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El lujo de Alfredo Lamas: de las calles de La Teja a jugar con Pelé en el primer equipo galáctico de la historia

Alfredo Lamas relató cómo fue su experiencia junto al astro brasileño en el Cosmos ESPN.com

El Cosmos de Nueva York fue el primer equipo galáctico de la historia. En una caótica conferencia de prensa en Manhattan, un 10 de junio de 1975, el club de Nueva York anunciaba la contratación del Rey Pelé. Pero no fue la única incorporación. El equipo de la Warner rodeó al brasileño con estrellas de la magnitud del holandés Johan Neeskens, el kaizer alemán Franz Beckenbauer, el italiano Giorgio Chinaglia, y el lateral Carlos Alberto, compañero y compinche del 10 en la selección que conquistó el Mundial de México 1970.

Y en medio de aquella galaxia, un uruguayo de La Teja. Alfredo Lamas, un 5 que tenía el antecedente de haber jugado en Racing y provenir de Peñarol donde había logrado campeonatos.

Hoy Alfredo camina por las calles de su barrio como un vecino más. Nadie imagina que ese hombre concentraba en hoteles de lujo, almorzaba en las oficinas de la Warner, se tomaba fotos con Robert Redford y compartió un instante de su vida con quien, para muchos, fue el jugador más grande de la historia del fútbol mundial: Pelé.

“El Cosmos era un equipo bien europeo. Concentrábamos en los hoteles Hilton. ¡Cuándo voy a ir al hotel Hilton en mi vida! Yo entraba y me quedaba boca abierta. ¡De La Teja a un Hilton! Decía: ¿qué es esto? Las salidas a los viajes eran todas de traje. Me acuerdo que íbamos a un conocido club en Nueva York donde asistían todos los cantantes famosos. Entonces cuando había algo importante de la Warner, como algún estreno o fiesta, nos llevaban a los jugadores. Tengo fotos con Robert Redford y Paul Newman. A veces ellos iban a los entrenamientos. Las fotos se las regalé a mis hijos porque nadie me cree, vio. En aquellos tiempos uno entraba a las oficinas de la Warner y se encontraba con todos esos tipos”, me contó Lamas el día que lo entrevisté para el libro "Son cosas del fútbol".

“Tuve la fortuna de jugar con una de las personas más grandes del fútbol como Pelé. Fue entre fines de 1975 e inicios de 1976 cuando nos vino a buscar el Cosmos de Estados Unidos. Fuimos con Cacho Caetano, Juan Masnik, Américo Paredes y Julio Correa que jugaba en Defensor. Cuando iniciamos las charlas con el club no sabíamos nada de que podía ir Pelé, pero a los pocos días nos dijeron de que llegaba como la figura principal. Ahí lo esperamos. Pero resulta que estuvimos como 20 días sin saber nada hasta que un día llegó”, comentó Lamas.

Alfredo apeló a su memoria para contar los detalles de la llegada del Rey al club neoyorquino.

“Cuando llegó lo trajeron en un helicóptero, lo bajaron para darle brillo al tema. Yo lo conocía porque había jugado en Inter de Porto Alegre y él jugaba en Santos, no tenía amistad pero lo conocía”.

Lamas reconoce que había ciertas cosas que le sorprendían de los americanos pero como nadie decía nada, no se metía. ¿Qué cosas? Una heladera minada de cerveza en pleno camarín.

“Cuando vino el Negro se terminó todo. Trajo a su preparador físico y se cambiaron muchas cosas. Me acuerdo que los gringos nos hacían hacer trabajos con pesas. Yo parecía una momia, estaba todo duro. Pero llegó Pelé y eliminó las pesas. Nosotros no hacemos estas cosas, dijo, y sacaron todo. Él entrenaba, no al mismo ritmo, pero entrenaba, no era vago. Otra que me acuerdo es que cuando terminaba el primer tiempo de los partidos en el vestuario había una heladera llena de cerveza. Y en el equipo teníamos jugadores ingleses, y algún escocés, que en pleno entretiempo volvían de la cancha y se tomaban una cervecita mientras el técnico hablaba. Era raro eso. Y Pelé sacó todo”.

