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Seth Wickersham 7y

¿Por qué Richard Sherman no puede soltar la derrota del Super Bowl XLIX?

Esta nota aparece en la edición del 12 de junio de ESPN The Magazine.

Richard Sherman deseaba enviar un mensaje a Russell Wilson. Era junio del 2014, y había sido un día complicado en el minicampamento de los Seattle Seahawks, con jugadores defensivos golpeando a la ofensiva en una práctica sin contacto. En una jugada, Sherman había arrancado el casco y el jersey del receptor abierto Phil Bates, encendiendo una riña, con las rastas del esquinero volando por los aires. Ambos lados se metieron. La canción "Happy" de Pharrell Williams se escuchaba desde los altavoces. Pero la defensiva, un grupo alocado y temerario y grandioso que apenas hacía cinco meses había entregado a la franquicia su primera victoria de Super Bowl, apenas estaba comenzando.

Sherman es conocido por amar las prácticas, por tratarlas como un partido, por rara vez perderse alguna incluso estando lesionado. Para él, es cuando se forja un vínculo místico y un triunfo en domingo es un producto casi accidental. Y así, unas jugadas más tarde cuando Sherman interceptó a Wilson, no era suficiente simplemente hacer una buena jugada. Deseaba meterse a la cabeza de Wilson, recordar al joven pasador de Pro Bowl que pese a su fama de Super Bowl --y los patrocinios que muchos a la defensiva sentían merecer-- Sherman todavía era su dueño.

De acuerdo a testigos, Sherman lanzó de vuelta el ovoide a Wilson y gritó, "¡Tú apestas!". Otra riña comenzó. Sherman estaba gritando y maldiciendo; Wilson parecía sorprendido. Pete Carroll detuvo la práctica y más tarde celebraría una serie de reuniones para recordar a los jugadores que necesitaban construirse entre sí, no tirarse los unos a los otros... y que necesitaban apoyar a su quarterback, irritando todavía más a una defensiva que pensaba su head coach se excedía a la hora de protegerlo.

Al momento, por supuesto, nadie portaba las cicatrices que porta ahora. Nadie conocía el dolor de perder un Super Bowl en la yarda 1. Nadie podía haber pronosticado la trama más extraña del receso de temporada del 2017: Sherman, un futuro miembro del Salón de la Fama en su mejor momento como jugador, disponible en canje, y con los Seahawks dispuestos a traspasarlo. Las tensiones se acrecentaban bajo de la superficie, pero los Seahawks estaban edificando algo especial, encaminados hacia un futuro sin límites.

Al siguiente día, los Seahawks recibieron sus anillos de Super Bowl. Cuatro frases fueron grabadas por dentro. La última decía:

¿Qué sigue?

Ustedes ya saben lo que siguió después. Con 26 segundos por jugar en el Super Bowl XLIX, en segunda y gol desde la yarda 1, el esquinero de los New England Patriots, Malcolm Butler, se anticipó a la ruta de pase como nadie jamás se había anticipado a una ruta de pase sobre el escenario más grande del juego. Ese momento ronda a los Seahawks hasta este día. "Si Russ simplemente lo hubiera lanzado hacia abajo y afuera...", explica un empleado de los Seahawks. "Si simplemente hubiéramos ejecutado en la jugada, hubiera sido el touchdown más sencillo de la historia", dijo un ex asistente. Nada de lo que haya sucedido después --como que los Seahawks hayan llegado en dos ocasiones a la Ronda Divisional de los playoffs antes de chocar contra Cam Newton y Matt Ryan, o que Wilson se esté convirtiendo en un mariscal de campo franquicia, o que la defensiva se haya convertido en la primera desde los Cleveland Browns de los 1950s en liderar a la liga en puntos permitidos por cuatro años consecutivos-- ha podido aportar clausura.

