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Corea y Japón 2002: Café turco

El capitán de Turquía en este Mundial, Hakan Sukur, terminó exiliado en Estados Unidos en donde puso una cafetería a pesar de ser uno de los mejores en la historia de su selección.

Algo pasaba en Japón que ni su Mundial servía de redención. Un día antes del duelo de octavos de final contra Turquía los hoteles se quejaban por las cancelaciones, las calles estaban tristemente rutinarias y no había reservaciones en restaurantes o bares. Hakan Sukur, el capitán de los turcos, trataba de entender en el televisor las noticias en otro idioma. Siempre le interesaron otras cuestiones extra futbolísticas como la economía y la política. Solitario, bebía un café concentrado, como les gustan a los turcos. Antes de dar el último sorbo, llegó a la conclusión de que el difícil arte de vender y ser comerciante es una vida complicada y dura por lo que agradecía a Alá ser futbolista. No sabía Sukur que una llamada telefónica estaba por comenzar a cambiarle el destino.

La historia de Turquía es breve en Copas del Mundo. Apenas una participación en Suiza 1954 de donde fue despedida con siete goles de los alemanes en la primera ronda. Por eso, en el Mundial del 2002 el país entero mandaba expresiones tiernas al equipo por haber calificado a octavos. Así que más de uno intentaba sacar provecho.

Cuando sonó el teléfono el prejuicio recaló en el capitán, finalmente el brazalete en un equipo exige responsabilidades. Quien diga que el futbol escapa a las garras de la política es un banal soñador. Hakan Sukur escuchó del otro lado del auricular una voz versada y limpia como el sonido de una fuente, pero al mismo tiempo dictatorial. Era Recep Tayyip Erdogan, que acababa de ascender al puesto de primer ministro. Fue la primera vez que hablaron de una forma cordial, amistosa y hasta hipócrita.


Esa Turquía del 2002 no necesitaba de alientos políticos ni de suerte. Era como si la tenacidad y la inercia tuvieran un premio y ése sería terminar en el podio del Mundial. Eliminaron a Japón en octavos; a Senegal en cuartos y enfrentaron a Brasil en semifinales. Para ese momento, Turquía entera estaba envuelta en una algarabía insuperable.

Muchos recordarán a Hakan Sukur como el líder de un equipo que sabía replegarse en bloque y salía disparado al ataque con una felicidad que contagiaba. Tenía 34 años y no estaba en su mejor época. Había jugado en su país en varios equipos y emigrado a Italia en donde había decepcionado previo al Mundial: apenas 3 goles con el Parma en 15 partidos. Pero eso no impidió que pasara a la historia. Sukur será renombrado también como el hombre que más rápido anotó en una Copa del Mundo, apenas a los 11 segundos del duelo por el tercer lugar ante Corea del Sur. Otro motivo para que los políticos como Erdogan, lo quisieran de su lado.


El presidente de Turquía en 2016 era Recep Tayyip Erdogan y estaba de vacaciones cuando un levantamiento militar ligado al movimiento del clérigo, teólogo y erudito del islam, Fethulla Güllen, intentó quedarse con el poder. De inmediato, su respuesta fue sacar a las calles a sus simpatizantes para que hubiera enfrentamientos.

Hakan Sukur, estaba en Estados Unidos visitando a su maestro Güllen cuando se le ocurrió publicar un tuit insultando al gobierno turco y sus técnicas de provocación. El presidente Erdogan, aquel que siendo primer ministro lo felicitó en el 2002 y todos esos años había creído en ser su amigo, entró en un estado de furia tal que podía masticar durmientes de ferrocarril.

La noticia llegó de improviso hasta Palo Alto, California donde estaba Hakan Sukur. Si regresaba, en el aeropuerto de Estambul estaban listos para aprehenderlo.

“Fue una etapa de mucha oscuridad. El dolor de no poder volver a casa nos lastimó a todos. Estaba con mi familia sólo con lo que teníamos en las valijas y con un futuro incierto. Es inconcebible que alguien te prohíba entrar a tu país, yo sigo esperando regresar un día a Turquía”.

Decidido a una nueva vida, invirtió en una cafetería llamada Tuts Bakery que ha tenido relativo éxito. La especialidad es obviamente el café turco y el mezclado con leche, pero las ensaladas acompañadas de quiche y los panini tienen su sector asegurado. Las personas que van por ahí no reconocen a Hakan Sukur como el buen futbolista que fue, ni siquiera cuando juega en el equipo del barrio. Su visa de trabajo expira en el 2020, para ese entonces espera tener la nacionalidad americana. Se acuerda mucho de esa noche en la que escuchaba las noticias quejumbrosas de los comercios japoneses en pleno mundial, antes de esa llamada de Erdogan, así que cuando es necesario se arremanga y atiende las mesas, aunque no tan rápido como su gol en 11 segundos.

Esta historia es parte de una colección de 20 escritos, uno por cada Mundial, desde Uruguay 1930 hasta Brasil 2014: