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Los errores de los jueces tienen solución

El 9 de septiembre de 2013 en Las Vegas, Floyd Mayweather venció a Saúl "Canelo" Álvarez por decisión mayoritaria y le quitó su título de campeón súper welter AMB. Dos jueces (Dave Moretti y Craig Metcalfe) lo vieron ganar 116-112 y 117-111, mientras que el restante (Cynthia J. Ross) vio la pelea empatada 114-114. Este sábado en Nueva York, el tailandés Srisaket Sor Rungvisai venció al nicaragüense Román González por decisión mayoritaria y le quitó el título de campeón súper mosca del CMB. Dos jueces (Glenn Feldman y Julie Lederman) vieron ganar a Rungvisai 114-112 mientras que un tercero (Waleska Roldan) vio la pelea empatada en 113-113.

En la pelea de Mayweather - Álvarez, el ganador reclamó airadamente por el empate que concedió la jueza CJ Ross, reclamo al que se asociaron la mayoría de los medios y otras figuras cercanas al mundo del boxeo en Las Vegas. Fue la última pelea profesional en la que trabajó la señora Ross. Con 21 años de carrera y más de 460 peleas en su curriculum decidió abandonar el boxeo. La decisión le evitó, tal vez, pasar por la humillación de alguna sanción por lo que pudo ser considerada una "errada calificación". No sabemos aún si las críticas a los jueces de la pelea en el Madison Square Garden provocarán una consecuencia parecida.

No sería para menos. Al igual que la pelea de Floyd-Canelo, la batalla donde Román González perdió su título ante Srisaket Sor Rungvisai, ha pasado ya por una lluvia de críticas. Analistas, comentaristas especializados presentes en el MSG, miles de fanáticos en las redes sociales y hasta ex árbitros de boxeo como Joe Cortez, han coincidido en catalogar como un error el fallo que benefició al vencedor.

Recuerdo que en el 2013 escribí una columna defendiendo el "error" de la jueza Ross y reclamando por el necesario respeto para quien no está libre de cometer errores. Si bien su posible error no alteró el resultado final y recordando que el boxeo elusivo de Floyd siempre se expuso a más de una forma de apreciación, ese día me llovieron las críticas. Los jueces son humanos, dije. Entiendo que Feldman, Lederman y Roldan - los tres jueces del sábado en el MSG - merecen el mismo respeto que CJ Ross. Ellos también son humanos y propensos a cometer errores. No obstante hay alguien que no puede cometer errores y que rara vez mencionamos durante el "recuento de los daños. Me refiero a los responsables por administrar o actualizar un sistema de calificación (tarjetas) que hoy ya debe ser considerado obsoleto, proclive al error e injusto.

Y en esa suerte de intrincado laberinto sin solución aparente, las soluciones están a la vista. Tan a la vista que incluso ya se han resuelto controversias acudiendo a la necesaria revisión de resultados controversiales. Trataremos de explicarlo, luego de identificar la forma en que se produce el error de apreciación que, a veces, padecen quienes deben decidir el resultado de una pelea.

EL PROBLEMA

El boxeo es un deporte de apreciación donde los encargados de decidir por la victoria de unos y la derrota de otros son los que ocupan la peor posición a la hora de realizar su "apreciación" de la batalla. No es un argumento inventado. Me ha tocado narrar o comentar peleas desde el mismo borde del cuadrilátero y confieso que no es el mejor lugar para presenciar una batalla. Los problemas de visibilidad afectaban la credibilidad de nuestro relato de manera dramática. No todos los momentos cruciales de la batalla pasaban por nuestra mirada. A veces, era el árbitro que se cruzaba por delante o a veces la propia posición de los dos rivales en medio de un intercambio en la corta distancia, nos impedía presenciar, por ejemplo, un golpe de esos que deciden peleas.

Los jueces siempre ocupan una posición similar junto al cuadrilátero. Ellos tienen problemas para lograr una total apreciación del combate, son proclives a ser influenciados por los gritos o por el ambiente enrarecido del alrededor del ring y hasta por la sangre en el rostro de los pugilistas. Sangre que inevitablemente suele salpicar a los más cercanos al cuadrilátero.

El éx-árbitro y hoy analista de ESPN, Joe Cortez al justificar su apreciación personal de la pelea entre Román González y Srisaket Sor Rungvisai estableció como premisa a su favor, que "su posición" en el MSG le permitía una mejor visión de la pelea". Pero basta con prestar atención en las imágenes de TV, cada vez que por detrás de los pugilistas aparece la reconocible imagen de alguno de los jueces, siempre los vemos moviendo sus cabezas tratando de observar mejor, no perder detalle o simplemente "ver" algo que no están viendo. ¿Puede acaso ser totalmente creíble una calificación en las tarjetas cuando procede de personas con ese grado de dificultades? No, necesariamente no lo es.

A un reconocido juez que consulté para este artículo, le pregunté si "el minuto que media entre un asalto y el otro le permitía evaluar la certeza de su calificación apoyándose en escenas de TV, por ejemplo". El me respondió que "no existe ese tiempo. Cuando acaba el asalto tienes segundos antes de entregar la puntuación correspondiente a ese round". No obstante me aclaró que, en su caso, "excepto los problemas inevitables cuando el juez se cruza por delante, él no ha sufrido los posibles problemas de visibilidad desde la posición junto al cuadrilátero". También me aclaró que no responde por sus colegas. Es posible que, efectivamente, "otros jueces si sufran para ver y concentrarse correctamente a la hora de puntuar".

