Hace unas semanas, Lazarito Armenteros, el superprospecto cubano de 16 años, deshojaba margaritas antes de decidirse con qué equipo firmar un contrato cuyo bono se calculaba entre 17 y 30 millones de dólares.

Hoy, su futuro se ve lleno de oscuras nubes en medio de una trama que parece salida de la imaginación del más prolífero guionista de cine, que involucra tráfico humano, extorsión, secuestros y amenazas de muerte.

Lazarito, el muchacho que puso a salivear a cuanto cazatalento acudió a ver sus exhibiciones, estaba siendo representado por Charles Hairston, primo de los hermanos Scott y Jerry Hairston Jr, ambos ex jugadores de Grandes Ligas.

Hairston, cuya agencia Culture 39 negociaba el pacto de Armenteros con las Mayores, decidió cortar lazos con el jugador y poner pies en polvorosa de la República Dominicana tras recibir amenazas de muerte de la persona que está patrocinando la estancia del cubano en el país caribeño.

En otras palabras más directas, se trata de un buscón que a cambio de mantener a los cubanos durante su estancia en suelo dominicano, les dan mordidas salvajes de hasta el 30 por ciento en sus futuros contratos.

Según reportó primero el colega Jesse Sánchez, de MLB.com, el buscón y el agente entraron en discrepancias en cuanto al momento de firmar.

El ''patrocinador'' quería que la firma fuera de inmediato, para llevarse su tajada de una buena vez, mientras que el agente sugería hacerlo después del 2 de julio, cuando se inicia un nuevo período de contrataciones internacionales, lo cual hubiera posibilitado negociar un mejor acuerdo.

De acuerdo a lo que contó Hairston, el pelotero y su familia se encuentran de alguna manera secuestrados, pues el buscón les ha retenido sus documentos, sin los cuales no pueden viajar a ninguna parte.

Lo peor es que este no es un caso aislado. Es, simplemente, uno más en toda una larga cadena de peloteros cubanos que sin conocimiento se entregan en manos de delincuentes inescrupulosos, con tal de perseguir sus sueños de jugar en Grandes Ligas y escapar de una isla sin futuro.

Alexei Ramírez y Yoenis Céspedes, con carreras ya solidificadas en las Mayores, tuvieron en su momento que enfrentar demandas legales de estos ''patrocinadores'' que los extorsionaron en porcentajes abusivos.

O la truculenta trama de Yasiel Puig, con toques de horror por la simple mención del tenebroso cartel de Los Zetas, en México.

Algún día nos enteraremos quiénes pueden estar detrás de la extraña deserción de los hermanos Gourriel, cuando parecía inminente que serían los primeros en firmar directamente desde Cuba, amparados en un acuerdo con las Grandes Ligas.

Mientras este fenónemo sigue in crescendo, MLB mira hacia otro lado porque se beneficia de la llegada de una fuente inagotable de talento para su show.

Pero las cosas cada vez más parecen fuera de control y ya es hora de que las autoridades, dentro y fuera de Estados Unidos, tomen cartas en el asunto, antes de que la escalada de tráfico humano, extorsiones, chantajes y secuestros dejen valiosas vidas en el camino.

Entonces ya no habrá remedio y para algunos será demasiado tarde.

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Hace un año exactamente, el 17 de diciembre del 2014, Barack Obama y Raúl Castro sorprendían al mundo entero con la decisión de restablecer relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.

De inmediato, las Grandes Ligas se pusieron en estado de alerta, listas para iniciar por su parte un acercamiento para normalizar su acceso al inagotable caudal de peloteros cubanos, el mercado más cercano y más natural que tuvo históricamente el mejor béisbol del mundo.

MLB dio audaces pasos iniciales, que tuvieron escaso eco en los jerarcas de la pelota cubana y no fue hasta 363 días después, el pasado martes 15 de diciembre, que comenzó a despejarse el horizonte de la diplomacia beisbolera.

La delegación de las Mayores, encabezada por Joe Torre y el ex pelotero devenido jefe sindical Tony Clark, aterrizó en La Habana, con cuatro jugadores cubanos incluidos, hasta hace poco considerados desertores y traidores por las autoridades de la isla.

Aunque la prensa oficial cubana ha soslayado casi totalmente la presencia de José Abreu, Yasiel Puig, Alexei Ramirez y Brayan Peña, el hecho de que estén es una prueba inequívoca de que las negociaciones han tomado un segundo y definitivo impulso, a pesar de que las imágenes y entrevistas hayan sido reservadas solamente al venezolano Miguel Cabrera, el dominicano Nelson Cruz y los estadounidenses Clayton Kershaw y Jon Jay, los otros integrantes de la comitiva.

