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Cartas desde Barcelona... Salvad al soldado Messi

Getty Images

Barcelona se divide cuando llega un Mundial. Si no es una novedad afirmar que la selección española no despierta un amor unánime entre los catalanes, es curioso descubrir el variopinto ánimo por diversos equipos.

Holanda tiene sus incondicionales desde la lejana época de Johan Cruyff; Brasil, Italia, Alemania, Inglaterra, Croacia, Dinamarca… No son pocas las selecciones que despiertan simpatías y en los últimos tiempos, producto de la migración desde naciones africanas, pueden descubrirse apoyos a Marruecos, Senegal, Nigeria o Túnez. Pero si hay una selección que cuenta con un favor generalizado ésa es Argentina.

En este 2018 no se puede apoyar a Holanda ni a Italia, por cierto… Y por eso crece el apoyo hacia Argentina…

O quizá sería más exacto concretar que quien cuenta con ese favor es Lionel Messi y como su equipo, cuando no juega en el Barça, se llama Argentina el resultado de la ecuación lleva rápidamente a esa conclusión. La albiceleste, es cierto, siempre tuvo tirada en Cataluña pero en la última década, con Lio convertido en el faro que ilumina el Camp Nou, un buen número de hinchas azulgranas a los que Argentina podría no llamarles la atención más que Uruguay o Perú y, probablemente, menos que un Brasil que desde los tiempos de Romario casi siempre tuvo representación culé, se han sumado sin pestañear a la causa albiceleste.

El propio Josep Maria Bartomeu dejó pasmados a los barcelonistas de la selección española (“a lo mejor tiene familiares argentinos” ironizó Busquets) cuando proclamó que le gustaría que Messi ganase el Mundial pero, no hay que llevarse a engaño, esa frase del presidente del Barça sintetiza un sentir muy extendido alrededor del club.

Para quienes Messi es, sin atisbo de duda, el mejor futbolista de la historia, es poco menos que una puñalada en el corazón escuchar la comparación con el Maradona que sí salió campeón del Mundo; para quienes entran en la eterna guerra personal con Cristiano Ronaldo, un título mundial argentino serviría para darles poderosas razones y para todos ellos, y los que se lo miran desde un plano menos personal, la alegría de Messi significaría un empuje no solo en su palmarés particular, sino un motivo de alivio. ¡Por fin! Exclamarían para colocarle en lo más alto.

SUFRIMIENTO

Así puede entenderse que en Barcelona existiera tanta contrariedad por el gol de Cristiano Ronaldo que evitó la victoria de España contra Portugal (¡y encima logró un hat-trick!) como el desastroso partido de Argentina frente a Islandia. La Roja fue a estrellarse contra el peor de los demonios del barcelonismo, pero lo de la albiceleste… Eso fue aún peor.

Si a los pies del Obelisco la figura de Lionel Messi provoca reacciones encontradas entre una hinchada que en buena parte se muestra muy crítica con su rendimiento con el equipo nacional, alrededor del Camp Nou se impone el discurso del “acompañamiento”. “Messi no tiene al lado a los secundarios de lujo con que cuenta en el Barça” se proclama y a cada error en el pase de Biglia o Mascherano, a cada pérdida de Di María o cada despiste de Rojo ante la animosa armada vikinga se alzaba la voz recordando que el ‘10’ padece huérfano de Busquets, de Iniesta o de Piqué.

Barcelona sufre por Messi y el hincha cruza los dedos esperando a que Sampaoli descubra la pócima mágica que vino buscando a la ciudad deportiva del Barça antes del Mundial. Sentencia su confianza en Agüero a la vez que mira con recelo indisimulado a Higuaín, espera la aparición de Dybala y mantiene la fe en que un Pavón o un Banega puedan convertirse en esos socios que Lionel encuentra con los ojos cerrados cuando juega de azulgrana.

La presentación en Rusia, en Moscú, no pudo ser más desalentadora. La de la albiceleste en conjunto y la de Messi en particular. Falló otro penalti (ya son 4 de 21 lanzados con la selección) y acabó el duelo contra Islandia cabizbajo… Y ésa es la gran preocupación en Barcelona. Porque la tristeza de Messi ha acabado por convertirse en la tristeza del Barça.