En la Americana: Medias Rojas de Boston (101-46) ya clasificó a postemporada y tiene el número mágico en seis para ganar su tercer título consecutivo de la División Este; Indios de Cleveland (82-64) posee la mayor ventaja de un líder divisional (15.0 juegos) y tiene el número mágico en 3 para ganar el centro, mientras que los Astros de Houston (92-54) están muy cerca de garantizar u n puesto comodín y dominan por 3.5 juegos el sector oeste.
Los Yankees de Nueva York (90-56) y Atléticos de Oakland (89-58) batallan ferozmente la ventaja de casa para el partido de comodines, pero no están en real peligro de quedarse fuera de la postemporada. Los Marineros de Seattle (80-66) están a 8.5 juegos del segundo Wild Card.
Milwaukee y San Luis ocupan las plazas de comodides del viejo circuito, pero Los Angeles, Arizona y Filadelfia están a uno, cuatro y seis juegos. Para poner las cosas más sabrosas, Dodgers y Cardenales juegan una serie de fin de semana, cuyos resultados impactarán las divisiones central y oeste y los comodines.
Con las diferentes modificaciones que ha sufrido el sistema de determinar el campeón de la temporada, la pelota estadounidense se ha visto en la necesidad de hacer variaciones a las reglas de resolver embotellamiento en la tabla de lugares a lo largo de sus más de 140 años de historia.
Al principio todo era muy básico. Entre 1876 y 1900, el equipo que más victorias acumulaba durante la temporada regular era declarado campeón de la Liga Nacional y del béisbol (recordando que las ocho series que se jugaron entre los campeones de la Liga Nacional y la Asociación Americana entre 1884 y 1892 fueron considerados eventos de exhibición).
No fue hasta la creación de la Serie Mundial en 1903, por un título máximo entre los campeones de la Nacional y la nueva Liga Americana (fundada en 1901), que nació oficialmente la postemporada de Grandes Ligas.
Hasta 1968, los dos mejores clubes de cada liga iban directo al clásico de otoño. En 1969 se crearon dos divisiones en cada liga y se agregaron las Series de Campeonato para decidir los dos finalistas. En 1994 emergió la figura del Wild Card (comodín) y se creó una tercera ronda en los playoffs, las Series Divisionales, y en 2012, cuando agregaron un segundo comodín, se estableció el formato actual de cuatro instancias.
Desde entonces, los dos mejores equipos de cada liga que no ganaron sus divisiones, juegan un partido de muerte súbita para determinar el rival del conjunto con el mejor récord de liga en las Series Divisionales. La inclusión del segundo comodín también obligó a que se cambiaran algunas reglas en el sistema de definir empates de temporada regular.
EMPATES DE DOS EN DIVISIÓN O COMODINES
Un partido extra de desempate se juegan cuando dos equipos queden empatados con el mismo récord en una de las tres divisiones o el segundo puesto comodín de la liga. Estos partidos se jugarán el día posterior a la finalización de la temporada, en la casa del club que obtuvo la ventaja de local, que se determina usando una serie de criterios que citaremos más adelante.
Desde la implementación de la figura del comodín en 1994 hasta el final de la temporada del 2011, se implementó una regla diferente. Dos equipos empatados para una división no jugaron un desempate si sus récords eran mejores que todos los ganadores fuera de su división en su liga. Básicamente, si dos estaban empatados en la división y como sea estaban clasificados a los playoffs, se usaban varias consideraciones cuál era campeón divisional y cual era comodín. Punto y bolita.
Sin embargo, con la adopción de un segundo puesto de comodín y un juego entre comodines desde el 2012, el ganador de la división con el mejor récord de la liga enfrentaría una posible eliminación en el primer día de la postemporada, lo que obligó a variar las reglas.
Con las nuevas reglas de desempate, si dos equipos quedan empatados en la división, tendrán que jugar un partido extra incluso si ambos equipos ya se han clasificado para la postemporada. El equipo que pierde el juego de desempate ahora calificará para un puesto de comodín solo si su récord de temporada regular se encuentra entre los dos mejores récords de la liga que no ganaron una división. Esto quiere decir que empatar en la divisió no garantiza nada, más allá del juego de desempate.
