Hubo un tiempo en que todo lo malo que pasaba en Colombia se podía ligar a Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante más poderoso que ha existido que con su ley de plata o plomo aterrorizó una nación, pero también hubo un equipo de futbol que maravilló y balanceó la imagen del país ante el mundo.
Ese equipo era la Selección de Fútbol de Colombia, que llenó estadios y asombró por su juego, pero que también no pudo escapar de la influencia nefasta del narco.
Es en mucho por Escobar que las palabras Colombia y narcotráfico tienen una triste asociación desde los años 80’s y hasta la fecha la han padecido los ciudadanos de ese país. La infausta celebridad de Pablo Escobar lo tocó y pisó todo, porque bastaba con decir que se era colombiano para que se evocara la ilegal actividad o sus afamados personajes.
No importaba si eras artista, político, empresario o deportista, decir que eras colombiano era cargar con el estigma de la mala fama regada por Escobar y el resto de los traficantes que mandaban en su país.
Pero lo cierto es que Colombia no era entonces solamente narco, ni lo es ahora tampoco, pero sí hay actualmente una tendencia a trivializar y a hacer apología de ese estilo de vida en la cultura popular, por lo que cabe recordar a los colombianos que trataron de enaltecer su origen en una época muy complicada.
Tal es el caso de Francisco Maturana, extécnico de esa gran Selección Colombia, quien es enfático al decir que el equipo que él dirigió dejó claro que su país era “más que narcotráfico”, aunque también reconoce que no pudieron eludir los tentáculos de los carteles de la droga.
Entrevistado por ESPN en el Estadio Rose Bowl de Pasadena, California, 22 años después del Mundial de Estados Unidos 1994, que para su biografía fue un parteaguas, ‘Pacho’ como también es conocido, explica el origen del mítico equipo que dirigió y que llamó la atención en las Copas del Mundo del 90 y 94.
“No fue una generación espontánea como en algún momento se ha dicho. Colombia tiene mucho talento en el ciclismo, atletismo, los cantantes, es un país donde el talento abunda”, dijo el entrenador que ahora forma parte del equipo de análisis técnico de Conmebol. “Ese equipo que aparece en el mundo en los años noventa y te dice que Colombia es más que narcotráfico, más que violencia, más que gente mala, es un equipo que tiene una identidad que refleja la cultura en el país”.
El mundo volteó a ver al futbol colombiano, lo “descubrió” con la histórica Copa Libertadores ganada por el Atlético Nacional de Medellín, equipo dirigido por Maturana y que también sería base de la Selección Colombia.
El balompié ya tenía décadas de auge en el país caribeño, pero en ese tiempo se hablaba más del Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez o los logros de algún escarabajo colombiano en la Tour de France como Lucho Herrera o Fabio Parra, digamos que lo que salvaba la reputación de la nación eran letras, música y ciclismo, pero el futbol llegó para ayudar a hacer contrapeso a la violencia del narco.
El problema fue que Pablo Escobar Gaviria también vivía el auge de su poder e influencia y eso manchó al futbol. Ese mismo 1989 fue el asesinato del candidato a presidente de Colombia, Luis Galán, también el vuelo de Avianca que estalló en pleno vuelo, pero desde antes, al principio de la década, había inundado de muerte el país cafetero con múltiples ataques terroristas y asesinatos dirigidos a quienes denunciaron sus actividades ilegales como fue el caso del juez Rodrigo Lara Bonilla y el periodista Guillermo Cano.
El futbol le gustaba a todos y paralizaba hasta a la guerrilla, -- que también era otro foco de preocupación social -- lo mismo que al hombre de la calle que al narco o al sicario.
“Colombia se reconoció en ese equipo, ese equipo era la parte buena de Colombia, ese equipo hacía que la gente pensara en el futbol y no pensara en el narcotráfico y cosas por el estilo, en los asesinatos o cosas parecidas que vivía el país. Incluso dicen que la misma guerrilla paraba cuando eran los partidos de la selección. Era el orgullo patrio, una cosa buena que podía mostrar”, recuerda el director técnico que como jugador fue un duro defensa central en Bucaramanga, Nacional y Tolima.
