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¿Ochoa, CH14 y Gignac desoyen las voces de la cancha y de su cuerpo?

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Guillermo Ochoa (40 años), Javier Hernández (37) y André-Pierre Gignac (39) están ante una puerta sin retorno luego de sus exitosas carreras en el futbol.


LOS ÁNGELES -- Se regocijan tanto en su pasado, que viven un presente en negación rotunda, y el futuro les aterroriza a pesar de su solidez financiera y de su colosal aptitud para la vida. No asimilan que al salir de una decadencia competitiva se asomarán a una plenitud absoluta aún, como seres humanos.

El retiro. El demonio bajo la cama. El futbolista rehúye los mensajes de su cuerpo y de la cancha. Ha protagonizado cientos de veces el silbatazo final de un partido, pero sólo teme a un silbatazo final, el de su propio partido.

Hoy, en el universo del futbol mexicano, aparecen tres tipos que aún regatean, con uñas y dientes, con las entrañas convulsionadas, su derecho a seguir vigentes. Los tres, a su manera, son aspirantes a leyendas, al menos en el reducto restringido de sus propios equipos.

Guillermo Ochoa (40 años), Javier Hernández (37) y André Pierre Gignac (39) están en el dintel de un eventual retiro. Ante una puerta, sin retorno –generalmente—, de una vida lejana y ajena de lo que ha sido un recorrido –generalmente también— exitoso en su carrera futbolística.

1.- Guillermo Ochoa eligió un rincón del mundo, paradisiaco, pero donde el balón no alcanza a rebotar hasta esas canchas europeas que se ornamentan con el glamour competitivo. Su equipo, el Limassol, es de tan discreto historial, que parece una indiscreción indecorosa, preguntar por sus ancestros. Y su club, hoy, es más un medio que un fin. Pretende que sea el milagroso salvoconducto, el desesperado trampolín, hacia su sexta Copa del Mundo.

2.- Javier Hernández genera más debate en el frágil y bipolar aparador de las redes sociales, que en la cancha, en el área. Lesión tras lesión, lo han ido marginando. Ante América se mimetizó de ansiedad en la banca, y ante Tigres entró al minuto 68, pero dejó en evidencia que la zozobra y desesperación le nublan la sabiduría que debía haber adquirido tras casi 20 años en las canchas. Elige mal, física, emocional y futbolísticamente.

3.- André Pierre Gignac es sin duda el mejor futbolista extranjero que ha llegado a Tigres. Su trascendencia en el equipo la disputa con el legendario Tomás Boy (QEPD). El equipo asegura que no jugó ante Chivas por lesión. Medios de Monterrey aseguran que el conflicto es con su amigo Guido Pizarro, técnico del equipo. Cierto, Gignac puso ahí a Pizarro, quien, en la disyuntiva de buscar lo mejor para su equipo o para su socio de años, prefiere al equipo. No hay deslealtad laboral, acaso, deslealtad personal. El francés hoy está –meritoriamente—, más cerca de la presidencia de Tigres que de otro título de goleo.

Realmente, ¿puede alguien cuestionar la legitimidad de los esfuerzos –desesperados, sí--, de estos tres futbolistas por mantenerse vigentes?

Los tres buscan eternizarse apenas a días, semanas, meses de su Juicio Final como jugadores. Pero encomiable es que hoy recurran a todo aquello que les permita eso, precisamente, eternizarse en las canchas. Comen mejor, entrenan mejor y –aparentemente--, se cuidan mejor.

Sí, están dispuestos a pagar un costo más elevado por mantenerse imperantes e imperativos en una cancha de futbol.

¿Por qué lo hacen? ¿Por qué ese denodado esfuerzo por --en términos de José Alfredo Jiménez--, sacar juventud de su pasado?

Obviamente no es un tema financiero. ¿Es el fervor por el futbol? ¿Por la idolatría? ¿Por el perfume agrio de los vestuarios y el perfume dulce de la cancha? ¿Es el temor de que les aguarde Dante a las puertas del Paraíso para llevarlos a las puertas del Infierno? ¿Es el terror de empezar a desaparecer, de pasar de ídolo a don nadie?

