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La siguiente estrella en el cuerpo de entrenadores de los Patriots

Brian Flores será la próxima estrella del cuerpo de entrenadores de los New England Patriots, y entender por qué, es entender de dónde viene.

Creció en los proyectos de vivienda de Brownsville, Brooklyn, quizá el barrio más duro de Nueva York, por eso no había nada en Bill Belichick o el ‘Patriot Way’, que lo pusiese a temblar.

La vida curtió a Flores pronto, preparándolo para la dureza del ambiente más demandante en la NFL.

“Nunca retrocedí ante nadie”, dijo Flores. “Si la gente te ve asustado, o que retrocedes ante alguien, tendrás que lidiar con eso cada día. Eso era lo que hacía. No retroceder ante nadie y ante ninguna situación. El fútbol americano, la escuela, nada”.

Mucho antes de que el entrenador de apoyadores de 36 años se convirtiera en el asistente de visorias de los Patriots en 2004, o en el siguiente coordinador defensivo, era el hijo de un inmigrante hondureño que vivía con sus cuatro hermanos en una comunidad que era peligrosa de navegar. Sus hermanos menores, Luis y Danny, cada uno tuvo un cuchillo clavado en dos asaltos distintos de camino a la tienda de videojuegos local. Luis, ahora un maestro de cuarto grado en el sur del Bronx, asegura que vio cuerpos trazados afuera del edificio en más de una ocasión, y que casi todas las noches la familia Flores escuchaba disparos de armas no muy distantes.

Brian, el segundo más grande, prefiere no ofrecer tantos detalles con similares confrontaciones. “Fui probado muchas veces”, señala, “y quiero dejarlo así”. Sabe lo que la gente piensa de Brownsville y lo que los periodistas de lugares distantes seguidamente escriben sobre Brownsville. No lo necesita leer en una historia publicada en el Times en 2012, que su vecindario tiene la mayor concentración de vivienda pública. No necesita leer en una pieza del New York Times Magazine de 2014, que hubo 72 balaceras y 15 asesinatos el año pasado, “en un área de dos millas cuadradas que mucha gente nunca dejará”.

Flores vivió ahí cada día. Vivió en medio de mucha pobreza, crimen y desempleo. Y de igual manera ama su comunidad. “Me formó de muchas maneras”, asegura. “Me hizo duro. Aprendí a lidiar con la adversidad y me motivó para salir de ahí… es un ambiente duro, y hay violencia y drogas. Pero tampoco era salvaje, el salvaje oeste. Hay mucha gente buena ahí. Fui afortunado de estar rodeado por ellos”.

Es un pueblo, después de todo. “Y un pueblo grande cuando vienes de Brownsville”, dice Flores. Su padre, Raúl, fue un marinero mercante que estaba fuera en el mar tanto como 10 meses al año. Su madre, María, se quedaba en casa para cuidar a los cinco chicos, incluyendo al más joven, Christopher quien tiene autismo. María gobernó con dos puños de hierro. A menos de que sus hijos estuviesen camino a la escuela o una práctica, o dejando un recado, no les permitía estar en las calles, y se esperaba que estuviesen en las tres habitaciones del proyecto Glenmore Plaza.

“Un montón de nuestros amigos de preparatoria estaban en pandillas”, dice Danny, ahora un gerente estudiante graduado de la Universidad de Columbia, “y nuestros padres no nos quería envueltos en esa cultura y estilo de vida. Una vez volvía de la escuela y vi a un chico correr por su vida, lo perseguía el miembro de una banda”. Me fui directo a casa. Es algo duro de ver cuando tienes 13 años”.

En un hermoso día de otoño, cuando Flores tenía 12 años, su tío Darrel Patterson pasó por el apartamento y encontró a los chicos Flores mirando televisión. María no los quería fuera del edificio, pero Patterson, aficionado a los Jets y bombero de Brooklyn, tuvo una idea: Patterson, sobreviviente de cáncer, estaba de permiso médico cuando el 11 de septiembre de 2001 perdió a sus seis colegas en la escalera del piso 118 del World Trade Center. Pero el fútbol amiercano era la alegría de Patterson, y le dijo a María que llevaría a los chicos en su auto a un parque en Queens en el que jugaba la liga juvenil Lynvet. Un entrenador cronometró a Flores en las 40 yardas y no creía la velocidad del chico. Llevó a Flores a una camioneta estacionada y ahí le dijo que eligiera el equipo que quisiera usar. El joven Flores se puso su primer par de hombreras, y el resto es historia en un barrio de básquetbol.