Si ese equipo está empatado en el segundo puesto de comodín, entonces se jugará un segundo juego de desempate. Si el empate es en el primer comodín, no es necesario un juego extra, sino que ambos avanzan y la ventaja de la casa se determina con los criterios de desempate establecidos. Tampoco se necesita un juego extra para definir el mejor récord de la liga entre dos ganadores de división que terminen con la misma foja.
Para determinar cuál equipo tendrá la ventaja de la casa en un partido extra, tanto para desempatar una división y el segundo comodín y la ventaja de la casa como mejor récord de la liga son:
El equipo con ventaja en la serie particular, el equipo con el mejor récord global en juegos intradivisionales, el equipo con el mejor récord global en juegos intraligas, el equipo con el mejor récord en los últimos 81 juegos de la temporada, ignorando los partidos interligas, el equipo con el mejor récord en los últimos 82 partidos de la temporada (siempre que el juego agregado no esté entre los equipos empatados), se extiende hacia atrás hasta que se rompe el empate (los juegos de interliga se omiten e ignoran en este proceso).
JUEGOS DE DESEMPATE
En la historia de Grandes Ligas, en 14 ocasiones se ha necesitado jugar un partido (10 ocurrencias) o una miniserie (cuatro ocurrencias) para resolver empates de de serie regular. El fenómeno se repitió cuatro veces entre el 2007 y el 2013, pero no fue necesario en las cuatro temporadas anteriores.
En 1946, Dodgers y Cardenales debieron chocar en una serie al mejor de tres juegos para decidir el campeón de la Liga Nacional. San Luis ganó en dos choques y avanzó a la Serie Mundial, donde venció a los Boston Red Sox.
En 1948, Cleveland derrotó a Boston en un juego extra para definir el monarca de la Liga Americana y siguió inspirado para vencer a los Bravos de Boston en el clásico de otoño. En 1951, cuando Dodgers y Gigantes de Nueva York empataron en la cima del viejo circuito, se juegó una serie de tres encuentros, que terminó con el famoso jonrón de tres carreras del 3B Bobby Thomson al derecho Ralph Branca en la novena entrada para dejar a los Dodgers en el terreno en el Polo Grounds de Manhattan.
El campeón de la Nacional también se decidió en mini series después de la serie regular en 1959 (Dodgers venció a Milwaukee) y 1962 (Gigantes superó otra vez a Dodgers).
Boston y Nueva York quedaron empatados en la División Este de la Americana con 99-63 en 1978 y se tuvo que jugar un partido extra, que ganaron los Yankees 5-4 en el Fenway Park. Dos años después, Houston y Dodgers empataron en el oeste de la Nacional con 92-70 y en el juego de muerte súbita, los Astros superaron a los Dodgers en Dodger Stadium. En 1995, los Marineros ganaron a Anaheim en un encuentro por desempatar el oeste de la Americana.
Hubo desempates por el puesto comodín en 1998 (Cachorros sobre Gigantes), 1999 (New York Mets sobre Cincinnati Reds), 2007 (Colorado sobre San Diego Padres) y 2013 (Tampa Bay Rays ganó a Texas Rangers), en tanto que la División Central de la Americana necesitó un día extra en 2008 (Medias Blancas de Chicago derrotó a Mellizos de Minnesota) y 2009 (Minnesota doblegó a Tigres de Detroit).
El bateador designado viola la regla número uno del béisbol
El párrafo anterior es lo primero que uno ve cuando abre el libro de reglas del béisbol. La regla número 1.01, un juego entre dos equipos de nueve jugadores cada uno.
Por tanto, el uso del bateador designado, adoptado por la Liga Americana, viola la primera regla del béisbol.
En otras palabras, sólo en la Liga Nacional se juega la pelota como fue concebida originalmente, aunque cada vez cobra más fuerza la idea de adoptar el bateador designado en el viejo circuito.
Es más, parece cuestión de tiempo para que esto pase, pues probablemente no exista otra liga o torneo en el mundo que se mantenga apegada a la originalidad del juego.
En el resto del planeta ya los lanzadores no batean y hay otro hombre que se encarga de consumir sus turnos en el plato.
Quienes defienden la idea del BD en la Nacional alegan, con razón, que es hora de pasar la página y ponerse a la par del resto del mundo.