Higuita, Valderrama, Rincón, Perea, Trellez, Asprilla, Álvarez, Barrabas, Valencia y Andrés Escobar, se volvieron sujetos de adoración y cuenta la leyenda y algunos testimonios que Escobar y otros capos del narco no resistieron la tentación de acercarse al halo purificador del futbol, y por qué no, lavar algún dinero ahí. Se dijo que Escobar era “dueño” del Nacional, que pagaba esos grandes sueldos, pero Maturana tiene otra versión.
“A veces la historia se construye sobre supuestos. Algún tipo lanza una especie y eso se convierte en verdad. Yo viví en Nacional, y estuve en Nacional desde los nueve años, y fui jugador de Nacional y llegué a ser director de Nacional por tres años y nunca vi la presencia que todo mundo habla que Pablo (Escobar) esto, lo otro. Pablo fue una persona que estudió en el Liceo Antioqueño, venía atrás pero yo estaba ahí, y ya desde esa época era reconocido como hincha de Medellín. Si él quisiera algo era destruir a Nacional, no ayudar a Nacional”, dijo el que también es odontólogo.
Pero otros, allegados a Escobar Gaviria como es el del nefastamente célebre sicario Jhon Jairo Velázquez ‘Popeye’, hace un cuento distinto de la relación de su jefe con clubes colombianos.
“Él se iba haciendo el loco para que ganara. 'El Patrón' pues, era enfermo por el equipo Deportivo Independiente de Medellín, él era hincha del Medellín. Yo recuerdo que en una época que estábamos en plena guerra y (José Gonzalo) Rodríguez Gacha, socio de Pablo Emilio Escobar Gaviria, toma el control del equipo de los Millonarios de Bogotá y Pablo Escobar le ayudaba a varios jugadores por eso toma el control del Medellín y del Nacional de Medellín pues le ayudaba a varios jugadores. Él era un hincha acérrimo del Medellín”, narra el asesino, hoy libre, en un testimonio recabado en video para la televisión colombiana.
“Pablo Escobar, cuando un futbolista estaba en una mala condición económica él lo ayudaba”, cuenta ‘Popeye’. “Era lo que llamamos hincha sandía: verde por fuera, rojo por dentro. Él era hincha del Independiente de Medellín; totalmente al cien por ciento porque el Medellín es el equipo de las personas menos favorecidas de la ciudad. Pero a nivel nacional él era amigo de muchos futbolistas, de Pipe Pérez, del ‘Torito’ Cañas, que terminó siendo bandido con nosotros. De Leonel Álvarez, de Higuita, pero nada de otro mundo. Pero realmente Pablo Emilio Escobar Gaviria no pagó la Copa Libertadores del 89, yo me comprometo cien por ciento”, palabra de narco al fin, pero eso señaló Velázquez en su momento desde la cárcel, aunque ahora en libertad se ha vuelto una celebridad.
Así, se ratifica en parte lo dicho por Maturana, Escobar metía mano en el Medellín, pero no dejaba de “ayudar” a algunos jugadores de Nacional, pero como son de la misma ciudad, algunos, sobre todo extranjeros, habrán confundido el equipo.
“Algún hincha que no era de Nacional dice eso para minimizar la capacidad que tuvo el equipo de llegar a donde llegamos nosotros. Hablan eso y como nadie sale a desmentirlo se convierte en una verdad”, explica en entrenador nacido en Quidbó hace 67 años. “Si Pablo tuvo alguna participación en el futbol fue a través de hacer canchas en los barrios, pero que Pablo se fuera a meter en temas dirigenciales o en temas del juego como tal, eso sí lo dudo con toda seguridad”.
Invertir en el futbol es una demostración de poder, cuenta José Reveles, periodista mexicano autor de libros sobre narcotráfico, entre ellos "El Chapo, entrega y traición".