Flores se convirtió en un prodigio como defensivo y corredor de la Lynvet, en el octavo grado, fue visto por el ex guardia de la NFL Dino Mangiero, quien entrenaba en la Poly Prep Country Day en Brooklyn, una preparatoria privada en la que estudiaban los chicos de las élites neoyorquinas. Flores era un estudiante de dieces, y la escuela le permitía a Mangiero admitir un número de atletas de bajo ingreso como parte del programa de becas Jordan Scholars. Antes de que el campus fuese apedreado por reportes de abuso sexual del entrenador previo entre 1966 y 1991, Poly Prep era vista como un idílico santuario en la afluente sección Dyker Heights de Brooklyn. Flores y sus hermanos menores que le siguieron de la 332 (preparatoria) a la Poly Prep, Danny y Luis, pensaban que era grandioso, luego de un viaje de 90 minutos por tren y autobús, ver un estanque lleno de patos y un estacionamiento plagado de autos lujosos. Estaban a un largo viaje desde Brownsville en todas las maneras literales y figurativas.

En su segundo año, la invicta Poly Prep lo estaba haciendo bien contra un fuerte equipo de la Peddie School en Hightstown, Nueva Jersey, cuando Mangiero quiso que su equipo mostrase corazón. En cuarta y uno cerca del mediocampo en la segunda parte, Mangiero decidió patear, pero Flores comenzó a defender su posición en el tiempo muerto. En sus audífonos, el asistente de la Poly Prep, Craig Jacoby escuchó a Flores decirle al entrenador en jefe: “Deme el balón. Lo llevaré a primera y diez”. Flores corrió y se quitó tacleadas y anotó luego de un acarreo de 51 yardas en lo que fue el empate 38-39. Jacoby dijo que fue el único juego del equipo durante los tres años de Flores, que Poly Prep no ganó.

Flores obtuvo un puntaje de 1,140 en su SAT, y eligió Boston College de entre un gran círculo de programas de buenas universidades que le ofrecían el paquete completo, debido al rendimiento académico y la cercanía a casa. Los entrenadores de Boston College vieron en Flores lo que los entrenadores de la Poly Prep vieron: deseo, intensidad y, más que nada, humildad.

Flores solo practicó en su primer año (redshirt) y pasó de ser profundo a apoyador. Bill McGovern, ahora el entrenador de los apoyadores con los New York Giants, fue el coach de Flores en la posición en la BC, y no podía creer sus aptitudes para el juego y lo rápido que aplicaba una lección en la sala de juntas en el campo. McGovern solía dar clínicas y usaba video para apoyar sus puntos, y con el tiempo notó algo en sus clips: Flores estaba en ellos. Sus pies y sus ojos estaban siempre en el lugar correcto, y su técnica y ejecución eran sacadas de un libro de texto.

Flores, de 5 pies, 11 pulgadas y 212 libras, fue el segundo mejor tacleador de Boston College en 2003 y pudo aterrizar en un campo de NFL, pero se atravesó una cirugía en el cuadriceps de un muslo que lo dejó fuera del Bowl que jugaron los Eagles. Flores era perfecto para ser jugador de los Patriots –desinteresado, pequeño, pasado por alto- y de pronto tenía que ser el perfecto hombre de staff para los ‘Pats’. Scott Pioli, vicepresidente de personal, contrató a Flores como un ‘tráeme esto’ después le enseñaron a juzgar talento. Belichick le instruyó a Flores como desarrollar ese talento una vez transitó del visoreo a entrenar.

Los coordinadores ofensivo y defensivo de Belichik, Josh McDaniels y Matt Patricia, se preparan para tomar empleos de entrenadores en jefe en Indianapolis y Detroit, respectivamente, dejando grandes huecos en el alto cuerpo de entrenadores de New England. Después de ser entrevistado para el puesto de entrenador en jefe para Arizona e impresionar a los ejecutivos de los Cardinals, se espera que Flores llene el rol de Patricia. Flores no colma el perfil de los pasados protegidos de Belichick –universidad pequeña, pueblo pequeño- pero no confrontaron el tipo de circunstancias que encara un chico de Brownsville. Si la siguiente temporada la cámara enfoca a Flores tanto como lo hace con Patricia, le hará un gran servicio a la gente joven de este país, que está forzada a luchar contra la desesperanza y la desesperación debajo de la línea de pobreza.

“Espero que sea una imagen poderosa”, dice Flores. “Espero que me vean y escuchen mi historia, y que haya una esperanza de que la entiendan y lo puedan lograr también. Eso es exactamente lo que espero que sientan. Que, pese a las circunstancias, o de donde sean tus padres, o donde vivas… puedes escribir tu propia historia. He escrito la mía”.

