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¿Cuál es el lugar de Tom Brady en la historia de la NFL?

Cuando se trata de poner en contexto cuánto puede significar la nueva marca de 187 partidos de temporada regular ganados para Tom Brady como mariscal de campo titular de la NFL, me vienen dos cosas a la mente.

En primer lugar, vale la pena reconocer la clase de constancia que se requiere para alcanzar una marca de este tipo. Sí, los New England Patriots han sido la franquicia más dominante del fútbol americano profesional por casi dos décadas, pero dentro de ese dominio sólo encontramos un denominador común a lo largo de todo ese éxito: la dupla Brady-Bill Belichick. Fuera del mariscal de campo y del entrenador en jefe, todas las demás variables que tienen que ver con el éxito dentro del campo: desde ejecutivos hasta jugadores, pasando por coaches asistentes, han sufrido variaciones.

En segundo lugar, me llama la atención el significado que puede tener para alguien como Brady --máximo exponente posible del llamado "Patriot Way"-- un récord así. Desde luego, no puede ser más importante que la posesión de cinco anillos de Super Bowl. El objetivo final de jugar siempre será la conquista de campeonatos, y en ese rubro nadie lo ha hecho mejor como mariscal de campo titular de NFL que Brady. Sin embargo, uno de los mandamientos de este "Patriot Way" es enfocarse únicamente en el juego que viene, dejando para otros las discusiones sobre el Super Bowl que viene. No perder de vista el objetivo inmediato mientras se persigue un objetivo eventual mayor tiene mucho mérito, y es indiscutible que en cualquier lista que se quiera confeccionar sobre los mejores mariscales de campo de la historia, nadie lo hizo mejor que Brady.

Eso nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Cuál es el lugar definitivo de Brady --quien ahora suma la mayor cantidad de victorias de temporada regular a sus previas marcas de mayor cantidad de victorias en Super Bowls y mayor cantidad de victorias en postemporada-- en la historia de los más grandes pasadores de la NFL?

Claramente, su nombre pertenece en la discusión no solamente por formar parte de la lista, sino en la discusión sobre quién puede encabezar dicha lista.

La realidad es que la gran mayoría de quienes siguen este deporte estarán casados con una idea, una noción, sobre quién debe estar al tope de lista. En función a ello, la consecución del triunfo N° 187 de Brady en temporada regular tiene poca relevancia, por extraño que suene. Para aquellos quienes creen que el N° 12 de los Patriots ya es el mejor de la historia, el nuevo récord sirve como confirmación de esa creencia. Para aquellos que consideran a cualquier otro --ya sea que se trate de Johnny Unitas, Joe Montana, o Peyton Manning, los nombres más comúnmente asociados a ese título--, la nueva marca de Brady le solidifica dentro del debate, pero no será suficiente para derrocar a nadie del sitio de honor. Después de todo, las 187 victorias de temporada regular son de poca utilidad en contra de los argumentos usualmente esgrimidos a favor de los otros: que no pueden comparar épocas distintas, que ninguno de los otros contó con un head coach como Belichick, etc., etc., etc.

Lo que de ninguna manera puede objetarse es que Brady --quien creció idolatrando a Montana-- ha inscrito su nombre en aquel debate, y sus argumentos son válidos y concisos. Tampoco puede objetarse el colosal significado de Brady para la historia del deporte, como un todo.

La carrera de Thomas Edward Patrick ha sido excepcional, en varios sentidos.

Desde que era universitario en Michigan, nunca terminó por convencer realmente a Lloyd Carr que debería ser el indiscutible titular para los Wolverines, y esa duda sigue siendo parte del combustible que le hace andar con todo y que inició todos los partidos en sus últimas dos campañas colegiales bajo la sombra del ultratalentoso Drew Henson, a quien metían para jugar el segundo cuarto. En algún momento de su carrera colegial, Brady jugó con la idea de transferir a California, pero en lugar de eso decidió quedarse y trabajar aún más, siendo votado capitán por sus compañeros.