Ello le ampliaría las posibilidades de conseguir trabajo a ciertos jugadores cuyas habilidades defensivas nunca fueron muchas o han mermado con el paso del tiempo, pero que mantienen intactas sus condiciones ofensivas.
Ya no escucharíamos más que Fulano o Mengano deben tratar de firmar con tal o más cual equipo de la Liga Americana, porque en la Nacional no tienen cabida.
El BD prolongó las carreras de muchos peloteros, incluidos el puertorriqueño Edgar Martínez y el dominicano David Ortiz, tal vez los dos mejores que hayan pasado por las Grandes Ligas en esa función.
Pero los más tradicionalistas defienden las cosas tal cual están ahora, como el último bastión del béisbol más puro, en medio de un asedio implacable de los cambios en el juego.
El hecho de que el lanzador ocupe un turno (usualmente el noveno) dentro de una alineación favorece a los propios pitchers cuando están en la lomita, pues enfrentar a un colega en la inmensa mayoría de los casos representa un respiro que muchas veces los ayuda a salir de aprietos.
Por ejemplo, un equipo está amenazando a la ofensiva, con corredores en bases, cuando le corresponde batear al lanzador.
Entra entonces el manager en una disyuntiva, en dependencia de la situación del partido.
¿Dejar batear al serpentinero o enviar un emergente por él?¿Qué tal si estamos apenas en los comienzos del partido, digamos un segundo o tercer inning?¿Qué tal si el pitcher que viene a batear está lanzando magistralmente, el marcador está cerrado y el equipo no cuenta con relevistas confiables?
En la Liga Nacional se juega un béisbol más táctico, con una serie de situaciones que no se ven en la Americana, como el doble cambio de jugadores, cuando un emergente sustituye al lanzador o el toque de sacrificio que muchos modernistas quienes abolir por considerarlo un out regalado, aunque muchas veces ponen a un corredor en posición anotadora y termina marcando la carrera del triunfo.
A no dudarlo, los managers de la Nacional están más obligados a pensar durante el partido, a apelar al llamado juego pequeño, más estratégico, y muchas veces vemos cómo los dirigentes de la Americana cometen serios errores en los choques interligas o en las propias Series Mundiales, cuando tienen que hacer esos cambios dobles en el line up, a lo que no están acostumbrados.
No le falta razón a quienes alegan que de momento, en los interligas sacan ventaja los equipos del viejo circuito, que refuerzan su ataque con un bateador designado cuando juegan en los terrenos de la Americana, mientras que estos últimos se debilitan ofensiva y tácticamente cuando van a los estadios de la Nacional.
Dejar las cosas como están ahora mismo complace a todos por igual, a los que les gusta el BD y a los que prefieren el béisbol en su estado natural.
Entonces, ¿por qué cambiarlo, si funcionan para todos los gustos? Lo que no está roto, no lo arregles, dice un refrán.
Pero si las Grandes Ligas terminan haciéndolo, como parece es la voluntad del comisionado Rob Manfred, entonces habrá que reescribir de una vez y para siempre la regla número uno del béisbol.
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Triple Corona y otros logros que podríamos ver en septiembre
Aunque los sabermétricos insistan en estos tiempos en restarle importancia, ganar la Triple Corona del bateo es una de las hazañas más difíciles de conseguir.
Y es que para ello es necesario combinar como nadie el bateo de contacto con el de fuerza y encima de eso, hacerlo con oportunidad.
Este año podríamos ver este fenómeno, que en más de 140 años de béisbol, solamente 14 hombres han conseguido, aunque dos de ellos, los inmortales Rogers Hornsby (1922 y 1925) y Ted Williams (1942 y 1947) lo hicieron dos veces.
El cubano J.D. Martínez podría repetir en el 2018 la hazaña que ya consiguió en el 2012 el venezolano Miguel Cabrera, único latino en la reducida lista.
Martínez, de los Medias Rojas de Boston, abre el mes de septiembre como líder absoluto en carreras impulsadas (114) y comparte la punta de los jonrones en la Liga Americana con Khris Davis, de los Atléticos de Oakland, ambos con 39.
Además, va segundo en average, con .333, a ocho puntos de su compañero de equipo Mookie Betts.