"Alguien que tiene miles de millones de dólares, como es el caso de Pablo Escobar, el 'Chapo' Guzmán, de Amado Carrillo Fuentes, se pueden dar algunos lujos. Son humanos y les gusta el deporte", dice Reveles a ESPN. "Son cosas que ellos hacen sin problema, tienen el dinero más que sobrado y tienen el poder más que sobrado. A veces esa audacia resulta peligrosa en el sentido que pueden caer fácilmente en manos de la autoridad".
La Selección de Maturana acumuló éxitos y un paso impresionante para clasificar al Mundial 1994. Su logro más sonado fue aquel 0-5 que le endosaron a Argentina en Buenos Aires.
Desde antes Escobar mantenía relaciones amistosas con algunos estrellas como Higuita, quien incluso lo fue a visitar a la cárcel que el narco se mandó a hacer en Antioquia una vez que evadió la extradición, prohibida en el país gracias a su influencia.
Aquí es donde surge otra leyenda, que cuenta que Escobar organizaba partidos de futbol en la llamada “Catedral”, donde seleccionados iban a departir con el criminal y sus sicarios.
“A mí no me llegó la carta de invitación. eso ya era a título personal. En un momento dado a mi habitación llegó alguien pero a hablar de futbol, no a imponer nada y era un tipo de la guerrilla y la selección no es mía, es de todo Colombia, de los buenos y los malos. Mal haría yo en decir ‘no, no vamos porque estos son malos’. Yo no tengo la capacidad de ir juzgando quiénes son buenos y quiénes son malos. No es mi responsabilidad juzgar quién es malo o no”, narra Maturana cuando se le pregunta si supo de esos juegos y relaciones con Escobar.
Lo que explica ‘Pacho’ es que cada jugador o miembro de la selección eligió, si es que pudo, si se juntaba con los narcos, aunque a veces no había opción.
“Es su vida privada, no es parte de un entrenamiento. Cada quien en su vida privada hace lo que quiere. En México saben cómo es la cosa. Si llega el ‘Chapo’ (Guzmán, narcotraficante mexicano líder del Cartel de Sinaloa, actualmente preso) y dice quiero que venga este señor, tienes que ir, y así era la cosa, o vas por las buenas o te llevan en una maleta. Era así. 'Que el Patrón quiere verlo o viene o lo metemos en la maleta’”, describe la escalofriante realidad que vivían los futbolistas en esa época.
El investigador mexicano Martín Barrón, especialista en Criminología por el Instituto Nacional de Ciencias Penales de México, explica la relación del deporte y el narco.
“El gran problema del futbol, por ejemplo, o de los deportes pero específicamente del futbol, es por la gran cantidad de lavado de dinero que se puede gestar a partir de las transferencias, a partir de los partidos de futbol de que pueden ser amañados o no, que implica pues un gran negocio”, dice Barrón.
“Pablo Escobar lo que vino a hacer fue de alguna u otra manera, a revolucionar, junto con, no solamente con los carteles colombianos, el cartel de Medellín y algunos otros más, sino que a la par con los mexicanos que ese fue el gran crecimiento de la explosión, digamos, de su poderío”.
Toda persona tiene sus gustos, y los narcos, por más violentos y despiadados, no dejan de serlo. Al final cuando están en la cima, cuando tienen más dinero que el que puedes gastar en tu vida, cuando tienen un ejército de hombres a su servicio dispuestos a matar a quien ordenen, por qué no darte unos gustos. ¿Invitar a unos jugadores? ¿Conocer a tus ídolos en el futbol? Eso no era problema.
“La influencia es indudable (del narco en el futbol)”, prosigue Maturana, quien habla con claridad y, aunque no es su tema favorito, sabe que no se puede hablar de esos años sin mencionar el narco. “En esos momentos del país influenciaron a todo nivel. En Italia (Mundial del 90), por ejemplo, teníamos un entorno blindado y perdimos un partido y no pasó anda, lloramos y después salimos y clasificamos a la siguiente ronda. En Estados Unidos (1994) nosotros vivíamos en un hotel, perdimos un partido y aparecieron las amenazas en un país que todos los días mataban cualquier cantidad de personas. Que tienes que poner a éste. Sí se hizo un entorno que no pudiste resolver los problemas que te presentaban”.