A su manera, desde su propia perspectiva, los tres son tipos inteligentes y que han sabido diversificar sus inversiones. Por eso, el gran drama, el gran conflicto no es saber dirigir su capital financiero, sino su capital emocional, su capital espiritual, su capital humano, para poder y querer entender que cerrar una puerta significa elegir entre muchas otras.

La transición no puede darse sola ni a solas. El conflicto es saber compartir y competir en su entorno y con su entorno. Ahí es el momento para que comparezcan quienes siempre estuvieron a su lado y también quienes siempre dijeron estar a su lado: familia, amigos, promotores, directivos...

1.- Guillermo Ochoa se ampara en un sólido circulo familiar y un entorno que siempre supo controlar. Tiene una meta muy definida: su sexta Copa del Mundo, y después dedicarse a negocios y familia, la cual ha decidido avecindarse en Europa, donde el arquero ha hecho inversiones en bienes raíces. El problema sería si Javier Aguirre decide no llevarle al Mundial 2026.

2.- André Pierre Gignac está cobijado por su familia y por sus propios directivos dispuestos a ayudarlo a crecer dentro de las oficinas. Persona inteligente, que, además, más allá de ese supuesto conflicto con Guido Pizarro, logró incubar una sólida fraternidad dentro del mismo equipo. El francés puede consolidar una carrera histórica como director deportivo de Tigres.

3.- Chicharito Hernández parecería ser el más desprotegido. Eligiendo vivir en el desamparado amparo de las redes sociales, castigado maritalmente por la distancia y desavenencias legales, alejado de sus hijos, la duda es si su familia consanguínea, padres, hermanos, además de socios comerciales, entenderán la dimensión de su crisis emocional. Javier habla de irse a jugar a la Championship de Inglaterra, y quien haya visto la fortaleza de esa liga, entenderá que está lejos, muy lejos de encontrar ahí una eventual resurrección.

Y de hecho el retiro, la transición para los tres, para #8a, para #Ch14, para #G10 deberá ser más cómoda, aunque seguramente tormentosa, en comparación contra las decenas de futbolistas que casi en el anonimato terminan yéndose como llegaron y como sobrevivieron, sí, así, en silencio, en un ominoso silencio.

Un estudio de la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPRO), revela que, de acuerdo con un estudio, el 35 por ciento de los jugadores retirados, sufre de ansiedad y depresión; el 28 por ciento tiene alteraciones en el sueño; el 25 por ciento consume alcohol en exceso, y un 18 por ciento padece de malestares psicosomáticos, incluyendo repercusiones por lesiones.

En entrevista con Página 12, Marcelo Roffé, exfutbolista y licenciado en psicología, desde el diván dos veces mundialista, 15 años con las selecciones de Argentina y Colombia, asegura que en el futbol albiceleste, por ejemplo, dos de cada 10 jugadores se preparan para el retiro.

Autor del libro “¿Y después del retiro qué? Salud mental y Resiliencia en el Deporte”, Roffé hace referencia a la situación disímbola de un futbolista exitoso, a bordo de un Mercedes Benz, pero víctima del llanto, ante el inminente adiós de las canchas.

En Argentina y en varios países de Europa, existen programas de asistencia a futbolistas, para saber enfrentar el retiro y para detectar momentos de crisis, previos al adiós.

Caso curioso es como un futbolista mexicano, que, de haber querido pudo haber rebasado a los tres mencionados en este artículo, supo escoger cuándo, cómo y dónde irse. Carlos Vela decidió retirarse y lo hizo a su manera. Sin sufrimientos para nadie.

Al final, deberán dar el paso Ochoa, Gignac y Chicharito, porque son inconfundibles e insoslayables, los mensajes de la cancha y de su cuerpo, aunque prevalecerá la sensación de que el futbol los despoja, en lugar de entender que la vida los libera.