El mundo del rey brasileño tiene diversas aristas. Como toda estrella. Su vida se reparte entre la cancha, la concentración, los compromisos sociales, la atención a la prensa y los partidos.

“Afuera de la cancha Pelé era un tipo muy alegre, muy respetuoso. Cuidaba su figura, trataba de no cometer errores y quería mucho a los niños. No le molestaba que los niños le pidieran una firma. A veces había guardaespaldas por todos lados pero cuando un niño le pedía una firma él decía, no, déjelo. Si estoy comiendo cuide que no me molesten los mayores, pero a los niños no los toquen”, recordó Lamas.

“Pah, las prácticas no saben lo que eran…”, expresó Alfredo con tono de sorpresa. “Le gustaba quedarse a patear luego de los entrenamientos. Había un jugador judío que era de la selección de Israel que jugó el Mundial contra Uruguay, Mordechai Spiegler, un flaco alto que jugaba de 10 y era un jugador de novela. Bueno, entre ellos jugaban por la Coca Cola a rematar tiros libres. Mano a mano era la cosa. Yo me quedaba pero me echaban, ¡no podía patear una al lado de aquellos fenómenos!”.

Lamas no olvida la cara oculta de la vida del 10. La de tener que convivir con la fama. “Ciudad adónde iba lo esperaban cientos de periodistas. Pelé estaba siempre con nosotros cuando íbamos a jugar afuera o en las concentraciones. El tema es que la primera vez que viajamos nos dimos cuenta de lo que era. Nos quedamos como dos horas en el aeropuerto esperando que atendiera a la prensa. Ciudad donde pisaba, ciudad donde había periodistas. Entonces una vez nos ordenó que nos fuéramos al hotel que él se quedaba solo”.

“En la cancha lo vi hacer cosas increíbles. Una vez en el Estadio hizo una chilena increíble porque saltó a cabecear y se ve que cambió de idea mientras iba en el aire y terminó girando y haciendo una chilena. Sinceramente no sé cómo hizo. No era alto pero saltaba a cabecear de manera perfecta. En el cambio de ritmo era espectacular, no lo podías agarrar. Te hacía una pared hasta con el jugador contrario, tenía cosas que no se las veías a los demás. En los últimos tiempos se habló de Maradona pero lo de Pelé, y que me perdone Maradona, fue lo máximo”.

La historia de Lamas en el Cosmos no se limitó solo a compartir la temporada con el 10 más grande de la historia de Brasil. Me contó que el mundo de la Warner era de otro planeta. “Había cosas que no podías creer. Tenían mucho dinero. Nosotros almorzábamos en el último piso de ese edificio donde grababan todo. Dos días antes de los partidos se iba a comer allí. Fuimos a ver filmaciones, y otras cosas que hacían, porque nos invitaban. Con la plata no pasaba un día sin cobrar. Te hacían regalos en dinero, tres o cuatro mil dólares si eras la figura del partido o si anotabas el mejor gol”.

El fin del sueño de los uruguayos del Cosmos culminó cuando el Rey comenzó a llevar jugadores brasileños. “Y era lógico que le diera la chance a sus paisanos”, dijo sin rencores Lamas. Recuerda que pese a todo, Pelé lo invitó a quedarse a trabajar con él.

“Quería que me integrara a su escuelita de fútbol, me decía que yo tenía buen dominio de la pelota, pero no me daba para quedarme, extrañaba mucho, es un país distinto, con otras costumbres, nadie te saluda, no quieren amistad con los latinos y yo no era para vivir así”.

Lamas admitió que después de aquella experiencia que definió como “inolvidable”, jamás volvió a tener contacto con Pelé. “Nunca más lo vi. Yo me escondí en mis cosas, para mí el fútbol fue un pasatiempo y lo tomé como diversión, no me interesaba el dinero un carajo”.

Y aquel Alfredo Lamas de La Teja, que compartió entrenamientos, concentraciones y jugó al lado del mejor 10 de la historia, terminó quemando sus últimos cartuchos en Basáñez. Y fue en la cancha de La Bombonera donde jugó su último partido.

“Un día, con 29 años, me relajaron jugando por Basáñez y dije no juego más, y desaparecí. Me fui a Argentina, compré una farmacia y allá me quedé 15 años. Y ahora vivo acá, tranquilo en el barrio”.