Cabrera, Kershaw, Jay y Cruz, e incluso los cuatro cubanos, son un complemento de efecto publicitario. Los pesos pesados del grupo son Torre, Clark, el miembro del Salón de la Fama Dave Windfield y Dan Halem, principal abogado de MLB.

Ellos son los que están configurando en las negociaciones con la parte cubana las futuras relaciones beisboleras, que podría, entre otras cosas, convertir a la isla en sede de uno o varios campamentos de entrenamientos primaverales de equipos de Grandes Ligas.

"Este sol tiene que darle en la primavera a los equipos de las Mayores", fueron palabras de Joe Torre al visitar el estadio Latinoamericano, en la capital cubana.

Por lo pronto, los Tampa Bay Rays apuntan a ser el primer equipo de Grandes Ligas que juegue en Cuba desde que lo hicieran los Baltimore Orioles en 1999.

Pero la posibilidad de establecer campos de entrenamiento en Cuba no parece tan lejana y, ¿quién sabe? si academias donde captar el talento joven cubano, como ocurre en la República Dominicana.

Las Grandes Ligas están necesitadas de un acuerdo con Cuba y la isla está urgida de un pacto con las Mayores.

El interés es mutuo y en ambos lados, priman los asuntos económicos, financieros, en fin, el billete contante y sonante.

Para MLB, una relación normal significa el acceso a una fuente de talento inmensa, a apenas 90 millas de distancia. La contratación de peloteros cubanos a edades más tempranas estaría sujeta a las reglas que rigen el mercado internacional, con límites en el monto de los convenios que ahora resultan mucho mayores y riesgosos en lo que a inversión se refiere.

Al mismo tiempo, los jugadores no tendrían que poner en peligro sus vidas en manos de traficantes de personas, como ha venido ocurriendo en los últimos años, o de extorsionadores que cobran comisiones exorbitantes de sus primeros contratos por haberlos sacado de la isla.

Para Cuba, sería la posibilidad de obtener de alguna manera una porción del dinero que ganarán sus peloteros en las Mayores, ya sea por un sistema de posteo al estilo japonés o con el gobierno como agente exclusivo de los jugadores.

Es difícil, casi imposible, que todos los puntos a tratarse se resuelvan en esta visita que concluye el viernes 18, por lo que serían necesarios otros contactos en fechas venideras.

Posiblemente sea imprescindible una negociación extradeportiva, a los máximos niveles políticos de ambos países para destrabar obstáculos legales que subsisten.

Pero finalmente comenzaron a moverse las cosas del otro lado del Estrecho de la Florida, a regañadientes, obligados por las circunstancias o como quieran llamarle a la reticencia mostrada por las autoridades beisboleras cubanas durante los primeros 363 días desde el anuncio de Obama y Castro.

Apenas estamos en el primer inning, pero como dijo Galileo Galilei, "sin embargo se mueve".

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Joe Torre, una de las voces más respetadas en el mundo del béisbol, encabeza una delegación de Grandes Ligas que el martes 15 de diciembre iniciará una visita histórica a Cuba.

Histórica por muchas razones y que podría marcar un punto de giro definitivo en las relaciones beisboleras entre Estados Unidos y Cuba.

Para nadie es un secreto que desde el pasado 17 de diciembre del 2014, cuando Barack Obama y Raúl Castro anunciaron la intención de restablecer relaciones diplomáticas después de más de medio siglo de enemistad, los directivos de MLB pusieron inmediatamente sus ojos sobre el mercado más cercano y natural que pueden tener las Mayores.

Pero como mismo no se reparan en meses vínculos rotos por 50 años, tampoco es fácil restaurar las relaciones beisboleras con sólo chasquear los dedos.

Torre va al frente del grupo que incluye al también miembro del Salón de la Fama Dave Winfield y a varios de los mejores jugadores de la actualidad, como el zurdo Clayton Kershaw, el dominicano Nelson Cruz y el venezolano Miguel Cabrera.

Es la primera embajada ligamayorista en la isla desde el viaje de los Orioles de Baltimore en 1999.

Pero más extraordinario aún es que en el grupo viajan cuatro peloteros cubanos que jugaron en la isla y que hasta ahora eran considerados por el gobierno como traidores: José Abreu, Alexei Ramírez, Brayan Peña y Yasiel Puig.