Si lo más complicado en el fútbol americano es lidiar con la celebridad que llega con un triunfo de Super Bowl, lo segundo más complico debe ser olvidar una catastrófica derrota de Super Bowl. Algo complicado y vital para la química del equipo quedó fracturado en esa intercepción. De acuerdo a entrevistas con numerosos jugadores, coaches y empleados actuales y pasados de los Seahawks, pocos lo han resentido más que Sherman. Ha dicho a compañeros y amigos creer que los Seahawks han debido ganar múltiples Super Bowls para este momento. Y con solamente un trofeo y la ventana de oportunidad cerrándose rápidamente, ha asignado bastante responsabilidad por los fracasos en los dos rostros de la franquicia: Wilson y Carroll. Sherman, quien como Wilson declinó comentar para esta pieza, cree que Carroll no ha exigido de Wilson ni de varios jóvenes Seahawks los estándares de campeonato de la defensiva. Ha quedado desilusionado no solamente por esa jugada singular de hace más de dos años, sino también por la respuesta de su head coach y su quarterback hacia ella.

"Me tienes saliendo del campo de prácticas y estoy muy molesto", dijo Carroll desde su oficina con vista a Lake Washington luego de un minicampamento en mayo. "Me llené de mucha energía y estoy verdaderamente iracundo" Hace una pausa. Inhala, exhala. "Está bien, vamos a tener una buena conversación".

Carroll está bromeando, aunque hubiera sido sencillo creerle. Ha sido un receso de temporada tenso. A mediados de marzo, surgió el rumor de que Sherman estaba disponible en canje. Normalmente, un equipo intentaría apagar esa tal versión involucrando a un jugador icónico amado por los fanáticos. Pero el gerente general John Schneider admitió más tarde que estaba recibiendo llamadas. Y Carroll había sido inusualmente franco, diciendo durante las reuniones de la liga que muchos de los temas con Sherman --parecía haber perdido el camino durante la temporada pasada cuando se dejó llevar por su ira-- eran "auto infligidos".

No se materializó ningún traspaso, y ahora Sherman está de vuelta en su posición usual como esquinero por izquierda. Carroll luce refrescado y recargado, pero este año podría poner a prueba el poder y los límites de su estilo para dirigir. En su libro, "Win Forever", Carroll argumenta que el único modo de hecho para ganar por siempre es dejar ir los fracasos. La mayoría de los puntos de enseñanza no vienen de cientos de victorias a lo largo de una brillante carrera, sino por los momentos cuando ha sido roto. Cuando Carroll era un quarterback en Redwood High de Larkspur, California, su coach, el desaparecido Bob Troppmann --Coach T, lo llama Carroll-- le ordenó correr con el ovoide hacia el final del cuarto periodo de un partido aparentemente en la bolsa. Carroll ordenó un pase en su lugar, que como se imaginan, fue interceptado. Hasta este día, recuerda la furia de Coach T. Más que eso, recuerda que Coach T volvió a creer en él, un perdón que permitió a Carroll perdonarse a sí mismo.

Cuando en duda --cuando se le ha dudado-- Carroll siempre ha recurrido a una mentalidad extremadamente positiva que se aproxima al New Age. Una de sus reglas para responder preguntas en entrevistas es "nada negativo", algo que aprendió del desaparecido Jim Valvano. La mentalidad ha ayudado a Carroll sobrevivir para dirigir en 42 de los últimos 43 años. Le ayudó a mantener la fe después de ser despedido en dos ocasiones en la NFL. Le ayudó a procesar la derrota del Rose Bowl del 2006 ante la University of Texas que le negó un tercer título consecutivo para USC. Y le ayudó con la intercepción de Butler. "En el instante en que eso ocurrió, sabía con lo que lidiaba", explicó Carroll. "Tenía que volver a la normalidad tan pronto como fuera posible".

Es un reto para un competidor, en realidad. Un juego dentro del juego. ¿Cuán rápido puede Carroll deshacerse del dolor? Es tan bueno para ello, tan fluido, tan positivo, que es sencillo olvidar que de algún modo intenta traer a su equipo de regreso esta temporada, intentar intercambiar la falta de confianza por un momento en el que todos creían los unos en los otros.


