratado para desempeñarse en segunda base.
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Abiertos los campos de entrenamiento, comienzan ahora las novelas de primavera, con muchos dimes y diretes extradeportivos, más allá de las luchas normales que se establecen por la titularidad en diferentes posiciones.
Según Long, nunca consiguió que Canó corriera fuerte hacia primera base cuando bateaba un roletazo por el cuadro.
¿A qué viene eso ahora? Sabido es que el dominicano tiene tendencia a la vagancia en determinadas situaciones, pero si Long no logró sacarle ese extra, no es este el momento de criticarlo.
Mal parado queda el coach con estas declaraciones, porque, en primer lugar, denota su incapacidad para imponer la disciplina a sus jugadores.
Ya no es momento de esas críticas. Si Canó no corre fuerte, ya le tocará al alto mando de los Marineros ponerlo en su lugar.
Además, Long simplemente está sangrando por la herida y muestra un resentimiento por la pérdida de un gran jugador, que puede haber tomado una decisión discutible, pero suya, a fin de cuentas.
Y hablando de resentimiento, el japonés, además de ser un gran pitcher, es un tipo envidioso.
Es cierto que de alguna manera, las faenas de Darvish, Hiroki Kuroda e Hisashi Iwakuma ayudaron a cimentar el camino de Tanaka hacia las Grandes Ligas.
Pero lo que convenció a la gerencia de Nueva York a abrir la billetera de par en par fueron sus impresionantes números de 24 victorias sin derrota y efectividad de 1.27 en la pasada campaña de la Liga Profesional Japonesa. Y en eso nada tuvieron que ver ni Darvish, ni Iwakuma, ni Kuroda.
Así que, Darvish-san, deje de estarle cuidando el dinero a los Yankees. Si hubiera sido él a quien contrataran por 155 millones, de seguro no estaría diciendo que era mucho dinero.
Dice Jeter que es hora de enfocarse en otros asuntos de su vida y ya me imagino a unas cuantas bellezas frotándose las manos porque al parecer, se acerca el momento de capturar al soltero más codiciado y resbaladizo de Nueva York.
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Derek Jeter, el Capitán América, la figura más emblemática de la franquicia más emblemática, ha anunciado su retiro para cuando concluya la temporada del 2014.
Se veía venir. Arrancará esta campaña con 39 años y cumplirá 40 cuando el calendario vaya a la mitad.
De hecho, muchos pensaban que debió retirarse en el 2013 y si no lo hizo, fue por una cuestión de mercadeo.
Jeter, el Yankee más Yankee desde Mickey Mantle, merece un tour de despedida similar al que recibió el panameño Mariano Rivera por todos los estadios de la Liga Americana y algunos de la Nacional.
No hubiera sido justo, ni para Mariano, ni para Jeter, colocarlos juntos en la serie de homenajes, pues la grandeza de ambos bien vale tributos separados.
Además, a todos los que conviene repetir con el Capitán lo ocurrido con Rivera y no me refiero sólo a los Yankees de Nueva York.
Ya me imagino la cantidad de dinero que recibirá el equipo por la venta de camisetas, gorras y cualquier tipo de artículos coleccionables alegóricos al legendario número 2, el cual, por cierto, pasará de inmediato a formar parte del pabellón del Monument Park.
Tal como ocurrió con la camisa número 42 de Mariano, la más vendida en el 2013, pasará con la de Jeter en el 2014. Pueden apostarlo.
Pero también la gira de despedida le conviene a los rivales, porque donde se presente Mr. Noviembre estará garantizado un lleno total para verlo por última vez.
Y es que estamos hablando de un jugador con una trayectoria intachable, lejos de escándalos, siempre con la respuesta políticamente correcta ante la prensa, entregado de lleno al béisbol y uno de los pocos cuyo nombre jamás se le relacionó con la peste de nuestros tiempos, los esteroides.
Sus cifras fueron estables, sin subidas sospechosamente extraordinarias, mientras que su físico tampoco sufrió cambios drásticos, como muchos que de una contextura delgada pasaron de la noche a la mañana a ser una suerte de Arnold Schwarzenegger con un bate en la mano.
Jeter es un pelotero de la vieja escuela, de los que todavía se preocupan por dejarle un legado ejemplar a la nueva generación, comprometido con una única franquicia, a pesar de que en ocasiones, la gerencia no lo trató con el respeto que se ganó.
Pero este muchacho sabía de toda la vida lo que significaba jugar para el equipo más grande del deporte estadounidense y así lo gritó siempre a los cuatro vientos.
No por gusto en el anuario de la escuela Central HS de Kalamazoo, en Michigan, aparece su foto con la leyenda "futuro campocorto de los Yankees de Nueva York". Visionario, premonitorio.
Encima de eso, ha sido un patriota y siempre fue el primero en montarse en el tren de los clásicos mundiales, cuando muchas otras figuras rechazaban de plano cualquier invitación.
Si no estuvo presente en el tercero, fue por la lesión, pero antes de que sucediera, ya le había anunciado al manager Joe Torre su compromiso para jugar en la selección de las barras y las estrellas.
Se va el Capitán América. Cooperstown lo espera en el 2020.
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