La tiene difícil, pues dada su función dentro de los Medias Rojas, a él se le pide bateo de poder, con swing grande, en detrimento del contacto, aunque el cubano ha demostrado ser la clase de bateador que puede hacer las dos cosas al mismo tiempo.
40-40
En los primeros 100 años de las Grandes Ligas, ningún jugador pudo robar 40 o más bases y al mismo tiempo batear 40 o más jonrones.
Hace 30 años, en 1988, el cubano José Canseco inauguraba el club 40-40, al que desde entonces se han incorporado otros tres miembros: Barry Bonds (1996), Alex Rodríguez (1998) y el dominicano Alfonso Soriano (2006).
El quisqueyano José Ramírez podría ser el nuevo integrante de ese selecto grupo, pues ya suma 37 palos de vuelta entera y 29 estafas.
Con tres grandes swings más completaría la parte de los cuadrangulares, pero necesita que el manager Terry Francona le dé luz verde en los senderos, para que pueda correr libremente en busca de los 11 robos que le faltan.
Podría ser, sobre todo, porque los Indios de Cleveland ya están 99 por ciento seguros en los playoffs y pueden darse el lujo de arriesgarse en intentos de robos de bases.
Pero aparte de la posibilidad de entrar al club 40-40, Ramítez podría conseguir una rareza que solamente ha sucedido tres veces: ser líder en robadas y bambinazos. La primera vez que eso pasó fue en 1903, cuando Jimmy Sheckard botó nueve pelotas y estafó 67 almohadas para liderar la Liga Nacional.
Seis años más tarde lo consiguió Ty Cobb en la Americana, con nueve vuelacercas y 76 hurtos.
Y Chuck Klein, en 1932, encabezó el viejo circuito con 38 pelotas sobre las cercas y 20 estafas.
50 jonrones
En el 2017, Giancarlo Stanton, entonces con los Marlins de Miami, y su ahora compañero de equipo en los Yankees de Nueva York Aaron Judge, despacharon 59 y 52 cuadrangulares, respectivamente.
A falta de un mes de concurso, Martínez y Davis van igualados con 39.
Está difícil llegar a medio centenar de vuelacercas, pero no es imposible.
El de los Medias Rojas ha disparado siete bambinazos en cada uno de los últimos tres meses (junio, julio y agosto), pero 11 no es una cifra inalcanzable, si se tiene en cuenta que en mayo despachó 13.
En el caso del toletero de Oakland, producción ha ido en incremento, con seis en abril, igual cantidad en mayo, siete en junio, nueve en julio y diez en agosto.
¿200 hits? No way, José
El 2013 fue el último año en que ningún bateador llegó a 200 imparables.
En aquella ocasión, Matt Carpenter, de los Cardenales de San Luis, y el dominicano Adrián Beltré, de los Rangers de Texas, fueron los líderes de la Nacional y la Americana, respectivamente, ambos con 199.
Una lesión sacó de acción al venezolano José Altuve por 21 partidos, lo que le impedirá extender a cinco su racha de temporadas seguidas con 200 o más cohetes.
Necesitaría 54 en los 27 juegos que le quedan a los Astros de Houston en septiembre, a dos por partido. Pero de Altuve se puede esperar cualquier cosa.
Ahora mismo, el máximo productor de hits en la campaña es J.D. Martínez, quien cerró agosto con 164.
Batear 36 inatrapables en lo que resta de calendario también se ve difícil, aunque más probable que la tarea que tiene Altuve por delante.
Efectividad por debajo de dos carreras
El zurdo Chris Sale, actualmente en la lista de lesionados, encabeza la Liga Americana en efectividad con un promedio de 1.97.
El derecho Jacob deGrom, en la Nacional, exhibe una minúscula efectividad de 1.68.
En los dos últimos años, ningún lanzador logró terminar con un promedio de limpias inferior a las 2.00, desde que Zack Greinke lo hiciera en el 2015 con los Dodgers de Los Ángeles (1.66).
El último pitcher con menos de dos limpias por cada nueve entradas en el joven circuito fue Pedro Martínez en el 2000, con Boston, cuando tuvo 1.74.
Ahora bien, ¿cuándo fue la última vez que los líderes en efectividad de ambas ligas estuvieron por debajo de 2.00?
Fue en 1972, cuando Steve Carlton encabezó la Nacional con 1.97 y el cubano Luis Tiant la Americana con 1.91.