La tensión se hizo presente en momentos extraños durante la campaña pasada, inflando problemas pequeños hasta convertirlos en grandes. Un día, Sherman llegó a una reunión del equipo y encontró al guardia novato Germain Ifedi sentado sobre un escritorio. Eso es un no. Los novatos se sientan en el piso, y los veteranos reciben los escritorios. Sherman se paró sobre él, pero Ifedi hizo lo que Sherman podría haber hecho como novato: se mantuvo en el escritorio.

Finalmente, Sherman ordenó: "Levántate". Ifedi se levantó y derribó el escritorio, lanzándolo a un lado. Ifedi, con 6 pies y 5 pulgadas de estatura y 325 libras de peso, miró a Sherman de 6 pies con 3 pulgadas de estatura y 195 libras de peso como si estuviera listo para pelear. Ifedi eventualmente se hizo a un lado, pero Sherman relató más tarde a amigos que vio al incidente como síntoma de un problema mayor. La ofensiva, liderada por Wilson, estaba en medio de una temporada en la que anotaría menos de 13 puntos en cinco ocasiones, pero los únicos jugadores a los que era exigido el alto estándar creado por la defensiva eran miembros de la misma.

Sherman, por supuesto, es el rostro de una defensiva que sobresale en la era de la agencia libre, habiéndose armado en una serie de drafts exitosos y fichajes de agencia libre de poco renombre que permitió a jugadores formar un vínculo parecido al de una pandilla universitaria. Se vieron desfavorecidos juntos, se convirtieron en grandes juntos, cambiaron a una franquicia juntos, recibieron enormes cheques juntos, ganaron un Super Bowl juntos... y perdieron uno, juntos. Ellos compartieron una ambición por la excelencia, imposible de articular pero tan palpable como los golpes que propinan en las prácticas. Hacían la guerra contra las ofensivas, tanto ajenas como la propia, y a menudo entre ellos. Los agentes libres que firman con los Seahawks siempre quedan sorprendidos por lo salvaje que puede ser el vestidor, una violencia que contrasta con la personalidad calmada de Carroll. Hubo una pelea a puñetazos entre los receptores de los Seahawks la noche previa a que derrotaran a los Denver Broncos en el Super Bowl, y nadie fue disciplinado. De hecho, muchos consideraron una señal de unidad el hecho de que la pelea no se supo de inmediato. Sin importar lo que fuera, para el momento de la patada de salida inicial, Sherman se paraba en el centro de un círculo, compañeros de armas, y gritaba, "¡Somos lo único que tenemos!", a lo que respondían los demás, "¡Somos lo único que necesitamos!".

El dolor de la intercepción de Butler no fue solamente el dolor de perder un Super Bowl. Fue el destino desenredándose, la defensiva perdiendo su nombramiento como la mejor de todas por derrotar a Peyton Manning y Tom Brady en años consecutivos. No importaba que la defensiva erró 11 tacleadas en ese duelo, permitió a New England convertir una tercera y 14 en el cuarto periodo, y desperdició una ventaja de 24-14, incluso después de que el apoyador Bobby Wagner volteara hacia el profundo Earl Thomas y dijera, "Seremos considerada la mejor D, hermano. Debemos frenarlos ahora". Ese pase fallido en la línea de gol es lo único que recuerdan todos, y es lo que Sherman no puede olvidar. Había hablado y hablado a lo largo de todo el partido, con todo y una lesión en el codo, inspirador e irritante como siempre. Se había metido en la cara de Julian Edelman para gritar, "¡Todos ustedes son débiles! ¡Los devoramos a todos!". Al final, hubo un video viral de su rostro, con la mandíbula al suelo por la incredulidad tras la jugada final: Sherman en llanto.

