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En León, espectáculo y triunfos no duermen en camas separadas

LOS ÁNGELES -- Nacho Ambriz debe muchas respuestas. En lo personal, me gustaría saber cómo y cuándo se dio cuenta que este León podía volar en lugar de correr.

El León se ha convertido en el protagonista fascinante del Clausura 2019. Un futbol agresivo, espectacular, implacable, devastador y con una alegría desmedida.

Ha sido, en el torneo, el único equipo que desquita cada centavo que se pague por el boleto. En el mundo de los tacaños, el León es generoso.

Recordemos: durante mucho tiempo, los relativos éxitos de Nacho Ambriz apenas cotizaban en la Bolsa de Valores del Fracaso... y a la baja.

Y, como acto de injusticia, los éxitos absolutos de Ambriz, terminaron por no pertenecerle. La Concachampions con América le pertenece a Ricardo Peláez, y la Copa Mx con Necaxa le pertenece al olvido.

Por momentos más deslumbrante que el mismísimo León de Gustavo Matosas, el equipo de Ambriz muestra una exuberante solidaridad y colectividad que asombra. No hay riña, ni envidias, ni vanidades. El gol exuda camaradería.

No debió ser fácil labor. Se había ido el goleador histórico y parecía que Mauro Boselli dejaba un maleficio, especialmente por la forma estercolada y apestando a azufre en que se dio el rompimiento.

Algunos refuerzos del León despertaban dudas. ¿Joel Campbell, gitano en fuga de mejores pastizales? ¿Exorcizado del Cruz Azul como demonio, Ángel Mena parecía una compra de pánico? ¿J. J. Macías, exiliado por Chivas, por negarse a ir a jugar a la Liga de Ascenso?

De alguna manera, en una de esas respuestas que adeuda Ambriz, logró congeniar de manera eficiente y eficaz a estos tres jugadores, tal vez, y sólo tal vez, jalando esos hilos particularmente sensibles del orgullo, de la casta, del coraje, de la revancha consigo mismos.

Y mientras tanto, Ambriz restituía a Luis Montes el control absoluto y el liderazgo del equipo, encontrando un nivel que recuerda al de aquel León Bicampeón. Ha vuelto a ser aquel futbolista que lamentablemente puso en pausa severa aquella grave fractura ante Ecuador antes del Mundial de Brasil.

Tras la derrota ante Xolos en el Nou Camp, la directiva leonesa se puso nerviosa. Las cuentas no cuadraban en el arranque del torneo. Se abrieron plazos urgentes, pero sin ultimátum.

Y, simplemente, despertó la Fiera. Hizo erupción ese equipo vertical, vertiginoso, exacto, comprometido, disciplinado, fervoroso, que, insisto, obliga a estar pendiente de sus citas, para regodearse con lo que hacen en la cancha.

Obvio, Nacho Ambriz tiene un gran mérito, pero, sin duda, la salud interna del grupo, es determinante para que se entienda que el éxito del equipo es el reflejo claro de la generosidad gremial de cada jugador.

Ojo: deseable es que con la defensa que hace de jugar bien al futbol, sin trampas, sin aspavientos, sin chapuzas, se corone campeón y se mantenga la base para el siguiente torneo, que tendrá la bendición de un período largo de preparación.

Pero, nadie, y menos en el futbol mexicano, con sus delincuenciales personajes, como el arbitraje y el VAR, puede garantizar que el León, mereciéndolo, termine siendo campeón.

Por lo pronto, le espera el América. Y enfrente está Miguel Herrera, otro técnico que suele saber exprimirle lo mejor a sus jugadores, cuando es absolutamente urgente.

Como sea, el secreto de Nacho Ambriz y su grupo, ha rescatado la idea clara de que aún en el futbol mexicano se puede jugar un futbol espectacular y ganador, y que no necesariamente deben dormir en camas separadas.