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Julio César Chávez Jr. disparó las primeras balas a Canelo Alvarez

La batalla entre Saúl Canelo Álvarez y Julio Cesar Chávez será el 6 de mayo, pero la guerra ya comenzó y Junior disparó las primeras balas. No siempre el boxeo profesional nos ofrece este tipo de escenarios, donde los rivales deben adecuarse a llegar a la balanza en un peso intermedio. Uno sube, el otro baja. Las obligaciones en ese aspecto influyen en las estrategias. De eso se trata -- en parte -- la ventaja con la que arrancó Chávez en las primeras escaramuzas.

A tres meses del combate, Chávez fue a su primer pesaje y paró la balanza en 180 libras lo que confirma la sensación de disciplina que ha demostrado en los últimos meses. La intención es llegar al peso exigido en el contrato sin perder fortaleza ni dando ventajas tras el esfuerzo. De mantener ese rumbo y con tanto tiempo por delante, ya se puede descartar el mayor de todos los temores: las consecuencias del peso pactado (164.5 libras), en un púgil acostumbrado a moverse más allá de las 168 libras.

Si una de las apuestas de Canelo pasaba por sus ventajas físicas (fortalecido) sobre las desventajas de Chávez (disminuido), la disciplina física que exhibe el Junior comienza a dar por tierra con cualquier certeza en las especulaciones previas del "Team" Canelo.

Pero Chávez no solo ha dado el primer batacazo con la disciplina física. Como si de un juego de ajedrez se tratara, también ha sorprendido con las novedades en su esquina. El manual del ajedrez establece que, "si puedes desarrollar más piezas en tu apertura que tu oponente, tu controlas la mitad del juego incrementando tus oportunidades de hacer jaque mate". La llegada de Ignacio Beristain a su equipo, es una jugada clave e inesperada que necesariamente obliga a replantear a Canelo toda su estrategia.

Don Nacho es zorro, astuto y "no da puntada sin hilo". A punto de retirarse del boxeo, nadie duda que primero analizó muy bien sus chances, antes de responder a la invitación para preparar a Chávez rumbo a esta pelea. Cuando aceptó, seguramente, lo hizo convencido de que no estaba "tomando un hierro caliente". Por el contrario, Beristain cree en la victoria de Chávez.

La elección de un entrenador era esperada por el equipo de Canelo antes de elaborar sus propios planes de pelea. Se hablaba de Freddie Roach primero y Robert García como la segunda opción. Con cualquiera de los dos poca cosa cambiaría en el boxeo acostumbrado de Chávez. Con Beristaín, volvemos al ajedrez.

Roach o García apostarían por la agresividad y fortaleza física de su pupilo, Nacho mantendrá el mismo ADN, pero aportará los condimentos que solo viven en su reconocida astucia. Beristaín - que conoce mejor que nadie los códigos de cualquier pelea entre mexicanos - hace la diferencia por su concepto estratégico y en los pequeños detalles que cambian el dibujo de cualquier batalla. Y esos detalles son imposibles de imaginar en lo previo. En una palabra, Canelo ahora también tendrá que preocuparse por aquello que pueda inventar Don Nacho, para que "el Chávez Junior de siempre, no sea el Chávez Junior de siempre".

El tercer punto que puede influir para un buen desempeño del Junior, es el tipo de relación que está desarrollando con su padre. Con las emociones bajo control, Chávez padre se aproxima hoy a lo que siempre se le reclamó que fuera: un motivador equilibrado de su hijo, cercano en lo afectivo pero más distante en lo profesional. En ese aspecto los dos parecen haber encontrado un punto de equilibrio apropiado para evitar que un posible parentesco tóxico transforme la relación familiar en un indeseado enemigo. Al menos, al inicio del campamento, los códigos familiares se cumplen en buenos términos, parece reinar la armonía y en ese teatro de la vida, la cordialidad entre padre e hijo puede ser altamente beneficiosa. No cualquier pugilista puede presumir de tener un progenitor con tanto boxeo sobre sus espaldas como Chávez Junior. Si lo aprovecha es un tanto a su favor y las primeras señales es de que, efectivamente, esta vez Chávez Padre se acercó para sumar.

Cualquier predicción sobre el desempeño de los rivales es propiedad del reino de lo hipotético, pero a medida que avanzamos rumbo a la batalla, se empiezan a conocer las primeras pistas que poco a poco nos van alejando del mundo de lo hipotético hacia el mundo de lo previsible. En este último, se aleja la posibilidad de que el peso pactado afecte a Chávez y, por el contrario, aumentan las razones para imaginarlo - la noche del combate- liviano, rápido y fuerte.

Y si esas razones deben ser motivo de preocupación para el equipo de Canelo, también lo debe ser el terreno estratégico que ahora ganó un jugador de peso como Ignacio Beristain y la armonía entre los Chávez (padre e hijo), lo cual aleja otra posibilidad previsible: que la influencia familiar sea más tóxica que positiva. Ese escenario optimista en el equipo de Chávez, se suma a lo que ya hizo presumir en diciembre la buena preparación realizada para su última pelea.

Lo dicho, no hay grandes guerras sin escaramuzas previas a la gran batalla y en ese fuego cruzado, Chávez Junior disparó las primeras balas. Balas que no vencen la guerra, pero empiezan a ganarla, porque inevitablemente preocupan y ponen al rival (Canelo) a la defensiva mucho tiempo antes de pisar el campo de batalla.