Así narra cómo luego de que Colombia era visto como candidato a ganar el Mundial de 1994, pero todo se enrareció con la presión externa en gran parte llegada por los narcos, aunque en esa época Pablo Escobar estaba ya muerto tras ser asesinado en 1993 por la Policía de Colombia, en trabajo conjunto con la Drug Enforcement Administration (DEA).
El equipo cafetero cayó en su debut 3-1 ante la Rumania del portentoso Gheorghe Hagi, ahí mismo donde se dio la charla con Maturana, en el Rose Bowl.
El mensaje macabro era: si juega el mediocampista Gabriel “Barrabas” Gómez, hermano de Hernán Darío Gómez en ese tiempo auxiliar técnico, habrá represalias contra su familia.
“Hay gente que tiene más experiencia y dice que el que te amenaza no te va a hacer nada. Pero a mí no me amenazaron directamente, si no que amenazaron a alguien del cuerpo técnico, yo no tenía la libertad de exponer a esa persona. Puede que no pasara nada, dijeron ‘no es a tu familia’”.
Así que ‘Barrabas’ no volvió a jugar en el Mundial por decreto del narco.
“Es fuerte porque si has trabajado toda la semana, el domingo no puedes salir a decir ‘voy a cambiar esto’. Yo no soy técnico de domingo, soy de semana. Era mi manera de ver las cosas. Te queda la sensación que perdiste, como quién dice me ganaron. Tus convicciones contra las imposiciones”, relata con amargura.
Pero ahí no terminó el viacrucis de la selección, porque en el segundo partido que pierden 2-1 contra Estados Unidos con un autogol de Andrés Escobar (quien no tenía ninguna relación familiar con el narcotraficante) se acaba prácticamente el Mundial para Colombia y el regreso a casa es amargo.
Y de amargo pasó a trágico, cuando el 2 de julio de 1994 en Medellín, afuera de una discoteca, Andrés Escobar, el gran líder de la defensa colombiana, es asesinado a balazos por los sicarios de los narcotraficantes Gallón.
Apenas se estaban jugando los Octavos de Final en Estados Unidos, se suponía que Andrés estaría ahí triunfando para Colombia y ahora estaba muerto. Se dice que Andrés inició una discusión con los guardaespaldas y eso derivó en balazos, pero hay quien piensa que fue una venganza por el autogol.
“Ese tema yo tengo mi lectura. Me parece que fue malinterpretado, se creó una historia para buscar no sé qué. No creo que a Andrés lo hayan matado por el autogol. Estoy seguro que el día que mataron a Andrés, esa noche, pudieron haber matado a cinco médicos, tres magistrados y nadie se dio cuenta. Pero le tocó a Andrés. El hecho de ser el personaje nos dice en qué país viven, que todo se resuelve con violencia, donde la vida no vale nada, donde cualquier discusión era el primero que saque el revolver. Eso era lo que pasaba.
“Más allá de centrarnos en la muerte de Andrés, debemos pensar que esta muerte sirva para identificar un momento histórico donde Colombia era un problema para vivir”, reflexiona Maturana con evidente pesadumbre.
El investigador Barrón ejemplifica que la violencia del narco sigue viva y afecta a Colombia y otros países: “Hubo un futbolista colombiano, de la selección colombiana que falleció en México, pues tenemos el caso de algunos futbolistas que se les han probado nexos con los narcotraficantes; ahí está, un portero, si mal no recuerdo, de Monterrey (Omar ‘Gato’ Ortiz), entonces esto es así”.
La conclusión de Maturana a 22 años de distancia es seca pero real y describe perfecto lo que pasó al futbol en los tiempos de Escobar, quien, cabe decirlo, parece que sólo quiso mucho al futbol, construyó centenares de canchas y deportivos, no lo atacó, pero su sola presencia lo envenenó.
“El futbol es el producto de lo que es la sociedad, una sociedad totalmente desquiciada”.