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Copa América: una final en dos velocidades distintas

PARÍS -- La Copa América Centenario tendrá una final de lujo el domingo cuando se enfrenten los dos mejores equipos, del torneo y de tiempos recientes. No es casualidad que, apenas un año después de la final que jugaron en Santiago, Chile y Argentina se vuelvan a enfrentar en una definición, ya que vienen demostrando de manera consistente que están un paso por encima de los demás.

La eliminación temprana de Brasil y Uruguay seguramente les allanó todavía más el camino, y también es cierto que la CONCACAF no presentó mayor oposición: de seis equipos, solamente dos pasaron de fase, y ambos se terminaron yendo goleados. Con todo lo positivo que tiene integrar a las selecciones de todas las Américas, las diferencias siguen siendo grandes.

Pero volviendo a los finalistas, dejaron claro que su lugar es más que merecido. A Chile le costó un poco más a lo largo del torneo, pero fue de menor a mayor tras arrancar perdiendo, justamente frente a Argentina. En ese partido su funcionamiento no fue tan aceitado, pero a medida que pasaron los partidos, el equipo de Pizzi se consolidó.

Tal es así que, en la semifinal, liquidó el pleito en los primeros minutos. La ventaja de 2-0 tan temprana me hizo acordar al partido que con Boca le ganamos a Real Madrid en el 2000 por la Copa Intercontinental: cuando uno pega tan rápido, esa ventaja condiciona el partido y hace muy muy difícil que el rival se recupere.

A Colombia esos dos goles le arruinaron todos los planes. Me dio la sensación de que había dejado demasiadas energías en el duelo de cuartos contra perú, y que terminó pagando el gasto en la semifinal. Si a eso le sumamos que, tras la suspensión por la amenaza de tonado, el campo mojado hacía difícil ser preciso y que además Colombia se quedó con 10, no había mucho más por hacer que admitir que Chile era un justo ganador.

Por su parte, Argentina viene demostrando estar muy por encima de todos los demás. Contra Estados Unidos jugó su mejor partido del torneo y también lo liquidó de entrada. El gol de arranque le dio la tranquilidad para manejar los tiempos y monopolizar la pelota, y así también generar los espacios que tanto aprovecha Messi.

Del otro lado tuvo a un rival que no pudo hacer mucho más que mirar jugar. Es cierto que Estados Unidos tampoco tiene mucho más para hacerle fuerza a Argentina, pero los de Martino tampoco le dieron opciones, y como si fuera poco, apareció otra vez toda la capacidad goleadora de Higuaín para estirar todavía más la diferencia.

Hasta aquí, las semifinales, con dos ganadores claros y que además definieron sus partidos de entrada. La pregunta es: ¿qué escenario queda planteado para la final?

Ahí es donde comienzan las diferencias, porque uno creería que Chile difícilmente cambie su libreto. El sistema que adoptó hace años es el que le viene dando resultados y no se modificó con distintos técnicos, de Borghi a Pizzi, pasando por Bielsa y Sampaoli.

¿Qué va a hacer Chile? Va a salir a jugar el partido a dos mil por hora, a presionar bien arriba desde el comienzo y a pasar al ataque tratando de crear superioridad numérica. Así fue que consiguió muchos goles en los primeros minutos y que consiguió definir partidos, tal como decíamos arriba ante Colombia o en el 7-0 frente a México.

Argentina tendrá que aguantar ese vendaval inicial. Es un equipo más equilibrado, no tan ofensivo, que sabe que probablemente no presione ni elabore en el mismo nivel que Chile, como lo dijo el mismo Martino. Pero eso no debería significarle un problema, ya que Argentina se está acostumbrando a no tener el monopolio y así pararse de contragolpe.

Pero la gran duda sobre el planteo que haga Argentina pasa por los nombres, o mejor dicho, por las ausencias. Martino fue haciendo varios cambios durante el desarrollo de la Copa y todos le respondieron, aunque a la final llega con más bajas de lo habitual. Lavezzi ya está descartado, y aunque empezó como reserva, jugadores que pueden ocupar posiciones similares están en duda, como Gaitán y Di María.

Si a eso le sumamos que Augusto Fernández está lesionado, que Biglia aún disponible no ha tenido tanto rodaje y que Rojo también podría perderse la final, está claro que la manera de jugar el partido dependerá del once que Martino tenga disponible para la noche del domingo y de la condición física de quienes entren al campo.

Ese es un motivo más para pensar que Argentina no va a apostar al ida y vuelta sino a esperar. Pero cuidado: esperar no quiere decir regalar la pelota. Por el contrario, la mejor manera de bajar ese ritmo frenético con el que Chile ahoga a sus rivales es sacarle el balón y con eso quitarle continuidad.

Argentina sabe hacer eso y es un equipo que puede manejar muy bien los tiempos y las pausas. Y ahí es donde se agigantó la figura de Banega, que se convirtió en la rueda de auxilio justa para Mascherano, con mucha movilidad y asociándose con Messi como lo hacía Xavi. Quizás sin el juego cerebral del español, pero con el mismo estilo de tocar y volver a buscar para ofrecerse como opción.

Argentina es hoy probablemente el mejor equipo del mundo, con individualidades sin igual, sobre todo en ataque. Pero también tenemos que ser sinceros y admitir que, aun estando muy bien el equipo y los jugadores, el que puede terminar haciendo la diferencia debería ser Messi. Alrededor de él puede estar la única gran duda sobre el planteo chileno: saber si le pondrán una marca fija o no.

Y más allá de la gran actuación de las semifinales, creo también que los jugadores argentinos saben dos cosas. La primera es que, a pesar de las dos victorias recientes, en eliminatorias y al comenzar esta Copa, Chile es un rival muy difícil. La otra es que tienen un resto y pueden levantar todavía más el nivel: que lo den en este partido es clave,

Felicidades.