Más allá de que las autoridades cubanas pusieron como condición para dejarlos formar parte del grupo ciertas restricciones de movimientos dentro del país, el hecho de que hayan dado luz verde a su presencia es un paso de avance enorme, gigantesco, sobre las futuras relaciones beisboleras bilaterales.

Esa no es una decisión de los federativos cubanos. Eso viene desde el más alto nivel de la nomenclatura cubana, entiéndase Raúl Castro, pues en un país donde el poder está tan centralizado, nadie se atreve a autorizar algo que pueda tener semejante impacto.

Cuba estaría apostando entonces a la diplomacia beisbolera como punta de lanza para romper el ya resquebrajado, pero aún vigente embargo comercial.

El que peloteros residentes en la isla puedan venir a Estados Unidos a jugar béisbol y regresar tranquilamente a pasar el invierno en la isla puede representar un ingreso considerable para las arcas vacías del gobierno cubano.

La cuestión clave a negociarse entre las partes es cómo será ese proceso, en el que hasta ahora Cuba se ha manejado como agente único de los peloteros contratados en otras ligas extranjeras, apropiándose de una parte del contrato que supera el porcentaje establecido en las Grandes Ligas.

Sin embargo, no existe un criterio claro establecido sobre el que se han basado esas contrataciones en Japón, Canadá, México o Colombia y hasta ahora todo ha quedado en la decisión de los jerarcas del béisbol cubano, sin que los jugadores tengan poder de decisión.

La opción más lógica es el sistema de posteo, similar al que existe con Japón. Los equipos interesados en tal o más cual jugador deberán abonar una cifra determinada de dinero por los derechos a negociar con los peloteros, quienes posteriormente quedarían libres de contratar a un agente profesional que los guíe en las negociaciones contractuales.

Pero los japoneses tienen que cumplir determinada cantidad de años de servicios en su país antes de ser elegibles por las Mayores, algo que en teoría está establecido en Cuba para quienes van a jugar a otros países, pero que en la práctica ha sido violado una y otra vez.

Hay mucho que reconstruir y para ello es imprescindible primero derribar muros con golpes de buena voluntad, dejando de lado recelos y paranoias.

Pero toda construcción comienza por el primer ladrillo y ese será colocado esta misma semana con la histórica visita de la delegación que encabeza Joe Torre.

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Las posibilidades de que Alex Rodríguez vuelva a vestir el uniforme de los Yankees de Nueva York en el 2015 se alejaron aún más tras la contratación del antesalista Chase Headley por cuatro años y 52 millones de dólares.

Aunque el gerente general Brian Cashman ha dicho varias veces que el equipo cuenta con A-Rod para la próxima temporada, es evidente que se trata de una declaración políticamente correcta en relación con un jugador al que todavía se le deben más de 60 millones de salario.

Pero el propio Cashman ya había dejado entrever la pasada semana que las posibilidades de Rodríguez dependían de la forma que pudiera mostrar en el entrenamiento y adelantó la opción de usar al venezolano Martín Prado en la antesala, antes de concretarse la firma de Headley.

Pero seamos realistas. Alex Rodríguez no es un muchacho. Se trata de un veterano próximo a cumplir 40 años, que lleva una temporada fuera de acción y que hace mucho pasó el pico de su carrera, cuando era considerado el mejor pelotero del mundo.

Las probabilidades de que el jugador de ascendencia dominicana regrese en su mejor forma son ínfimas, por no decir nulas, así que para los Yankees es si acaso la tercera opción para defender la antesala, detrás de Headley y Prado.

A lo más que podría aspirar es a desempeñarse como bateador designado, pero para eso tiene precisamente que batear, algo que cada vez se le hace más difícil, por el indetenible paso del tiempo y las lesiones recurrentes.

En buena lid, lo mejor que podrían hacer los Yankees es pagarle el dinero que le deben y tratar de mandarlo a otro equipo o a su casa, pues su presencia, aunque sea sentado en el banco, creará un ambiente demasiado enrarecido, que en nada ayudaría a una franquicia en proceso de reconstrucción.

Imaginemos por un momento el circo mediático que se armará en febrero en el George Steinbrenner Field de Tampa, sede de los entrenamientos primaverales de los Yankees, cuando por esa misma fecha se inicie en Miami el juicio contra Yuri Sucart, primo del pelotero, por su participación en la red de distribución ilegal de esteroides que se generaba desde la clínica Biogenesis de Coral Gables.