Es evidente que las cualidades de apreciación objetiva que debe poseer un juez para actuar con justicia son de alta exigencia. Ello nos lleva, primero, a la conclusión de que las posibilidades de equivocarse son muy elevadas. A ello debemos agregar el mayor o el peor de los problemas: sus decisiones son concluyentes. Salvo contadas excepciones, "más allá de lo que decidan, en el error o el acierto, después de ellos no hay nada". Y ese es el problema que se puede y debe resolverse.

LA SOLUCION DEL PROBLEMA

Decididamente, las controversias graves en las calificaciones de los jueces necesitan una segunda instancia. Por el bien del espectáculo, por el bien del resultado, por el bien de los dos rivales y por el bien de los propios jueces. Y en este punto debo hasta contradecir mi propio punto de vista. Revisando mis columnas anteriores, me encontré con una defensa que realicé al derecho a la apreciación subjetiva de todos los jueces. "Nadie ve las cosas de una misma manera y a la hora de juzgar no se trata de obligar a responder a unanimidades", escribí en julio del 2015. En parte, yo estaba equivocado.

Hoy mantengo mi defensa a la apreciación subjetiva de cada juez, no obstante reconozco que en esa oportunidad perdí una gran oportunidad de visualizar de manera correcta la forma en que el CMB y la AMB estaban manejando dos situaciones similares donde - como esta vez - se reclamaba por resultados erróneos.

El primero de esos casos, se produjo cuando el CMB estableció un "no contest" para la pelea que, de acuerdo con el criterio de dos jueces, había vencido Mariana "Barbie" Juárez sobre la argentina Vanesa Taborda, por el vacante cinturón súper pluma de dicho organismo. En esa pelea, celebrada en Acapulco, México, dos oficiales vieron ganar a la boxeadora local. Herminio Cuevas (96-95) y Abraham Ibarra (96-94), mientras que Enrique López dio ganadora a la argentina por 96-94

El CMB decidió efectuar una revisión del resultado y envió para ello el video de la pelea a veinte de sus jueces oficiales. Los mismos, si bien reconocieron las dificultades para evaluar una batalla mediante la televisión, mostraron un unánime consenso para determinar que la ganadora del combate debió ser Vanesa Taborda, por un puntaje promedio de 97-93.

Basado en ese consenso, el CMB determinó que el resultado del combate cambiara a "No contest", ordenó su revancha inmediata, la suspensión de los dos jueces que le dieron la victoria a Juárez y la del supervisor de la pelea Luis Medina. Los jueces Herminio Cuevas y Abraham Ibarra cumplieron una sanción de dos meses, durante los cuales debieron capacitarse y recibir una certificación del Comité de Oficiales del Ring del CMB.

Un caso similar se dio tras la pelea celebrada , también en julio de 2015, en Manchester, Inglaterra, donde el colombiano Darleys Pérez mantuvo su cetro mundial AMB de peso ligero tras empatar con Anthony Crolla, en una batalla donde todos vieron ganar con holgura al desafiante británico. Ante la presunción de una calificación equivocada, la AMB estableció un patrón similar al del CMB y ordenó un estudio del combate a cargo de una decena de jueces, cinco de los cuales usaron el sistema de puntuación completa y los restantes lo hicieron con la de medios puntos.

Esos dos casos nos ilustran sobre medidas similares donde se aceptó la revisión de un resultado, pero no son una constante en la historia reciente del boxeo profesional. Las controversias que han derivado en medidas o estudio de posibles medidas de reparación de un error, han sido puntuales, pero no constan como una forma de solución permanente. Tal vez, este sea el momento de inspirarse en ellas para eliminar esas polémicas de la historia del boxeo.

¿Hay algo que impida la existencia de un tribunal permanente para la revisión de resultados controversiales? La calificación que nace in situ se vería beneficiada y mejorada con la revisión posterior que garantice la certeza de la misma o castigue de alguna forma el error. El "no contest" ya existe, la posibilidad de ordenar la revancha inmediata también. Tal vez, solo falta aquél tribunal al que puedan recurrir los perdedores que se sientan perjudicados por un fallo. Un tribunal con tiempo para decidir, con recursos digitales o televisivos a su disposición y con la capacidad, por ejemplo, de tener claro que la cara ensangrentada del perdedor (Chocolatito) no nace del mejor desempeño o los golpes del rival (Rungvisai) y si de los cabezazos recibidos, dos de los cuales le provocaron terribles heridas, una sobre el ojo derecho y otra en la cabeza, aunque oculta por el cuero cabelludo.

Entiendo que la existencia obligatoria de un tribunal, como segunda instancia, puede ser la solución permanente para un problema que no es nuevo, que se ha repetido en el presente y que nadie dude seguirá ocurriendo en el futuro. Resolverlo no solo se ha tornado imperioso, también será el mejor recurso para evitar las suspicacias en una época donde todos los fanáticos, del primero al último, tienen herramientas adecuadas para viralizar sus reclamos en redes sociales. Y ya sabemos quién paga esta fiesta. Hay que cuidarlos.