Raúl y María fueron los co-autores. Llegaron de Honduras en los 70’s sin hablar una palabra de inglés, hicieron de la educación su prioridad número uno, por encima de la seguridad personal; sus hijos Raúl Jr (Virginia Tech), Brian (BC), Danny (Albany) y Luis (Bucknell), todos son graduados después de cuatro años de universidad. Flores logró la licenciatura en inglés y luego hizo una maestría en administración, todo mientras jugaba fútbol americano, y mientras las necesidades del hogar eran muchas debido a las necesidades especiales de Christopher.

La comunidad tomó nota: “Brownsville es la trinchera”, describe Lance Bennett, el director de atletismo de la Dei Prep Mater de Nueva Jersey y amigo de la infancia, quien se convirtió en un prominente músico y en regresador de patadas en la Universidad de Indiana. “Y Brian era como una rosa creciendo entre el concreto. A los 14 años, ya tenía esa actitud de hombre adulto. Nunca le vi mostrar alguna emoción o alguna debilidad”.

Otro amigo de la infancia, Chris Legree, que jugó como mariscal de campo en la Poly Prep y luego en la Universidad de Maine, dice que Flores pudo poner su vecindario en el mapa por una razón diferente a boxeadores haciéndose un lugar –Mike Tyson, Riddick Bowe y Shannon Briggs entre ellos. Legree llama a Flores como la fuerza unificadora en casa y de nuevo en la Poly Prep. “Era la primera persona negra que yo veía mezclada con gente blanca”, recuerda. “Y era algo muy bueno”.

Legree, también asegura que nunca conoció a nadie más orgulloso de ser de Brownsville. Como chico estrella de fútbol americano preparatoriano, Flores era protegido, hasta cierto punto, por amigos y extraños. Incluso vendedores de droga sabían que debían alejarse de él. Era un chico dorado, un chico con la oportunidad de salir, y si algo fuera de la ley o peligroso estaba a la vuelta de la esquina o en la calle, algo indicaba a Flores que debía salir de ahí, de acuerdo con él mismo y sus hermanos.

“Pero al mismo tiempo, me vigilaba la espalda”, cuenta Flores. Describe su diaria caminata por la mañana rumbo al tren, lo suficientemente ominosa “para ser la escena de película en la que sabes que serás asaltado”.

Las experiencias de su vida lo hicieron un entrenador infernal. Aprendió a sobrevivir en Brownsville. Supo cómo interactuar con gente de distintos estratos socioeconómicos en la Poly Prep. Aprendió a como sobreponerse a la adversidad –al recuperarse de su lesión en la pierna- en BC.

Belichick ha sido duro con Flores, así como él es duro con cada joven asistente que ha sido moldeado por el sistema. Pero Belichick no tiene nada que María Flores, que alguna vez agarró a su hijo de la oreja y lo forzó a leer el libro que su él hizo a un lado, no tenga.

“Yo y mis hermanos somos lo que nuestros padres soñaron cuando llegaron a este país. Somos el sueño americano”.

Hace dos años, Flores mudó a Raúl, María y Christopher fuera del vecindario y los trajo a un condominio en Nort Attleborough, Massachusetts, a dos millas de su casa. El sueño americano de Flores, como niño, era lograrlo como jugador de la NFL y comprarles a sus padres un hogar para que nunca más tuviesen que subir 20 pisos de escaleras cuando el elevador no servía, lo que pasaba cada dos semanas. Flores logró el sueño como entrenador de la NFL.

Raúl y María están cerca de sus tres nietos, dos niños y una niña de Brian, y Christopher, ahora 25 años, disfruta del programa que necesita para mantenerse activo en ‘tocho bandera’, básquetbol y softbol. No es loco pensar que Flores se mantendrá en Foxborough por muchos años, y que alguna vez reemplace a Belichick cuando se retire, considerando que el dueño del equipo, Robert Kraft, adora a Flores, y el tiempo –tres, cuatro o cinco años a partir de ahora- lo hacen un candidato lógico.

Pero Flores es un Patriota y por eso de lo único que quiere hablar a futuro, es sobre el Super Bowl LII contra los Philadelphia Eagles. Poco años antes, Flores se hizo un nombre en los últimos segundos de la indeleble victoria de los Pats en el Super Bowl XLIX contra Seattle Seahawks, al mandar al campo a Malcolm Butler, quien logró, quizás, la intercepción en las diagonales más grandiosa en la historia de la liga.

Flores está destinado a agrandar su nombre en New England y más allá. Sin importar lo que suceda en el resto de su carrera como entrenador, Flores asegura que honrará lo que se conoce como el mantra del barrio: “Nunca huyas, nunca lo hagas”.

Que vengan los Eagles, y luego un rol más importante en el grupo de Belichick. Este producto de Brownsville no huirá, y nunca retrocederá.