Sherman siempre ha sido un hombre de extremos, una sonora arrogancia y silente desesperación, que juega como si su valor personal estuviera en el balance. Es el modo en que un chico flaco de Compton que le huía al contacto logró ingresar a Stanford y convertirse en uno de los esquineros más físicos en la historia del deporte. Es famoso en el edificio tanto por ser el compañero a quien se puede acudir por problemas personales, como el que apunta el dedo.

"Siempre está mirando lo que hacen los demás", dijo un ex asistente que ha tenido muchas charlas con él. "Lo ha hecho personal. Es tu culpa si no están ganando. El tipo desgasta rápido".

En las semanas y meses luego del incidente con Ifedi, Sherman y Carroll sostuvieron una serie de conversaciones respecto a heridas viejas que parecían frescas. Sherman había explotado contra coaches y compañeros en las laterales luego de una serie de coberturas fallidas en un triunfo por 2 puntos sobre los Atlanta Falcons el 16 de octubre. Una semana más tarde, ante los Arizona Cardinals, Sherman estuvo sobre el campo en 99 jugadas, incluyendo cuatro en equipos especiales. Estaba tan exhausto y deshidratado, temblando con fiebre, que se recargó en Wagner desde la regadera hasta su casillero y consumió dos bolsas de líquido intravenoso. Fue un esfuerzo de guerrero desperdiciado. Antes del tiempo suplementario, la ofensiva de Wilson había conseguido apenas cinco primeros intentos contra nueve patadas de despeje. El encuentro culminó 6-6. La línea ofensiva fue maltratada, pero Carroll elogió el desempeño de Ifedi después del juego, molestando en privado a varios defensivos de los Seahawks que creyeron Carroll estaba siendo demasiado positivo.

Carroll sintió que Sherman se estaba poniendo demasiada presión. "Comenzaba a acumularse", recordó Carroll. Algunos en la organización sintieron que Sherman tenía razón respecto a Carroll no exigiendo a todos al mismo estándar alto, pero muchos coaches asistentes negaron la noción. "Pete es consistente", dijo Sherman Smith, el coach de corredores de los Seahawks que fue despedido al término de la pasada temporada. "Trata a los novatos del mismo modo en que fue tratado Richard".

Sherman dijo a algunos sentirse mejor tras charlar con Carroll, pero la sensación fue temporal. "Estaba en un mal lugar", dijo una fuente de los Seahawks. Fue claro que sintió que la cultura que ayudó a construir se erosionaba, un problema previo a la jugada de Butler y que se puede rastrear a los meses posteriores a la victoria de Super Bowl en febrero del 2014, cuando los jugadores defensivos notaron que Wilson parecía ser el hijo favorecido.


Wilson es un extremista, también. Dice que suelta las malas jugadas de inmediato, hablando de dejar ir con tanta confianza que parece ensayado... y probablemente lo sea, considerando que Wilson ha estado practicando conferencias de prensa desde que tenía 7 años de edad. Wilson ha dicho que, como Carroll, dejó atrás la intercepción de Butler inmediatamente, señalando como responsable a un poder más alto. Esa primavera, Wilson organizó un viaje para todo el equipo a Hawaii. Más tarde lo describió a Sports Illustrated no como una sesión de terapia, sino como un ejercicio para mirar hacia adelante. No tenía ningún sentido. Después de todo, la nota detalló las horas que pasó el equipo a la orilla de un desfiladero, reviviendo la jugada, limando asperezas. Wilson, al estilo de Carroll, reafirmó su postura señalando que volvería a lanzar al receptor abierto Ricardo Lockette.

La división siguió, pero además, Wilson ha sido una figura divisiva casi desde el momento en que obtuvo el puesto titular, mucho antes de que se convirtiera en el miembro de los Seahawks más famoso y mejor pagado. Parece ir más allá de los celos normales hacia la mayoría de los quarterbacks estelares. En privado, los compañeros quieren verlo expuesto, pero al preguntar el por qué, o con base a qué, sus razones varían. Un hombre que prometió vivir en la transparencia --Wilson anunció famosamente que se abstendría del sexo premarital con su entonces novia, Ciara-- requiere a invitados firmar acuerdos de no divulgación antes de entrar a su palco para los juego de los Seattle Mariners. Después del Super Bowl frente a Denver, la gerencia del equipo "se enamoró de Russell", según palabras de un ex empleado de alto nivel; los jugadores de la defensiva lo veían en las oficinas ejecutivas y se preguntaban, "¿Por qué yo no?". La mezquindad aumentó. En el 2014, Bleacher Report reportó que algunos compañeros de color "creen que Wilson no es suficientemente negro". Cada Navidad, Wilson entrega a cada jugador dos boletos de avión de primera clase por Alaska Airlines, uno e sus auspiciadores. "No le costó nada", dijo un jugador de los Seahawks a un asistente el año pasado. "Gran cosa".

Pero todo el resentimiento era manejable, hasta la yarda 1. La intercepción de Butler cobró vida propia. Carroll conduce un "Tell the Truth Monday", durante la campaña, cuando estudia videos. Algunos Seahawks bromean que debe ser rebautizado a "Tell the Truth to Certain People", porque Wilson parece exento de las críticas. Para lo grandioso que ha jugado Wilson en ocasiones, para lo bien que ha servido como rostro de la franquicia, para lo duro que es --la temporada pasada jugó pese a un esguince en el ligamento medial colateral, esguince en la parte alta del tobillo y lesión en el pectoral de su brazo de lanzar-- solamente dos veces en sus cinco años han culminado los Seahawks entre los mejores 10 equipos en puntos anotados. Sherman y la defensiva conocen la diferencia entre los quarterbacks muy buenos y los grandiosos. Ven cómo Wilson, con solamente 5 pies y 11 pulgadas de estatura, sufre para anticipar ventanas abiertas para sus pases; ven a los coaches ofensivos estudiando cintas de los New Orleans Saints para encontrar modos de utilizar al ala cerrada Jimmy Graham, un All-Pro en New Orleans y arma de muy alto salario pero inefectivo en zona roja para Seattle. Ofende a la defensiva escuchar a Wilson, siempre positivo, pararse detrás del podio e insistir que la ofensiva "hizo algunas grandes jugadas" luego de encuentros donde los Seahawks apenas y anotaron; y luego verlo elogiado como si fuera Aaron Rodgers.

"Los chicos desean que Pete critique a Russ frente a todo el equipo", explicó Smith. "Eso no es lo que hace Pete. Pete señalará a una persona, pero lo hace del modo correcto".

La determinada confianza de Wilson frente a la crisis es tan irrompible como la de Sherman y la de Carroll. Le ha ayudado a trascender sus limitaciones físicas, la muerte de su padre, coaches que no creyeron en él, la derrota ante los Patriots. Pero entre más ofrece Wilson charlas positivas al vestidor, parece que peor se pone la cosa. "Muchos tipos, no solamente a la defensiva sino también a la ofensiva, quieren que Russell se acomode en un molde que no es él", explicó Smith. "¿Por qué se le permite a todos ser quienes son, excepto a Russell?". Wilson y Sherman no son ni amigos ni enemigos, dicen las personas que los conocen bien. Ellos simplemente coexisten, hasta que no lo hacen. En la Semana 15 frente a Los Angeles Rams la temporada pasada, Wilson casi fue interceptado en la yarda 1 de L.A. Sherman arremetió contra Carroll en la banca. Carroll intentó calmarlo. No funcionó. En el vestidor, después, Sherman hablaba acaloradamente con Carroll. "Sí, le estaba dejando saber [a Carroll]", dijo más tarde a reporteros. "Ya sabemos cómo va eso".