Eso fue hace tanto tiempo, que Bartolo Colón no había nacido aún.
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El primero fue Bryan Price, de los Rojos de Cincinatti , despedido sorpresivamente apenas tres semanas después de iniciada la campaña, cuando el equipo exhibía récord de 3-15.
Y el 15 de julio, durante la pausa del Juego de las Estrellas, los Cardenales echaron a Mike Matheny en su séptima campaña al frente del equipo.
A falta de poco más de un mes para completar el calendario regular, lo más probable es que los equipos esperen hasta el final antes de tomar decisiones sobre sus dirigentes.
Hay varios de ellos en la cuerda floja, incluidos dos que recién se estrenaron en esas funciones este año, en lo que podría ser debut y despedida.
Dave Roberts
Si Los Dodgers de Los Angeles no logran clasificar a la postemporada, probablemente sea Roberts el primer manager despedido tan pronto terminen las acciones regulares el 30 de septiembre.
Como estratega es de lo peor que hay en la Mayores, con todo y el premio de Manager del Año de la Liga Nacional que recibió en el 2016.
Y no le echen la culpa a las lesiones, porque en una temporada tan extensa, todos los equipos pasan por eso.
Roberts es malo, muy malo, con uno de los mejores equipos posibles en sus manos, con el que no pudo ganar la Serie Mundial del 2017 debido en gran medida por sus errores de juicio.
Buck Showalter
Todo indica que después de nueve años, el camino de Showalter al frente de los Orioles de Baltimore se acabará con el último out de la campaña regular.
Tenía en las manos un equipo con posibilidades de plantar batalla en la competitiva división Este de la Liga Americana, con todo y el favoritismo de los Medias Rojas de Boston y los Yankees.
Pero los Orioles son hoy el peor conjunto de todo el béisbol, con una proyección para terminar con 115 derrotas.
Después de 20 campañas al frente de los Yankees, los Diamondbacks de Arizona , los Rangers de Texas y Baltimore, ni siquiera llegó a una Serie Mundial.
Mike Scioscia
Con un título de Serie Mundial en el 2002, Mike Scioscia lleva 19 temporadas al frente de Angelinos de Los Angeles, toda una rareza en estos tiempos de poca paciencia de las gerencias.
Pero Scioscia parece haber agotado su largo ciclo, encaminándose a su tercera campaña negativa consecutiva.
Aunque el veterano estratega ha negado rumores de que vaya a renunciar después de esta temporada, cuando el río suena, piedras trae y para los Angelinos sería conveniente un cambio.
Ned Yost
No tenía mucho con qué competir Yost, tras perder de golpe a varias piezas claves del núcleo del equipo que fue a dos Series Mundiales seguidas en el 2014 y 2015, con trofeo incluido en la última de estas.
Pero la reconstrucción iniciada por los Reales de Kansas City podría requerir nueva dirección y según la prensa local, el equipo está mirando para el 2019 hacia Matheny, el despedido manager de los Cardenales.
Dave Martínez
"Ya no sé qué más hacer". Así lo reconoció el manager de los Nacionales de Washington el pasado 14 de agosto, en medio de una racha perdedora de su equipo.
Y con esa frase se puso él solo la soga al cuello.
Si un conjunto partió como superfavorito para arrasar en su división, ese fue el de Washington, que a duras penas coquetea con récord de .500.
Luego de años a la sombra de Joe Maddon, primero en los Tampa Bay y luego en los Cachorros de Chicago, Martínez recibió en el 2018 su primera oportunidad para dirigir...y no ha podido hacerlo peor.
Mickey Callaway
Otro debutante en el 2018, Callaway no ha podido sacarle jugo a los Mets, el equipo llamado a luchar con los Nacionales por la división Este de la Liga Nacional.
Tan mal lo han hecho los Mets, que en cierto momento llegaron a estar en el último lugar de su grupo, por debajo incluso de los Marlins de Miami , conjunto que acababa de sufrir una profunda reestructuración.
Don Mattingly
Los jóvenes Marlins necesitan un verdadero líder para llevar adelante el proceso de reconstrucción que planea Derek Jeter.
Ese líder no es Mattingly, cuya personalidad aparentemente indiferente y conformista exaspera a los reporteros que cubren día a día sus ruedas de prensa en el Marlins Park.
