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Pats y culés permanecerán unidos para la eternidad del deporte

BARCELONA -- Unidos por el destino, New England Patriots y Barcelona caminan de la mano entre la casualidad y un hermanamiento tan indiscutible en sus gestas como difícil de explicar. Desde el seis de febrero la remontada, épica, de los Patriots en el Super Bowl LI era considerada la mayor de la historia del deporte. Hoy comparte ese significado con la que se vivió en el Camp Nou el ocho de marzo .

Del entierro a la fiesta, los Patriots voltearon un resultado imposible frente a los Atlanta Falcons en un desenlace de infarto; en una noche mayúscula, los catalanes convirtieron la pesadilla de París en una gesta tras 95 minutos dignos de una película de ciencia ficción… Y con un desenlace tan increíble en Houston como en Barcelona.

Cuando se había alcanzado el ecuador del Super Bowl, los Patriots estaban entregados, con un 3-21 en contra que convertía la remontada en una utopía; en el ecuador de la eliminatoria de Champions el Barça abandonó París derrumbado, con un 4-0 en contra que sentenciaba, a ojos de todo el mundo, su expulsión de Europa…

Y sobrevivieron ambos. Y de una forma tan milagrosa como, a su manera, similar. Porque los Falcons llegaron a dominar por 3-28 en el tercer cuarto y el PSG, temblando con el 3-0, pareció sentenciar con el gol de Cavani, el 3-1, a la hora del partido de vuelta en el Camp Nou. Ya solo quedaba agarrarse al milagro.

LOS CRACKS… Y LOS HÉROES

Y al milagro condujeron los cracks para que lo consumaran los héroes inesperados. Tom Brady decidió en Houston lo que Neymar en Barcelona. Atrapado Messi en una tela de araña, el brasileño acudió en su auxilio dándole a entender que allá donde no podía por una noche llegar, lo haría él.

De principio a fin fue el látigo ofensivo al que se agarró el Barça en la misma medida que el Super Bowl, llegado el último cuarto, quedó en poder de Brady. Ney conquistó la eternidad en una mágica desembocadura de partido en la misma medida que en serie ofensiva clave en el último cuarto el quarterback empujaba hacia el milagro…

Y el milagro, la consumación, el éxtasis, llegó personificado en dos secundarios que se catapultaron a la eternidad. Porque el centro de Neymar, que pareció buscar a Piqué o pudo encontrar a Suárez, fue a convertirlo Sergi Roberto, un futbolista que no marcaba desde septiembre de 2015 y cuya trascendencia ofensiva en el Barça no es precisamente de primer orden.

Como en Houston, donde esperándose a Julian Edelman, emergió la figura de James White, receptor que en su tercera temporada con los Patriots alcanzó un papel no esperado y que se convirtió en el puñal definitivo de la remontada, durante ella… Y en su jugada final.

Sentenciados y arrodillados, los de Massachusetts emergieron del infierno para apagar la fiesta que se preparaba en Atlanta. Enterrados y vilipendiados, los españoles convirtieron la de los franceses en el funeral más inesperado.

Así podría convertirse ese hermanamiento entre unos y otros en el Pats-Culés. Boston y Barcelona, los Patriots y el Barça, unidos en la eternidad.