Carroll le dio seguimiento a través de algunas reuniones con Sherman. El coach creyó que muchas confrontaciones intensas de alto perfil le habían pasado factura. "Estaba estresado, compitiendo al máximo", dijo Carroll. Sherman se disculpó con Carroll pero públicamente dijo no tener remordimientos. Cuando se le cuestionó sobre ello, amenazó con retirarle la credencial de prensa a un reportero. A Sherman se le preguntó cómo reaccionaría i un jugador ofensivo saltara sobre un coach defensivo. "Si hubiéramos enviado algo como una carga cero en el Super Bowl y nos hubieran quemado para un touchdown para perder, entonces estoy seguro de que sería comprensible", dijo.

Era increíble: a menos de tres semanas de los playoffs, Sherman estaba recordando la intercepción de Butler. Algunos jugadores sintieron que si Carroll simplemente se hubiera parado una vez frente al equipo y se hubiera disculpado por no ordenar una carrera por el centro con Marshawn Lynch desde la yarda 1 de New England --un frente que lo había frenado en dos oportunidades previas de corto yardaje-- entonces habría clausura. Pero Carroll nunca se disculpó. Y no lo hará. Al ordenar un pase, deseaba maximizar sus oportunidades de anotar y preservar su último tiempo por pedir. Bill Belichick ha respaldado esa lógica más que su propio equipo.

Carroll intentó reagrupar al equipo previo a los playoffs, pero Sherman descartó el esfuerzo como una reunión rutinaria de "kumbaya". Incluso algunos de los compañeros defensivos de Sherman sintieron en privado que había cruzado una línea. En la siguiente conferencia de prensa de Wilson, abrió con un golpe sutil contra a Sherman: "No me hagan quitarle a todos ustedes sus credenciales, ¿está bien?". Tres meses más tarde, luego de una segunda derrota enfila en la Ronda Divisional y un incremento en los rumores de que un equipo casi inmortal estaba aproximándose al final de su trayectoria, los Seahawks y Sherman comenzó a preguntarse si le convenía a ambas partes un inicio fresco en otro sitio.


Carroll no es de los que se preocupan por el drama personal. Apostó su regreso a la NFL en la idea de dirigir de acuerdo a su propia personalidad, y sería una traición al trabajo de su vida si no permitiera que los demás hicieran lo mismo, incluso si llega a ser un tiro por la culata. Pero en el núcleo del programa de Carroll existe una promesa tácita: ayudará a los jugadores a ser mejores personas, y al ser mejores personas, el equipo será mejor. Nadie sabe cómo encaja Sherman en eso ahora. En la oficina de Carroll en mayo, una conversación en torno a Sherman y cómo dejar ir se desvía hacia una conversación que tuvo el coach el año pasado en la Seattle University. Estaba con la psicóloga Angela Duckworth, autora de "Grit" y consultora para los Seahawks, discutiendo cómo intenta "instalar un mecanismo de resiliencia" al persuadir a los jugadores a creer que tienen las herramientas naturales para "permitirse guardar esperanza".

Cuando estaba en USC, dijo Carroll, visitaba a los chicos de South Central LA. Los chicos le explicaban que solamente tenían dos opciones: muerte o prisión. Al principio, Carroll no lo entendía ¿Quién se da por vencido con tanta facilidad? Luego comenzó a reunirse con ellos uno a uno, " en esencia como coach", explicó Carroll. Rápidamente caían en la desesperación con cada contratiempo, pero si Carroll mostraba que le importaba, ellos parecían recuperarse.