Ha tenido récord perdedor en cada una de las tres temporadas que lleva en Miami y sus constantes errores en el ABC del béisbol lo hacen blanco permanente de críticas de la fanaticada.
Su posible reemplazo sería un viejo conocido de Miami, Joe Girardi, quien ganó el premio de Manager del Año en el 2006, cuando debutó como director con los Marlins, a pesar de lo cual, el entonces dueño Jeffrey Loria lo despidió por diferencias con él.
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Jacob deGrom en el azul de los Dodgers ¿puede ser posible?
Insistentes reportes señalan que el derecho Jacob deGrom cambiará de equipo dentro de la propia ciudad de Nueva York.
Urgidos de pitcheo abridor, los Yankees aceptarían de buena gana a deGrom, quien automáticamente se convertiría en la pareja ideal del dominicano Luis Severino para tirar como una yunta de la carreta del emblemático equipo.
Con unos Mets sin rumbo y hundiéndose cada vez más en la tabla, toca una reconstrucción drástica que comenzaría por deshacerse de piezas caras, como el serpentinero que será nuevamente elegible para arbitraje salarial al final de esta campaña y cuyo sueldo debe dispararse mucho más allá de los 7.4 millones que ganará en el 2018.
Las proyecciones indican que su salario para el 2019 será de alrededor de 13 millones.
Pero la gerencia sabe muy bien cuánto vale este lanzador, capaz de hacer la diferencia en el equipo al que llegue y por eso pedirá la Ceca y la Meca a quien quiera hacerse de sus servicios.
Incluso, los Mets estarían dispuestos a canjear a Noah Syndergaard en el mismo paquete, a cambio de toneladas de talento.
¿A los Yankees? Sólo si los Mulos estuvieran dispuestos a ceder nada menos que al venezolano Gleyber Torres y al dominicano Miguel Andújar, más dos o tres de los muchos prospectos valiosos que tienen en las Menores.
Quizás Brian Cashman estaría dispuesto a ceder a Andújar, junto al zurdo Justus Sheffield, el jardinero haitiano Estevan Florial y el lanzador derecho quisqueyano Albert Abreu, pero ni soñar con Gleyber.
Más factible luce un canje con los Dodgers de Los Angeles, también abundantes de talento en sus granjas y con Clayton Kershaw, Rich Hill, Kenta Maeda, Hyun-Jin Ryu, Walker Buehler, el dominicano Dennis Santana y el mexicano Julio Urías en la lista de lesionados.
Los Dodgers cuentan con varios jugadores entre los 100 primeros prospectos de Baseball America, como el catcher venezolano Keibert Ruiz (24), el jardinero Alex Verdugo (36), el derecho Mitchell White (66) y el guardabosques cubano Yusniel Diaz (83).
Al menos tres de ellos, en un paquete que encabece Buehler, ya con breve experiencia en Grandes Ligas, podría ser lo que esté dispuesto a entregar el presidente de operaciones de béisbol Andrew Friedman para obtener a deGrom y eventualmente a Syndergaard también.
Sobre todo, en momentos en que el equipo, a pesar de su epidemia de lesiones, ha comenzado a jugar bien y ya están en segundo lugar de la división Oeste de la Liga Nacional, a juego y medio de los Diamondbacks de Arizona , luego de dos meses con el rumbo perdido en que incluso se llegó a cuestionar la continuidad del manager Dave Roberts.
Entonces, eso hace a muchos gerentes pensársela dos veces antes de ceder jóvenes talentosos que pueden representar un futuro brillante por muchos años.
Pero para los Dodgers, que ya estuvieron el año pasado en el clásico de octubre y no han levantado el trofeo desde 1988, vale la pena correr el riesgo.
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Quien parecía destinado a la grandeza en el béisbol es apenas un recuerdo borroso de aquel que deslumbró con su talento a los Mets de Nueva York, que lo escogieron en la séptima selección general de la primera ronda del draft del 2010.
Lesiones, pero sobre todo, su actitud, descarrilaron una carrera que prometía un mundo y ha quedado en nada.
Hasta que el equipo se cansó y lo colocó en el mercado, enviándolo a los Rojos de Cincinnati a cambio del receptor Devin Mesoraco.