Las distracciones extradeportivas serán demasiado dañinas para un grupo heterogéneo que luce sin un liderazgo claro y necesita tranquilidad para reformarse a largo plazo.

Bastantes errores cometió la gerencia en gastos exagerados para llegar a este punto sin retorno, de peloteros añosos, sin verdadero concepto de equipo, algo que tomará tiempo para limpiarlo.

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Entre los muchos huecos que tienen por llenar, los Yankees de New York necesitan un campocorto que ocupe el enorme vacío que dejó tras su partida el capitán Derek Jeter.

Difícil tarea la que tienen por delante tanto el gerente general Brian Cashman, como el escogido para sustituir al pelotero más emblemático de la franquicia en los últimos 50 años.

Varios nombres se han manejado en los últimos días como posibles nuevos campocortos de los Yankees, algunos que podrían llegar vía canjes y otros por la agencia libre.

El venezolano Elvis Andrus, de los Vigilantes de Texas, es la más reciente incorporación a esta lista de rumores, que incluye también al cubano Alexei Ramírez, de los Medias Blancas de Chicago, Troy Tulowitzki, de los Rockies de Colorado y el agente libre dominicano Hanley Ramírez.

Andrus es el más joven de todos (26 años) y en seis temporadas en las Mayores ha sido un jugador por encima de la media, ofensivamente hablando, pero sobre todo con potencial para mejorar sus números hasta un plano superior.

Average de por vida de .272, promedia 170 hits, 89 carreras anotadas y 54 impulsadas por año. Carece de fuerza al bate, con solo 20 cuadrangulares en su carrera, pero es veloz y roba una media de 34 bases por temporada.

Defensivamente no clasifica entre las grandes estrellas de la posición y promedia 18.5 errores por campaña.

Es un tipo saludable y juega al menos 152 partidos en cada temporada.

Andrus arrastra un contrato demasiado grueso de 133 millones hasta el año 2023, que se corresponde más con su potencialidad, que con la realidad mostrada hasta ahora en el terreno.

A primera vista, el más indicado, por su historial, sería Tulowitzki, sobre todo ahora que los Rockies han hecho pública su disposición a escuchar ofertas por él y por el jardinero venezolano Carlos González.

Cuatro veces en Juegos de Estrellas, dos Guantes de Oro, dos Bates de Plata, con promedio de 30 jonrones y 102 impulsadas por temporada, admirador de Derek Jeter, lo cual le daría un incentivo extra para ocupar su posición, pero... Aparte de arrastrar consigo, al igual que Elvis Andrus, un megacontrato de 129 millones de dólares hasta el 2021, Tulo es de cristal y pasa más tiempo en la lista de lesionados que en el terreno.

En las últimas cinco temporadas, de 810 partidos posibles, sólo participó en 525. Peor aún le ha ido en las tres campañas más recientes, en las que debió jugar en 486 encuentros y apenas lo hizo en 264.

No se paga tanto dinero por alguien que trabaje a medio tiempo, aunque nadie sabe si las lesiones de Tulowitzki tengan relación con la motivación de jugar para un equipo como los Rockies.

Más lógica parece la opción de Alexei Ramírez, aunque es el más viejo del grupo, con 33 años. Desde su debut en las Mayores en el 2008, ningún campocorto ha bateado más hits ni remolcado más carreras que el Misil Cubano, ganador por segunda vez en el 2014 del bate de Plata y finalista al Guante de Oro.

Ramírez es también mucho más barato que Andrus y Tulowitzki, pues el remanente de su contrato actual es de dos temporadas y 20 millones de dólares.

El problema principal para que los Yankees puedan obtener a cualquiera de estos tres campocortos radica en la incapacidad del equipo para ofrecer algo a cambio.

¿Qué prospectos atractivos tienen los Yankees, después de años desatendiendo su sistema de granja?

Entonces habría que ir al mercado de agentes libres, donde está Hanley Ramírez, otro que al igual que Tulowitzki, se ha vuelto adicto a la lista de lesionados.

Además, es de los peores paracortos de todo el béisbol y en buena lid debería pensar en un cambio a la antesala, con menos exigencias defensivas.

Pelotero talentosísimo como pocos, es vulnerable por su actitud y eso, en Nueva York, con la afición más difícil del país, podría costarle demasiado caro.

Como cara le costaría a los Yankees su contratación, no por lo que vale, sino por lo que Hanley cree que vale.

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