Sherman y Carroll se remontan al tercer año de Sherman en Manuel Dominguez High de Compton. Carroll vio a un gran back defensivo en Sherman y lo reclutó con seriedad para USC, pero Sherman, tan determinado como era talentoso, se vio a sí mismo como un gran receptor abierto y eligió a las más prestigiosa académicamente Stanford. Algo respecto a Sherman se quedó siempre con Carroll. "Un tipo que piensa en grande", recuerda Carroll. En el 2011, cuando Carroll estaba en la NFL y Sherman estaba desesperado por llegar allí, el coach lo estudió personalmente, conduciendo una selección en la quinta ronda. Sherman sufrió al inicio de su carrera, y luego despegó, mostrando las habilidades que Carroll había identificado orgullosamente desde su infancia. Respaldó a Sherman cuando se convirtió en tema de debate nacional por gritar al micrófono de Erin Andrews respecto al receptor abierto Michael Crabtree. "Hemos pasado por mucho juntos", admitió Carroll. "He invertido en él".

Mientras habla Carroll, suena como siempre suena frente al conflicto: sincero, y quizás demasiado optimista. Cuando la increíble remontada de los Seahawks frente a los Carolina Panthers se quedó corta en los playoffs del 2015, Carroll dijo al equipo, "Teníamos mucho momento, de haber tenido un minuto más, estaríamos en camino a la siguiente ronda". Pero esa cálida charlada irrita a algunos jugadores defensivos. Se les agotan los minutos.

En este receso de temporada, Sherman y Carroll tuvieron varias reuniones privadas. Sherman había dicho a amigos que se había permitido imaginarse jugando para los Dallas Cowboys, quizás los Patriots, esperando que Lynch saliera del retiro y se le uniera en New England. Pero a menos que equipos malos como los Buffalo Bills o Browns cedieran dos selecciones de primera ronda, no iba a marcharse a ningún lado. Para cuando llegó el draft, ambas partes estaban cansados del drama. Las conversaciones se convirtieron en Sherman preguntando, "¿Cómo regresamos a jugar al nivel más alto?". Se trata de un equipo nuevo este año: el grupo de coaches es más joven, y Carroll ha prometido correr más el ovoide, regresar a la versión de la ofensiva que lo ganó todo hace cuatro años. La noche antes de reportar para las sesiones de temporada baja, Sherman envió algunas publicaciones en redes sociales que culminaban con una afirmación que no pudo haber sido dicha de mejor manera, incluso por Carroll: "Honestamente, muchas pesadillas llegan antes que el sueño".

Carroll parece haberlo hecho de nuevo, convirtiendo la desesperanza en esperanza. La gente en el edificio se preguntaba cómo respondería Sherman con un golpe a su orgullo, retornando a Seattle luego de haber preparado todo para su salida. Pero siguió adelante con su trabajo como si no hubiera sucedido nada. Todo negocios. Está sirviendo como tutor para los backs defensivos más jóvenes, reclutados para darle continuidad a su legado. Quizás Sherman necesitaba un sueño de jugar en otro sitio para darse cuenta de lo bien que le va. O quizás todo sea creíble ahora en la primavera, pero frágil cuando llegue el otoño, después del inevitable pase incompleto en la línea de gol.


Nunca termina por desaparecer, ese amor perdurable entre compañeros. Sigue estando en Sherman, enterrado bajo la ira. En el triunfo del Super Bowl XLVIII sobre los Broncos, Sherman dejó el encuentro tras lastimarse el tobillo. Cuando el equipo corrió al campo bajo el confetti para celebrar, Sherman estaba en muletas, quedándose atrás. Dos hombres lo notaron. Desde el escenario, en el momento más importante de su vida, Carroll divisó a Sherman y le mostró el puño, no se necesitaron las palabras. Luego, un jugador se abrió camino entre la muchedumbre, alejándose del escenario para verlo. Era Wilson.

"¿Estás bien?", preguntó Wilson.

"Espero no haberlo fracturado", respondió Sherman.

"Te amo, hombre".

"Te aprecio".

Se dieron un abrazo y se dieron la mano, con las miradas uno en el otro. Sherman mantuvo la mirada por un momento adicional, del modo en que lo hacen los compañeros. Wilson lo dejó entonces para levantar el trofeo. Sherman observó la celebración desde el campo a través de sus lágrimas, cuando todo lo que tenía y todo lo que necesitaba era lo mismo.

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