Cuando llegó el momento de pensar en el siguiente paso, Brady no aparecía en el radar de muchos equipos, pero sí de un par de personas en particular. Después de todos estos años, se ha vuelto famoso el reporte que redactó el ex entrenador de mariscales de campo de New England, Dick Rehbein, insistiendo a Belichick en invertir una selección baja de draft en el pasador de Michigan. Igualmente famoso es el hecho de que solamente un ejecutivo de la NFL llamó a Carr para preguntar por su quarterback: Bobby Grier de los Patriots.

Esos ingredientes se conjugaron para darnos una de las mejores historias del draft moderno de la NFL, una que se sigue contando año con año cuando llega el momento de elegir a los futuros jugadores de la liga: la de un delgado pasador de Michigan que todos obviaron en reiteradas ocasiones hasta irse con el turno global N° 199 a los Patriots para convertirse en el mariscal de campo más ganador de la historia.

Después de eso, Brady nos entregó la historia de aquel chico de segundo año que suplió al entonces mariscal de campo mejor pagado en la historia de la liga, Drew Bledsoe, para conducir a su equipos hasta el Super Bowl donde enfrentaba a una ofensiva de época, el "Greatest Show on Turf" de los St. Louis Rams, para dar la mayor sorpresa en la historia del juego desde la garantía de Joe Namath.

Dos triunfos más de Super Bowl en los siguientes tres años aseguraron la consolidación de la primera y hasta ahora única dinastía de NFL del nuevo milenio.

La historia de Brady es imposible de entenderse sin la de Manning. Curiosamente, su carrera ha sufrido una especie de transformación dialéctica donde pasó de ser el chico que venía desde abajo, enfrascado en una batalla eterna contra aquel que tuvo todo lo que él no tenía: un sello de realeza de NFL confirmado por una selección como N° 1 global del draft y un elenco de apoyo que incluía a seleccionados eternos de Pro Bowl de gran cartel como Marvin Harrison, Reggie Wayne y Edgerrin James. Y curiosamente, parecía que Brady siempre vencía Manning, sobre todo en los momentos decisivos, hasta que Brady ganó tanto que pasó a ser del underdog al villano que se debía vencer año con año --rodeado por compañeros de equipo más talentosos-- y que irónicamente inclinaron la balanza hacia una mayor cantidad de triunfos para Manning en sus años finales.

Otro episodio que no podemos dejar de mencionar es la batalla frontal que sostuvo Brady con el comisionado de la NFL, Roger Goodell, y que en última instancia perdió debido al escándalo conocido como "Deflategate", el mejor argumento que esgrimen los detractores del pasador pese a las severas irregularidades del proceso de investigación y castigo por parte de la liga.

Finalmente, Brady nos está entregando un capítulo final igualmente inverosímil: el del quarterback de 40 años de edad que todavía es capaz de jugar al nivel más alto de la liga, cargando a su equipo a dos triunfos más de Super Bowl en los últimos tres años, y en busca de uno y otro más para llevar su total hasta los no sé cuántos Trofeos Lombardi.

No podemos estar seguros de cuántas temporadas más planea jugar Brady, pero sí es seguro que estaremos pegados a los televisores mientras las juega, leyendo cada nueva página que le añada a su historia.

Se dice que los verdaderamente grandes en la historia del juego no lo hicieron en busca de los récords, sino en busca de los triunfos. Irónicamente, el viaje de Tom Brady lo ha llevado a conquistar los tres récords que contradicen de plano esta máxima: el de mayor triunfos en Super Bowls, el de mayor triunfos en temporada regular, y el de mayor triunfos en postemporada.

Esas tres marcas le dan a TB12 un lugar privilegiado en la historia de la liga, uno que es imposible de compartir, y uno que tal vez jamás pierda.