Además de sacarse de encima a un elemento tóxico dentro del clubhouse, Nueva York adquiere a alguien que puede ayudarlo mucho en un departamento problemático.
En una misma semana, los Mets perdieron a su cátcher titular Travis d'Arnaud y a su reserva Kevin Plawecki.
Eso los llevó a apelar al venezolano José Lobatón y al inexperto puertorriqueño Tomás Nido, lo cual ha incidido negativamente en los resultados del equipo en las últimas dos semanas, cuando los Mets cayeron de la cima al tercer lugar de la División Este de la Liga Nacional.
No es que Mesoraco sea una superestrella de la receptoría, pero está más capacitado que Lobatón y Nido para conducir al cuerpo de serpentineros de ''el otro equipo de Nueva York''.
Aunque perdió la titularidad en los Rojos ante la competencia de Tucker Barnhart, ganador del Guante de Oro en el 2017, Mesoraco puede aportar mucho detrás del plato y además traer tranquilidad al manager debutante Mickey Callaway, que ya no tendrá que lidiar con las distracciones que provoca el indisciplinado Harvey.
Y quién sabe si alejado de las tentaciones de la Ciudad que Nunca Duerme, en la aburrida Cincinnati y sin la presión de un equipo contendiente, el talentoso lanzador --que es innegable que talento tiene-- encuentra una nueva vida para recuperar una carrera que parece irse por la cañería.
Aún está a tiempo y sólo depende de él.
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Había llegado el momento del adiós de los Mets a Matt Harvey
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El ex quarterback de la NFL está enfocado en sus planes de jugar béisbol al más alto nivel y el debutante manager de los Mets de Nueva York, Mickey Callaway, no ha descartado verlo algún día en el principal equipo de la organización.
Sin embargo, a pesar de todo el empeño que pone en cada práctica, Tebow no ha conseguido acallar a los críticos, que ven su presencia en el campo de entrenamientos primaverales en Port St. Lucie como una estrategia publicitaria en detrimento de otros prospectos con mejores aptitudes para el deporte de las bolas y los strikes.
''Si Tebow llega a Grandes Ligas será una señal de que el sistema está roto'', me dijo un colega que se rehúsa a creer en las habilidades beisboleras del antiguo jugador de futbol americano.
No, el sistema no está roto. No dudo que en un principio, la firma de Tebow con los Mets haya obedecido a una movida de publicidad.
¿Y por qué no? A fin de cuentas, esto es un negocio también como cualquier otro.
En su momento, los Medias Blancas de Chicago lo hicieron cuando Michael Jordan se cansó del baloncesto y quiso probar suerte en el beisbol.
Jordan jugó la temporada de 1994 en Doble A y consiguió atraer concurrencias jamás vistas anteriormente a los partidos de los Birmingham Barons.
Pero su calidad como pelotero dejó tanto que desear que un año después colgó los spikes y regresó a la NBA con los Chicago Bulls, para ganar otros tres títulos en el deporte que dominó como nadie.
El caso de Tebow es diferente.
Él no es el típico chico que le cae bien a todo el mundo y muchos lo rechazan por su fundamentalismo evangélico que raya con el fanatismo. Y quizás por ello tanta gente quiere verlo fracasar.
Tras firmar con los Mets en el 2016, jugó en la Arizona Fall League ese año y pasó el 2017 entre Clase A y Clase A Avanzada.
El que en el 2018 todavía esté invitado al campo de entrenamientos primaverales significa que algo tiene y va más allá de un simple truco propagandístico para captar asistentes a los parques.
De no tener la más mínima oportunidad de ascender en el entramado de las ligas menores hasta lograr su sueño de jugar en las Mayores, ya lo hubieran cortado después de tanto tiempo, cuando bajó el boom publicitario que en su momento trajo aparejada su contratación.
Si consigue el llamado de las Grandes Ligas será, sobre todo, por su esfuerzo incansable en cada sesión de entrenamiento, alimentado por su fe, aunque no todos la compartan.
¿Qué aprovechó la fama que le dejaron sus triunfos en el futbol americano colegial con los Gators de la Universidad de la Florida y su paso por la NFL para conseguir un contrato como beisbolista profesional?
Sin dudas. Pero como dice el refrán, ''al que Dios se lo dio, San Pedro se lo bendiga''.
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