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Johan Cruyff, la figura del Mundial de Alemania Federal 1974

Johan Cruyff es el ícono de un ideal. No sólo futbolístico, sino de vida. Representa la rebeldía bien entendida, en pos de un objetivo común; el desequilibrio necesario para romper el orden establecido pero desde el conocimiento, desde la convicción. El crack de Ajax fue el futbolista indispensable del "Fútbol total", quizás la pieza que hizo funcionar el mejor equipo de todos los tiempos.

Es imposible decir de qué jugó el flaco que utilizó el dorsal catorce en la Copa del Mundo de Alemania Federal 1974. ¿Fue centrodelantero? Sí. ¿Fue mediocampista central? Sí. ¿Fue enganche? Sí. ¿Fue extremo? Sí. Cruyff jugó de todo y todo lo hizo bien. El contexto lo ayudó, claro. Holanda fue una Selección maravillosa, que se burló de las convenciones e inventó algo diferente, algo que se llamó "Fútbol total", pero que es mucho más que un nombre: es una filosofía.

No hay mejor manera de entender el "Fútbol total" que tomarse noventa minutos y mirar un partido entero. Sin embargo, la forma más clara de describirlo es destacando el desapego a las posiciones fijas. El esquema táctico es sólo un punto de partida, que se modifica en tanto el juego lo requiera. En ese entorno, Cruyff era el hombre que dictaba cuándo y cómo cambiar. Cuando él retrocedía al mediocampo, quien estaba en ese lugar pasaba a la defensa y el defensor se mostraba por delante de él para convertirse en receptor. Cuando él se movía en el centro del ataque, el delantero se abría para asociarse también. En una filosofía tan horizontal como ésta, Cruyff era el único con más poder que el resto.

Y ese poder se lo ganó gracias a su talento inconmensurable y también a su inteligencia superior. Pocos futbolistas y entrenadores han entendido este deporte como él. Además, desde que Rinus Michels llegó a Ajax, Johan Cruyff se convirtió en su jugador favorito, en el que mejor comprendía sus ideas. Por eso, cuando se hizo cargo del combinado nacional, lo primero que hizo fue darle a su niño mimado el lugar que él merecía.

En Alemania Federal, el fenómeno nacido en Amsterdam disputó todos los encuentros como titular y convirtió tres goles -dos a Argentina y uno a Brasil-. Además de lo que dicen los números, Cruyff lideró decenas de jugadas que concluyeron en anotación o estuvieron a punto de hacerlo. Casi todas las acciones de peligro que generó la Naranja Mecánica en este torneo tuvieron participación del catorce.

Desde su debut, Cruyff no fue un futbolista más. El legendario entrenador inglés Vic Buckingham lo incluyó en el primer equipo de Ajax con sólo 17 años de edad y desde el mismo día de su presentación se convirtió en un ídolo para los holandeses. Brilló en el mejor equipo de dicho país que se recuerde y recogió elogios de todo el mundo. Incluso, del director técnico que le otorgó toda su confianza cuando era un adolescente: "Es el mejor jugador de la historia de Europa", afirmó alguna vez Buckingham.

Además de su magia, hay algo más para destacar acerca de Cruyff y el Mundial 1974 y es su camiseta. Sí, era naranja como todas las demás pero con una particularidad: en lugar de las clásicas tres tiras en las mangas, sólo tenía dos. Es que el "Tulipán de Oro" utilizaba indumentaria Puma y por eso no quiso "prestar su imagen" para la firma de Nüremberg. "Para usar la camiseta de las tres líneas, Adidas debe pagarme. De otra forma, utilizaré otra indumentaria", explicó al ser consultado sobre este tema.

Johan Cruyff fue el mejor jugador de Alemania 1974 y uno de los indispensables de la historia. Quizás habría sido más fácil escoger al extraordinario Franz Beckenbauer, líder espiritual del campeón, o a Gerd Müller, su goleador, pero habría sido injusto no premiar al hombre que lideró la revolución futbolística más grande de la historia de las Copas del Mundo. Cruyff brilló en el Mundial 74 y ese brillo anaranjado no se apagará más.