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Alemania Democrática se quedó con el duelo ante Alemania Federal en 1974

El gol del triunfo de Alemania Democrática Getty Images

La Selección de Alemania Democrática existió durante 38 años, desde 1952 hasta 1990. Poco tiempo después de que se acordara la partición de Alemania en la Conferencia de Yalta tras la Segunda Guerra Mundial, los germanos del este, quienes quedaron bajo la órbita de la Unión Soviética, comenzaron a pensar en tener su propia Selección nacional de fútbol. Lo lograron siete años más tarde y, tras algunas decepciones, en 1974 se clasificaron para su primera y única Copa del Mundo.

En el Mundial, el destino quiso que se enfrentara con su homónima del oeste, en uno de los partidos más singulares de la historia. Aquel se trató del primer choque internacional entre las dos selecciones alemanes. El combate político e ideológico entre las sociedades capitalistas y comunistas tuvo uno de sus rounds en un campo de fútbol, con todo lo que eso significa para un pueblo como el alemán, tan apasionado por este deporte.

Alli, en Hamburgo, Alemania Oriental dio una de los grandes sorpresas de aquella Copa del Mundo de al derrotar por 1-0, con gol de Sparvvasser, a Alemania Occidental, organizador del torneo y luego campeón. Con dicho resultado, Alemania Democrática se quedó con el primer lugar en la zona, y dejó a Alemania Federal, el otro clasificado, en el segundo puesto.

Más de novecientos huéspedes de honor asistieron al partido invitados por la FIFA y la organización del torneo. Entre ellos estuvieron el canciller federal, Helmut Schmidt, siete de sus ministros, el presidente saliente de la FIFA, sir Stanley Rous y representantes de la Federación Alemana de Fútbol. Así también, dirigentes de fuerzas políticas de la Alemania occidental y legisladores de diverso signo. Incluso, fueron invitados los embajadores de cada Alemania en el otro territorio, Guenter Gaus, por la RFA, y Miehael Kohl, por la RDA.

La ciudad de Hamburgo, sede del encuentro, amaneció en ebullición aquel día. Con sus dos millones de habitantes y su puerto, uno de los más grandes de Europa, es una de las ciudades más importantes de la Alemania Federal. Era lógico que allí, y en su estadio el Volkspark (el "parque del pueblo"), midieran sus fuerzas futbolísticas las dos naciones. Berlín, dividida por un muro como estaba, fue descartada para evitar que la rivalidad escalara aún más.

Alemania Federal, el país anfitrión, llegó al partido, con Beckenbauer a la cabeza, ya clasificado para la próxima ronda tras las dos victorias previas, ante Chile y ante Australia. El adversario, por su parte, arribó golpeado por la lesión de Vogel, su extremo izquierdo, y necesitado de sumar para clasificar. De todos modos, el empate previo entre Chile y Australia, le aseguraron un lugar en la 2da fase antes del pitazo inicial. Entonces, lo único que había en juego era el honor.

El estadio, como se esperaba, mostró un lleno absoluto de más de 60 mil espectadores. La mayoría, simpatizantes del país capitalista. Una minoría, unos tres mil audaces, cantaban y gritaban por Alemania Democrática. La temperatura cálida y el césped de un verde encendido completaban un clima ideal para disfrutar de un gran partido de fútbol.

Pasaron los himnos, el Oriental, primero silbado y luego respetado en silencio, y el Occidental, coreado por una multitud impaciente y exigente como la de Hamburgo. Desde el comienzo, el anfitrión impuso sus condiciones. Presionó y dominó de forma abrumadora el partido. A los 7 minutos, Grebowski perdió la primera chance, Mueller desperdició un par propias y a los 39 minutos Overath pegó un tiro en el palo.

Alemania Democrática respondió siempre de la misma forma, de contraataque. Al equipo Oriental no le sobra talento, como a sus rivales, pero se hace fuerte en su potencia física y su valentía. Lauek manejaba las respuestas desde el mediocampo, en la última de la primera parte casi convierte. Así, Alemania Democrática le anticipó a su hermana Federal que podía hacerle daño en cualquier momento. La primera parte concluyó sin goles.

La segunda mitad comenzó como había terminado la primera. Alemania Federal dominaba pero sus atacantes fallaban goles cantados, y Alemania Democrática, de contra, amenazaba con convertir.

La frustración se apoderó del equipo Federal. El juego decayó. Hasta Breitner se contagió y comenzó a fallar en los pases. El público de Hamburgo, alterado, comenzó a silbar a su equipo. La imagen recordaba al partido previo ante Australia, cuando Beckenbauer se enfrentó con los simpatizantes que desde las gradas criticaban al equipo por el bajo nivel de su juego.

Los minutos corrían y ambos equipos parecían conformarse con el empate, con no perder este duelo de Alemanias. Pero a once minutos para el final, la igualdad se quebró. Alemania Democrática lanzó otro de sus contragolpes, con Welse como conductor por la derecha. Llegó hasta el borde del área y asistió a Sparwasser, que se escapó a dos defensores y definió a media altura justo cuando Maier, el arquero Federal, intentaba interceptarlo.

El grito de gol Democrático se amplificó en el silencio. Unas banderas pequeñitas se agitaron, con los mismos colores alemanes que las grandes, pero esas eran las Federales. Alemania Oriental se ponía 1-0 a los 34 minutos de la segunda parte.

Alemania Occidental tuvo sólo una chance para evitar la derrota. Un tiro libre que Hoeness disparó con potencia, pero sin precisión, y que Croy, el arquero Democrático, despejó sin problemas. El partido estaba sentenciado. En el final, el festejo fue de unos pocos. Los once de Alemania Democrática saludaron desde el centro del campo ante un estadio que, en su mayoría, estaba desencantado. Los únicos que gritaban eran los tres mil orientales. Aquellos que iban de punto se quedaron con todo. El triunfo, el primer lugar del grupo y el honor de ganar el primer duelo entre las dos Alemania.