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Chile, la transformación del Campeón de América

BUENOS AIRES -- Pelea y lucha más de lo que juega. No fluye, ni profundiza. Y le cuesta horrores mostrarse concreto. Resoluto. La forma en que Chile se ha transformado como equipo en apenas un año hasta volverse vulgar, es evidente.

Da la sensación de que con el alejamiento de Jorge Sampaoli, La Roja ha perdido mucho más que un entrenador. La imagen que ha brindado en sus primeros dos partidos de la Copa América Centenario el equipo comandado por Juan Antonio Pizzi contrasta con la que ofreció para coronarse en 2015 con honores.

El Chile de Pizzi mantiene un alto nivel de posesión de balón. Pero también apostó por la pelota cuando lo dirigían Nelson Acosta y Claudio Borghi. No obstante, se trata de laxitud.

Por más que frente a Bolivia, La Roja haya acumulado una tenencia de balón del 79,3%, el mapa de calor que radiografía las acciones colectivas del vigente campeón de América apenas registra movimiento en el área del conjunto del altiplano. Ello, al margen de haber vencido solamente gracias a un obsequio arbitral.

Los 649 pases que enlazó el conjunto chileno se desarrollaron en su mayoría en zonas intrascendentes de la zona ancha, del mediocampo. Comienzan a surgir interrogantes frente al actual momento de transición.

De los 19 remates (10 al arco) que La Roja ensayó frente a Bolivia, ¿cuántos fueron ejecutados con real convicción? ¿Qué más le queda por aportar a la generación que conquistó el título hace un año? ¿Está agotada? ¿Es Pizzi el entrenador indicado para procesar la renovación que necesita y pide a gritos el equipo? ¿tiene confianza el flamante cuerpo técnico en la nueva camada de jugadores, o simplemente piensa en escudarse en la vieja guardia para encarar lo que viene?

Se palpa la sensación de que los rivales han de hacer mucho menos que lo que hacían antes para controlar a Chile, y se mascan dudas.

Sólo hay que observar la última entrevista concedida por Claudio Bravo, arquero, capitán y referente del equipo, en la revista Caras, de Chile, quien en una frase acepta que existe la posibilidad de no clasificarse para la próxima copa del mundo. “Sería un fracaso rotundo no estar en Rusia 2018”, afirma, con razón.

En la misma entrevista, Bravo cuenta que con la salida de Sampaoli “el equipo vivió un momento complejo” en el cual se vio obligado a “hacer borrón y cuenta nueva”. Traza las sensaciones suyas y de sus compañeros al asegurar que “quedamos en el aire”.

Caerle con todo el peso de la ley a Pizzi, quien se hizo cargo del seleccionado en febrero de 2016, acaso no corresponda porque el técnico santafesino dirige al campeón de América hace poco tiempo. Esto, más allá de que en 6 partidos apenas haya conseguido 2 victorias y sumado 4 derrotas, con 9 goles a favor y la misma cantidad de tantos en contra. El punto es, qué sucede de parte de los jugadores. Si la adquisición del nuevo estatus “campeones” modificó su forma de encarar cada juego.

Cierto es que hay bajas por lesión (Eugenio Mena y Felipe ‘Pipe’ Gutiérrez). Otras, por cuestiones futbolísticas (Jorge ‘Mago’ Valdivia). Lo que está claro es que Pizzi deberá evaluar muy a conciencia y en tiempo récord el medio local para analizar desde todo punto de vista posibles nuevas convocatorias.

Se sabe que, a la hora de introducir cambios, lo mejor es hacerlo en medio de una dinámica positiva. Sin la necesidad de forzar soluciones que puedan perder frescura si se adoptan en un momento de riesgo.

Lo mejor para Chile es que aún le queda crédito tras la gesta protagonizada hace un año. El punto es que nadie se confíe al punto de dilapidarlo cuando ya pueda ser tarde para reaccionar.